Wikitólica

La enciclopedia y wiki católica en español

Cruz

Glorificación

La glorificación en el contexto católico abarca múltiples dimensiones teológicas, desde la manifestación de la majestad divina hasta la participación del ser humano en la vida de Dios, culminando en la bienaventuranza eterna y la santidad de los elegidos. Este concepto se entrelaza con la creación, la redención a través de Cristo, la vida litúrgica de la Iglesia y la escatología, revelando el propósito último de la existencia: dar gloria a Dios y alcanzar la plenitud de vida en Él.

Tabla de contenido

La Gloria de Dios como Fin de la Creación

La gloria de Dios es el propósito fundamental de la creación. Dios creó el mundo no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla a sus criaturas1. En este sentido, la gloria de Dios se realiza en la manifestación y comunicación de su bondad1. San Ireneo de Lyon afirma que «la gloria de Dios es que el hombre viva», y más aún, que «la vida del hombre es la visión de Dios»2,3,4,1,5. Esta afirmación subraya que la plenitud de la vida humana, alcanzada en la visión de Dios, es la manifestación más elevada de su gloria1.

El designio divino es que los seres humanos sean hijos de Dios a través de Jesucristo, para alabanza de su gracia gloriosa1. El fin último de la creación es que Dios llegue a ser «todo en todos», asegurando así su propia gloria y nuestra bienaventuranza1. Incluso las criaturas inanimadas, al desarrollar sus propias capacidades, manifiestan la gloria de Dios y alcanzan la perfección que Él les ha prescrito6.

La Glorificación de Cristo y su Extensión en la Iglesia

La revelación terrenal de la gloria divina alcanza su culmen en el misterio pascual de Cristo, que es tratado en los escritos joánicos y paulinos como la glorificación de Cristo a la diestra del Padre7. La Pascua, donde «Dios es perfectamente glorificado», se perpetúa en el sacrificio eucarístico, memorial de la muerte y resurrección de Cristo7. A través de la Eucaristía, el evento de la Pascua de Cristo se extiende por toda la Iglesia, y los fieles, al comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, crecen en una misteriosa divinización que los hace habitar en el Hijo como hijos del Padre7.

La Iglesia misma está unida a Cristo y santificada por Él, y todas sus actividades se dirigen a la santificación de los hombres en Cristo y a la glorificación de Dios8. En la Iglesia se ha depositado la «plenitud de los medios de salvación», y en ella, por la gracia de Dios, se adquiere la santidad8.

La Glorificación de los Santos y la Comunión Celestial

Una de las expresiones más visibles de la glorificación en la Iglesia es la canonización de los santos. Al elevar a los altares a un nuevo santo, la Iglesia glorifica a Dios9,10. Los santos, al haber realizado la plenitud de la vida divina a través del Bautismo, se convierten en «gloria de Dios»2,3,4. La santidad del hombre, fruto de la acción de Dios y de la cosecha del misterio pascual, es la gloria de Dios mismo9,10.

La canonización es una sentencia que compromete el magisterio de la Iglesia, declarando que una persona pertenece en gloriosa plenitud al Cuerpo místico de Cristo, en su condición final y perfecta de Iglesia celestial11. Es un reconocimiento de la perfección divina, es decir, de la santidad de Dios, reflejada en un alma elegida11. Este acto no solo honra al santo, sino que es ante todo una glorificación de la santidad de Dios, fuente de todo bien, y de Cristo, causa meritoria de nuestra salvación11.

La Iglesia en la tierra, al celebrar los memoriales de los santos a lo largo del año litúrgico, muestra su unión con la liturgia del cielo. Da gloria a Cristo por haber realizado su salvación en sus miembros glorificados, y el ejemplo de estos santos la anima en su camino hacia el Padre12. La multitud de aquellos que están reunidos alrededor de Jesús y María en el Paraíso forman la Iglesia del cielo, donde en bienaventuranza eterna ven a Dios tal como es, y están asociados en diversos grados con los ángeles en el gobierno divino ejercido por Cristo en gloria, intercediendo por nosotros y ayudando nuestra debilidad con su preocupación fraterna13.

En la comunión de los santos, algunos discípulos están peregrinando en la tierra, otros se están purificando, mientras que otros ya están en la gloria, contemplando a Dios trino y uno en plena luz14. Todos, sin embargo, comparten la misma caridad hacia Dios y el prójimo, y cantan un único himno de gloria a Dios14. Aquellos que son de Cristo y tienen su Espíritu forman una Iglesia y se unen en Cristo14.

La Glorificación Escatológica del Cuerpo

La doctrina católica también enseña la glorificación del cuerpo en la resurrección de los muertos15. El cuerpo humano está destinado a la glorificación15. Esta glorificación, como fruto escatológico de su espiritualización divinizadora, revelará el valor definitivo de lo que desde el principio debía ser un signo distintivo de la persona creada en el mundo visible16. En la visión beatificante del Cielo, se redescubrirá tanto la subjetividad como la intersubjetividad personal, apareciendo el verdadero y definitivo significado esponsal del cuerpo15.

La glorificación del cuerpo será una fuente de libertad en el don de sí mismo, revelando el significado perenne del cuerpo humano en una simplicidad y esplendor tales que cada participante del «otro mundo» encontrará en su cuerpo glorificado la fuente de la libertad del don16. No hay una ruptura total entre la experiencia histórica del hombre y su situación futura de resucitado15.

El Concepto Teológico de Gloria

Desde una perspectiva teológica, el concepto de gloria se entiende como «clara notitia cum laude» (celebridad brillante con alabanza), según San Agustín6. Esta definición es central para correlacionar la doctrina sobre la gloria, tanto divina como humana6.

La gloria, en las Escrituras, puede referirse a la alabanza rendida a Dios en reconocimiento de su majestad y perfecciones manifestadas en el mundo o a través de la revelación sobrenatural6. Por ejemplo, en Apocalipsis 4:11 se dice: «Digno eres, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder: porque tú has creado todas las cosas»6. También se utiliza para referirse al juicio sobre el valor personal, como en Juan 5:44: «¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?»6.

Finalmente, la gloria es el nombre dado a la bienaventuranza de la vida futura en la que el alma se une a Dios6. San Pablo en Romanos 8:18 afirma: «Pues estimo que los sufrimientos de este tiempo no son dignos de compararse con la gloria venidera que se ha de manifestar en nosotros»6. Esta unión con Dios en el cielo consistirá en una percepción directa, inmediata e intuitiva de Dios, donde «veremos cara a cara» y «seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es»6. Esta vida en el cielo será una manifestación y reconocimiento inefable de la majestad y perfecciones divinas6.

Citas

  1. Párrafo 4. El creador, Catecismo de la Iglesia Católica, § 294 (1992). 2 3 4 5 6

  2. Papa Juan Pablo II. Juan Grande Román (1546-1600) - Homilía, § 2 (1996). 2

  3. Papa Juan Pablo II. Egidio Maria di San Giuseppe (1729-1812) - Homilía, § 2 (1996). 2

  4. Papa Juan Pablo II. Jean Gabriel Perboyre (1802-1840) - Homilía, § 2 (1996). 2

  5. Papa Juan Pablo II. 19 mayo 1996: Misa para los fieles de la Diócesis de Maribor - Homilía (1996).

  6. Gloria, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Gloria. 2 3 4 5 6 7 8 9 10

  7. Papa Juan Pablo II. Audiencia General de 27 septiembre 2000, § 4 (2000). 2 3

  8. Párrafo 3. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica, Catecismo de la Iglesia Católica, § 824 (1992). 2

  9. Papa Juan Pablo II. Eustochia Smeralda Calafato (1434-1485) - Homilía, § 9 (1988). 2

  10. Papa Juan Pablo II. 11 junio 1988: Canonización de la Beata Eustochia Calafato en Messina - Homilía, § 9 (1988). 2

  11. Papa Pablo VI. Teresa Jornet e Ibars (1843-1897) - Homilía (1974). 2 3

  12. En síntesis, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1195 (1992).

  13. En síntesis, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1053 (1992).

  14. Párrafo 5. La comunión de los santos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 954 (1992). 2 3

  15. Papa Juan Pablo II. Audiencia General de 16 diciembre 1981 (1981). 2 3 4

  16. Papa Juan Pablo II. Audiencia General de 13 enero 1982 (1982). 2