Jeremías (profeta)

Jeremías fue uno de los profetas mayores del Antiguo Testamento, cuya vida y ministerio se caracterizaron por un profundo sufrimiento y una inquebrantable fidelidad a la palabra de Dios, incluso frente a la oposición y la inminente destrucción de Judá y Jerusalén. Su profecía abarcó un período crítico en la historia de Israel, desde el reinado de Josías hasta el exilio babilónico, y sus escritos no solo denunciaron la infidelidad del pueblo y sus líderes, sino que también anunciaron un nuevo pacto. La Iglesia Católica reconoce a Jeremías como un tipo de Cristo sufriente, y sus lamentaciones resuenan profundamente en la liturgia, especialmente durante la Semana Santa.
Tabla de contenido
Vida y Contexto Histórico
Jeremías, hijo de Hilcías, era de una familia de sacerdotes en Anatot, en la tierra de Benjamín1. Su ministerio profético comenzó en el decimotercer año del reinado del rey Josías de Judá y continuó a través de los reinados de Joacim y Sedecías, hasta el quinto mes del cautiverio de Jerusalén1, lo que lo sitúa en un período de gran agitación política y religiosa. En Roma, este tiempo coincidió con los reinados de Anco Marcio y Tarquinio Prisco2.
El contexto histórico de la labor de Jeremías estuvo marcado por batallas perdidas y eventos que precedieron a la gran catástrofe del exilio babilónico3. Internamente, el pueblo experimentó intentos fallidos de reforma y el surgimiento de facciones fanáticas. Mientras los reyes de Egipto y Babilonia alternaban su dominio sobre Judá, los líderes de la nación, tanto reyes como sacerdotes, se enredaron en intrigas partidistas3. Existía un «partido de Sion» que, liderado por falsos profetas, se engañaba con la creencia supersticiosa de que el templo de Yahveh era un talismán infalible para la capital. Otro partido, fanáticamente temerario, buscaba resistir a las grandes potencias mundiales, mientras que un «partido del Nilo» confiaba en Egipto para la salvación del país y fomentaba la oposición al dominio babilónico3. En medio de esta confusión, el pueblo de Sion olvidó su religión y su confianza en Dios, intentando fijar el día y la hora de su redención según su propia voluntad3.
El Llamado Profético de Jeremías
El llamado de Jeremías a ser profeta se describe en el primer capítulo de su libro. Dios le dijo: «Antes de formarte en el vientre materno, te conocí; antes de que salieras a la luz, te consagré; te nombré profeta de las naciones» (Jeremías 1:5)4,1. A pesar de su juventud y su reticencia inicial, expresando: «¡Ah, Señor Dios! En verdad no sé hablar, porque soy solo un muchacho» (Jeremías 1:6), el Señor le aseguró su presencia y le ordenó hablar todo lo que le mandara, poniendo sus palabras en su boca1. Su misión era difícil: proclamar el decreto divino de que la ciudad y el templo serían derribados3.
Jeremías se mantuvo firme como «una columna de hierro y un muro de bronce» en medio de la política impía y la desesperación ante la destrucción inminente3. Su profecía, a menudo impopular, interpretaba los signos religiosos, políticos, sociales y morales de su tiempo desde una perspectiva divina5.
Temas Principales de su Profecía
El libro de Jeremías se divide en dos secciones principales: los capítulos 1-45 contienen discursos que amenazan con castigos dirigidos directamente contra Judá y se entrelazan con narraciones de eventos personales y nacionales; los capítulos 46-51 contienen amenazas contra nueve naciones paganas, con la intención de advertir indirectamente a Judá contra el politeísmo y las políticas de estos pueblos3.
Infidelidad y Juicio
Un tema recurrente en la profecía de Jeremías es la infidelidad de Israel, a la que compara con una novia que se ha degradado al convertirse en amante de naciones extrañas3. El pueblo había abandonado a Dios y profanado el lugar sagrado al ofrecer sacrificios a otros dioses, llenando Jerusalén con la sangre de inocentes y quemando a sus hijos como ofrendas a Baal6. Jeremías advirtió que ni siquiera el templo ni los sacrificios podían traer salvación sin una conversión interna3. Dios no escucharía sus ayunos ni aceptaría sus ofrendas, sino que los consumiría con espada, hambre y pestilencia7.
El profeta denunció a los falsos profetas que prometían «paz verdadera» cuando Dios no los había enviado, y predijo que ellos mismos serían consumidos por la espada y el hambre, y que el pueblo al que profetizaban sería arrojado a las calles de Jerusalén sin sepultura7.
El Lamento y la Esperanza Profética
Jeremías es conocido por sus lamentaciones, en las que expresa el profundo dolor por la «gran destrucción» y la «herida incurable» de su pueblo8. Sus palabras a menudo están marcadas por el dolor y las lágrimas, ya que Israel no se dejaba conmover por el mensaje del sufrimiento8. Sin embargo, el lamento de Jeremías no es una señal de desesperación, sino que está profundamente imbuido de esperanza9. Su lamento sirve a una función profética al protestar contra el mal, dar testimonio de la compasión y justicia ocultas del Señor, y negarse a separar la misericordia y la justicia divinas10.
La esperanza de Jeremías se ancla en la verdad de Dios y en la promesa del Señor de estar con él, lo que le permite soportar un inmenso dolor9. Su lamentación refleja una comprensión más profunda de la «ausencia divina», que no se opone a la presencia del Señor, sino que es la presencia de Dios en su «otredad», que implica tanto una presencia íntima como una experiencia de distancia5. Esta esperanza tiene una dimensión escatológica, ya que su conocimiento del profundo dolor de su pueblo le hace reconocer que el remedio debe ser total, nada menos que una curación completa11.
El Nuevo Pacto y las Profecías Mesiánicas
Jeremías también profetizó sobre Cristo y el llamado de las naciones2. Él anunció que vendrían días en que el Señor levantaría un retoño justo a David, un Rey que reinaría con sabiduría, juicio y justicia en la tierra. En esos días, Judá e Israel serían salvados, y el nombre de este Rey sería «Nuestro Señor Justo» (Jeremías 23:5-6)2. También se le atribuye la profecía: «Este es mi Dios, y no habrá otro que sea contado en comparación con Él; quien ha descubierto todo el camino de la prudencia, y se lo ha dado a Jacob su siervo, y a Israel su amado: después fue visto en la tierra, y conversó con los hombres»2.
Además, Jeremías es el profeta que anunció el nuevo pacto del cual Cristo es el Mediador: «He aquí que vienen días, dice el Señor, en que haré un nuevo pacto con la casa de Jacob»2. Esta profecía del nuevo pacto es fundamental para la comprensión cristiana de la salvación.
Jeremías en la Tradición Católica
La Iglesia Católica ha reconocido la importancia de Jeremías y su mensaje a lo largo de los siglos.
Tipo de Cristo Sufriente
Los Oficios de la Pasión en la Liturgia de la Iglesia a menudo utilizan el lenguaje de Jeremías en un sentido aplicado, reconociéndolo como un tipo de Cristo sufriente3,12. Las lamentaciones del profeta, especialmente aquellas que expresan su sufrimiento y el abandono, son vistas como un reflejo del sufrimiento de Jesús. Por ejemplo, la frase «El aliento de nuestra boca, el Señor Cristo, fue tomado en nuestros pecados» (Lamentaciones 4:20) es citada por San Agustín como una breve muestra de que Cristo es nuestro Señor y sufrió por nosotros2. La persecución que sufrió Jeremías por parte de su propio pueblo, incluso por aquellos de Anatot que buscaban su vida por profetizar en nombre del Señor13, resuena con la experiencia de Cristo.
Liturgia de las Horas
En la Liturgia de las Horas, las lecturas del Antiguo Testamento siguen la historia de la salvación, y los profetas se leen teniendo en cuenta el tiempo en que vivieron y enseñaron14. Durante la Cuaresma, en el Año II del ciclo de lecturas, se lee al profeta Jeremías, precisamente como un tipo de Cristo sufriente12. Esto subraya la conexión teológica entre el sufrimiento de Jeremías y la Pasión de Cristo, preparando a los fieles para la conmemoración de la Pasión de Cristo en la Semana Santa15,16.
El Lamento Profético en la Iglesia
El lamento profético de Jeremías es relevante para la misión profética de la Iglesia, especialmente en la evangelización y el compromiso cultural17. La Iglesia, al igual que Jeremías, debe mantener una «reserva escatológica» ante las situaciones históricas, reconociendo las voces de luctus et angor (dolor y angustia) como signos de los tiempos que apuntan a la necesidad de una conversión más radical17. La teología cristiana no busca solo soluciones sociopolíticas al sufrimiento, sino que el lamento profético insiste en la primacía de la interpretación teológica del sufrimiento, rechazando reduccionismos17.
Conclusión
Jeremías es una figura central en la fe católica, no solo como un profeta que anunció la venida del Mesías y el nuevo pacto, sino también como un modelo de fidelidad y un tipo del Cristo sufriente. Su vida de profunda conexión con Dios le permitió discernir la verdad en medio de la confusión y la infidelidad de su tiempo, y su legado sigue siendo una fuente de consuelo, advertencia y esperanza para la Iglesia. La celebración de sus textos en la liturgia católica invita a los fieles a una profunda reflexión sobre el misterio del sufrimiento y la inquebrantable misericordia de Dios.
Citas
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Jeremías 1. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo 33.— lo que Jeremías y Sofonías han dicho de antemano, por espíritu profético, sobre Cristo y el llamamiento de las naciones, Agustín de Hipona. La Ciudad de Dios - Libro 18, §Capítulo 33 (426). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Jeremías, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Jeremías. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
Papa Juan Pablo II. 25 de octubre de 1985: Inauguración del año académico de las Universidades Eclesiásticas Romanas - Homilía (1985). ↩
Paul Clarke, O.P. Audemus Lugere: La esperanza profética del duelo cristiano, § 23. ↩ ↩2
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Jeremías 19. ↩
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Jeremías 14. ↩ ↩2
Muéstranos, oh Señor, tu misericordia, cántico del libro de Jeremías (Jer 14,17-21), Papa Juan Pablo II. Audiencia general del 11 de diciembre de 2002, § 2 (2002). ↩ ↩2
Paul Clarke, O.P. Audemus Lugere: La esperanza profética del duelo cristiano, § 24. ↩ ↩2
Paul Clarke, O.P. Audemus Lugere: La esperanza profética del duelo cristiano, § 22. ↩
Paul Clarke, O.P. Audemus Lugere: La esperanza profética del duelo cristiano, § 25. ↩
Capítulo tres. Las diversas partes de la liturgia de las horas - VI. La lectura de la Sagrada Escritura - B. La disposición de la lectura de la Sagrada Escritura en el oficio de lecturas, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. La Instrucción General sobre la Liturgia de las Horas, § 150 (1971). ↩ ↩2
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Jeremías 11. ↩
Capítulo tres. Las diversas partes de la liturgia de las horas - VI. La lectura de la Sagrada Escritura - B. La disposición de la lectura de la Sagrada Escritura en el oficio de lecturas, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. La Instrucción General sobre la Liturgia de las Horas, § 152 (1971). ↩
Normas universales sobre el año litúrgico y el calendario - Capítulo I: El año litúrgico - Título II – el ciclo del año - III. Cuaresma, Papa Pablo VI. Normas Universales sobre el Año Litúrgico y el Calendario Romano General, § 31 (1969). ↩
Aprobación de las normas universales sobre el año litúrgico y el nuevo calendario romano general, Papa Pablo VI. Normas Universales sobre el Año Litúrgico y el Calendario Romano General, §Prefacio (1969). ↩
Paul Clarke, O.P. Audemus Lugere: La esperanza profética del duelo cristiano, § 33. ↩ ↩2 ↩3