Ezequiel (profeta)

Ezequiel, cuyo nombre significa «fuerte es Dios» o «a quien Dios hace fuerte», fue uno de los profetas mayores del Antiguo Testamento, sacerdote y figura central del pueblo de Israel durante el Exilio babilónico en el siglo VI a.C.1. Su profecía, contenida en el Libro de Ezequiel, se distingue por sus vívidas visiones simbólicas, sus acciones proféticas y su enfoque en la santidad de Dios, la responsabilidad individual y la promesa de la restauración futura de Israel bajo un nuevo David, el Mesías1. El mensaje de Ezequiel se divide en tres partes principales: la inminente destrucción de Jerusalén como castigo por la infidelidad, las profecías contra las naciones paganas, y la gloriosa promesa de la restauración de Israel, que incluye la famosa visión del valle de los huesos secos1,2.
Tabla de contenido
Vida y Contexto Histórico de Ezequiel
Ezequiel, hijo de Buzi, era un sacerdote que fue deportado de Jerusalén a Babilonia en el año 598 a.C., junto con el rey Joaquín y otros exiliados1. Su ministerio profético se desarrolló entre los cautivos, quienes se habían asentado en Tell-Abib, cerca del río Quebar (también conocido como Cobar) en Caldea1,1.
El Llamamiento Profético
El llamamiento de Ezequiel como profeta ocurrió en el quinto año después del cautiverio de Joaquín, lo que para algunos estudiosos coincide con el trigésimo año de la vida del profeta1. El inicio de su ministerio fue marcado por una visión teofánica descrita al comienzo de su libro, donde contempló la «semejanza de la gloria del Señor» en medio de un viento tempestuoso, una gran nube con fuego, y la aparición de cuatro criaturas vivientes con rostros de hombre, león, buey y águila, junto a ruedas llenas de ojos1,1.
Tras esta visión inicial, un espíritu entró en Ezequiel y lo puso de pie para que pudiera escuchar la voz de Dios1. El Señor lo envió al pueblo de Israel, una «nación de rebeldes» con «frente dura y corazón obstinado», para que les comunicara las palabras divinas, advirtiéndole que no temiera sus palabras ni sus miradas1. Como parte de su investidura, Dios le ordenó comer un rollo escrito por delante y por detrás con «palabras de lamentación y luto y ay»1,3. Al comerlo, el rollo se sintió dulce como la miel en su boca, un símbolo de la aceptación de la misión a pesar de su contenido de juicio1.
El Profeta del Exilio
Ezequiel profetizó durante al menos veintidós años1. Su ministerio se desarrolló en un momento de crisis religiosa profunda para Israel2. Los exiliados, al ver la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo, se preguntaban si Yahveh había abandonado Su morada y si los dioses paganos habían triunfado2. La profecía de Ezequiel, junto con la de Jeremías, fue providencial para resolver esta crisis, al explicar que la ruina era el castigo de Dios por la infidelidad nacional2. El Exilio se convirtió así en un punto de inflexión, un castigo que fue una purificación y un renacimiento, revelando a Yahveh como un Dios de justicia moral y dominio universal2.
Contenido del Libro de Ezequiel
El Libro de Ezequiel se organiza temáticamente en tres grandes secciones1:
Profecías de Juicio contra Judá y Jerusalén (Capítulos 1–24)
En esta primera parte, Ezequiel declara que es vana la esperanza de salvar la ciudad, el reino y el Templo, y anuncia el inminente juicio de Dios sobre Judá1.
Actos Simbólicos: El profeta empleó acciones simbólicas para ilustrar el destino de Jerusalén, como el sitio y la captura de la ciudad1.
Idolatría en el Templo: En una visión profética, Dios le reveló la idolatría practicada dentro y cerca del Templo, lo cual era la causa de los castigos1. La visión culmina con la partida de la majestad de Dios del Templo y, posteriormente, de la ciudad1.
La Inmoralidad de Jerusalén: Ezequiel compara a Judá con una «ramera desvergonzada» que supera en malicia a Samaria y Sodoma1. También condena al rey Sedecías mediante un símil1.
La Justicia de Dios: En el capítulo 18, el profeta ofrece un discurso fundamental sobre la justicia de Dios, enfatizando la responsabilidad individual y la verdad de que Dios no se complace en la muerte del impío, sino en que este se convierta de su mal camino y viva1,4,3.
Profecías contra las Naciones Gentiles (Capítulos 25–32)
Esta sección reúne oráculos dirigidos a los pueblos vecinos que se habían exaltado con la caída de Judá o habían humillado a Israel, incluyendo a los amonitas, moabitas, edomitas, filisteos, Tiro y Sidón, y Egipto1.
Profecías de Restauración de Israel (Capítulos 33–48)
Después de que se cumplieron las profecías de destrucción con la caída de Jerusalén, la misión de Ezequiel cambió para anunciar el futuro retorno del exilio y el restablecimiento del pueblo1. El objetivo era evitar que el pueblo cayera en la desesperación y se asimilara a los gentiles1.
El Buen Pastor y el Segundo David: Dios promete que hará perecer a los malos pastores y reunirá, guiará y alimentará a Sus ovejas por medio del «segundo David», el Mesías1.
El Corazón Nuevo y el Espíritu Nuevo: Dios anuncia una purificación de Su pueblo, animándolo con un espíritu nuevo y restableciéndolo en su antiguo esplendor para la gloria de Su nombre1,4. Esta promesa incluye la infusión del Espíritu de Dios mismo en el pueblo, quitando el «corazón de piedra» y dando un «corazón de carne»4,5.
La Visión de los Huesos Secos (Ezequiel 37)
La visión del valle de los huesos secos es uno de los pasajes más poderosos y teológicamente ricos del libro1.
Sentido Primario: Restauración de Israel
El sentido primario de la visión fue anunciar la restauración del pueblo de Israel después de la devastación y el exilio1,2,6. Los israelitas se consideraban perdidos, sin esperanza, como huesos secos1,3. Dios prometió: «Haré entrar en vosotros mi espíritu y viviréis»2,3.
En la visión, la mano del Señor llevó al profeta a un valle lleno de huesos muy secos6. El profeta obedeció la orden divina de profetizar a los huesos, y estos comenzaron a moverse y a juntarse, «cada uno con su correspondiente»2. Luego, aparecieron los nervios, creció la carne, la piel cubrió los cuerpos, pero aún no había aliento en ellos2,7. Finalmente, a la voz del profeta, el espíritu entró en esos cuerpos, revivieron y se levantaron, formando un «ejército muy grande»2,3,5.
Sentido Escatológico: La Resurrección de los Muertos
A la luz del misterio pascual de Jesús, las palabras de Ezequiel adquieren un sentido más fuerte, anunciando la verdadera resurrección de nuestros cuerpos mortales por la acción del Espíritu de Dios2,3.
Padres de la Iglesia: Los primeros Padres de la Iglesia interpretaron esta visión como una clara profecía de la resurrección corporal3,5.
San Ireneo de Lyon vio en este pasaje la promesa del Creador de vivificar nuestros cuerpos muertos y conferirles la inmortalidad5.
Tertuliano argumentó que el uso de la metáfora de la reincorporación de los huesos para prefigurar la recuperación del estado judío prueba que el evento también ocurrirá en los huesos mismos, ya que una imagen debe tener una verdad preexistente en sí misma8.
Orígenes de Alejandría relacionó los «huesos secos» con el cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuyos miembros se reunirán en la resurrección9.
San Ambrosio de Milán describió cómo el profeta enseña y expone con detalle cómo se restaura el vigor a los huesos secos, regresan los sentidos, y los cuerpos se cubren de carne y piel7.
Ezequiel en la Liturgia Católica
El Libro de Ezequiel ocupa un lugar significativo en la liturgia de la Iglesia Católica, especialmente en los tiempos penitenciales y de esperanza:
Vigilia Pascual: El pasaje de la visión de los huesos secos (Ez 37) se encuentra entre las lecturas que se recomiendan para la Vigilia Pascual, el centro del Año Litúrgico, subrayando su conexión con el misterio de la Resurrección8.
Oficio de Lecturas: En el ciclo bienal del Oficio de Lecturas, las lecturas del Antiguo Testamento siguen la historia de la salvación10. Los profetas, incluido Ezequiel, se leen intercalados con los libros históricos10. En el Año I, las lecturas cubren los libros proféticos hasta el tiempo del Exilio10.
Cuaresma: El profeta Jeremías, considerado un tipo del Cristo sufriente, se lee en la Cuaresma del Año II9. El espíritu penitencial del libro de Ezequiel, con su énfasis en la conversión y la misericordia de Dios, se refleja en su uso en el Ordo Penitentiae (Orden de la Penitencia), que incluye pasajes como Ez 36, 23-285.
Conclusión
Ezequiel se erige como una figura profética de transición. Durante el Exilio, fue el «centinela» de Israel, encargado de advertir a los impíos y consolar a los justos1. Su obra no solo sirvió para explicar la justicia de Dios en el castigo de la nación, sino que también sentó las bases para la esperanza mesiánica al prometer un corazón nuevo, un espíritu nuevo y la resurrección final de la «casa de Israel», una promesa que la Iglesia ve realizada en la resurrección de Cristo y la vida del Espíritu Santo1,4,1,2.
Citas
Ezequiel, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Ezequiel. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30 ↩31 ↩32 ↩33
Cautiverios de los israelitas, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Cautiverios de los Israelitas. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 10 de enero de 1990 (1990). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Sobre la creencia en la Resurrección, Ambrosio de Milán. Sobre la Muerte de Sátiro, §Libro II. 69 (376). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 30 de agosto de 1989, § 6 (1989). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Zacarías, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Zacarías. ↩ ↩2
Libro X - 20. El templo que Cristo dice que levantará es la Iglesia. Cómo los huesos secos volverán a la vida, Orígenes de Alejandría. Comentario al Evangelio de Juan, § 20 (230). ↩ ↩2
Afrahat/Afraates. Demostración 8 (Sobre la Resurrección de los Muertos), § 12 (337). ↩ ↩2
Profecía, profeta y profetisa, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Profecía, Profeta y Profetisa. ↩ ↩2
Sobre la creencia en la Resurrección, Ambrosio de Milán. Sobre la Muerte de Sátiro, §Libro II. 75 (376). ↩ ↩2 ↩3