Generosidad
La generosidad es una virtud fundamental que refleja el amor de Dios y se manifiesta en el desinteresado acto de dar de uno mismo y de los propios bienes a los demás. No se limita a la mera limosna material, sino que abarca una disposición del corazón a compartir talentos, tiempo y recursos espirituales y materiales, buscando el bien del prójimo y la gloria de Dios. Esta virtud está intrínsecamente ligada a la caridad y la justicia, y es un camino hacia la santidad, invitando a los fieles a imitar la generosidad de Cristo, quien se entregó por la salvación de la humanidad.
Tabla de contenido
La Generosidad como Virtud Teologal y Moral
La generosidad es una expresión concreta de la caridad, la virtud teologal por excelencia, que nos une a Dios y nos impulsa a amar al prójimo como a nosotros mismos por amor a Él1. No es simplemente un acto ocasional, sino una disposición constante del alma. Se opone directamente a la avaricia, el amor desordenado por el dinero y los bienes materiales, que el Catecismo de la Iglesia Católica Ucraniana identifica como uno de los ocho pecados capitales2.
La Iglesia enseña que la generosidad no es solo una cualidad deseable, sino un deber moral para aquellos que han recibido abundantes bendiciones de Dios. El Papa León XIII, en Rerum Novarum, explica que aquellos que han recibido una gran parte de bienes temporales, ya sean materiales o dones de la mente, los han recibido para perfeccionar su propia naturaleza y para emplearlos, como administradores de la providencia de Dios, en beneficio de los demás3. Este principio subraya la idea de que los bienes no son exclusivamente para el disfrute personal, sino que tienen una función social inherente4.
Generosidad y Justicia
Si bien la generosidad a menudo se asocia con la caridad, también tiene una profunda conexión con la justicia. La caridad trasciende la justicia al ir más allá de lo que es estrictamente debido, ofreciendo lo «mío» al otro5. Sin embargo, la caridad nunca carece de justicia, que nos impulsa a dar al otro lo que le corresponde por derecho5. Como afirma el Papa Benedicto XVI en Caritas in Veritate, la justicia es la vía primordial de la caridad, su «medida mínima»5. Dar limosna a los pobres es tanto un testimonio de caridad fraterna como una obra de justicia que agrada a Dios6.
Generosidad en la Economía y la Sociedad
En el ámbito económico, el respeto por la dignidad humana exige la práctica de la templanza para moderar el apego a los bienes de este mundo, la justicia para preservar los derechos del prójimo y darle lo que le corresponde, y la solidaridad, de acuerdo con la regla de oro y la generosidad del Señor7. La participación en la vida social implica el compromiso voluntario y generoso de cada persona en la promoción del bien común, una obligación inherente a la dignidad humana8.
Además, el Papa Pío XI, en Quadragesimo Anno, señala que el ingreso superfluo de una persona, es decir, lo que no necesita para mantener una vida digna, no queda enteramente a su libre determinación. Las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia declaran constantemente que los ricos están obligados por un precepto muy grave a practicar la limosna, la beneficencia y la munificencia9.
Manifestaciones de la Generosidad
La generosidad se manifiesta de diversas maneras, no solo a través de la donación de dinero o bienes materiales.
Compartir Bienes Materiales
La forma más evidente de generosidad es compartir los bienes materiales con los necesitados. Los primeros cristianos son un modelo en este aspecto, ya que compartían lo que tenían para que nadie entre ellos careciera de nada10. El Papa León XIII elogia la generosidad de los católicos que, incluso con escasos medios, contribuyen voluntariamente a la educación de los niños11. Este acto de dar a los indigentes de lo que sobra es un deber de caridad cristiana, aunque no sea exigido por la ley humana3.
Compartir Dones y Talentos
Dios ha distribuido virtudes y dones de manera diversa entre las personas para que cada uno reciba lo que necesita de los demás y para que aquellos dotados de talentos particulares compartan sus beneficios con quienes los necesitan12. Estas diferencias fomentan la generosidad, la amabilidad y el compartir de bienes, enriqueciendo mutuamente las culturas12. Como dijo San Gregorio Magno, «El que tiene un talento, que no lo esconda; el que tiene abundancia, que se apreste a la misericordia y la generosidad; el que tiene arte y habilidad, que haga lo posible por compartir su uso y utilidad con su prójimo»3.
Generosidad de Espíritu y Tiempo
La generosidad también se extiende al ámbito espiritual y temporal, incluyendo el tiempo y el esfuerzo. El Señor enseñó a sus discípulos a tener un espíritu generoso de servicio, a ser un don recíproco para el otro, y a tener un cuidado especial por los pobres13. Esto implica no «comercializar» la vida sacramental, sino servir con generosidad, instruyendo a los fieles para que se sientan responsables de las necesidades de la Iglesia en un espíritu de solidaridad13.
La «justa generosidad» (traducción de misericordia por Alasdair MacIntyre) resalta el cuidado que necesitamos de los demás y que ellos necesitan de nosotros, extendiéndose a las relaciones de hospitalidad con extraños14. Esta virtud está arraigada en un encuentro personal con la necesidad humana, requiriendo reverencia por quien recibe para evitar la humillación14.
Generosidad en la Familia
La Sagrada Escritura y la práctica tradicional de la Iglesia ven en las familias numerosas un signo de la bendición de Dios y de la generosidad de los padres15. Esto subraya cómo la generosidad se vive también en el seno familiar, en la apertura a la vida y en el cuidado de los hijos.
Ejemplos de Generosidad en la Vida de los Santos
La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de santos que vivieron la generosidad de manera heroica, sirviendo como modelos para todos los fieles16.
San Martín de Tours (c. 316-397)
Un icono de la caridad individual, San Martín es conocido por haber compartido la mitad de su capa con un pobre. Esa noche, Jesús se le apareció en un sueño vistiendo esa misma capa, confirmando la validez del Evangelio: «Estuve desnudo y me vestisteis… lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,36.40)16.
San Juan Limosnero (c. 550-619)
Patriarca de Alejandría, San Juan Limosnero fue famoso por su inmensa caridad. Se cuenta que vendió una valiosa alfombra que le habían regalado para dársela a los pobres, y cuando se la devolvieron, la vendió una y otra vez, diciendo con una sonrisa: «Veremos quién se cansa primero»17. No se desanimaba por ninguna pérdida o dificultad, confiando siempre en la divina providencia17.
Santa Paula (347-404)
Esta noble y rica romana, tras la muerte de su esposo, se dedicó por completo al servicio del Señor, gastando todas sus riquezas en los pobres. Demostró una gran consideración por todos y una bondad de largo alcance, buscando diligentemente a los necesitados en toda la ciudad y considerando una desgracia si algún hambriento o enfermo era sostenido por el alimento de otro18.
San Juan de Dios (1495-1550)
Fundador de la Orden Hospitalaria, San Juan de Dios es un modelo duradero de caridad social. Se cuenta que, para probar su desinterés, un marqués se disfrazó de mendigo y recibió de sus manos veinticinco ducados, todo lo que San Juan tenía. El marqués no solo le devolvió el préstamo, sino que le otorgó 150 coronas de oro y envió suministros diarios a su hospital19. Durante un incendio en su hospital, San Juan cargó a la mayoría de los enfermos en su espalda, pasando y repasando por las llamas19.
San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
Conocido por su estricta economía en su hogar, San Alfonso destinaba todos los beneficios a los pobres. Consideraba los ingresos de su diócesis como «el patrimonio de los pobres» y se negaba a usarlos para fines personales. Tenía limosnas para todo aquel que las pedía y se preocupaba especialmente por los sacerdotes jubilados, los ancianos, las viudas con familias y las jóvenes en riesgo por la pobreza20.
Santa Catalina Drexel (1858-1955)
Nacida en una familia adinerada de Filadelfia, Santa Catalina aprendió de sus padres que las posesiones de su familia no eran solo para ellos, sino que debían compartirse con los menos afortunados. Se dedicó a la obra misionera y educativa entre los nativos americanos y afroamericanos, y finalmente, con gran coraje, entregó no solo su fortuna sino toda su vida al Señor al fundar las Hermanas del Santísimo Sacramento21. Su apostolado contribuyó a combatir el racismo a través de la educación y los servicios sociales21.
Santa Teresa de Calcuta (1910-1997)
Madre Teresa encarnó la generosidad sacrificial, enseñando que «Jesús murió en la Cruz porque eso fue lo que le costó hacernos el bien, salvarnos de nuestro egoísmo en el pecado. Él lo dio todo para hacer la voluntad del Padre, para mostrarnos que nosotros también debemos estar dispuestos a darlo todo para hacer la voluntad de Dios, amarnos unos a otros como Él nos ama a cada uno. Si no estamos dispuestos a dar lo que sea necesario para hacernos el bien mutuamente, el pecado todavía está en nosotros. Por eso nosotros también debemos dar hasta que duela»22. Ella enfatizó que Jesús tiene sed de nuestro amor, una sed que es universal, y que el verdadero amor significa dar hasta que duela23.
La Generosidad como Camino hacia la Santidad
La generosidad no puede separarse de la santidad22. Es un camino que lleva a una unión más íntima con Cristo y a una participación en su misión redentora23. Al dar de nosotros mismos, nos volvemos más semejantes a Cristo, quien «siendo rico, por vosotros se hizo pobre para que vosotros, por su pobreza, llegarais a ser ricos»7.
La entrega de uno mismo a Cristo, en una disposición receptiva que permite que su generoso empobrecimiento nos enriquezca, es necesariamente una entrega de uno mismo al prójimo23. Nuestra incorporación al Cuerpo de Cristo nos pone en relación con todos aquellos por quienes Él dio su vida23. La comunión de vida, de deseo y de sufrimiento es un orden más fundamental que el de la actividad social y política23.
En resumen, la generosidad es una virtud que impregna todos los aspectos de la vida cristiana, desde el compartir bienes materiales hasta la entrega de uno mismo en amor y servicio, reflejando la imagen de un Dios generoso y misericordioso.
Citas
II. Conversión y sociedad, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1889 (1992). ↩
Parte tres - La vida de la iglesia - II. La persona en Cristo como una nueva creación - C. Una ascesis que purifica - 2. Los ocho pecados capitales y sus virtudes opuestas - C. La avaricia (amor al dinero) y su virtud opuesta —la generosidad, Sínodo de la Iglesia greco-católica ucraniana. Catecismo de la Iglesia católica ucraniana: Cristo – Nuestra Pascua, § 765 (2016). ↩
Papa León XIII. Rerum Novarum, § 22 (1891). ↩ ↩2 ↩3
V. Una lectura teológica de los problemas modernos, Papa Juan Pablo II. Sollicitudo Rei Socialis, § 42 (1987). ↩
Ralph Del Colle. David Bentley Hart y el Papa Benedicto: Delirios ateos, la conferencia de Ratisbona, y más allá, § 19. ↩ ↩2 ↩3
En resumen, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2462 (1992). ↩
II. El respeto de las personas y sus bienes, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2407 (1992). ↩ ↩2
III. Responsabilidad y participación, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1913 (1992). ↩
Papa Pío XI. Quadragesimo Anno, § 50 (1931). ↩
B5. Una cultura del cuidado en la vida de los seguidores de Jesús, Papa Francisco. 54ª Jornada Mundial de la Paz 2021 - Una cultura del cuidado como camino hacia la paz, § 5 (2021). ↩
Papa León XIII. Spectata Fides, § 3 (1885). ↩
II. Igualdad y diferencias entre los hombres, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1937 (1992). ↩ ↩2
VI. De la conversión de las personas a la de las estructuras, Congregación para el Clero. Instrucción «La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia», de la Congregación para el Clero, 20.07.2020, § 40 (2020). ↩ ↩2
III. El amor de los esposos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2373 (1992). ↩
Conclusión, Papa Benedicto XVI. Deus Caritas Est, § 40 (2005). ↩ ↩2
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 169. ↩ ↩2
Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 108 - A Eustoquio, § 5 (404). ↩
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 533. ↩ ↩2
Alfonso Ligorio. Sermones sobre diversos temas, § 40. ↩
Papa Juan Pablo II. 1 de octubre de 2000, Canonización de Agustín Zhao Rong y 119 compañeros Mártires en China, María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, Katharine Mary Drexel y Josephine Bakhita, § 4 (2000). ↩ ↩2
Michele M. Schumacher. Hacia una espiritualidad de la pobreza, § 12. ↩ ↩2
VI. Conclusión, Michele M. Schumacher. Hacia una espiritualidad de la pobreza, § 13. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5