Iglesia greco-católica bielorrusa
La Iglesia greco‑católica bielorrusa es una de las veinticuatro Iglesias sui iuris que integran la Iglesia católica. Pertenece al rito bizantino, celebra sus liturgias en eslavo eclesiástico y conserva la plena comunión con la Santa Sede. Su historia está marcada por la Unión de Brest, la persecución bajo el Imperio ruso y la Unión Soviética, y un renacimiento tras la independencia de Bielorrusia en 1991. Actualmente está organizada en dos decanatos, cuenta con unas veinte parroquias y está bajo la jurisdicción de la Congregación para las Iglesias Orientales1.
Tabla de contenido
Historia
Orígenes y la Unión de Brest (1595‑1596)
En el contexto de la Unión de Brest, los obispos de la provincia metropolitana de Kiev acordaron restablecer la comunión con Roma sin abandonar su liturgia bizantina ni sus costumbres propias. El acta de unión, firmada el 18 de octubre de 1596, declaraba la intención de permanecer bajo la autoridad del Papa como «una sola roca» y de evitar el cisma que dividía a los cristianos orientales1. La mayor parte de los fieles bielorrusos se adhirieron a este movimiento, formando la base de la futura Iglesia greco‑católica bielorrusa.
Supresión y persecución bajo el dominio ruso
Tras la partición de la Mancomunidad de Polonia‑Lituania, la mayor parte del territorio bielorruso quedó bajo el Imperio ruso. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, la autoridad rusa impulsó la incorporación masiva de los greco‑católicos al Patriarcado ruso, provocando la pérdida de miles de parroquias y sacerdotes. Muchos fieles continuaron practicando su fe en secreto, arriesgándose a la represión estatal y eclesiástica1.
Renacimiento en el siglo XX
El decreto de libertad de culto de 1903 permitió a algunos bielorrusos buscar la unión con Roma, aunque el gobierno ruso siguió negando el reconocimiento de una comunidad bizantinista. Tras la Primera Guerra Mundial y la ocupación polaca de partes de Bielorrusia, surgieron nuevas parroquias greco‑católicas que celebraban la liturgia en eslavo eclesiástico. La Segunda Guerra Mundial y la posterior anexión soviética suprimieron nuevamente la Iglesia, que quedó relegada a la clandestinidad.
Con la caída del bloque soviético y la independencia de Bielorrusia en 1991, la Iglesia greco‑católica resurgió. En 1993 el arcipreste Sergiusz Gajek fue nombrado visitador apostólico, organizando las parroquias en dos decanatos. El 30 de marzo de 2023 la Santa Sede erigió la Administración Apostólica para los fieles de rito bizantino en Bielorrusia, designando a Gajek como su primer administrador1.
Situación actual
En la actualidad la Iglesia cuenta con 16 sacerdotes, 9 seminaristas y alrededor de 3 000 fieles que asisten regularmente a sus 20 parroquias, además de unos 4 000 que forman comunidades informales. Está dividida en los decanatos Beato Mikalay (centro‑occidental) y San Jozafat (oriental), y sigue dependiente de la Congregación para las Iglesias Orientales1.
Organización eclesiástica
Decanatos y parroquias
Beato Mikalay: abarca Minsk, Goradnia, Brest y la provincia de Minsk. Entre sus parroquias destacan San José y Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Minsk, así como la parroquia de San Josafat en Lida.
San Jozafat: cubre las provincias de Gómel, Maguiliu y Vítebsk, con parroquias como Resurrección de Cristo en Vítebsk y Santo Mártir Jozafat en Pólatsk.
Cada decanato está encabezado por un arcipreste que coordina la vida pastoral, la catequesis y la formación de nuevos clérigos1.
Jerarquía y autoridad
El administrador apostólico, designado por el Papa, actúa como autoridad pastoral suprema en Bielorrusia, mientras que la Congregación para las Iglesias Orientales supervisa la normativa canónica y la relación con la Santa Sede. No existe una jerarquía episcopal local autónoma; la comunidad depende directamente de la Curia romana1.
Liturgia y lengua
La Iglesia greco‑católica bielorrusa celebra la Divina Liturgia siguiendo el rito bizantino, con el eslavo eclesiástico como lengua litúrgica tradicional. En la práctica contemporánea, la predicación y la catequesis se realizan mayoritariamente en bielorruso, facilitando la comprensión de los fieles y reforzando la identidad cultural del pueblo1.
Diáspora y comunidades fuera de Bielorrusia
Durante el siglo XX, muchos greco‑católicos bielorrusos emigraron a Europa occidental y a los Estados Unidos. Se establecieron parroquias y centros pastorales en Londres, París, Amberes y Chicago, donde figuras como Alexander Nadson y Leo Haroshka tradujeron los textos litúrgicos al bielorruso y mantuvieron viva la tradición. Aunque algunas de estas comunidades han cerrado (por ejemplo, la parroquia de Chicago en 2003), siguen existiendo pequeñas comunidades en Praga, Kaliningrado y Kaunas1.
Relaciones ecuménicas
La Iglesia greco‑católica bielorrusa mantiene diálogos con la Iglesia ortodoxa rusa y con otras Iglesias orientales, buscando la unidad cristiana mientras defiende su derecho a ejercer el rito bizantino en su territorio. El Papa Juan Pablo II subrayó la importancia de este diálogo, recordando que los católicos bielorrusos «son también de aquí» y pueden colaborar en proyectos humanitarios y culturales sin incurrir en proselitismo1.
Desafíos contemporáneos
Escasez de clérigos: la falta de sacerdotes y la necesidad de formar nuevos seminaristas son prioridades para la administración apostólica.
Reconocimiento estatal: aunque varias parroquias han obtenido reconocimiento oficial, la Iglesia sigue enfrentando limitaciones legales y administrativas.
Preservación cultural: equilibrar la tradición bizantinista con la lengua y la identidad nacional bielorrusa es un reto constante.
A pesar de estos obstáculos, la Iglesia greco‑católica bielorrusa continúa su misión pastoral, ofreciendo los sacramentos, la educación cristiana y la asistencia social a sus fieles, y contribuyendo al rico mosaico de la familia universal de la Iglesia1.
