Iglesia primitiva
La Iglesia Primitiva se refiere al período inicial del cristianismo, que abarca desde la Ascensión de Jesucristo hasta aproximadamente el final del siglo VIII. Durante esta época, la Iglesia Católica experimentó un desarrollo fundamental en su doctrina, estructura, liturgia y prácticas, sentando las bases de lo que hoy conocemos. Este período fue crucial para la definición de la fe cristiana, la formación del canon bíblico, el establecimiento de la sucesión apostólica y la articulación de la relación entre la Iglesia y el Estado.
Tabla de contenido
Orígenes y Fundamentos Apostólicos
Los orígenes del cristianismo y de la Iglesia Católica son hechos históricos que están probados y determinados en el tiempo y el espacio1. La Iglesia misma es un hecho histórico que ha atravesado los últimos dos milenios2. La Iglesia primitiva se fundó sobre las enseñanzas de Jesucristo y la misión de sus apóstoles. Desde la primera generación cristiana, la paradosis (tradición) ha sido la proclamación del evento de Cristo y su significado salvífico, que se realiza por la acción del Espíritu Santo3.
Los apóstoles, testigos oculares y ministros de la Palabra, transmitieron estas enseñanzas, tanto las palabras como las acciones del Señor, que fueron recogidas en los cuatro Evangelios3,4. Esta tradición fundacional es la tradición apostólica3. No solo abarca el «depósito» de la «verdadera doctrina», sino también las normas de comportamiento y las reglas para la vida comunitaria3. La Iglesia lee la Escritura a la luz de la «regla de fe», es decir, de su fe viva que ha permanecido fiel a la enseñanza de los Apóstoles3.
La Sucesión Apostólica
Desde la Iglesia primitiva, el cristianismo se organizó en torno a las principales sedes apostólicas, con la sede de Roma ocupando el primer lugar en la jerarquía5. La enseñanza de la Iglesia, transmitida en sucesión ordenada desde los apóstoles y que permanece en las Iglesias hasta el día de hoy, es lo único que debe aceptarse como verdad, siempre que no difiera en ningún aspecto de la tradición eclesiástica y apostólica6,4.
La sucesión apostólica es fundamental para la Iglesia Católica, pues asegura que la enseñanza de Cristo y de los apóstoles se transmite fielmente a través de las generaciones7. Los escritos subapostólicos del Nuevo Testamento tienen un carácter normativo para la Iglesia posterior, ya que deben edificarse sobre los apóstoles, quienes a su vez tienen a Cristo como su fundamento7. Este Magisterio comenzó a desarrollarse plenamente en el siglo II, cuando la idea de la sucesión apostólica se hizo explícita7.
Desarrollo Doctrinal y Canónico
La Iglesia primitiva enfrentó el desafío de distinguir las tradiciones auténticas de las no auténticas, y los escritos verdaderos de los pseudo-apostólicos8. A finales del siglo II, la cuestión de la canonicidad —el carácter auténtico y normativo de los escritos supuestamente apostólicos— se extendió por toda la Iglesia8. La Iglesia tuvo que luchar para definir su propio autoconcepto y lo que era auténticamente cristiano, en contraposición a lo distorsionado o falsificado8.
Este proceso se llevó a cabo en gran medida mediante la toma de decisiones sobre documentos literarios: ciertos escritos fueron recopilados y aprobados para la lectura pública en las iglesias, y el núcleo de esta colección fue declarado auténticamente «apostólico»8. De hecho, la Iglesia ha considerado su pasado y a sí misma para determinar lo que recibió como material original y normativo de la predicación de Cristo, e identificar las obras literarias que fijan esta enseñanza auténtica como portadoras de la palabra divina, constituyendo así la Sagrada Escritura8.
Concilios y Padres de la Iglesia
Los Padres de la Iglesia, como Orígenes, Tertuliano y Eusebio, defendieron la tradición eclesiástica y apostólica frente a las herejías6,4. Por ejemplo, Orígenes afirmaba que no debíamos apartarnos de la primera tradición eclesiástica ni creer de otra manera que como las Iglesias de Dios nos han transmitido por sucesión4.
El Concilio de Nicea II afirmó solemnemente la existencia de la «tradición eclesiástica escrita y no escrita» como referencia normativa para la fe y la disciplina de la Iglesia9. Los Padres de Nicea II entendieron la «tradición eclesiástica» como la de los seis concilios ecuménicos anteriores y la de los Padres ortodoxos cuya enseñanza era comúnmente aceptada en la Iglesia9. El Concilio definió como parte de la fe la verdad esencial de que el mensaje cristiano es «tradición» (paradosis)9.
Relación con la Historia y el Estado
La Iglesia Católica tiene plena conciencia de sus orígenes históricos1. Entre el cristianismo y la historia no se descubre ninguna oposición; la Iglesia nunca ha enseñado que la historia sea una emanación del mal10. Desde la antigüedad cristiana y la época patrística, la Iglesia ha afirmado que la naturaleza no ha sido corrompida por el pecado y que el hombre puede realizar acciones buenas y honestas, incluso antes del cristianismo o sin ser cristiano, bajo la influencia de la gracia de Cristo10.
En la época precristiana, la autoridad pública, el Estado, era competente tanto en asuntos profanos como religiosos11. Sin embargo, la Iglesia Católica es consciente de que su divino Fundador le transmitió el dominio de la religión, la dirección religiosa y moral de los hombres en toda su extensión, independientemente del poder del Estado11. Desde entonces, ha existido una historia de las relaciones entre la Iglesia y el Estado11.
Unidad y Diversidad en la Iglesia Primitiva
Es común referirse a un tiempo de la «Iglesia indivisa», generalmente antes de 1054, cuando las Iglesias de Roma y Constantinopla se separaron12. Sin embargo, esta noción puede ser refutada tanto por la fe como por la razón. Para los cristianos, la unidad es una marca distintiva de la Iglesia: es una, santa, católica y apostólica, y no puede perder el don de la unidad12. Una lectura razonable de la historia cristiana temprana muestra que los seguidores de Jesús estuvieron divididos desde el principio, como se evidencia en desacuerdos sobre asuntos doctrinales12.
A pesar de las divisiones, el argumento de la tradición apostólica ha sido enfatizado en los diálogos entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, reconociendo una primacía universal, aunque con diferencias en cuanto a la forma de ejercerla y sus fundamentos escriturísticos y teológicos5. El orden de las cinco sedes patriarcales fue reconocido entre los siglos IV y VII, con la sede de Roma ocupando el primer lugar con una primacía de honor (presbeia tes times), seguida por Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén5.
Conclusión
La Iglesia Primitiva fue un período de formación y consolidación para el cristianismo. En ella se establecieron las bases doctrinales, se definió el canon de las Escrituras, se afirmó la importancia de la sucesión apostólica y la tradición, y se forjó la identidad de la Iglesia Católica en un mundo cambiante. El estudio de este período es fundamental para comprender la riqueza y profundidad de la fe cristiana y la continuidad histórica de la Iglesia.
Citas
Papa Pío XII. Discurso Vous avez voulu a los participantes en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas (7 de septiembre de 1955), § 10 (1955). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Discurso Vous avez voulu a los participantes en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas (7 de septiembre de 1955), § 3 (1955). ↩
Papa Juan Pablo II. Duodecimum Saeculum, § II.6 (1987). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
B5, John Henry Newman. Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, § 361. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Perspectivas para un ministerio de unidad en una Iglesia reunificada - 3.1. ¿Es necesario un primado para toda la Iglesia? - 3.1.1. El argumento de la tradición apostólica, El Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. El Obispo de Roma, § 3.76 (2024). ↩ ↩2 ↩3
Orígenes de Alejandría. De Principiis, §Prefacio. 2 (215). ↩ ↩2
Introducción, Comisión Teológica Internacional. La enseñanza católica sobre la sucesión apostólica, § Introducción (1973). ↩ ↩2 ↩3
Denis Farkasfalvy, O.Cist. Fundamentos bíblicos para una teología de la inspiración, § 21. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. Duodecimum Saeculum, § II.5 (1987). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Discurso Vous avez voulu a los participantes en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas (7 de septiembre de 1955), § 7 (1955). ↩ ↩2
Papa Pío XII. Discurso Vous avez voulu a los participantes en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas (7 de septiembre de 1955), § 16 (1955). ↩ ↩2 ↩3
La Iglesia indivisa: Mito e historia, Andrew Hofer, O.P. La Iglesia Indivisa: Mito e Historia, § 1. ↩ ↩2 ↩3