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Cruz

El sufrimiento de los culpables

El sufrimiento de los culpables
Pergamino del Libro de Job, en hebreo. Fotografiado en un museo. Publicación previa: sin publicación previa de ningún tipo, Pete Unseth, CC BY-SA 3.0 📄

En la doctrina católica, el sufrimiento de los culpables se entiende como una manifestación de la justicia divina, que distingue entre el castigo temporal orientado a la corrección y el eterno reservado para la impenitencia final. San Agustín de Hipona, en sus exposiciones a los Salmos y cartas, explica cómo Dios permite que los pecadores prosperen temporalmente por su longanimidad, invitándolos al arrepentimiento, mientras que el verdadero castigo reside en la voluntad endurecida y culmina en la retribución eterna. Esta enseñanza resuelve el aparente escándalo de por qué los malvados parecen impunes, enfatizando que el sufrimiento justo corrige al pecador, diferenciándolo de la mera tribulación, y llama a los fieles a la paciencia y la confianza en la providencia divina.1,2,3

Tabla de contenido

Fundamentos bíblicos y patrísticos

La reflexión católica sobre el sufrimiento de los culpables hunde sus raíces en la Sagrada Escritura, particularmente en los Salmos, donde se plantea el dilema de la prosperidad de los impíos frente al dolor de los justos. Los autores sagrados, como el salmista, cuestionan: ¿Por qué prosperan los malvados?, una interrogante que resuena en la tradición cristiana.3

San Agustín, Doctor de la Iglesia, desarrolla esta temática en sus Exposiciones sobre los Salmos, interpretando estos textos como una llamada a discernir entre el sufrimiento punitivo y el correctivo. Para él, Dios no abandona al culpable, sino que lo sparea (longánimamente) para que se convierta, acumulando así un tesoro de ira para el día del juicio si persiste en el pecado.1 Esta perspectiva patrística subraya que el sufrimiento de los culpables no es arbitrario, sino proporcional a la voluntad pecadora, medida no por el tiempo del acto, sino por su gravedad moral.2

El aparente triunfo de los impíos

En el Salmo 94, Agustín aborda directamente la queja del justo: «Behold, that man did righteously: and why has He thus visited him?». Los culpables replican que su prosperidad prueba su inocencia, pero el santo obispo replica citando a san Pablo: la longanimidad de Dios busca la penitencia, no la impunidad. Así, el culpable aumenta su iniquidad mientras Dios multiplica su paciencia, reservando un castigo acumulado como un río de gotas diarias.1

Agustín advierte: «Omit not to watch your slightest daily sins: rivers are filled from the smallest drops». Esta acumulación explica por qué los culpables parecen florecer: no es bendición, sino demora misericordiosa.

La medida de la voluntad en el castigo

La voluntad como criterio de justicia

En su Carta 102 a Deogratias, Agustín profundiza en el principio evangélico: «Con la medida con que medís se os medirá» (Mt 7,2). El sufrimiento de los culpables se mide por la voluntad depravada, no por la duración del pecado. Un homicidio instantáneo es más grave que talar un árbol con muchas hachazos, porque la voluntad malvada define la culpa.2

«For we measure actions, whether good or bad, by the quality of the volitions which produce them, not by the length of time which they occupy.»2

Así, el castigo eterno, aunque parezca desproporcionado en tiempo, es justo porque refleja el deseo eterno de pecado del impenitente. El culpable que anhela gozar perpetuamente del mal recibe un sufrimiento eterno en la misma medida.4

Castigo temporal versus eterno

Agustín distingue: el castigo inmediato sigue al pecado en la mente, incrementándose por la ceguera del culpable. En la Carta 91 a Nectarius, aplica esto a comunidades culpables de violencia contra cristianos, proponiendo correcciones misericordiosas: preservar vida y sustento, pero amputar medios y ocasiones de pecar, como un cirujano que poda lo gangrenoso.5

El sufrimiento de los culpables puede ser correctivo (para emendar) o penal (por impenitencia), siempre con miras a la salvación.6

Distinción entre agravio, tribulación y castigo

No todo dolor es sufrimiento de los culpables. En el Salmo 146, Agustín aclara: «Who executes judgment for them that suffer wrong». San Pablo exhorta: «Why do ye not rather suffer wrong?» (1Cor 6,7). Sufrir agravio es padecer injusticia siendo inocente; la tribulación o pena es para el malhechor.3

Tipo de sufrimientoDescripciónEjemplo según Agustín
AgravioInjusticia recibida por el justoEl justo padece sin merecerlo3
Tribulación/PenaCorrección o castigo merecidoEl ladrón o adúltero sufre justamente3
Castigo eternoPara la voluntad impenitenteAcumulación de ira por pecados diarios1,4

Los culpables que claman «¿Por qué sufro si no merezco tanto?» revelan un alma en guerra contra Dios. Agustín urge: «Return to the confession of your sickness, and beg the healing hand of the Physician».6

Implicaciones éticas y pastorales

Para el culpable

El sufrimiento de los culpables invita a la conversión. Prosperar en el pecado es ilusión: «Think thou not they are happy who flourish for a time». Dios castiga para reservar herencia eterna o avergonzar con confusión.6 Pastoralmente, la Iglesia distingue grados de culpa: los instigadores son más gravemente responsables que los temerosos, pero todos necesitan corrección misericordiosa.5

Para el justo

Ante el escándalo de los impíos prósperos, el fiel debe imitar la paciencia divina, midiendo sus obras por la voluntad buena. Esto fomenta la humildad: incluso el justo reconoce pecados menores que acumulan ira si no se vigilan.1

En el Magisterio y la tradición posterior

Aunque las fuentes agustinianas son fundacionales, la tradición católica las integra en el Catecismo, que enseña la retribución divina proporcional al pecado (CCC 1472-1473), priorizando la misericordia correctiva. Fuentes posteriores confirman: el sufrimiento purifica o castiga, siempre bajo la providencia.2,4

Conclusión

El sufrimiento de los culpables revela la sabiduría de Dios: longanimidad para la penitencia, justicia en la medida de la voluntad. San Agustín ilumina que lo temporal corrige, lo eterno juzga. Para los fieles, es llamada a vigilar la voluntad, confesar pecados y confiar: «Let them put on confusion and shame, that think evil things», mientras los justos heredan paz eterna.6 Esta doctrina consuela al afligido y advierte al pecador, anclada en la fe católica.

Citas

  1. Agustín de Hipona. Exposiciones sobre los Salmos - Salmo 94, § 5 (418). 2 3 4 5

  2. Agustín de Hipona. Carta 102 de Agustín a Deogratias, § 26 (409). 2 3 4 5

  3. Agustín de Hipona. Exposiciones sobre los Salmos - Salmo 146, § 6 (NaN). 2 3 4 5

  4. Agustín de Hipona. Carta 102 de Agustín a Deogratias, § 27 (409). 2 3

  5. Agustín de Hipona. Carta 91 de Agustín a Nectario, § 9 (408). 2

  6. Agustín de Hipona. Exposiciones sobre los Salmos - Salmo 71, § 12 (NaN). 2 3 4