Gregorio Nacianceno

San Gregorio Nacianceno, también conocido como Gregorio el Teólogo (c. 329–390), fue un obispo y Padre de la Iglesia, reconocido como uno de los Padres Capadocios junto a San Basilio el Grande y San Gregorio de Nisa1,2. Su vida estuvo marcada por un profundo deseo de soledad ascética y una turbulenta participación en la vida eclesial, especialmente en la defensa de la fe trinitaria en el siglo IV1,3. Se le considera uno de los teólogos más influyentes en la formulación definitiva de la doctrina del Espíritu Santo y la Trinidad, principalmente a través de sus famosas Cinco Oraciones Teológicas1,4. Su elocuencia, sensibilidad poética y solidez doctrinal le valieron el título único de El Teólogo, compartido solo con el Apóstol San Juan en la tradición cristiana3,4.
Vida y Contexto Histórico
Gregorio nació alrededor del año 329 d.C. en Capadocia, en el seno de una familia noble3. Su padre, también llamado Gregorio, era obispo de Nacianzo, y su madre, Nonna, lo consagró a Dios desde su nacimiento1,3.
Formación y Amistad con Basilio
La formación de Gregorio fue extensa y profunda, asistiendo a las escuelas más renombradas de su tiempo3. Estudió en Cesarea de Capadocia, Cesarea de Palestina, Alejandría y, finalmente, en Atenas1. Fue en Cesarea y Atenas donde forjó una profunda amistad con San Basilio, el futuro obispo de Cesarea3.
Al recordar esta amistad, Gregorio escribió que compartían una «misma avidez de conocimiento» y que su competencia no era por ver quién era el primero, sino quién permitía que el otro lo fuera, sintiendo que tenían «una sola alma en dos cuerpos»3.
Tras sus estudios, Gregorio pasó un tiempo en Annesi, en la comunidad ascética de Basilio, buscando la soledad que tanto anhelaba1,5.
El Turbulento Ministerio Pastoral
La vida de Gregorio estuvo marcada por una tensión constante entre su vocación a la soledad y la obediencia a la Providencia que lo llamaba al ministerio pastoral3,5.
Ordenación y Sasima
A su regreso a casa, su padre, el obispo de Nacianzo, lo ordenó sacerdote1. Más tarde, en 372, su amigo Basilio, Obispo de Cesarea, lo persuadió para que aceptara ser obispo de Sásima, un puesto menor en Capadocia, a pesar de los deseos de Gregorio1,3. Gregorio se sintió profundamente herido por este nombramiento, que Basilio promovió para consolidar su posición en un territorio en disputa5. Aunque fue consagrado a regañadientes, nunca tomó posesión de Sásima, permaneciendo en Nacianzo y actuando como coadjutor de su padre3,5.
Llamada a Constantinopla
Tras la muerte del emperador arriano Valente en 378, la Iglesia experimentó un período de paz5. Constantinopla, la capital, había estado dominada por el arrianismo durante décadas y la comunidad católica fiel al Concilio de Nicea era una minoría perseguida3,4,5. En 379, Gregorio fue llamado a Constantinopla para liderar y reorganizar las fuerzas católicas dispersas4,5. A pesar de su timidez y su deseo de soledad, y después de mucha vacilación, consintió en ir6,5.
Gregorio comenzó su misión en una casa particular que describió como «el nuevo Silo donde se fijó el Arca» y a la que llamó Anastasis—el lugar de la resurrección de la fe4,5.
El Teólogo de la Trinidad
Fue en esta humilde capilla de la Anastasis donde Gregorio pronunció sus más célebres sermones, que le valieron el título de El Teólogo4.
Las Cinco Oraciones Teológicas
Las Cinco Oraciones Teológicas (Oraciones 27-31) fueron pronunciadas en Constantinopla para defender la fe trinitaria y hacerla inteligible, en un momento en que la mayoría de la población adhería al arrianismo3,1. Estas oraciones se hicieron famosas por la solidez de su doctrina y su capacidad de razonamiento3.
En ellas, Gregorio luchó contra varias herejías:
Arrianismo: La principal amenaza, que negaba la divinidad del Hijo4.
Macedonianismo: Que negaba la divinidad del Espíritu Santo, reduciéndolo a una mera energía impersonal del Padre4.
Apolinarismo: Que negaba la plena humanidad de Cristo4.
Principios para la Teología
En el primer y segundo discurso, Gregorio insistió en dos principios fundamentales para tratar los misterios de la fe:
Reverencia: La necesidad de abordar el estudio de Dios con una mente pura y libre de pecado4. Para Gregorio, la teología no era una mera reflexión humana o especulación, sino que brotaba de una vida de oración y santidad, de un diálogo perseverante con Dios3.
Pureza de Vida: La necesidad de que quienes enseñan sobre estas altas materias muestren una vida y un ejemplo puros para que su enseñanza sea efectiva4.
La Doctrina Trinitaria
En las oraciones restantes, Gregorio desarrolló la doctrina de la Trinidad, salvaguardando la Unidad de la Divinidad4:
El Hijo: Defendió la existencia eterna del Hijo y su dependencia del Padre como origen o principio, argumentando su Divinidad contra los arrianos4.
El Espíritu Santo: Fue más allá de sus contemporáneos al insistir en llamar al Espíritu Santo homoousion (de la misma sustancia) con el Padre y el Hijo1. Argumentó que la manifestación completa de esta verdad estaba destinada a ser gradual, siguiendo a la revelación de la Divinidad del Hijo4.
La Unidad y la Trinidad: En una famosa síntesis, Gregorio confió a los catecúmenos de Constantinopla esta profesión de fe:
«No he empezado a pensar en la unidad cuando la Trinidad me baña en su esplendor. No he empezado a pensar en la Trinidad cuando la unidad me agarra. . . la infinita co-naturalidad de tres infinitos. Cada persona considerada en sí misma es enteramente Dios. . . los tres considerados juntos. . . doy una sola divinidad y poder, existente una en tres, y conteniendo las tres de una manera distinta.»6
Contribución a la Cristología
En el cuarto discurso, Gregorio expuso la unión de la Divinidad y la Humanidad en Cristo Encarnado4. En su disputa contra el apolinarismo, que negaba que Cristo hubiera asumido una mente racional, Gregorio articuló un principio crucial para la soteriología: «Lo que no ha sido asumido no ha sido sanado»6. Sostuvo que, para redimir al hombre en la totalidad de su ser (cuerpo, alma y espíritu), Cristo debió asumir todos los elementos de la naturaleza humana, incluida la mente racional, ya que nuestra mente y razón necesitaban el encuentro con Dios en Cristo6.
En este sentido, Gregorio también reconoció a María como la verdadera Madre de Dios (Theotokos), por haber dado a Cristo su naturaleza humana6.
Retiro y Legado
El Concilio de Constantinopla y la Renuncia
En 381, Gregorio participó en el Primer Concilio Ecuménico de Constantinopla1. Inicialmente fue elegido obispo de Constantinopla y presidió el Concilio3. Sin embargo, la situación se volvió insostenible debido a la fuerte oposición y las intrigas, incluyendo la objeción basada en el canon del Concilio de Nicea I que prohibía la transferencia de una sede a otra1,3.
Ante la hostilidad y la discordia, Gregorio, un hombre de naturaleza apacible que buscaba la paz en la Iglesia, decidió dimitir3,6. En su discurso de despedida, lamentó la división: «¡Hemos dividido a Cristo, nosotros que tanto amamos a Dios y a Cristo! Nos hemos mentido unos a otros a causa de la Verdad, hemos albergado sentimientos de odio a causa del Amor, nos hemos separado unos de otros»3.
Últimos Años y Obras Escritas
Tras su renuncia, Gregorio se retiró a disfrutar de la soledad que siempre había deseado1. Pasó sus últimos años en retiro, componiendo sus obras1. Su producción literaria fue prodigiosa, incluyendo 45 Oraciones (incluidas las Cinco Oraciones Teológicas), numerosas cartas y una gran cantidad de obras poéticas (casi 18.000 versos)1,6. Entre sus poemas, Acerca de sus propios asuntos es especialmente útil por su información autobiográfica1.
Gregorio es considerado el gran orador y teólogo de los Padres Capadocios, mientras que Basilio fue el gran legislador y Gregorio de Nisa, el místico2. Su teología se basó en la Biblia, leída principalmente en la tradición alejandrina, y buscó un diálogo entre la fe cristiana y la cultura griega, mostrando que la fe corona la razón1. Su objetivo final era que la teología fuera espiritual y kerigmática, proclamando la enseñanza de la Iglesia de una manera que promoviera la unión con Dios1.
Falleció alrededor del año 390 d.C.1.
Conclusión
San Gregorio Nacianceno, El Teólogo, dejó un legado imperecedero como defensor de la fe de Nicea6. Su vida de obediencia, a pesar de su preferencia por la soledad, y su valiente esfuerzo por proclamar la verdad de la fe en un ambiente hostil, lo consolidaron como una figura central en la historia del dogma católico. Su obra, especialmente sus oraciones sobre la Trinidad, ha sido una fuente de sabiduría para los teólogos de la cristiandad durante catorce siglos4.
Citas
Gregorio de Nacianzo, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Gregorio de Nacianzo (2015). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19
Padres Capadocios, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Padres Capadocios (2015). ↩ ↩2
Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 8 de agosto de 2007: San Gregorio de Nacianzo (1) (2007). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18
San Gregorio de Nacianzo, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §San Gregorio de Nacianzo. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 261. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 22 de agosto de 2007: San Gregorio de Nacianzo (2) (2007). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8