Humildad

La humildad es una virtud cristiana fundamental, arraigada en la comprensión de la propia realidad ante Dios y los demás. Se considera la base de todas las virtudes, ya que permite a la persona reconocer sus limitaciones y dones, y someterse a la voluntad divina. Esta virtud no denigra al individuo, sino que lo capacita para aceptar su verdadera dignidad como hijo de Dios, abriéndolo a la gracia divina y al amor al prójimo. A lo largo de la tradición católica, desde los Padres de la Iglesia hasta los teólogos medievales como Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura, la humildad ha sido exaltada como una cualidad esencial para la salvación y un reflejo de la propia naturaleza de Cristo.
Tabla de contenido
Origen y Significado de la Humildad
La palabra humildad proviene del latín humilitas, que a su vez se deriva de humus, que significa «tierra»1,2. Esta etimología sugiere una conexión con la «bajeza» o la cercanía a la tierra, lo que implica una estimación modesta del propio valor y una disposición a la sumisión2. Sin embargo, la humildad en un sentido ético superior no es una auto-degradación, sino un reconocimiento de la propia realidad1,2. Es la virtud que nos asienta, permitiéndonos transitar con éxito las vicisitudes de la vida al aceptar nuestras limitaciones y renunciar a la necesidad de sobrevalorarnos o infravalorarnos a nosotros mismos o a los demás1.
En el contexto cristiano, la humildad es una virtud cardinal que se basa en la creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios1. Implica un deseo innato de buscar y respetar los bienes fundamentales de la existencia humana, como la vida, la verdad, la belleza, el amor y la amistad1. La persona humilde se acerca a Dios en oración preguntando: «¿Señor, qué quieres que haga? ¿Qué me pides?»1. Esto demuestra un elemento tanto objetivo como subjetivo de la humildad: objetivamente, se rige por metas humanas esenciales para el florecimiento; subjetivamente, se presenta total y honestamente ante el Señor, quien busca sacar más bondad y amor de nuestro interior1.
La Humildad en las Escrituras
La Sagrada Escritura exalta la humildad como una cualidad esencial para la vida de fe.
Antiguo Testamento
El libro del Sirácides (Eclesiástico) enfatiza la importancia de la humildad: «Hijo mío, realiza tus obras con humildad; entonces serás amado por los que Dios acepta. Cuanto más grande seas, más debes humillarte; así hallarás favor a los ojos del Señor» (Sir 3,17-18)3. También advierte contra el orgullo, afirmando que «el orgullo no fue creado para los seres humanos, ni la ira violenta para los nacidos de mujer» (Sir 10,18)4. El Señor, aunque grande en poder, es glorificado por los humildes (Sir 3,20)3.
Nuevo Testamento
Jesús mismo es el Maestro de la humildad, quien nos exhorta: «Aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas» (Mt 11,29)2,5. Él enseñó esta virtud con su ejemplo, lavando los pies de sus discípulos (Jn 13,5), recibiendo al traidor con un beso (Lc 22,47) y mostrándose primero a mujeres humildes después de su resurrección6.
En la parábola de los invitados a un banquete, Jesús instruye: «Cuando seas invitado a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que haya sido invitado alguien más distinguido que tú… Sino cuando seas invitado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: 'Amigo, sube más arriba'; entonces tendrás honor delante de todos los que están sentados contigo. Porque todo el que se exalta será humillado, y el que se humilla será exaltado» (Lc 14,8-11)7,8.
San Pablo, en su carta a los Filipenses, presenta a Cristo como el modelo supremo de humildad: «Tengan en ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Y hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2,5-8)9. Esta imitatio Christi es fundamental para la santidad y la humildad cristiana10.
La Humildad en los Padres de la Iglesia y la Teología Medieval
La comprensión de la humildad ha sido una constante en la enseñanza de la Iglesia a lo largo de los siglos.
Padres de la Iglesia
Los Padres de la Iglesia, como San Agustín y San Juan Crisóstomo, destacaron la humildad como una virtud esencial.
San Agustín de Hipona consideraba la humildad como el fundamento de todas las demás virtudes1. Sin ella, ninguna otra virtud puede existir verdaderamente en el alma1. Agustín también habló libremente de un «Dios humilde» y la consideraba la señal de la verdadera religión11. Él fue sorprendido y abrumado al descubrir que Dios es misteriosamente inmanente y trascendente a la vez: «tú estabas más dentro de mí que mi intimidad y más alto que lo más alto de mí»12.
San Juan Crisóstomo enseñó que quien pone la humildad como fundamento de su carácter puede construir con seguridad cualquier edificio de altura. Para él, la humildad es la «palizada más fuerte, un muro inamovible, una fortaleza impenetrable; sostiene todo el edificio y no permite que caiga… lo hace inaccesible a todos los ataques… y a través de ella Dios, el amante de la humanidad, derrama sobre nosotros sus abundantes dones»13.
San Cipriano de Cartago en sus Tratados subraya que la humildad y la quietud deben mantenerse en todas las cosas, citando pasajes bíblicos que alaban a los mansos y los humildes14.
San Jerónimo también enfatizó la humildad, recordando cómo Jesús, el «maestro de la humildad», tomó a un niño para enseñar la necesidad de hacerse como niños para entrar en el Reino de los Cielos6. Él contrasta el orgullo de Satanás, que lo llevó a perder su eminencia, con la gracia que Dios concede a los humildes6.
San Gregorio Magno en su Regla Pastoral y sus Epístolas contrasta la humildad con la soberbia. Afirma que la humildad del Hijo de Dios es el argumento de nuestra redención, mientras que el orgullo del diablo fue la ocasión de nuestra perdición15,5. Dios se humilló para enseñarnos a no ser orgullosos5.
Teología Medieval
Santo Tomás de Aquino define la humildad como la virtud que «consiste en mantenerse dentro de los propios límites, no aspirando a cosas que están por encima de uno, sino sometiéndose al superior»2. Según Aquino, la humildad requiere ante todo una «reverencia divina, que muestra que el hombre no debe atribuirse a sí mismo más de lo que le corresponde según la posición en la que Dios lo ha colocado»16. Esto significa que la humildad denota primero la «sujeción del hombre a Dios»16.
Aquino argumenta que la humildad modera el «movimiento de la mente hacia alguna excelencia»17. La postración ante Dios, por ejemplo, es una expresión simbólica de humildad, ya que al hacerlo «profesamos que no somos nada por nosotros mismos»17. Él también explica que la humildad de Cristo, en su naturaleza humana, es aún más digna de alabanza debido a su divinidad, ya que «no puede haber mayor dignidad para un hombre que ser Dios»2.
Sin embargo, Tomás de Aquino sostuvo que la humildad no puede convenir a Dios en su naturaleza divina, ya que Dios no tiene superior y está por encima de todo2,18. Para él, la humildad en Dios implicaría una imperfección o una desproporción, lo cual es inconcebible18. No obstante, algunos teólogos modernos, siguiendo a Padres como Atanasio y Agustín, han argumentado que la humildad sí pertenece a la naturaleza divina, viéndola como una condición trascendental para la encarnación y un reflejo del amor divino19,12,11.
San Buenaventura consideró la humildad como la «cima de la perfección evangélica y la esencia misma de la perfección cristiana»20. Para él, la humildad es la puerta de la sabiduría, la piedra angular de la justicia y la morada de la gracia20. Conduce a la sabiduría porque enseña la nada del hombre y la grandeza de Dios20.
La Humildad como Virtud Cristiana
La humildad es una virtud necesaria para la salvación2. Se opone directamente al orgullo, que es considerado la raíz de todos los pecados y una «aversión de Dios»13,16,15,20. El orgullo es el deseo de la propia excelencia hasta el punto de querer aumentarla desproporcionadamente, rechazando así el don de Dios16.
La humildad, en contraste, permite a la persona reconocer sus verdaderos defectos y dones, y someterse a la voluntad de Dios1. No es una debilidad, sino una fortaleza, una virtud divina12. Es la disposición regular y la práctica por la cual una persona acepta sus limitaciones e imperfecciones, y al mismo tiempo usa sus dones y habilidades para alabar y servir a Dios1.
La humildad también se conecta con otras virtudes:
Abre a Dios y al prójimo: La humildad hace a la persona capaz de recibir el poder transfigurador y liberador de Dios13.
Combate la envidia: La persona bautizada debe combatir la envidia a través de la buena voluntad, la humildad y el abandono a la providencia de Dios21,22.
Fundamento de la oración: La humildad es el fundamento de la oración, porque solo cuando reconocemos humildemente que «no sabemos orar como conviene», estamos listos para recibir libremente el don de la oración23. «El hombre es un mendigo ante Dios»23.
Libertad espiritual: La humildad, lejos de ser incertidumbre o timidez, es un acto de libertad espiritual y está conectada con la parresía (apertura valiente) siguiendo el ejemplo de Cristo10.
Obediencia: La humildad se manifiesta en la obediencia, como lo hizo Cristo al humillarse y hacerse obediente hasta la muerte9,24. La obediencia es el signo de la humildad, mientras que la desobediencia es el signo del orgullo24.
La humildad cristiana no denigra a la persona, sino que le permite reconocer su verdadera dignidad como hijo de Dios13. Es una cualidad que Dios infunde en la naturaleza humana, un deseo de buscar y respetar los bienes básicos de la existencia humana1. En la vida de la Iglesia, la humildad no es solo una virtud de los laicos hacia sus pastores, sino también un deber de los pastores mismos en el ejercicio de su ministerio10. Jesús enseñó a los Doce: «El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35)10.
Conclusión
La humildad es, en esencia, un reconocimiento de la realidad: la verdad sobre uno mismo en relación con Dios y con los demás1. Es la virtud que nos permite aceptar nuestras limitaciones mientras utilizamos nuestros dones para la gloria de Dios y el servicio al prójimo1. Como lo enseñaron los Padres de la Iglesia y los teólogos medievales, y como lo ejemplificó Cristo mismo, la humildad es indispensable para la vida cristiana, la base sobre la cual se construyen todas las demás virtudes y el camino hacia la verdadera sabiduría y la salvación1,20.
Citas
Arzobispo Salvatore Cordileone. Los Tres Pilares de la Educación Católica, § 8. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15
Humildad, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Humildad. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Sirácides 3. ↩ ↩2
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Sirácides 10. ↩
Libro V - Carta 18, Gregorio Magno, Papa. Epístolas de San Gregorio Magno, §Libro V, Carta 18 (590). ↩ ↩2 ↩3
Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 12 - A Antonio, Monje (374). ↩ ↩2 ↩3
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Lucas 14. ↩
Afrahat/Afraates. Demostración 5 (De las Guerras), § 2 (337). ↩
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Filipenses 2. ↩ ↩2
Capítulo 4: Cómo discernir las auténticas manifestaciones del sensus fidei - 1. Disposiciones necesarias para una auténtica participación en el sensus fidei - E) santidad - Humildad, libertad y alegría, Comisión Teológica Internacional. El sensus fidei en la vida de la Iglesia, § 101 (2014). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
John R. Betz. La Humildad de Dios: Sobre una Cuestión Disputada en Teología Trinitaria, § 26. ↩ ↩2
John R. Betz. La Humildad de Dios: Sobre una Cuestión Disputada en Teología Trinitaria, § 38. ↩ ↩2 ↩3
Parte tres - La vida de la Iglesia - II. La persona en Cristo como nueva creación - C. Una ascesis que purifica - 2. Los ocho pecados capitales469 y sus virtudes opuestas - H. El orgullo y su virtud opuesta—la humildad, Sínodo de la Iglesia greco-católica ucraniana. Catecismo de la Iglesia católica ucraniana: Cristo – Nuestra Pascua, § 779 (2016). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Tres libros de testimonios contra los judíos - Que la humildad y la quietud deben mantenerse en todas las cosas, Cipriano de Cartago. Los Tratados de Cipriano - Tratado XII (Libro 3), § 5 (249). ↩
Libro III - Cómo deben ser amonestados los humildes y los soberbios, Gregorio Magno, Papa (c. 540-604). Regla Pastoral, §Capítulo 17 (590). ↩ ↩2
Matthew Levering. El Pecado Original y los Principios Antropológicos de Humanae Vitae, § 18. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Conclusión, Kevin E. O’Reilly, O.P. Santo Tomás sobre la Adoración: Algunas Reflexiones, § 16. ↩ ↩2
John R. Betz. La Humildad de Dios: Sobre una Cuestión Disputada en Teología Trinitaria, § 25. ↩ ↩2
John R. Betz. La Humildad de Dios: Sobre una Cuestión Disputada en Teología Trinitaria, § 27. ↩
Buenaventura. De Reductione Artium ad Theologiam, § 116. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
En resumen, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2554 (1992). ↩
I. El desorden de los deseos codiciosos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2540 (1992). ↩
Sección primera la oración en la vida cristiana, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2559 (1992). ↩ ↩2
Mark Armitage. Obediente hasta la Muerte, e incluso Muerte de Cruz: La Obediencia de Cristo en la Soteriología de Santo Tomás de Aquino, § 3. ↩ ↩2