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Exilio cristiano

El exilio cristiano, en su sentido más amplio, abarca tanto la experiencia física de ser desterrado de la propia tierra o comunidad por motivos de fe, como la comprensión teológica de la Iglesia y del creyente como peregrinos y exiliados en este mundo, anhelando la patria celestial. Esta dualidad de significado se remonta a las Escrituras y ha sido desarrollada por los Padres de la Iglesia y el Magisterio, ofreciendo una perspectiva única sobre el sufrimiento, la esperanza y la identidad cristiana a lo largo de la historia.

Tabla de contenido

El Exilio en las Sagradas Escrituras

Las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, presentan el exilio como una experiencia central y multifacética.

Antiguo Testamento: Desarraigo y Promesa

En el Antiguo Testamento, el exilio físico es una constante en la historia del pueblo de Israel. Desde el destierro de Adán y Eva del Paraíso, que se convierte en el paradigma fundamental del exilio humano1, hasta la migración de José y sus hermanos a Egipto a causa de la hambruna2, la narrativa bíblica está marcada por el desarraigo. El exilio de Judá a Babilonia es un ejemplo prominente, donde el pueblo fue «llevado al exilio fuera de su tierra»2. Sin embargo, incluso en estas experiencias de sufrimiento, el exilio se interpreta a menudo de manera providencial, como un medio para la purificación y la preparación para la promesa divina3. Abraham, por fe, «residió en la tierra de la promesa como en tierra extraña, viviendo en tiendas»4, buscando una ciudad «cuyo arquitecto y constructor es Dios»4. Este concepto de peregrinación y búsqueda de una ciudad futura es fundamental para la comprensión cristiana del exilio4.

Nuevo Testamento: Peregrinación y Esperanza Celestial

El Nuevo Testamento profundiza en la dimensión espiritual del exilio. Jesús mismo experimentó el exilio cuando José huyó con él y María a Egipto para escapar de Herodes2. Después de la resurrección de Cristo, una «amarga persecución comenzó contra la Iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, huyeron a los distritos rurales de Judea y Samaria»2.

San Pablo, en la Carta a los Hebreos, afirma que «aquí no tenemos ciudad permanente, sino que buscamos la que ha de venir» (Heb 13,14)5,1. Esta enseñanza subraya la identidad del cristiano como forastero y extranjero en la tierra4, cuya verdadera ciudadanía está en los cielos. La «Jerusalén de abajo» disminuye su valor en comparación con la «Jerusalén de arriba», que se convierte en un símbolo de nuestra comunidad celestial6. La Iglesia misma se ve como una peregrina en tierra extraña, un «exilio lejos del Señor», que «busca la ciudad que ha de venir»5.

La Visión Patrística del Exilio

Los Padres de la Iglesia desarrollaron la comprensión bíblica del exilio, enfatizando tanto la realidad física de la persecución como la dimensión espiritual de la vida cristiana.

Tertuliano y la Persecución

En los primeros siglos del cristianismo, el exilio y la persecución eran realidades palpables. Tertuliano, en su Apología, describe la paradoja de la persecución romana contra los cristianos: se les prohíbe ser buscados, pero si son presentados, deben ser castigados7. Esta situación refleja la vulnerabilidad de los cristianos y la arbitrariedad de la justicia imperial.

San Cipriano y la Patria Celestial

San Cipriano de Cartago, en su Vida y Pasión, contrasta la visión mundana del exilio con la perspectiva cristiana. Para el mundo, el destierro es una pena severa, pero para el cristiano, «todo este mundo es una sola casa»8. Incluso si un cristiano es desterrado a un lugar oculto, no lo considera un exilio porque está «asociado con los asuntos de su Dios»8. De hecho, el cristiano es un extranjero incluso en su propia ciudad, ya que las inclinaciones del Espíritu Santo lo apartan de los deseos carnales y de la «conversación del hombre viejo»8.

San Juan Crisóstomo y el Sufrimiento del Destierro

San Juan Crisóstomo, en sus Homilías sobre las Estatuas, describe el amargo sentimiento de los exiliados, para quienes «nada es más dulce que la propia patria; pero ahora, ha sucedido que nada es más amargo»9. La huida de la propia tierra se compara con escapar de una trampa, una mazmorra o un incendio9. Crisóstomo habla de una «calamidad que se ha convertido en un enigma: una huida sin enemigos; una expulsión de habitantes sin batalla; un cautiverio sin captura»9. Esta descripción vívida resalta el dolor y la confusión de aquellos que son forzados al exilio.

San Agustín y la Ciudad de Dios

San Agustín de Hipona es una figura clave en la teología del exilio cristiano. Para Agustín, la humanidad es peregrina en una tierra extraña, «alejada de Dios»1. La vida mortal es un viaje lejos de nuestra verdadera patria1. En La Ciudad de Dios, Agustín contrasta a Caín, quien «construyó una ciudad» terrenal, con Abel, quien, «siendo un forastero, no construyó ninguna»1. La «ciudad terrenal» puede ser una imagen de la «ciudad celestial», pero su propósito no es intrínseco, sino que prefigura otra ciudad1. El propósito de la vida, de este viaje, es ser digno del destino, una transformación sin olvidar la meta1.

Para Agustín, la Iglesia en la tierra es una forastera en tierra de exilio, un pueblo peregrino que viaja hacia su patria celestial10. Sin embargo, esta perspectiva escatológica no aísla a la Iglesia de la realidad terrenal, sino que la ve como un instrumento de Dios para transformar el mundo con la Palabra divina10.

El Exilio en la Tradición y el Magisterio

La Iglesia ha continuado desarrollando la comprensión del exilio cristiano a lo largo de los siglos, tanto en su dimensión literal como en su significado teológico.

Mártires y Confesores

A lo largo de la historia, muchos cristianos han sufrido el exilio por su fe. Ejemplos incluyen a Ovidio, exiliado a Tomi en el año 10 d.C., una ciudad que luego se convertiría en un lugar con muchas memorias cristianas de mártires y exiliados11. Las persecuciones, como las descritas por San Juan Enrique Newman, donde obispos, sacerdotes y otros fueron desterrados al desierto, demuestran la crueldad y la resistencia de la fe ante el sufrimiento12.

La Iglesia como Pueblo Peregrino

El Concilio Vaticano II, en Lumen Gentium, reafirma la visión de la Iglesia como una «peregrina en tierra extraña lejos del Señor», que se considera a sí misma «un exilio»5. La Iglesia «busca y se preocupa por las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, donde la vida de la Iglesia está escondida con Cristo en Dios, hasta que aparezca en gloria con su Esposo»5. Esta es una expresión clave de la eclesiología del exilio.

El Papa Juan Pablo II, en sus audiencias generales, reiteró esta enseñanza, enfatizando que la Iglesia «no tiene aquí ciudad duradera», sino que «busca la ciudad que ha de venir»5. También invitó a ver el exilio de manera providencial, como un sufrimiento que, vivido en abandono al plan de Dios, puede tener un significado misteriosamente positivo, con la Cruz de Cristo como referencia fundamental3.

El Papa Benedicto XVI profundizó en la idea de que los cristianos se entienden a sí mismos como verdaderos descendientes de Abraham, pero no como un pueblo en el sentido terrenal-histórico. No esperan un país particular en este mundo, sino que son un pueblo que existe entre todas las naciones4. La promesa de la tierra se refiere al mundo futuro, relativizando las afiliaciones a países particulares4. Esta dialéctica de pertenecer responsablemente a este mundo y al mismo tiempo estar en camino determina la comprensión cristiana de la tierra y la nacionalidad4.

Reflexiones Contemporáneas

El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes ha recordado que los refugiados no son un producto único de nuestros tiempos, y que las experiencias de exilio están profundamente arraigadas en la memoria colectiva de cada pueblo, con ejemplos típicos en la Biblia2. Esto subraya la relevancia continua del exilio como una experiencia humana y cristiana.

La vida cristiana, en cualquier estado, es una viaje (viatores), que nos llama a un entendimiento renovado de nuestro origen común y de nuestro destino esperado13. La vocación cristiana nos llama a dar testimonio del deseo de un hogar celestial y a mantener vivo ese deseo en la familia humana13.

Conclusión

El exilio cristiano, en sus múltiples dimensiones, es una metáfora poderosa y una realidad histórica que ha moldeado la identidad y la teología de la Iglesia. Desde las narrativas bíblicas de desarraigo y promesa hasta las reflexiones patrísticas sobre la patria celestial y el sufrimiento, y las enseñanzas del Magisterio sobre la Iglesia como pueblo peregrino, el exilio invita a una profunda reflexión sobre la esperanza, la fe y el destino último del ser humano en Dios. La experiencia del exilio, ya sea física o espiritual, lejos de ser una condena, se convierte en un camino hacia la transformación y la unión con Cristo, nuestra verdadera patria.

Citas

  1. III, Jason Peters. El Tercer Gran Mandamiento: La memoria como imperativo, defensa y súplica, §Communio: International Catholic Review, vol. 50, nº 2 (Verano 2023) (2023). 2 3 4 5 6 7

  2. I. Refugiados ayer y hoy: Una tragedia que empeora - El exilio en la memoria de los pueblos, Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Refugiados: Un desafío a la Solidaridad, § 1 (1992). 2 3 4 5

  3. Papa Juan Pablo II. Audiencia General de 25 de julio de 2001, § 3 (2001). 2

  4. B3.5 - La cuestión de la «sustitución» - La promesa de la tierra, Papa Benedicto XVI. Gracia y vocación sin remordimientos: Comentarios sobre el Tratado De Iudaeis, §Communio: International Catholic Review, vol. 45, nº 1 (Primavera 2018) (2018). 2 3 4 5 6 7

  5. Papa Juan Pablo II. Audiencia General de 28 de junio de 2000, § 1 (2000). 2 3 4 5

  6. J. Warren Smith. «Si te olvido, oh Jerusalén»: El lugar de Sion en el cristianismo global, § 10.

  7. Quinto Septimio Florens Tertuliano (Tertuliano de Cartago). Apología (Apologeticus), §Capítulo 2 (197).

  8. Por Poncio el diácono, Cipriano de Cartago. Vida y Pasión de San Cipriano, § 11 (258). 2 3

  9. Juan Crisóstomo. Homilía 2 sobre las Estatuas, § 4 (387). 2 3

  10. James Lee. El Papa Benedicto XVI y la Modernidad: La perspectiva de un teólogo patrístico, § 15. 2

  11. Tomi, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Tomi.

  12. John Henry Newman. Dos Ensayos Sobre Milagros Bíblicos Y Eclesiásticos: Ensayo II, § 275.

  13. Sor María de los Ángeles, O.P. ¡Fiat Lux! Anclados en la Gloria—Sin escándalos que temer, § 20. 2