Humani Generis
La encíclica Humani Generis, promulgada por el Papa Pío XII en 1950, aborda diversas cuestiones teológicas y filosóficas que surgieron en la primera mitad del siglo XX. El documento busca salvaguardar la doctrina católica frente a ciertas tendencias que, bajo la apariencia de novedad, amenazaban con socavar la verdad revelada y la autoridad del Magisterio de la Iglesia. Principalmente, la encíclica examina errores relacionados con la evolución, la interpretación de la Sagrada Escritura, la filosofía escolástica y la gratuidad del orden sobrenatural, ofreciendo directrices claras para teólogos y filósofos católicos.
Tabla de contenido
Contexto Histórico y Propósito
La publicación de Humani Generis se enmarcó en un período de intensa efervescencia intelectual y científica. Tras la Segunda Guerra Mundial, surgieron nuevas corrientes de pensamiento que buscaban conciliar la fe católica con los avances en las ciencias naturales, la filosofía moderna y la exégesis bíblica. Si bien muchos de estos esfuerzos eran bienintencionados, algunos llevaron a interpretaciones que el Papa Pío XII consideró peligrosas para la integridad de la doctrina revelada1.
El propósito principal de la encíclica fue proteger el depósito de la fe y la sana doctrina católica. Pío XII observó que algunos teólogos y filósofos, deseosos de novedad y temerosos de ser considerados ignorantes de los descubrimientos científicos recientes, se apartaban de la autoridad del Magisterio, poniendo en riesgo la verdad revelada y arrastrando a otros al error1. La Humani Generis buscó establecer límites claros y recordar la importancia de la filosofía tomista como un baluarte para la fe2.
Principales Errores Abordados
La encíclica Humani Generis identificó y condenó varias tendencias y opiniones que consideraba erróneas o peligrosas.
Evolución y Origen del Hombre
Uno de los puntos más destacados de la encíclica es su postura sobre la teoría de la evolución. Pío XII reconoció que la investigación y el debate sobre el origen del cuerpo humano a partir de materia preexistente y viviente no estaban prohibidos por la Iglesia, siempre que se realizara con seriedad, moderación y cautela3. Sin embargo, la fe católica obliga a sostener que las almas son creadas inmediatamente por Dios3.
La encíclica criticó a aquellos que, imprudente e indiscretamente, sostenían que la evolución, aún no completamente probada en el ámbito de las ciencias naturales, explicaba el origen de todas las cosas. También censuró las opiniones monistas y panteístas que afirmaban que el mundo está en continua evolución, señalando que los comunistas se adherían a estas ideas para privar a los hombres de la noción de un Dios personal y propagar el materialismo dialéctico4. Se advirtió contra la presentación de la evolución del cuerpo humano como un hecho ya completamente cierto y probado, sin la debida consideración de las fuentes de la revelación divina3.
Interpretación de la Sagrada Escritura
Otro error abordado fue la interpretación demasiado libre de los libros históricos del Antiguo Testamento5. Algunos, para defender sus posturas, se apoyaban erróneamente en una carta de la Pontificia Comisión Bíblica al Arzobispo de París. La encíclica aclaró que los primeros once capítulos del Génesis, aunque no se ajustan a los métodos históricos modernos, pertenecen a la historia en un sentido verdadero. Estos capítulos, con un lenguaje sencillo y metafórico adaptado a una cultura menos desarrollada, exponen verdades fundamentales para la salvación y describen popularmente el origen de la raza humana y del pueblo elegido. Pío XII enfatizó que, si bien los antiguos escritores sagrados pudieron haber tomado elementos de narraciones populares, lo hicieron bajo la inspiración divina, lo que los preservó de cualquier error al seleccionar y evaluar dichos documentos5.
Filosofía y Dogma
La encíclica también dedicó una sección importante a la relación entre la filosofía y la teología. Pío XII lamentó que algunas opiniones nuevas pusieran en peligro la teodicea y la ética, al sostener que estas ciencias no debían probar con certeza nada sobre Dios o el ser trascendente, sino solo mostrar que las verdades de fe son consistentes con las necesidades de la vida6. Estas ideas fueron consideradas contrarias a los documentos de Papas anteriores como León XIII y Pío X, y a los decretos del Concilio Vaticano I6.
Se reafirmó la importancia de la filosofía perenne, especialmente la escolástica, como una preparación necesaria para el estudio de la teología2. Aunque se reconoció que la terminología filosófica podía ser perfeccionada, se advirtió contra el desprecio de la doctrina comúnmente enseñada y de los términos en que se expresa, ya que esto favorecía el relativismo dogmático7. La verdad y su expresión filosófica no pueden cambiar de un día para otro, especialmente en lo que respecta a principios evidentes o proposiciones apoyadas por la sabiduría de los siglos y la revelación divina8.
Gratuidad del Orden Sobrenatural
Un punto de particular controversia fue la cuestión de la gratuidad del orden sobrenatural. La encíclica condenó a aquellos que «corrompen la verdadera gratuidad del orden sobrenatural, al afirmar que Dios no puede crear seres dotados de intelecto sin ordenarlos y llamarlos a la visión beatífica»9. Esta condena se dirigía a ciertas interpretaciones que sugerían que la naturaleza humana, por el hecho de poseer intelecto, tendría una exigencia necesaria de la visión de Dios, lo que comprometía la idea de la gracia como un don completamente libre y no debido a la naturaleza9,10.
En este contexto, se ha debatido si la encíclica condenó directamente la posición de teólogos como Henri de Lubac sobre el «deseo natural de un fin sobrenatural»11,12. Si bien de Lubac fue ampliamente interpretado como el objeto de esta condena, él mismo lo negó9. La encíclica condenó la postura de que el hombre, en cualquier hipótesis en la que esté dotado de intelecto, debe ser ordenado y llamado a la visión beatífica, una posición que algunos teólogos anteriores como Marcelli sostenían de manera estricta10,13. De Lubac, en sus obras más cercanas a la promulgación de Humani Generis, ya había adoptado una posición que reconocía la posibilidad de un estado en el que el hombre, dotado de intelecto, no fuera llamado ni ordenado a la visión de Dios, lo que le permitía distanciarse de la condena directa14,10.
Otros Errores
La encíclica también mencionó otras opiniones erróneas, como la negación de la identidad entre el Cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia Católica Romana, la trivialización de la necesidad de pertenecer a la Iglesia para la salvación eterna, y el menoscabo del carácter razonable de la credibilidad de la fe cristiana15.
Directrices y Recomendaciones
El Papa Pío XII, a través de Humani Generis, ofreció varias directrices para los estudios católicos:
Sujeción al Magisterio: Se recordó a los teólogos que, aunque en algunas cuestiones los Papas suelen dejarles libertad, muchas materias que antes estaban abiertas a discusión ya no lo están16. Se enfatizó la necesidad de una reverencia adecuada a la autoridad del Magisterio de la Iglesia, que tiene la misión divina no solo de custodiar e interpretar la verdad revelada, sino también de vigilar las ciencias filosóficas para que los dogmas católicos no sufran daño por opiniones erróneas6.
Cautela en las Hipótesis Científicas: Se instó a la cautela cuando se trata de hipótesis con alguna base científica que involucran la doctrina contenida en la Sagrada Escritura o la Tradición. Si tales opiniones conjeturales se oponen directa o indirectamente a la doctrina revelada por Dios, no pueden ser admitidas17.
Importancia de la Filosofía Escolástica: Se reafirmó el valor de la filosofía escolástica, particularmente la de Santo Tomás de Aquino, como una base sólida para la teología, capaz de salvaguardar la validez del conocimiento humano y los principios metafísicos inquebrantables2. Se permitió enriquecer la filosofía con los frutos del progreso de la mente humana, pero nunca derrocarla o contaminarla con principios falsos8.
Progreso con Prudencia: Se animó a los estudiosos a promover el progreso de las ciencias que enseñan, pero siempre dentro de los límites establecidos para la protección de la verdad de la fe y la doctrina católica. En las nuevas cuestiones que la cultura moderna ha puesto de manifiesto, se debe investigar con la necesaria prudencia y cautela18.
Rechazo del Falso Irenismo: Finalmente, se advirtió contra un falso «irenismo» que buscaría atraer a los disidentes y errantes a la Iglesia sin enseñarles la verdad completa de la Iglesia, sin corrupción ni disminución18.
Conclusión
La encíclica Humani Generis de Pío XII fue un documento crucial para la teología católica del siglo XX. Sirvió como una llamada de atención para los teólogos y filósofos, recordándoles la importancia de la fidelidad a la verdad revelada y a la autoridad del Magisterio, incluso en medio de los avances científicos y las nuevas corrientes de pensamiento. Si bien generó debates y controversias, especialmente en torno a la cuestión del orden sobrenatural y la evolución, su objetivo fue asegurar que la búsqueda del conocimiento humano se mantuviera en armonía con la fe, protegiendo así la integridad de la doctrina católica para las generaciones futuras.
Citas
Papa Pío XII. Humani Generis, § 10 (1950). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Humani Generis, § 29 (1950). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Humani Generis, § 36 (1950). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Humani Generis, § 5 (1950). ↩
Papa Pío XII. Humani Generis, § 38 (1950). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Humani Generis, § 34 (1950). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Humani Generis, § 16 (1950). ↩
Papa Pío XII. Humani Generis, § 30 (1950). ↩ ↩2
Humani generis y «los gemelos», Jacob W. Wood. Henri de Lubac, Humani Generis, y el Deseo Natural de un Fin Sobrenatural, § 21. ↩ ↩2 ↩3
Jacob W. Wood. Henri de Lubac, Humani Generis, y el Deseo Natural de un Fin Sobrenatural, § 23. ↩ ↩2 ↩3
Henri de lubac, humani generis, y el deseo natural de un fin sobrenatural, Jacob W. Wood. Henri de Lubac, Humani Generis, y el Deseo Natural de un Fin Sobrenatural, § 1. ↩
Henri de lubac, humani generis, y el deseo natural de un fin sobrenatural, sin definir. Henri de Lubac, Humani Generis, y el Deseo Natural de un Fin Sobrenatural (2017). ↩
Jacob W. Wood. Henri de Lubac, Humani Generis, y el Deseo Natural de un Fin Sobrenatural, § 3. ↩
Jacob W. Wood. Henri de Lubac, Humani Generis, y el Deseo Natural de un Fin Sobrenatural, § 24. ↩
Papa Pío XII. Humani Generis, § 27 (1950). ↩
Papa Pío XII. Humani Generis, § 19 (1950). ↩
Papa Pío XII. Humani Generis, § 35 (1950). ↩
Papa Pío XII. Humani Generis, § 43 (1950). ↩ ↩2