Errores de replantear conceptos doctrinales según el progreso científico
La doctrina católica rechaza firmemente cualquier intento de modificar el sentido perenne de los dogmas definidos por la Iglesia con el pretexto del avance del conocimiento científico o filosófico. Esta posición, arraigada en la infalibilidad del Magisterio y en la inmutabilidad del depósito de la fe, ha sido reiteradamente afirmada por concilios ecuménicos, encíclicas papales y documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Tales replanteamientos, asociados al relativismo dogmático, contradicen la enseñanza de que los dogmas expresan verdades reveladas de manera determinada e inalterable, permitiendo un desarrollo en su comprensión pero no un cambio en su significado esencial.1,2
Tabla de contenido
Definición y contexto teológico
Los errores de replantear conceptos doctrinales según el progreso científico se refieren a la tesis de que los dogmas de fe, una vez proclamados por la Iglesia, deben reinterpretarse o adaptarse a nuevas teorías científicas, filosóficas o culturales para mantener su relevancia. Esta postura implica que las fórmulas dogmáticas no expresan verdades absolutas, sino aproximaciones provisionales sujetas a evolución, lo que socava la infallibilidad de la Iglesia en materia de fe y moral.1
En el marco de la teología católica, el depósito de la fe es un conjunto cerrado de verdades reveladas por Dios, confiado a la Esposa de Cristo para su custodia fiel. Cualquier alteración en el sentido de los dogmas —bajo el argumento de un «progreso» científico— equivale a un relativismo doctrinal que la Iglesia ha condenado desde el siglo XIX, especialmente ante los desafíos del modernismo y el racionalismo.3,4
Origen histórico de estos errores
Estos errores emergen en contextos de tensión entre fe y razón, particularmente durante la Ilustración y el positivismo del XIX, cuando se pretendía someter la revelación a los criterios de la ciencia empírica. Pensadores influenciados por el evolucionismo o el historicismo postulaban que la doctrina cristiana debía «evolucionar» para no quedar obsoleta, negando así la trascendencia divina de la verdad revelada.5
Enseñanza del Concilio Vaticano I
El Concilio Vaticano I (1869-1870) marca un hito en la condena explícita de estos errores. En su constitución dogmática Dei Filius, el concilio afirma que la doctrina revelada no es un sistema filosófico perfectible por el ingenio humano, sino un depósito divino que la Iglesia debe guardar e interpretar infaliblemente.
Por consiguiente, ha de conservarse perpetuamente aquel sentido de los dogmas sagrados que Nuestra Santa Madre Iglesia ha declarado una vez; ni jamás se ha de apartar de él, bajo pretexto o nombre de una más profunda inteligencia, este sentido.2
El canon adjunto anatematiza a quien sostenga que «a los dogmas declarados por la Iglesia es preciso atribuirles a veces, según el progreso de la ciencia, un sentido distinto del que la Iglesia ha entendido y entiende».6 Esta declaración subraya que el progreso en el conocimiento —incluso científico— no autoriza un cambio en el sentido objetivo de los dogmas, sino que debe armonizarse con ellos.
Condena del modernismo
A inicios del siglo XX, el modernismo representó la forma más radical de estos errores. Los modernistas postulaban una evolución inmanente de la doctrina, donde los dogmas se adaptaban al «progreso de las ciencias», recastando conceptos sobre Dios, la creación o la redención.7
Pascendi dominici gregis (Pío X, 1907)
La encíclica Pascendi dominici gregis de San Pío X denuncia esta doctrina como una negación de lo inmutable en la Iglesia: «para los modernistas, no hay nada estable, nada inmutable en la Iglesia». Condena la idea de que la revelación es imperfecta y sujeta a progreso indefinido, equiparándola a errores ya reprobados por Pío IX y el Vaticano I.4
El Syllabus de Pío IX y el decreto Lamentabili sane exitu (1907) explicitan esta condena: «El progreso de las ciencias exige que se rehagan los conceptos de la doctrina cristiana sobre Dios, la creación, la revelación, la persona del Verbo encarnado, la redención».7
Encíclica Humani Generis (Pío XII, 1950)
En la posguerra, Pío XII aborda estos errores en Humani Generis, dirigida contra teólogos que, temiendo parecer ignorantes ante la ciencia moderna, intentan «retirarse de la autoridad docente sagrada». La encíclica critica la tesis de que los misterios de la fe solo se expresan por «nociones aproximadas y siempre cambiantes», permitiendo sustituciones conceptuales según filosofías como el existencialismo o el idealismo.8
Algunos más audaces afirman que esto puede y debe hacerse, porque sostienen que los misterios de la fe nunca se expresan con conceptos verdaderamente adecuados, sino solo con nociones aproximadas y siempre cambiantes.8
Pío XII advierte del dogmatic relativismo resultante y defiende la terminología escolástica, perfeccionada por siglos de esfuerzo católico, como base segura para entender los dogmas.9 Insiste en que la Iglesia vela por las ciencias filosóficas para que no dañen los dogmas.10
Declaración Mysterium Ecclesiae (1973)
La Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo Pablo VI, publica Mysterium Ecclesiae (1973), que precisa: el significado de las fórmulas dogmáticas permanece verdadero y constante, aunque pueda expresarse con mayor claridad. Rechaza que sean «aproximaciones cambiantes» que distorsionan la verdad o la signifiquen de modo indeterminado.1
El documento cita a Juan XXIII y el Vaticano I para afirmar que el progreso doctrinal no implica desviación del sentido original, condenando el relativismo que corrompe la infalibilidad eclesial.1
Factores históricos en la expresión dogmática
Se reconoce que las fórmulas pueden llevar «rastros de concepciones cambiantes» de una época, pero su idoneidad para comunicar la verdad permanece, requiriendo interpretación correcta.11,12
Desarrollo legítimo versus cambio erróneo
La Iglesia distingue entre desarrollo homogéneo de la doctrina —profundización en el mismo sentido (eodem sensu eademque sententia)— y replanteamientos heterodoxos. El Concilio Vaticano I permite que «la inteligencia, la ciencia y la sabiduría crezcan y progresen vigorosamente en la Iglesia», pero solo «en su propio género», es decir, fiel al dogma original.2,3
Documentos como el de la Comisión Teológica Internacional (1989) ilustran esta distinción: la historia dogmática es un proceso vivo de interpretación de la Tradición, guiado por el Espíritu Santo, sin departures fundamentales.3
Implicaciones contemporáneas y exhortaciones
En la era actual, estos errores resurgen en debates sobre evolución, cosmología o bioética, donde se pretende «actualizar» dogmas como la creación ex nihilo. Pío XII exhorta a los teólogos a avanzar en las ciencias con prudencia, sin false irenismo que diluya la verdad.13
La enseñanza magisterial urge a los fieles a adherirse al Magisterio, evitando novedades que alejen de la verdad revelada.5
Referencias doctrinales clave
| Documento | Año | Autor | Contenido principal |
|---|---|---|---|
| Dei Filius (Vaticano I) | 1870 | Concilio Ecuménico | Anatema a cambios dogmáticos por ciencia.6,2 |
| Pascendi dominici gregis | 1907 | Pío X | Nada inmutable para modernistas.4 |
| Humani Generis | 1950 | Pío XII | Contra relativismo y nuevas filosofías.8,9 |
| Mysterium Ecclesiae | 1973 | CDF | Sentido constante de dogmas.1 |
Citas
B5. La noción de la infalibilidad de la Iglesia que no debe ser falsificada, Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. En defensa de la doctrina católica sobre la Iglesia contra ciertos errores de la actualidad, § 5 (1973). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Cap. 4. Fe y razón, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las fuentes del dogma católico (Enchiridion Symbolorum), § 3020 (1854). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
B. Los fundamentos teológicos - II. Declaraciones y práctica del magisterio de la Iglesia - 1. Declaraciones del magisterio respecto a la interpretación del dogma, Comisión Teológica Internacional. La interpretación del dogma, §B.II.1 (1989). ↩ ↩2 ↩3
Análisis de la enseñanza modernista - La evolución del dogma, Pío X. Pascendi Dominici Gregis, § 28 (1907). ↩ ↩2 ↩3
Pío XII. Humani Generis, § 10 (1950). ↩ ↩2
B4. Fe y razón, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las fuentes del dogma católico (Enchiridion Symbolorum), § 3039 (1854). ↩ ↩2
Los errores de los modernistas, sobre la Iglesia, la revelación, Cristo, los sacramentos - Del decreto de la Santa Oficina, «Lamentabili», 3 de julio de 1907, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las fuentes del dogma católico (Enchiridion Symbolorum), § 3464 (1854). ↩ ↩2
Pío XII. Humani Generis, § 15 (1950). ↩ ↩2 ↩3
Pío XII. Humani Generis, § 16 (1950). ↩ ↩2
Pío XII. Humani Generis, § 34 (1950). ↩
Guy Mansini, O.S.B. La historicidad del dogma y el sentido común: Ambroise Gardeil, Reginald Garrigou‑Lagrange, Yves Congar y el magisterio moderno, § 19 (2020). ↩
Matthew Ramage. Extra Ecclesiam Nulla Salus y la sustancia de la doctrina católica: Hacia la realización de la «Hermenéutica de la reforma» de Benedicto XVI, § 7 (2016). ↩
Pío XII. Humani Generis, § 43 (1950). ↩
