Infancia espiritual
La infancia espiritual es un camino de santidad dentro de la tradición católica que invita a los fieles a adoptar la humildad, la confianza y el abandono total en Dios, imitando la sencillez y la dependencia de un niño. Esta doctrina, profundamente arraigada en las enseñanzas de Jesús sobre la necesidad de hacerse como niños para entrar en el Reino de los Cielos, ha sido vivida y promovida por varios santos, siendo Santa Teresa del Niño Jesús su más célebre exponente. No se trata de una actitud pueril o inmadura, sino de una profunda postura teológica y metafísica que reconoce la trascendencia divina y la absoluta dependencia de la criatura respecto a su Creador, fomentando una relación filial con Dios Padre.
Tabla de contenido
Orígenes Bíblicos y Patrísticos
La base evangélica de la infancia espiritual se encuentra en las palabras de Jesús: «Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mateo 18,3)1. Estas palabras, junto con otras que exaltan la infancia (Mateo 11,25; 18,4; 19,14; 25,40), constituyen el fundamento más autorizado de esta espiritualidad1. Jesús también defendió el derecho de los niños a acercarse a Él, afirmando que «de los que son como ellos es el Reino de los Cielos» (Mateo 19,14)2.
Los Padres de la Iglesia también reflexionaron sobre la idea de la infancia espiritual en el contexto del crecimiento en la fe. San Agustín, por ejemplo, en sus Exposiciones sobre los Salmos, compara a los recién bautizados con niños que necesitan ser alimentados con la «leche de la enseñanza sencilla» antes de poder recibir el «alimento sólido»3,4. Él advierte contra el deseo prematuro de «carne» espiritual cuando aún se necesita «leche», instando a la paciencia y a la humildad para crecer en la fe5. Agustín también señala que la regeneración espiritual en el bautismo es suficiente para la salvación de los niños que mueren en la infancia, equiparando su dependencia de la Iglesia a la del feto en el vientre materno6,7.
Desarrollo Teológico y la Escuela de Santa Teresa de Lisieux
A lo largo de la historia de la Iglesia, la noción de infancia espiritual ha sido interpretada y desarrollada. Santo Tomás de Aquino, en su obra Contra doctrinam retrahentium a religione, describe un proceso de maduración espiritual que compara con las etapas de un niño: la concepción y nutrición en el vientre de la Iglesia (catecumenado y exorcismo), el nacimiento espiritual por el bautismo, y luego ser «llevado en brazos y amamantado» con la leche de la enseñanza sencilla8,9. Este período de «leche» implica prácticas menos laboriosas, como la ausencia de ayuno o vigilias nocturnas, hasta que, confirmados por el Espíritu Santo, los cristianos son «destetados» y comienzan a ayunar y a realizar ejercicios más exigentes8,9. Este proceso subraya la importancia de un crecimiento gradual y ordenado en la vida espiritual, donde la «leche de la enseñanza sencilla» precede a una doctrina más compleja9.
Sin embargo, la infancia espiritual en su sentido más conocido y difundido en la actualidad se asocia indisolublemente con Santa Teresa del Niño Jesús (Santa Teresita de Lisieux). Ella enseñó un «camino de confianza y abandono total» que resume la esencia de esta espiritualidad1. Teresa, al añadir a su nombre el del Niño Jesús, expresó vívidamente su imagen en sí misma, y su enseñanza, difundida a través de sus escritos, ha llevado a muchos fieles a desear practicar esta infancia espiritual10,11.
La infancia espiritual, según Santa Teresa, no es algo pueril o afectado, sino una corriente viva en la religiosidad que se expresa en un lenguaje sencillo e inocente, derivado de las palabras de Jesús1. Consiste en pensar y hacer por ejercicio de virtud todo lo que un niño hace por naturaleza10,11. Esto implica una humildad no solo moral, sino también teológica y metafísica, que reconoce la trascendencia de Dios y la dependencia absoluta de la criatura respecto al Creador1. A esta humildad, la escuela espiritual de Teresa une la confianza, porque Dios ha dado muchos signos de su bondad y amor, queriendo ser llamado Padre, lo que llena el espíritu con el sentido de la filiación y de una infancia llena de confianza y abandono1.
Características de la Infancia Espiritual
La infancia espiritual se caracteriza por varios elementos clave:
Humildad y Sencillez: Implica reconocer la propia pequeñez y dependencia de Dios, sin pretensiones de autosuficiencia1. Los niños, al no estar manchados por la culpa ni impedidos por las pasiones, reposan seguros en su inocencia y expresan sinceramente sus pensamientos10.
Confianza y Abandono: Es un camino de total abandono en la providencia divina, confiando plenamente en el amor y la misericordia de Dios Padre1. Esta confianza filial es fundamental para esta espiritualidad1.
Aspiración a lo Divino: En el corazón de cada niño reside una aspiración divina y espiritual, inherente al ser humano creado a imagen de Dios. Los niños expresan con mayor evidencia esta aspiración a todo lo que es bello, verdadero y bueno12,13.
Crecimiento en la Gracia: Así como el cuerpo crece, el espíritu también debe crecer en gracia, como se dice de Jesús en el Evangelio14. La Iglesia, desde la más tierna edad, se interesa en la educación de la vida de fe y en la formación de la conciencia, junto con el aprendizaje del recto uso de la libertad15.
Receptividad a la Gracia: La conversión al servicio de Dios a menudo va acompañada de un período en el que el alma es nutrida y acariciada espiritualmente por Dios, como un niño por su madre, recibiendo «leche espiritual» y placer en los ejercicios espirituales16.
La Infancia Espiritual en la Vida Cotidiana
La infancia espiritual no es exclusiva de la vida monástica o de personas con vocaciones extraordinarias, sino que está destinada a ser practicada por todos los fieles en su vida diaria. Los Papas han exhortado a mantener y defender este «depósito espiritual» rico que cada persona lleva consigo12. Se trata de un camino que facilita la corrección de la sociedad humana y fomenta un deseo de practicar estas virtudes en los corazones de los fieles10.
La pedagogía moderna ha reconocido que la capacidad de educar y formar a un ser humano para actos bellos e inteligentes comienza ya en los años más tiernos, cercanos a la cuna. Si la educación profana es posible a esta edad, también lo es la educación religiosa. Enseñar desde la primera edad a amar al Señor y a conocer a Jesús, estableciendo una relación religiosa entre Dios y el alma, puede hacer que esta relación resista a lo largo de la vida17.
La infancia espiritual, por tanto, es una invitación a vivir la fe con la pureza, la dependencia y la confianza de un niño, permitiendo que la gracia de Dios actúe plenamente en el alma y conduciéndonos a una relación más profunda y auténtica con Él.
Conclusión
La infancia espiritual es una vía profunda de santidad católica, inspirada en las palabras de Jesús y magistralmente desarrollada por Santa Teresa del Niño Jesús. Lejos de ser una inmadurez, representa una postura de humildad radical, confianza filial y abandono total en Dios. Esta espiritualidad invita a todos los fieles a reconocer su dependencia absoluta del Creador, a aspirar a lo divino con la sencillez de un niño y a crecer en la gracia mediante una relación íntima y confiada con el Padre.
Citas
Gli ineffabili insegnamenti del presepio - Una nuova spiritualità, Papa Pablo VI. Audiencia General del 29 de diciembre de 1971 (1971). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 29 de agosto de 1979 (1979). ↩
Agustín de Hipona. Exposiciones sobre los Salmos - Salmo 39, § 3 (420). ↩
Agustín de Hipona. Exposiciones sobre los Salmos - Salmo 50, § 27 (420). ↩
Agustín de Hipona. Exposiciones sobre los Salmos - Salmo 131, § 6 (418). ↩
Capítulo 16.— las leyes de la gracia, que se extienden a todas las épocas de la vida del regenerado, Agustín de Hipona. La Ciudad de Dios - Libro 21, § 16 (426). ↩
Tercera parte - De quienes reciben el bautismo - ¿Deben ser bautizados los niños? , Tomás de Aquino. Suma Teológica, § III, C. 68, A. 9 (1274). ↩
Capítulo 2 - Argumentos de quienes sostienen que no debe admitirse a la vida religiosa a quienes no estén ejercitados en la práctica de los mandamientos, Tomás de Aquino. Contra la doctrina de quienes disuaden de la religión (Contra doctrinam retrahentium a religione), §Capítulo 2 (1270). ↩ ↩2
Capítulo 7 - Los argumentos de nuestros oponentes son refutados de manera concluyente, Tomás de Aquino. Contra la doctrina de quienes disuaden de la religión (Contra doctrinam retrahentium a religione), §Capítulo 7 (1270). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XI. Teresa di Gesù Bambino (di Lisieux) (1873-1897) - Homilía (1925). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Pío XI. 17 de mayo de 1925: Celebración Eucarística para la Canonización de Santa Teresa del Niño Jesús (1925). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Visita pastoral a la parroquia de Santa María en Roma (10 de febrero de 1991) - Discurso (1991). ↩ ↩2
Tema: Veicolo di cultura e di valori - 1. Bambini fino a 6 anni: A voi genitori ed educatori - I. Il vostro bambino ha bisogno:, Dicasterio para la Comunicación. Educación «100 años de cine» (20 de enero de 1995), § 3 (1995). ↩
Papa Juan Pablo II. Visita pastoral a la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Agonía en Roma (25 de febrero de 1990) - Discurso (1990). ↩
Papa Juan XXIII. Mensaje a los participantes en el 7º Congreso Interamericano de Educación Católica (10 de enero de 1960) (1960). ↩
Capítulo 1 - Establece la primera línea y comienza a tratar de las imperfecciones de los principiantes, Juan de Yepes y Álvarez (San Juan de la Cruz). La Noche Oscura del Alma, §Libro I, Capítulo 1.2 (1579). ↩
Papa Pablo VI. A las Jóvenes del grupo «Beniamine» (28 de diciembre de 1963) (1963). ↩