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Evangelium Vitae

La encíclica Evangelium Vitae (El Evangelio de la Vida) es una carta encíclica escrita por el Papa Juan Pablo II y promulgada el 25 de marzo de 1995. Aborda el valor y la inviolabilidad de la vida humana, condenando las amenazas modernas contra ella, como el aborto y la eutanasia. El documento subraya la misión de la Iglesia de proclamar, celebrar y servir al Evangelio de la vida, haciendo un llamado a una «cultura de la vida» en oposición a la «cultura de la muerte» que percibe en la sociedad contemporánea. La encíclica también explora las implicaciones teológicas y morales del respeto por la vida en todas sus etapas y condiciones, e invita a todos los cristianos y personas de buena voluntad a unirse en la defensa de la dignidad humana.

Tabla de contenido

Origen y Contexto de la Encíclica

La encíclica Evangelium Vitae surgió como respuesta a las crecientes amenazas contra la vida humana en el mundo contemporáneo1. El Papa Juan Pablo II convocó un Consistorio Extraordinario de Cardenales en abril de 1991 para discutir este problema. Durante este consistorio, los cardenales solicitaron un documento que reafirmara el valor y la inviolabilidad de la vida humana, dada la situación actual y los ataques que la amenazaban2.

En respuesta a esta petición, el Papa Juan Pablo II escribió una carta personal a cada obispo en Pentecostés de 1991, solicitando su cooperación en la elaboración del documento. Esta colaboración episcopal fue fundamental, y el Papa expresó su gratitud por las valiosas aportaciones recibidas2.

Juan Pablo II trazó un paralelismo entre la situación de los trabajadores oprimidos en el siglo anterior, defendidos por la encíclica Rerum Novarum, y la opresión de «otra categoría de personas» en su derecho fundamental a la vida en la actualidad. Afirmó que la Iglesia tiene el deber de hablar con la misma valentía en nombre de aquellos que no tienen voz, especialmente los niños no nacidos, quienes son los más débiles y indefensos2. La encíclica se presenta como una reafirmación enérgica del valor de la vida humana y su inviolabilidad, así como un llamamiento urgente a todas las personas, en nombre de Dios, a respetar, proteger, amar y servir a cada vida humana2.

La Proclamación del Evangelio de la Vida

La proclamación del Evangelio de la vida implica, ante todo, anunciar el núcleo de este Evangelio: un Dios vivo y cercano que llama a una profunda comunión y despierta la esperanza de la vida eterna3. Este mensaje resalta la conexión inseparable entre la persona, su vida y su corporeidad, presentando la vida humana como un don de Dios, fruto y signo de su amor3.

El Papa Juan Pablo II enfatiza que Jesús tiene una relación única con cada persona, lo que permite ver el rostro de Cristo en cada ser humano. Se hace un llamado a la «entrega sincera de sí mismo» como la forma más plena de realizar la libertad personal3.

El Evangelio de la vida conlleva consecuencias claras: la vida humana, como don de Dios, es sagrada e inviolable. Por esta razón, el aborto procurado y la eutanasia son absolutamente inaceptables3. La vida humana no solo no debe ser arrebatada, sino que debe ser protegida con amoroso cuidado. El sentido de la vida se encuentra en dar y recibir amor, y en esta luz, la sexualidad humana y la procreación alcanzan su verdadero y pleno significado. El amor también confiere sentido al sufrimiento y a la muerte, que, a pesar del misterio que los rodea, pueden convertirse en eventos salvíficos3.

El respeto por la vida exige que la ciencia y la tecnología estén siempre al servicio del ser humano y su desarrollo integral. La sociedad en su conjunto debe respetar, defender y promover la dignidad de cada persona, en todo momento y en toda condición de su vida3.

Celebración del Evangelio de la Vida

La encíclica invita a celebrar el Evangelio de la vida, valorando y utilizando la riqueza de gestos y símbolos presentes en las tradiciones y costumbres de diversas culturas. Estos incluyen expresiones de alegría por el nacimiento de una nueva vida, respeto y protección de las vidas individuales, cuidado de los que sufren o necesitan, cercanía a los ancianos y moribundos, participación en el dolor de quienes lloran, y esperanza de inmortalidad4.

Siguiendo una sugerencia de los Cardenales en el Consistorio de 1991, el Papa Juan Pablo II propuso que se celebre anualmente un Día por la Vida en cada país, como ya ha sido establecido por algunas Conferencias Episcopales. El propósito principal de esta celebración es fomentar en las conciencias individuales, en las familias, en la Iglesia y en la sociedad civil el reconocimiento del significado y valor de la vida humana en cada etapa y condición4. Se debe prestar especial atención a la gravedad del aborto y la eutanasia, sin descuidar otros aspectos de la vida que merecen una cuidadosa consideración según la ocasión y las circunstancias4.

Servicio al Evangelio de la Vida

El servicio al Evangelio de la vida es una tarea inmensa y compleja que abarca diversas dimensiones, incluyendo las políticas públicas y la cooperación global5.

La Cuestión del Crecimiento Demográfico

Una parte importante de las políticas que favorecen la vida es la cuestión del crecimiento demográfico. Si bien las autoridades públicas tienen la responsabilidad de «intervenir para orientar la demografía de la población», tales intervenciones deben siempre respetar la responsabilidad primaria e inalienable de los matrimonios y las familias5. Es moralmente inaceptable fomentar o imponer métodos como la anticoncepción, la esterilización y el aborto para regular los nacimientos, ya que estos no respetan a la persona ni los derechos humanos fundamentales, comenzando por el derecho a la vida de todo ser humano inocente5.

Las soluciones al problema demográfico deben ser diferentes. Los gobiernos y las agencias internacionales deben esforzarse por crear condiciones económicas, sociales, de salud pública y culturales que permitan a los matrimonios tomar decisiones sobre la procreación con plena libertad y genuina responsabilidad5. También deben asegurar «mayores oportunidades y una distribución más justa de la riqueza para que todos puedan participar equitativamente en los bienes de la creación»5. La encíclica aboga por una «verdadera economía de comunión y de compartir los bienes», tanto a nivel nacional como internacional, como la única manera de respetar la dignidad de las personas y las familias, así como el auténtico patrimonio cultural de los pueblos5.

Cooperación y Diálogo

El servicio al Evangelio de la vida es también un área valiosa para la cooperación positiva con otras Iglesias y comunidades eclesiales, en línea con el ecumenismo práctico promovido por el Concilio Vaticano II5. Además, se presenta como un ámbito providencial para el diálogo y los esfuerzos conjuntos con los seguidores de otras religiones y con todas las personas de buena voluntad. La defensa y promoción de la vida no es monopolio de una sola persona o grupo; es tarea y responsabilidad de todos5.

La Lucha entre la «Cultura de la Vida» y la «Cultura de la Muerte»

La encíclica reconoce que la sociedad contemporánea está inmersa en un «enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la 'cultura de la muerte' y la 'cultura de la vida'»6. Todos los individuos están involucrados en este conflicto y comparten la responsabilidad ineludible de elegir ser incondicionalmente pro-vida6.

Este llamado a elegir la vida se basa en la fe en Cristo, el Hijo de Dios que se hizo hombre para que todos tuvieran vida en abundancia (Jn 10,10)6. La fe en el Señor Resucitado, que ha vencido a la muerte, y en la sangre de Cristo que «habla con más elocuencia que la de Abel» (Heb 12,24), proporciona la luz y la fuerza necesarias para enfrentar los desafíos actuales6.

Amenazas a la Vida Humana

La Iglesia siente profundamente toda amenaza a la dignidad y a la vida humana1. Además de las antiguas plagas como la pobreza, el hambre, las enfermedades endémicas, la violencia y la guerra, han surgido nuevas amenazas de una escala alarmantemente vasta1.

El Concilio Vaticano II condenó enérgicamente diversos crímenes y ataques contra la vida humana, y Juan Pablo II reitera esta condena en la encíclica. Entre estos se incluyen:

Todas estas acciones son consideradas infamias que envenenan la sociedad humana y deshonran al Creador1.

La Eutanasia y el Sufrimiento

La encíclica aborda específicamente las amenazas que se ciernen sobre los enfermos incurables y los moribundos. En un contexto social y cultural que dificulta enfrentar y aceptar el sufrimiento, la tentación de resolver el problema eliminándolo de raíz, acelerando la muerte, se vuelve mayor7. Esta decisión puede ser influenciada por la angustia, el malestar o la desesperación del enfermo, así como por una compasión mal entendida de quienes lo rodean7.

La cultura contemporánea, al no percibir significado ni valor en el sufrimiento y considerarlo el epítome del mal a eliminar a toda costa, agrava esta situación, especialmente en ausencia de una perspectiva religiosa que pueda ofrecer una comprensión positiva del misterio del sufrimiento7. Existe una actitud «prometeica» que lleva a la gente a creer que pueden controlar la vida y la muerte, tomando decisiones sobre ellas. Esto se manifiesta trágicamente en la difusión de la eutanasia, ya sea disfrazada, subrepticia, o practicada abierta y legalmente7.

La eutanasia se justifica a veces por una compasión equivocada ante el sufrimiento del paciente, o por motivos utilitarios para evitar costos que no generan retorno y que pesan sobre la sociedad. Así, se propone eliminar a bebés malformados, a personas gravemente discapacitadas, a los ancianos (especialmente si no son autosuficientes) y a los enfermos terminales. La encíclica también menciona otras formas más furtivas pero igualmente graves de eutanasia, como la extracción de órganos para trasplantes sin respetar criterios objetivos y adecuados que verifiquen la muerte del donante7.

Construyendo una Nueva Cultura de la Vida

La encíclica hace un llamamiento urgente a una movilización general de conciencias y a un esfuerzo ético unido para activar una gran campaña en apoyo de la vida8. Es necesario construir una nueva cultura de la vida:

Esta transformación cultural está ligada a la misión evangelizadora de la Iglesia, cuyo propósito es «transformar la humanidad desde dentro y hacerla nueva»8. El Evangelio debe permear todas las culturas, dándoles vida desde dentro para que expresen la verdad plena sobre la persona humana y sobre la vida humana8.

Es crucial comenzar con la renovación de una cultura de la vida dentro de las propias comunidades cristianas. La encíclica señala que, con demasiada frecuencia, los creyentes separan su fe cristiana de las exigencias éticas relativas a la vida, cayendo en el subjetivismo moral y en formas de actuar objetables8. Por ello, se insta a cuestionar con gran apertura y valentía cuán extendida está la cultura de la vida entre los cristianos, las familias, los grupos y las comunidades diocesanas, e identificar los pasos necesarios para servir a la vida en toda su verdad8.

Al mismo tiempo, es fundamental promover un intercambio serio y profundo sobre las cuestiones básicas de la vida humana con todas las personas, incluidos los no creyentes, en los círculos intelectuales, en las diversas esferas profesionales y en la vida cotidiana de la gente8.

Conclusión

Evangelium Vitae es un documento fundamental en la enseñanza social y moral de la Iglesia Católica. Reafirma la sacralidad e inviolabilidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, condenando explícitamente el aborto y la eutanasia. La encíclica no solo denuncia las «culturas de la muerte», sino que también ofrece una visión esperanzadora de la «cultura de la vida», invitando a la proclamación, celebración y servicio de la vida como un don divino. El llamado a la acción se extiende a todos los niveles de la sociedad, promoviendo el diálogo y la cooperación para defender la dignidad humana y construir un futuro donde la vida sea respetada y protegida en todas sus formas.

Citas

  1. Introducción - Nuevas amenazas a la vida humana, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 3 (1995). 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

  2. Introducción - En comunión con todos los Obispos del mundo, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 5 (1995). 2 3 4

  3. Capítulo IV - Me lo hicisteis a mí - Por una nueva cultura de la vida humana - «lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros» (1 Jn 1,3): Proclamar el evangelio de la vida, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 81 (1995). 2 3 4 5 6

  4. Capítulo IV - Me lo hicisteis a mí - Por una nueva cultura de la vida humana - «te doy gracias porque me has hecho admirablemente» (Sal 139,14): Celebrar el evangelio de la vida, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 85 (1995). 2 3

  5. Capítulo IV - Me lo hicisteis a mí - Por una nueva cultura de la vida humana - «¿de qué sirve, hermanos míos, que uno diga que tiene fe si no tiene obras?» (Sant 2,14): Servir al evangelio de la vida, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 91 (1995). 2 3 4 5 6 7 8

  6. Capítulo I - La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra - Amenazas actuales a la vida humana - «os habéis acercado a la sangre rociada» (cf. Hb 12, 22. 24): Signos de esperanza e invitación al compromiso, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 28 (1995). 2 3 4

  7. Capítulo I - La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra - Amenazas actuales a la vida humana - «¿qué has hecho?» (Gn 4,10): El eclipse del valor de la vida, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 17 (1995). 2 3 4 5

  8. Capítulo IV - Me lo hicisteis a mí - Por una nueva cultura de la vida humana - «caminad como hijos de la luz» (Ef 5,8): Promover una transformación de la cultura, Papa Juan Pablo II. Evangelium Vitae, § 95 (1995). 2 3 4 5 6 7 8 9