Evangelio

El término Evangelio en el contexto católico se refiere fundamentalmente a la Buena Nueva de Jesucristo, que abarca su persona, sus enseñanzas, su vida, muerte, resurrección y la salvación que ofrece a la humanidad. No se limita a los cuatro libros canónicos del Nuevo Testamento (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), sino que comprende la totalidad de la revelación divina transmitida a través de la Escritura, la Tradición y la vida de la Iglesia. Este artículo explorará la naturaleza del Evangelio, su formación, su papel central en la liturgia y la vida de la Iglesia, y su interpretación a lo largo de la historia.
Tabla de contenido
¿Qué es el Evangelio?
El Evangelio es, en su sentido más profundo, la revelación de la misericordia de Dios hacia los pecadores en Jesucristo1. Es la Buena Nueva que Dios prometió a los patriarcas y que ha cumplido en Jesucristo2. Esta verdad central de la fe cristiana incluye la encarnación, la vida, la pasión, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesús, así como el don del Espíritu Santo, que es la fuente y el medio de la vida moral de la «nueva creación»3.
El contenido del Evangelio es Jesucristo mismo, pero su historia se entrelaza con la historia de Israel y continúa en la vida sacramental de la Iglesia, que avanza hacia su cumplimiento escatológico4. Según Tomás de Aquino, el Evangelio trata de la unión entre Dios y el hombre, que se realiza de manera primordial en la Encarnación y, secundariamente, en la adopción de los creyentes como hijos de Dios. Por lo tanto, la incorporación al Cuerpo de Cristo, la Iglesia, es una parte esencial del Evangelio4.
El Evangelio no debe considerarse como algo estático o terminado, sino como algo vivo y vigoroso5. Es la enseñanza de Jesucristo que Él confió a la Iglesia Católica para su interpretación, y tiene el poder de guiar a los hombres hacia la verdad, la justicia, la virtud, la unión fraterna y la paz, sirviendo como un baluarte inquebrantable para sus leyes e instituciones5.
El Evangelio como fuente de verdad y moral
La Sagrada Escritura, y específicamente el Evangelio, es la fuente de toda verdad salvífica y enseñanza moral6,3. La Iglesia ha conservado fielmente lo que la Palabra de Dios enseña, no solo sobre las verdades que deben ser creídas, sino también sobre la acción moral que agrada a Dios3. El Evangelio es la Ley del Evangelio, que cumple, supera y perfecciona la Antigua Ley, reformando el corazón, que es la raíz de los actos humanos7. Es la preparación para el Evangelio8.
La centralidad de Cristo
Jesucristo es el centro y la plenitud de toda la Escritura9. La Iglesia nunca deja de escuchar sus palabras y relee continuamente cada detalle de su vida10. Su vida, su humanidad, su fidelidad a la verdad y su amor que todo lo abarca, hablan a todas las personas. Su muerte en la Cruz, con la profundidad de su sufrimiento y abandono, y su Resurrección, constituyen el contenido de la vida diaria de la Iglesia10.
Formación y Transmisión del Evangelio
La transmisión de la revelación divina, de la cual el Evangelio es el núcleo, se llevó a cabo en varias etapas y de diversas maneras.
Etapas de formación de los Evangelios canónicos
El Catecismo de la Iglesia Católica distingue tres etapas en la formación de los Evangelios11:
La vida y enseñanza de Jesús: La Iglesia sostiene firmemente que los cuatro Evangelios, cuya historicidad afirma sin dudar, transmiten fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, hizo y enseñó para la salvación eterna de los hombres, mientras vivió entre ellos, hasta el día en que fue llevado al cielo11.
La tradición oral: Después de la ascensión del Señor, los apóstoles transmitieron a sus oyentes lo que Él había dicho y hecho, pero con una comprensión más plena que ellos mismos disfrutaban, instruidos por los gloriosos acontecimientos de Cristo e iluminados por el Espíritu de la Verdad11.
Los Evangelios escritos: Los autores sagrados, al escribir los cuatro Evangelios, seleccionaron algunos de los muchos elementos que se habían transmitido, ya sea oralmente o en forma escrita; otros los sintetizaron o explicaron con la vista puesta en la situación de las Iglesias, manteniendo la forma de predicación, pero siempre de tal manera que nos han dicho la verdad honesta acerca de Jesús11.
Escritura y Tradición
El Evangelio fue transmitido de dos maneras, según el mandato del Señor12:
Oralmente: Por los apóstoles, quienes transmitieron, por la palabra hablada de su predicación, por el ejemplo que dieron, por las instituciones que establecieron, lo que ellos mismos habían recibido, ya sea de los labios de Cristo, de su modo de vida y sus obras, o lo que habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo12.
Por escrito: Por aquellos apóstoles y otros hombres asociados con los apóstoles quienes, bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo, pusieron por escrito el mensaje de salvación12.
La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia13. La Escritura no es simplemente un texto, sino la «Palabra de Dios»13. Surge en medio del Pueblo de Dios y pertenece a la Tradición viva de la Iglesia como el testimonio canónico de la fe para todos los tiempos13. La Iglesia no deriva su certeza sobre todas las verdades reveladas de las Sagradas Escrituras solas, sino también de la Tradición Apostólica, que es el proceso vivo de la Iglesia escuchando la Palabra de Dios13.
La Iglesia es el lugar donde la revelación es «recibida, promulgada y transmitida»14. La Escritura inspirada es una parte esencial de esta mediación eclesial, lo que significa que la Escritura debe ser interpretada en el contexto del culto litúrgico de la Iglesia14.
El Evangelio en la Liturgia
El Evangelio ocupa un lugar único en la Iglesia, lo cual es evidente tanto en la veneración que la liturgia le otorga como en la atracción insuperable que ha ejercido sobre los santos de todos los tiempos15.
La Liturgia de la Palabra
El diálogo entre Dios y su pueblo en la Liturgia de la Palabra de la Misa culmina con la proclamación del Evangelio9. Precede al canto del Aleluya (o, durante la Cuaresma, otra aclamación) con el que «la asamblea de los fieles acoge y saluda al Señor que está a punto de hablarle en el Evangelio»9. Los misterios de Cristo iluminan toda la revelación bíblica, y de manera similar, en la Liturgia de la Palabra, el Evangelio constituye la luz para comprender el significado de los textos bíblicos que lo preceden, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento9.
La liturgia misma distingue el Evangelio de las otras lecturas y lo rodea de particular honor y veneración9. Su lectura está reservada al ministro ordenado, quien concluye besando el Libro; nos llama a ponernos de pie para escuchar y a hacer la señal de la Cruz en la frente, la boca y el pecho; las velas y el incienso honran a Cristo, quien, a través de la lectura del Evangelio, hace resonar su Palabra eficaz9. A través de estos signos, la asamblea reconoce la presencia de Cristo que les da la «Buena Nueva» que convierte y transforma9.
Cuando escuchamos el Evangelio en la Misa, no lo hacemos para saber cómo sucedieron las cosas, sino para darnos cuenta de lo que Jesús hizo y dijo una vez; y esa Palabra es viva, la Palabra de Jesús que está en el Evangelio es viva y toca nuestro corazón9.
El Evangelio y la Eucaristía
Existe una conexión intrínseca entre la proclamación del Evangelio y la celebración eucarística. Los «dichos y hechos de Jesús» fueron recordados, contados y moldeados en las reuniones eucarísticas con la conciencia de que sus palabras y hechos son contemporáneos de cada celebración eucarística16. Él mismo continúa hablando y actuando en la celebración eucarística: viene, o es abordado, consuela y reprende, perdona y castiga, sana y alimenta a la comunidad, y les extiende la presencia de su Reino en su presencia eucarística16. La narración de Lucas sobre los discípulos que van a Emaús sugiere la estructura de una celebración eucarística: primero, Jesús «comenzando por Moisés y todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él» (Lucas 24:27), y solo después de esta «Liturgia de la Palabra» se revela en «el partir del pan»16.
Los Cuatro Evangelios Canónicos
La Iglesia ha reconocido desde el principio la autoridad y el carácter sagrado de cuatro Evangelios específicos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan17. Estos se distinguen de los numerosos evangelios apócrifos que circularon en los primeros siglos de la Iglesia por varias razones.
Diferencias con los evangelios apócrifos
Los Evangelios canónicos se distinguen por su tono de sencillez y veracidad, en contraste con el carácter trivial, absurdo o manifiestamente legendario de muchas producciones apócrifas17. Además, tuvieron un origen anterior a la mayoría de sus rivales apócrifos, y muchos de estos últimos se basaron directamente en los Evangelios canónicos17. Una tercera característica a favor de los registros canónicos de la vida de Cristo es la pureza de sus enseñanzas, dogmáticas y morales, frente a las visiones judías, gnósticas u otras heréticas con las que no pocos evangelios apócrifos estaban contaminados17. Finalmente, y de manera más particular, los Evangelios canónicos fueron considerados de autoridad apostólica, atribuyéndose dos de ellos a los Apóstoles San Mateo y San Juan, respectivamente, y dos a San Marcos y San Lucas, compañeros de San Pedro y San Pablo17.
La unidad del Evangelio en la diversidad de los relatos
Aunque existen diferencias entre los cuatro Evangelios canónicos, la Iglesia siempre ha proclamado su creencia en la precisión histórica y la consecuente armonía real de los Evangelios17. Las variaciones son naturales en cuatro relatos distintos e independientes de las palabras y hechos de Cristo, y su presencia, lejos de ir en contra, más bien contribuye al valor sustancial de las narraciones evangélicas17. El nombre «evangelio», al designar un relato escrito de las palabras y hechos de Cristo, se ha aplicado a un gran número de narraciones, pero la Iglesia solo admite y cita nuestros cuatro Evangelios17.
El Evangelio y la vida de la Iglesia
El Evangelio no es solo un conjunto de textos, sino una realidad viva que impregna y da forma a la vida de la Iglesia.
La Iglesia como mediadora de la revelación
La Iglesia es el sujeto que presenta e interpreta las Escrituras18. La Tradición de la Iglesia, lo que ella transmite en su fe viva, no son solo las Escrituras, sino también ella misma como la que las habla e interpreta18. La Escritura y la Tradición se fusionan en una unidad y tienden hacia el mismo fin, de modo que la Escritura por sí misma, incluso bien conservada, sería una revelación incompleta si no fuera por la Tradición viva de la Iglesia que la hace «más profundamente comprendida y continuamente activa»19.
El Evangelio único de Jesucristo se encarnó en la multitud de culturas de los pueblos cristianos; la única Tradición de la Palabra de Dios se expresó en una diversidad de tradiciones. A través de su propia tradición, cada Iglesia particular hace su propia contribución a la comprensión de esta única Tradición20.
El Evangelio como guía para la vida cristiana
El camino de Cristo «conduce a la vida»; un camino contrario «conduce a la destrucción»21. La parábola evangélica de los dos caminos permanece siempre presente en la catequesis de la Iglesia, mostrando la importancia de las decisiones morales para nuestra salvación21. La Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, no ha cesado ni puede cesar de contemplar el «misterio del Verbo Encarnado», en quien «se arroja luz sobre el misterio del hombre»3.
La misión de la Iglesia
Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad»22. Cristo debe ser proclamado a todas las naciones e individuos, para que esta revelación llegue hasta los confines de la tierra22. La misión de la Iglesia está intrínsecamente ligada al Evangelio, buscando incansablemente maneras de llevar este misterio de su Maestro y Señor a la humanidad, a los pueblos, las naciones, las generaciones sucesivas y a cada ser humano10.
Conclusión
El Evangelio es el corazón de la fe católica, una Buena Nueva que es Jesucristo mismo, revelado en su vida, enseñanzas, pasión, muerte y resurrección. No es meramente un texto antiguo, sino una realidad viva y dinámica, transmitida fielmente a través de la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición por la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo. Su proclamación es central en la liturgia, especialmente en la Misa, donde la Palabra de Dios se hace presente y eficaz. Los cuatro Evangelios canónicos, con su autoridad apostólica y pureza doctrinal, son el testimonio escrito privilegiado de esta Buena Nueva, que la Iglesia, como su guardiana e intérprete, continúa llevando a todas las generaciones para la salvación de la humanidad.
Citas
I. Misericordia y pecado, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1846 (1992). ↩
Párrafo 2. Al tercer día resucitó de entre los muertos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 638 (1992). ↩
Capítulo II - «no os conforméis a este siglo» (Rom 12, 2) - La Iglesia y el discernimiento de algunas tendencias en la teología moral actual - Enseñar lo que conviene a la sana doctrina (cf. Tit 2, 1), Papa Juan Pablo II. Veritatis Splendor, § 28 (1993). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Anne M. Carpenter, Paul J. Griffiths, et al. Reseñas de libros (Nova et Vetera, Vol. 13, No. 4), § 15. ↩ ↩2
Papa Pío XII. Invicti Athletae, § 26 (1957). ↩ ↩2
C. Criterios de interpretación - II. El dogma en la tradición y en la comunión de la Iglesia - 1. El vínculo indisoluble entre la Escritura, la tradición y la comunión de la Iglesia, Comisión Teológica Internacional. La Interpretación del Dogma, §C.II.1 (1989). ↩
En resumen, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1984 (1992). ↩
En resumen, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1982 (1992). ↩
Palabra de la misa, Papa Francisco. Audiencia General del 7 de febrero de 2018 (2018). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
II. El misterio de la redención - 7. Dentro del misterio de Cristo, Papa Juan Pablo II. Redemptor Hominis, § 7 (1979). ↩ ↩2 ↩3
IV. El canon de la Escritura, Catecismo de la Iglesia Católica, § 126 (1992). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
I. La tradición apostólica, Catecismo de la Iglesia Católica, § 76 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Capítulo 2: Permanecer en la comunión de la Iglesia - 2. Fidelidad a la tradición apostólica, Comisión Teológica Internacional. Teología hoy: Perspectivas, Principios y Criterios, § 30 (2011). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Anne M. Carpenter, Paul J. Griffiths, et al. Reseñas de libros (Nova et Vetera, Vol. 13, No. 4), § 13. ↩ ↩2
IV. El canon de la Escritura, Catecismo de la Iglesia Católica, § 127 (1992). ↩
Escritura, Roch Kereszty, O.Cist. Contemporaneidad: El Misterio del Tiempo Litúrgico, § 3. ↩ ↩2 ↩3
Evangelio y evangelios, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Gospel and Gospels. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Robert Sokolowski. La Palabra de Dios y el Lenguaje Humano, § 8. ↩ ↩2
Kevin Raedy. ¿Qué pasó con la Vulgata? Un análisis de Divino Afflante Spiritu y Dei Verbum, § 9. ↩
Parte primera - La fe de la Iglesia - I. Revelación de la Santísima Trinidad - D. Kerygma (proclamación) y catequesis - 2. Inculturación de la buena nueva, Sínodo de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana. Catecismo de la Iglesia Católica Ucraniana: Cristo – Nuestra Pascua, § 62 (2016). ↩
Parte tercera: La vida en Cristo, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1696 (1992). ↩ ↩2
Artículo 2 La transmisión de la revelación divina, Catecismo de la Iglesia Católica, § 74 (1992). ↩ ↩2