Iconoclasia

La iconoclasia, del griego eikonoklásmos («romper imágenes»), es una doctrina y práctica que busca la destrucción o prohibición de imágenes religiosas, especialmente íconos, dentro del cristianismo. Este movimiento, prominente en la Iglesia de Oriente durante los siglos VIII y IX, generó profundas controversias teológicas, artísticas y políticas, con repercusiones también en la Iglesia de Occidente. Este artículo explorará sus orígenes, desarrollo, la respuesta de la Iglesia y su legado en la tradición católica.
Tabla de contenido
Definición y Origen
La iconoclasia surgió como una corriente que desafió la legitimidad de la veneración de imágenes sagradas. Los iconoclastas argumentaban que la representación visual de Cristo, la Virgen María y los santos constituía idolatría, contraviniendo el segundo mandamiento (Éxodo 20,4-5)1. Esta postura se opuso a la enseñanza de la Iglesia Católica, que distingue entre la veneración de las imágenes como un honor a los santos y la adoración, que solo se reserva a Dios1.
El movimiento iconoclasta se gestó en la primera mitad del siglo VIII, impulsado por el emperador bizantino León III el Isaurio (716-741) y continuado por su hijo Constantino V (741-775)1. Sus motivaciones incluían la creencia de que las imágenes eran un obstáculo para la conversión de judíos y musulmanes, una fuente de superstición y división, y una violación del primer mandamiento. La campaña iconoclasta formó parte de una reforma más amplia de la Iglesia y el Estado, buscando purificar la fe y centralizar el poder imperial bajo el Patriarca de Constantinopla1. También existía una tendencia racionalista entre los emperadores iconoclastas, una reacción contra las formas de piedad bizantina, lo que explica en parte su aversión a los monjes, quienes eran defensores prominentes de los íconos1.
Iconoclasia en el Mundo Antiguo
La historia de la iconoclasia en Oriente se divide en dos períodos de persecución contra los defensores de las imágenes, cada uno finalizado por una emperatriz que restauró su veneración1.
El Primer Período Iconoclasta (726-787)
El primer período iconoclasta comenzó alrededor del año 726, cuando el emperador León III emitió un edicto que declaraba las imágenes como ídolos, prohibidas por las Escrituras, y ordenó su destrucción en las iglesias1. Esta orden provocó disturbios en todo el imperio. El patriarca Germán I de Constantinopla (715-730), un firme defensor de las imágenes, protestó contra el edicto y apeló al Papa Gregorio II1.
En 754, Constantino V convocó un sínodo en Hieria, cerca de Constantinopla, que se presentó como el Séptimo Concilio Ecuménico1,2. Asistieron unos 340 obispos, pero las sedes de Roma, Alejandría, Antioquía y Jerusalén se negaron a enviar legados, previendo que el concilio serviría a los intereses imperiales1,2. El sínodo de Hieria decretó que las imágenes de Cristo eran heréticas (monofisitas o nestorianas), ya que representar su divinidad era imposible, y que la única representación lícita de Cristo era la Eucaristía1,2. También condenó las imágenes de los santos como blasfemas y las consideró invenciones paganas e ídolos. Se pronunciaron anatemas contra los defensores de las imágenes, incluyendo a Germán de Constantinopla y a Juan Damasceno1. Tras este sínodo, los monjes, principales promotores de los íconos, fueron violentamente perseguidos, sus monasterios confiscados y muchos fueron torturados2.
La Respuesta de la Iglesia Católica
La Iglesia respondió a la iconoclasia en el Segundo Concilio de Nicea en 787, convocado por la emperatriz Irene y su hijo Constantino VI1. Este concilio, considerado el Séptimo Concilio Ecuménico, declaró la legitimidad de la veneración de los íconos y condenó la iconoclasia como herética1. El concilio estableció que las imágenes deben recibir veneración (proskynesis), pero no adoración (latreia), la cual está reservada solo a Dios. El honor dado a la imagen es relativo (schetike), pues se dirige al prototipo que representa1,3. El Papa Adriano I aprobó los actos del concilio y los hizo traducir al latín1.
El Segundo Período Iconoclasta (814-842)
Veintisiete años después del Concilio de Nicea II, la iconoclasia resurgió bajo el emperador León V el Armenio (813-820), seguido por Miguel II (820-829) y Teófilo (829-842)1. Durante este período, la destrucción de imágenes y la persecución de sus defensores se repitieron. Sin embargo, la emperatriz Teodora, tras la muerte de su esposo Teófilo, restauró la veneración de los íconos en el año 843, evento que se celebra en la Iglesia Oriental como el «Triunfo de la Ortodoxia»1. Aunque una facción iconoclasta persistió, nunca más obtuvo el apoyo imperial y gradualmente desapareció1.
Iconoclasia en la Iglesia Oriental
La iconoclasia fue un fenómeno más acentuado en la Iglesia de Oriente debido a la estrecha relación entre el poder imperial y la autoridad eclesiástica4. Los emperadores bizantinos veían la veneración de íconos como una amenaza a la autoridad estatal y a la unidad religiosa. La respuesta de la Iglesia Oriental, aunque sufrió persecuciones, culminó con el Segundo Concilio de Nicea, que reafirmó la doctrina de la veneración de imágenes y condenó la iconoclasia como una herejía1.
Iconoclasia en la Iglesia Occidental
En la Iglesia de Occidente, la iconoclasia tuvo un impacto menos directo, pero la crisis bizantina no pasó desapercibida1. Hubo malentendidos iniciales debido a traducciones imperfectas de las actas del Segundo Concilio de Nicea. Por ejemplo, una traducción errónea sugirió que la adoración se daba a las imágenes, lo que generó objeciones entre los obispos francos, quienes temían un retorno a la idolatría en poblaciones recientemente convertidas del paganismo1.
Sin embargo, la correspondencia entre la Santa Sede y la Iglesia franca aclaró gradualmente los decretos del concilio, y la veneración de imágenes fue aceptada en todo el Imperio Occidental1. El Papa Juan VIII (872-882) envió una traducción mejorada de las actas, lo que ayudó a disipar los malentendidos1. Aunque hubo casos aislados de iconoclasia en Occidente, como el del obispo Claudio de Turín en el siglo IX, estos fueron condenados por sínodos locales y contrarrestados por defensores de la práctica católica1. La Iglesia Católica defendió consistentemente la licitud de las imágenes, distinguiendo entre veneración y adoración5.
Reacción y Resolución
La iconoclasia fue finalmente derrotada por la Iglesia Católica y la Iglesia de Oriente mediante el Segundo Concilio de Nicea en 787, que declaró la legitimidad de la veneración de imágenes1,3. Este concilio estableció los principios teológicos que rigen la veneración, distinguiéndola claramente de la idolatría. Las imágenes se consideran una parte integral de la fe, y la iconoclasia fue condenada como una herejía, al igual que el arrianismo o el nestorianismo3.
Legado y Perspectiva Contemporánea
La iconoclasia dejó un legado duradero en la tradición católica. La Iglesia sigue defendiendo la veneración de imágenes como una forma de honrar a los santos y a Cristo, sin caer en la adoración del objeto1. La iconografía es reconocida como una herramienta pedagógica y devocional que ayuda a los fieles a comprender los misterios de la fe3. Aunque en la actualidad la iconoclasia sigue siendo un tema de debate en algunas comunidades cristianas, la Iglesia Católica mantiene su postura sobre la legitimidad y la importancia de la veneración de imágenes5.
El impacto de la iconoclasia fue significativo: causó la destrucción irreparable de numerosas obras de arte sacro, como estatuas, pinturas, mosaicos y reliquias4. También contribuyó al distanciamiento político e ideológico del papado del ámbito bizantino-oriental, acercándolo a las potencias germánico-latinas de Occidente4. Estos eventos profundizaron la división entre Oriente y Occidente, sentando precedentes canónicos y teológicos que dificultarían futuros intentos de reconciliación4.
Citas
Iconoclastia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, § Iconoclastia. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27
B2. La crisis iconoclasta, Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. Iconografía y Liturgia, § 2 (2005). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Veneración de imágenes, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, § Veneración de Imágenes. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Iconoclastia, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, § Iconoclastia (2015). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Pío XII. Mediator Dei, § 189 (1947). ↩ ↩2