Fides et Ratio
Fides et Ratio es una encíclica escrita por el Papa Juan Pablo II y promulgada el 14 de septiembre de 1998. Aborda la relación intrínseca y vital entre la fe y la razón, argumentando que ambas son como «dos alas» que permiten al espíritu humano elevarse hacia la contemplación de la verdad. La encíclica reafirma la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad, incluyendo verdades metafísicas y la existencia de Dios, y subraya que la fe no solo no contradice la razón, sino que la perfecciona y la impulsa a ir más allá de sus propios límites. Al mismo tiempo, la razón purifica la fe de posibles desviaciones y supersticiones. El documento hace un llamado a la filosofía para que recupere su dimensión sapiencial y metafísica, y a la teología para que se apoye en una filosofía robusta para una comprensión más profunda de la Revelación.
Tabla de contenido
Contexto y Propósito de la Encíclica
La encíclica Fides et Ratio (Fe y Razón) fue publicada por el Papa Juan Pablo II en 1998, en un período caracterizado por una creciente desconfianza en la capacidad de la razón humana para alcanzar verdades universales y absolutas1,2. El Papa observó una fragmentación del conocimiento y una tendencia hacia el escepticismo, el agnosticismo, el relativismo y el nihilismo, que sugerían que la humanidad había llegado al «ocaso de la era de la certidumbre»1. En este contexto, Juan Pablo II sintió la necesidad de reafirmar la importancia de la filosofía para la comprensión de la fe y la íntima conexión entre el trabajo teológico y la búsqueda filosófica de la verdad3.
El propósito principal de Fides et Ratio es enfatizar el valor de la filosofía para la comprensión de la fe, así como señalar los límites que enfrenta la filosofía cuando ignora o rechaza las verdades de la Revelación4. La Iglesia sostiene la profunda convicción de que la fe y la razón se «apoyan mutuamente», ejerciendo una crítica purificadora y un estímulo recíproco en la búsqueda de una comprensión más profunda4. Esta encíclica se conecta lógicamente con Veritatis Splendor, donde Juan Pablo II abordó «ciertas verdades fundamentales de la doctrina católica que, en las circunstancias actuales, corren el riesgo de ser distorsionadas o negadas»5.
La Búsqueda Humana de la Verdad
El deseo de conocer es inherente a todos los seres humanos, y la verdad es el objeto propio de este deseo6. La vida cotidiana demuestra cómo cada persona se esfuerza por descubrir, más allá de las meras opiniones, cómo son realmente las cosas6. El ser humano es la única criatura que no solo es capaz de conocer, sino que sabe que conoce, y por lo tanto, se interesa por la verdad de lo que percibe6. San Agustín enseñó que «he encontrado a muchos que querían engañar, pero a ninguno que quisiera ser engañado»6. Esta búsqueda de la verdad no se limita a verdades parciales, empíricas o científicas, ni solo a la búsqueda del bien en las decisiones individuales; sino que se dirige hacia una verdad ulterior que explique el sentido de la vida, una búsqueda que solo puede alcanzar su fin al llegar a lo absoluto7.
Es impensable que una búsqueda tan profundamente arraigada en la naturaleza humana sea completamente vana e inútil8,9. La capacidad de buscar la verdad y de plantear preguntas implica en sí misma los rudimentos de una respuesta8,9. Los seres humanos no empezarían a buscar algo de lo que no supieran nada o que consideraran totalmente inalcanzable8,9. Solo la sensación de que pueden llegar a una respuesta los impulsa a dar el primer paso8,9. Esto es lo que sucede normalmente en la investigación científica: los científicos confían en que encontrarán una respuesta y no se rinden ante los contratiempos, reconociendo que aún no han encontrado una respuesta satisfactoria, pero no juzgando inútil su intuición original8,9.
Esta búsqueda de la verdad no solo se lleva a cabo a través del esfuerzo individual, sino que también tiene una dimensión comunitaria1. La perfección humana no consiste simplemente en adquirir un conocimiento abstracto de la verdad, sino en una relación dinámica de entrega fiel a los demás1.
Fe y Razón como Caminos hacia la Verdad
La encíclica Fides et Ratio presenta la fe y la razón como dos vías distintas pero complementarias para alcanzar la verdad. La razón, con sus capacidades inherentes, es capaz de encontrar y reconocer la verdad7. Sin embargo, esta verdad, vital y necesaria para la vida, se alcanza no solo por vía de la razón, sino también a través de una aquiescencia confiada a otras personas que pueden garantizar la autenticidad y certeza de la verdad misma7. La capacidad de confiar en otra persona y la decisión de hacerlo son actos humanos significativos7. La razón también necesita ser sostenida en su búsqueda por un diálogo de confianza y una amistad sincera7.
La fe cristiana se presenta como el encuentro con la posibilidad concreta de alcanzar el objetivo que la humanidad busca7. Al ir más allá de la simple creencia, la fe cristiana sumerge a los seres humanos en el orden de la gracia, permitiéndoles participar en el misterio de Cristo, que a su vez les ofrece un conocimiento verdadero y coherente del Dios Trino7. En Jesucristo, quien es la Verdad, la fe reconoce el llamado último a la humanidad, un llamado hecho para que lo que experimentamos como deseo y nostalgia pueda encontrar su cumplimiento7.
La Racionalidad de la Fe
La verdad de Dios, aceptada por la fe, se encuentra con la razón humana10. Creado a imagen y semejanza de Dios, el ser humano es capaz, por la luz de la razón, de penetrar más allá de las apariencias hasta la verdad profunda de las cosas, abriéndose así a la realidad universal10. La referencia común a la verdad, que es objetiva y universal, hace posible un diálogo auténtico entre las personas10. El espíritu humano es tanto intuitivo como racional: intuitivo al captar espontáneamente los primeros principios de la realidad y del pensamiento, y racional al descubrir progresivamente verdades desconocidas a partir de esos principios, organizándolas de manera coherente10.
La «ciencia» es la forma más elevada que adopta la conciencia racional, designando una forma de conocimiento capaz de explicar cómo y por qué las cosas son como son10. La razón humana se adapta a la inteligibilidad intrínseca de la realidad, y la racionalidad, aunque única, toma una pluralidad de formas rigurosas para aprehender la inteligibilidad de la realidad10. La ciencia también es pluriforme, con cada ciencia teniendo su propio objeto y método específico10. La tendencia moderna a reservar el término «ciencia» a las «ciencias duras» y a descartar como irracional y mera opinión el conocimiento que no se ajusta a sus criterios es una visión reductiva e inadecuada de la ciencia y la racionalidad10.
El impulso de la investigación científica en sí mismo surge del anhelo de Dios que habita en el corazón humano; los científicos, incluso inconscientemente, se esfuerzan por alcanzar esa verdad que puede dar sentido a la vida11. Sin embargo, la investigación humana, por entusiasta y tenaz que sea, es incapaz por sí misma de llegar a un puerto seguro, ya que «el hombre es incapaz de explicar plenamente la extraña penumbra que ensombrece la cuestión de las realidades eternas… Dios debe tomar la iniciativa de acercarse y hablar al hombre»11.
La Función de la Filosofía
La encíclica subraya la importancia de la filosofía para la teología y la vida de la Iglesia. La filosofía, entendida en su dimensión sapiencial y metafísica, es crucial para la búsqueda del significado definitivo y global de la existencia humana1,12,13. Juan Pablo II vincula la vocación sapiencial unitaria del hombre con principios neotomistas, señalando que, a pesar de los cambios y el aumento del conocimiento, existe un núcleo de ideas filosóficas presentes regularmente en la historia de la reflexión humana, como los principios de no contradicción, finalidad y causalidad14. Estos conceptos, compartidos por todos, pueden servir como un punto medio de convergencia para diversas escuelas filosóficas14.
La metafísica ejerce un papel mediador importante en la investigación teológica15. Una teología desprovista de una perspectiva metafísica sería incapaz de ir más allá de la investigación de la experiencia religiosa y, por lo tanto, no sería el intellectus fidei propio de la verdad absoluta15. La encíclica afirma que la «potencia de especulación [speculandi potestas] es propia del intelecto humano»15.
El Magisterio y la Filosofía
El Magisterio de la Iglesia ha intervenido a lo largo de los siglos en cuestiones filosóficas, no solo para señalar errores, sino también para promover principios de una genuina renovación de la investigación filosófica16,17. El Papa León XIII, con su encíclica Aeterni Patris, dio un paso de importancia histórica al desarrollar la enseñanza del Concilio Vaticano I sobre la relación entre fe y razón, mostrando cómo el pensamiento filosófico contribuye de manera fundamental a la fe y al aprendizaje teológico17. León XIII insistió en el valor incomparable de la filosofía de Santo Tomás de Aquino como el mejor camino para recuperar una filosofía consonante con las exigencias de la fe17. Santo Tomás «distingue perfectamente entre fe y razón», pero las une «en lazos de amistad mutua, concediendo a cada una sus derechos específicos y a cada una su dignidad específica»17.
El Magisterio ha intervenido para contrarrestar tanto el fideísmo y el tradicionalismo radical, por su desconfianza en las capacidades naturales de la razón, como el racionalismo y el ontologismo, por atribuir a la razón natural un conocimiento que solo la luz de la fe puede conferir16. El Concilio Vaticano I, en la Constitución Dogmática Dei Filius, afirmó solemnemente la distinción entre los misterios de la fe y los hallazgos de la filosofía, y la trascendencia y precedencia de los misterios de la fe sobre los hallazgos de la filosofía18. Al mismo tiempo, enfatizó la unidad de la verdad, declarando que «nunca puede haber una verdadera divergencia entre la fe y la razón, ya que el mismo Dios que revela los misterios y otorga el don de la fe también ha colocado en el espíritu humano la luz de la razón. Este Dios no podría negarse a sí mismo, ni la verdad podría jamás contradecir la verdad»18.
Conclusión
Fides et Ratio es un llamado a la unidad del saber y a la confianza en la capacidad humana para alcanzar la verdad en todas sus dimensiones. Juan Pablo II reafirma que la fe y la razón no son opuestas, sino aliadas en la búsqueda del sentido último de la existencia. La encíclica invita a filósofos y teólogos a redescubrir la vocación sapiencial de la filosofía y a trabajar juntos para ofrecer a la humanidad una respuesta coherente y significativa a las grandes preguntas sobre la vida, el bien y el destino final.
Citas
Papa Juan Pablo II. Viaje apostólico a Polonia: A los participantes en el encuentro en la Universidad de Torun (7 de junio de 1999) - Discurso (1999). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Capítulo III - Intellego ut credam - Caminando en busca de la verdad, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 27 (1998). ↩
Capítulo V - Las intervenciones del magisterio en cuestiones filosóficas - El interés de la Iglesia por la filosofía, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 63 (1998). ↩
Conclusión, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 100 (1998). ↩ ↩2
Mary Shivanandan. Reflexiones sobre Humanae Vitae a la luz de Fides et Ratio, § 2. ↩
Capítulo III - Intellego ut credam - Caminando en busca de la verdad, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 25 (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo III - Intellego ut credam - Las diferentes caras de la verdad humana, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 33 (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Fides et ratio, undefined. Fides et Ratio (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Capítulo III - Intellego ut credam - Las diferentes caras de la verdad humana, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 29 (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Capítulo 3: Dar razón de la verdad de Dios - 1. La verdad de Dios y la racionalidad de la teología, Comisión Teológica Internacional. Teología Hoy: Perspectivas, Principios y Criterios, § 62 (2011). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Visita a la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Roma con motivo del 50 aniversario de la institución del Departamento de Medicina y Cirugía «Agostino Gemelli», Papa Benedicto XVI. Visita a la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Roma con motivo del 50 aniversario de la institución del Departamento de Medicina y Cirugía «Agostino Gemelli» (3 de mayo de 2012) (2012). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (29 de mayo de 1999) - Discurso, § 4 (1999). ↩
Varios Autores. Reseñas de Libros: Nova et Vetera, Edición Inglesa, Vol. 2, Núm. 1, § 21. ↩
Bruno M. Shah, O.P. La promesa de una teología sagrada unitaria: Relectura de Aeterni Patris y Fides et Ratio, § 23. ↩ ↩2
Bruno M. Shah, O.P. La promesa de una teología sagrada unitaria: Relectura de Aeterni Patris y Fides et Ratio, § 30. ↩ ↩2 ↩3
Capítulo V - Las intervenciones del magisterio en cuestiones filosóficas - El discernimiento del magisterio como diakonía de la verdad, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 52 (1998). ↩ ↩2
Capítulo V - Las intervenciones del magisterio en cuestiones filosóficas - El interés de la Iglesia por la filosofía, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 58 (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo V - Las intervenciones del magisterio en cuestiones filosóficas - El discernimiento del magisterio como diakonía de la verdad, Papa Juan Pablo II. Fides et Ratio, § 53 (1998). ↩ ↩2