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Fariseos

Fariseos
Dominio Público.

Los fariseos constituyeron un movimiento religioso y político dentro del judaísmo del período del Segundo Templo, surgido aproximadamente en el siglo III a. C. como defensores rigurosos de la Ley mosaica y las tradiciones ancestrales frente a influencias helenísticas y paganas. Destacados por su énfasis en la pureza ritual, la resurrección de los muertos y la vida eterna, influyeron profundamente en el desarrollo del judaísmo rabínico posterior a la destrucción del Templo en el año 70 d. C. En los Evangelios, Jesús mantiene debates intensos con ellos, elogiando su autoridad doctrinal derivada de la «cátedra de Moisés» pero criticando su hipocresía y legalismo exterior, lo que ha generado en la tradición católica una reflexión sobre la autenticidad espiritual y el riesgo de fariseísmo en la vida cristiana.1,2

Tabla de contenido

Etimología y origen

La palabra fariseo deriva del hebreo perushim, que significa «los separados», en alusión a su compromiso de apartarse de las prácticas paganas y de los judíos helenizados que amenazaban la pureza de la fe israelita.1 Este grupo emergió en el siglo III a. C., tras el exilio babilónico, en un contexto de transición política donde Israel pasó de una monarquía a una comunidad teocrática. Influenciados por la reforma de Esdras, que promovía la separación de los pueblos gentiles y la disolución de matrimonios mixtos, los fariseos se autodenominaron inicialmente chasidim o «piadosos», dedicándose a la observancia estricta de la Torá.1

Durante las persecuciones de Antíoco IV Epífanes (167-164 a. C.), destacaron como mártires de la fe, negándose a defenderse en sábado por fidelidad a la Ley, lo que les granjeó gran prestigio popular.1 A diferencia de los saduceos, aristócratas vinculados al Templo y escépticos respecto a la tradición oral, los fariseos representaban la tendencia democrática y espiritualizante, centrada en las sinagogas y la enseñanza.1

Historia y evolución

En los tiempos macabeos, los fariseos se opusieron tanto a los seléucidas como, en ocasiones, a los asmoneos por su acumulación de poder sacerdotal y real. Tras las guerras judeo-romanas (66-135 d. C.), su influencia se consolidó, convirtiéndose en el núcleo del judaísmo rabínico que sobrevivió a la diáspora.1 Hipólito de Roma, en el siglo III, los describe como una secta que mantenía costumbres judías estrictas, interpretando la Ley en temas de pureza y ofreciendo maestros para su enseñanza.3

Su poder creció hasta el punto de ocupar la «cátedra de Moisés», desde donde dictaban interpretaciones autorizadas de la Ley, abarcando tanto preceptos de fe como morales.4,2 Sin embargo, este prestigio derivó en arrogancia, como denuncia el Evangelio: amaban los primeros puestos en banquetes y sinagogas, y las salutaciones respetuosas.2

Creencias y prácticas religiosas

Los fariseos creían en la resurrección de la carne, la inmortalidad del alma, el juicio final y la retribución eterna, doctrinas que contrastaban con el escepticismo saduceo.1,3 Afirmaban un equilibrio entre el libre albedrío y la providencia divina: algunas acciones dependen del hombre, otras de la fatalidad, pero todo bajo la voluntad de Dios.3 Rechazaban comer con gentiles y mantenían una separación social radical para preservar la santidad.1

Sus prácticas incluían la ampliación de la Ley mediante tradiciones orales, el uso de filacterias y flecos amplios como signos visibles de piedad, y un énfasis en la limosna, el ayuno y la oración pública.2 Aunque rigurosos en la observancia externa, Jesús les reprochó descuidar la justicia y el amor a Dios mientras diezmaban hierbas menudas.5

Los fariseos en los Evangelios

Encuentros y debates con Jesús

Jesús compartía con los fariseos creencias como la resurrección, debatiendo con saduceos en su defensa (Mc 12,18-27).6 Nicodemo, fariseo prominente, dialogó con él sobre el nuevo nacimiento (Jn 3,1) y lo defendió ante el Sanedrín (Jn 7,50-52), participando incluso en su sepultura (Jn 19,39).6 San Pablo se enorgullecía de su formación farisaica antes de su conversión (Flp 3,5).6

Sin embargo, los Evangelios relatan tensiones: un fariseo se asombró de que Jesús no se lavara antes de comer, recibiendo la reprimenda de limpiar el exterior pero no el interior del corazón.5

Las «maldiciones» de Mateo 23 y Lucas 11

El pasaje culminante es Mateo 23, donde Jesús, dirigiéndose a multitudes y discípulos, reconoce su autoridad: «Los escribas y fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. Así pues, todo lo que os digan, hacedlo y cumplidlo; pero no hagáis según sus obras, porque hablan y no hacen».4,2 Les acusa de imponer cargas insoportables sin aliviarlas, hacer obras por vanagloria y hipocresía: son como sepulcros blanqueados o tumbas inadvertidas.5,2

Tomás de Aquino comenta que esta enseñanza distingue la dignidad doctrinal de su conducta: obedecer lo que enseñan de la Ley, pero no imitar su ejemplo.4 Las siete «ayes» (woes) denuncian cerrar el Reino de los Cielos, viajar por prosélitos peores que ellos, juramentos falsos y negligencia de lo esencial.2

Influencia en el judaísmo y el cristianismo primitivo

Los fariseos prepararon el terreno para el cristianismo al popularizar el monoteísmo profético, la escatología y la sinagoga como centro de enseñanza.1 Contribuyeron a apocalipsis como Daniel y Enoc, y a la creencia en la retribución futura.1 Tras el año 70 d. C., su tradición oral devino Talmud, moldeando el judaísmo actual.1

En el cristianismo, su legado es ambivalente: Gregorio de Nacianzo advertía contra imitar su hipocresía, colando mosquitos y tragando camellos.7

Perspectiva de la Iglesia Católica

Enseñanza patrística y medieval

Padres como Hipólito los ven como guardianes de la Ley, pero Tomás de Aquino enfatiza la lección evangélica contra la doble vida.4,3 La tradición católica interpreta las críticas de Jesús no como rechazo al judaísmo, sino al legalismo que pervierte la fe.

Magisterio contemporáneo

El Papa Francisco, en 2019, invita a una visión matizada: la investigación moderna revela menos certeza sobre sus orígenes y prácticas, combatiendo estereotipos antisemitas.6 Subraya afinidades con Jesús —resurrección, interpretación de la Torá— y ejemplos como Gamaliel defendiendo apóstoles (Hch 5,34-39).6 En una audiencia, Francisco advierte contra líderes que exigen sin practicar, evocando Mateo 23.8

La Iglesia condena el fariseísmo como tentación perenne: rigidez exterior sin conversión interior, aplicable a cualquier autoridad eclesial o civil.8

Legado y lecciones espirituales

El fariseísmo advierte contra el peligro de una religiosidad formalista que prioriza apariencias sobre caridad. En la doctrina católica, Jesús enseña humildad: «El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Mt 23,12).2 Su estudio fomenta diálogo interreligioso, reconociendo contribuciones judías al cristianismo sin ignorar las advertencias evangélicas.

En resumen, los fariseos representan la tensión entre fidelidad a la Ley y autenticidad del corazón, una lección eterna para la vida cristiana que equilibra respeto por la tradición con llamada a la misericordia.

Citas

  1. Fariseos, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Fariseos. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

  2. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Mateo 23. 2 3 4 5 6 7 8

  3. Capítulo 23. Otra secta de los esenios: Los fariseos, Hipólito de Roma. Refutación de Todas las Herejías – Libro 9, § 23 (235). 2 3 4

  4. Capítulo 23, Tomás de Aquino. Comentario sobre Mateo, § 23. 2 3 4

  5. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Lucas 11. 2 3

  6. Papa Francisco. Al Instituto Bíblico Pontificio (2019). 2 3 4 5

  7. Gregorio de Nacianzo. Oración 2, § 70 (380).

  8. Dicasterio para las Causas de los Santos. Regina María Vattalil: Ángelus, §Ángelus. 2