Iglesia peregrina
La Iglesia peregrina, también conocida como Iglesia militante, es un concepto fundamental en la teología católica que describe a los cristianos que viven en la tierra, esforzándose por alcanzar la salvación y la vida eterna. Este término subraya la naturaleza transitoria de la existencia terrenal y la constante lucha espiritual que los fieles enfrentan mientras avanzan hacia la Iglesia triunfante en el cielo. La Iglesia peregrina es una de las tres partes que, según la doctrina católica, conforman el cuerpo espiritual de Cristo, junto con la Iglesia purgante y la Iglesia triunfante.
Tabla de contenido
La Naturaleza de la Iglesia Peregrina
La Iglesia católica concibe a los cristianos en el mundo como «peregrinos» que caminan hacia la Iglesia triunfante1. Este concepto implica un viaje constante, una peregrinación necesaria que los fieles cristianos deben recorrer para alcanzar la vida eterna1,2. El Concilio Vaticano II, bajo el pontificado del Papa Juan XXIII, expuso que el cuerpo de la Iglesia católica se divide en tres partes: la Iglesia purgante, la Iglesia triunfante y la Iglesia peregrina, las cuales juntas constituyen el cuerpo espiritual de Jesucristo3.
El término «militante», a menudo asociado con la Iglesia peregrina, hace referencia a la lucha espiritual que los cristianos deben librar en el mundo terrenal contra las tentaciones y el pecado1. Esta lucha no implica un desprecio por el mundo o un desinterés por las actividades terrenales, sino una conciencia constante del destino eterno y una invitación a mirar más allá de lo temporal1.
Orígenes y Fundamentos Escriturísticos
La idea de la Iglesia como «peregrina» tiene raíces profundas en la Sagrada Escritura. San Pablo, en su Primera Carta a los Corintios, describe la unidad del cuerpo de Cristo, donde todos los miembros, aunque diversos, forman un solo cuerpo por el bautismo en un mismo Espíritu4. Esta unidad en la diversidad es una característica esencial de la Iglesia peregrina.
Los Padres de la Iglesia también desarrollaron esta noción. San Juan Crisóstomo fue uno de los primeros en denominar a la Iglesia purgante, Iglesia peregrina y Iglesia triunfante como partes del cuerpo espiritual de Cristo3. San Agustín, en su obra «La Ciudad de Dios», afirmó que «la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios»3.
El Papa Juan Pablo II, en su audiencia general del 4 de agosto de 1999, utilizó el Salmo 51 del Antiguo Testamento para reflexionar sobre la Iglesia peregrina y la Iglesia purgante, destacando la «purificación necesaria para el encuentro con Dios»3.
La Doctrina Católica y el Concilio Vaticano II
El Catecismo de la Iglesia Católica profundiza en la doctrina de la Iglesia peregrina, explicando que todos los que son de Cristo y tienen su Espíritu forman una misma Iglesia, unidos en el mismo amor a Dios y al prójimo, y cantando el mismo himno de alabanza5.
El Concilio Vaticano II retomó y enfatizó la cualificación de la Iglesia como «peregrina» en sus documentos, como la Constitución Dogmática Lumen Gentium2,3,4. El Papa Pablo VI destacó que esta imagen del peregrinaje es «estupenda» y «verdadera», y que el Concilio la emplea muy a menudo para hablar de la Iglesia que peregrina en la tierra, en el mundo y en el tiempo, con una «instancable tensión hacia la manifestación final de los hijos de Dios»2,3.
Esta imagen del peregrinaje implica que la Iglesia tiene una doble vida: una en el tiempo y otra más allá del tiempo, en la eternidad, hacia la cual se dirige el peregrinaje3. Ser conscientes de esta realidad nos lleva a comprender la precariedad y caducidad de todo lo que conforma nuestro mundo presente3.
El Peregrino en el Contexto de la Iglesia
El concepto de «peregrino» no solo se aplica a la Iglesia en su conjunto, sino también a cada fiel individualmente. Los cristianos son llamados a ser «extranjeros y peregrinos sobre la tierra»1, buscando la «ciudad futura» y poniendo su esperanza en Dios, no en las cosas de este mundo1.
El peregrino es una figura que vive de la fe, dispuesto a dejarlo todo, arrastrado por la luz divina para purificar su alma4. Es una llama viva de piedad, generoso y con un impulso constante hacia adelante, mostrando amor, respeto y adhesión a la Iglesia4.
La Iglesia, en su rol misionero en el mundo y en espera de la patria definitiva, se siente peregrina en la tierra5. Este compromiso de acompañar a quienes, por diversas razones, han dejado su hogar y su patria, es una aplicación práctica de un principio evangélico fundamental: «hacerse todo a todos»5.
Santuarios y Peregrinaciones
El Código de Derecho Canónico también hace referencia a la figura del peregrino y a los lugares de peregrinación. Un santuario se define como una iglesia u otro lugar sagrado al que numerosos fieles acuden en peregrinación por una razón especial de piedad, con la aprobación del ordinario del lugar6. Estos santuarios pueden recibir ciertos privilegios cuando las circunstancias locales, el gran número de peregrinos y, especialmente, el bien de los fieles así lo aconsejan7.
Para que un santuario sea reconocido como nacional, se requiere la aprobación de la conferencia episcopal; para ser internacional, se necesita la aprobación de la Santa Sede8. Los estatutos de estos santuarios deben determinar su finalidad, la autoridad del rector y la propiedad y administración de los bienes9.
El Código de Derecho Canónico distingue entre diferentes tipos de personas según su residencia, incluyendo al «viajero» o peregrino (peregrinus), que es aquella persona que se encuentra fuera del lugar de su domicilio o cuasi-domicilio, el cual aún conserva10. Los viajeros no están obligados por las leyes particulares de su propio territorio mientras estén ausentes de él, a menos que la transgresión de esas leyes cause daño en su propio territorio o que las leyes sean personales11.
Conclusión
La Iglesia peregrina es una imagen rica y dinámica que encapsula la esencia de la vida cristiana en la tierra. Recuerda a los fieles su vocación a la santidad y su destino eterno, mientras los impulsa a vivir con una fe activa, una caridad operosa y una constante vigilancia. Es un llamado a la unidad en Cristo, a la lucha contra el pecado y a la proclamación del Evangelio, sabiendo que, aunque la existencia terrenal es transitoria, el camino conduce a la «ciudad estable», la Jerusalén celestial1.
Citas
Papa Juan Pablo II. 9 de abril de 1987: Liturgia de la Palabra con una reflexión sobre el tema de la inmigración en Paraná, Argentina - Homilía (1987). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
La chiesa pellegrina, Papa Pablo VI. Audiencia General del 31 de diciembre de 1969 (1969). ↩ ↩2 ↩3
Fede salda e carità operosa - La chiesa pellegrina, Papa Pablo VI. Audiencia General del 13 de mayo de 1970 (1970). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Papa Pío XII. Radiomensaje a los jóvenes reunidos en Santiago de Compostela (28 de agosto de 1948) (1948). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. A los participantes de la Convención Europea organizada por la Comisión Episcopal para las Migraciones (27 de junio de 1986) - Discurso, § 2 (1986). ↩ ↩2 ↩3
Capítulo III. Santuarios, Código de Derecho Canónico, § 1230 (1983). ↩
Capítulo III. Santuarios, Código de Derecho Canónico, § 1233 (1983). ↩
Capítulo III. Santuarios, Código de Derecho Canónico, § 1231 (1983). ↩
Capítulo III. Santuarios, Código de Derecho Canónico, § 1232 (1983). ↩
Capítulo I. La condición canónica de las personas físicas, Código de Derecho Canónico, § 100 (1983). ↩
Título I. Leyes eclesiásticas, Código de Derecho Canónico, § 13 (1983). ↩
