La ascensión de Jesús al cielo

La ascensión de Jesús al cielo representa uno de los misterios centrales de la fe cristiana, que culmina la vida terrena del Señor y marca el inicio de la misión de la Iglesia en el mundo. Este evento, narrado en los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, simboliza la glorificación plena de Cristo, su retorno al Padre y la promesa del Espíritu Santo para los discípulos. En la tradición católica, la ascensión no es un simple adiós, sino una exaltación que invita a los fieles a elevar su mirada hacia lo divino mientras se comprometen con la evangelización. Este artículo explora las fuentes bíblicas, el significado teológico, la celebración litúrgica y las interpretaciones del Magisterio, destacando cómo este dogma fortalece la esperanza de la resurrección para la humanidad.
Tabla de contenido
Narración bíblica
La ascensión de Jesús se describe en varios pasajes del Nuevo Testamento, principalmente en los escritos de San Lucas y San Marcos. Estos relatos no pretenden ofrecer un informe cronológico preciso, sino transmitir el sentido espiritual del evento, que ocurre cuarenta días después de la resurrección, según la tradición litúrgica. Los textos enfatizan la transición de la presencia visible de Jesús a su presencia gloriosa y universal en la Iglesia.
En el Evangelio de Lucas
El Evangelio según San Lucas presenta la ascensión como el cierre solemne de la vida pública de Jesús. En el capítulo 24, versículos 50-53, se narra que Jesús condujo a los discípulos hasta Betania, levantó las manos para bendecirlos y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.1 Este momento se produce inmediatamente después de que Jesús abriera las mentes de los apóstoles para comprender las Escrituras y les encomendara proclamar el arrepentimiento y el perdón de los pecados en su nombre a todas las naciones, comenzando por Jerusalén.1
Los discípulos, al presenciarlo, lo adoraron y regresaron a Jerusalén con gran alegría, permaneciendo en el Templo bendiciendo a Dios. Este pasaje subraya la continuidad entre la misión de Jesús y la de sus seguidores, transformando el posible sentimiento de pérdida en una fuente de gozo y adoración. San Lucas, al sintetizar los eventos finales, integra la ascensión en el marco de la salvación, donde Jesús cumple las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías sufriente y resucitado.1
En los Hechos de los Apóstoles
El libro de los Hechos, también escrito por San Lucas, ofrece una descripción más detallada y teológica de la ascensión, situada en el monte de los Olivos, cerca de Jerusalén.2 En el capítulo 1, versículos 1-11, se relata que Jesús, después de su pasión, se presentó vivo a los apóstoles con muchas pruebas durante cuarenta días, hablando del Reino de Dios.2 Les ordenó no alejarse de Jerusalén hasta recibir la promesa del Padre: el bautismo en el Espíritu Santo.2
Mientras los discípulos preguntaban si era el momento de restaurar el reino de Israel, Jesús les respondió que no les correspondía conocer los tiempos establecidos por el Padre, pero que recibirían poder del Espíritu Santo para ser sus testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra.2 Entonces, mientras hablaban, Jesús fue elevado en presencia de ellos, y una nube lo ocultó de su vista.2 Dos hombres vestidos de blanco (ángeles) les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este Jesús que os ha sido llevado al cielo vendrá de la misma manera que le habéis visto irse al cielo».2
Esta narración resalta elementos simbólicos como la nube, que evoca la presencia divina en el Antiguo Testamento (por ejemplo, en el Sinaí), y marca la transición del tiempo de Jesús al tiempo de la Iglesia.3
En el Evangelio de Marcos
El Evangelio de Marcos ofrece una mención más concisa en su capítulo 16, versículo 19: «El Señor Jesús, después de haberles hablado, fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios».4 Este pasaje se inserta tras la gran comisión misionera, donde Jesús envía a los once a proclamar el Evangelio a toda la creación, prometiendo salvación a quien crea y sea bautizado.4
Aunque el final del Evangelio de Marcos es debatido por algunos eruditos (posible adición posterior), la Iglesia lo acoge como canónico y enfatiza su mensaje: la ascensión confirma la autoridad de Jesús y el poder de los signos que acompañarán a los creyentes, como expulsar demonios y sanar enfermos en su nombre.4 Así, Marcos presenta la ascensión como la culminación de la obra redentora, con Jesús entronizado en la gloria divina.
Significado teológico
En la doctrina católica, la ascensión no es un evento aislado, sino el complemento de la resurrección y la pascua de Jesús. Representa la exaltación de la humanidad de Cristo, que entra en la intimidad de Dios, abriendo el camino para la humanidad entera. Este misterio revela la dimensión escatológica de la fe: Cristo, como cabeza de la Iglesia, precede a sus miembros en la gloria.5
Glorificación de Cristo
La ascensión significa la entrada irreversible de la humanidad glorificada de Jesús en la vida divina. Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, el cuerpo de Cristo, ya glorificado en la resurrección, adquiere propiedades sobrenaturales permanentes durante los cuarenta días de apariciones, pero su gloria se vela bajo apariencias ordinarias.5 En la ascensión, simbolizada por la nube y el cielo, Jesús se sienta a la derecha del Padre, participando plenamente en la actividad salvífica de Dios.5,6
Los papas han profundizado en esto: San Juan Pablo II describe la ascensión como un «movimiento» de elevación que indica la glorificación de Jesús, no un mero desplazamiento espacial, sino un paso a la esfera trascendente de Dios.6,7 Benedicto XVI añade que el verbo «elevar» alude al entronizamiento real en el Antiguo Testamento, manifestando el reinado de Dios sobre el mundo a través del Crucificado y Resucitado.8 Así, Jesús, vencedor del mal y la muerte, recibe todo poder en el cielo y en la tierra.8,9
Promesa del Espíritu Santo
Un aspecto clave es la promesa del Paráclito. Jesús anuncia que su partida es necesaria para que venga el Espíritu, que guiará a la verdad plena.10 En los Hechos, esta promesa se vincula directamente con la ascensión: los apóstoles deben esperar en Jerusalén el poder del Espíritu para ser testigos.2,3 La ascensión, por tanto, no es abandono, sino preparación para Pentecostés, donde el Espíritu desciende para empoderar a la Iglesia.11
San Juan Pablo II enfatiza que este don fortalece a los discípulos para extender el anuncio del Reino hasta los confines del mundo, transformando la partida visible en una presencia espiritual más profunda.3,12
Inicio de la misión de la Iglesia
La ascensión inaugura el tiempo eclesial. Los ángeles exhortan a los apóstoles a no mirar al cielo, sino a actuar en la tierra, insertando los gérmenes del Reino en las realidades humanas.8,9 Jesús promete: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».9 Esto implica un seguimiento de Cristo que va más allá de la doctrina: es un injerto en su cuerpo, donde los cristianos, como miembros, continúan su obra de redención.9
En palabras de Pablo VI, la ascensión fija la mirada en la figura luminosa de Jesús, que ilumina el universo y convierte el misterio en fuente de alegría y misión.13
Celebración litúrgica
La Iglesia católica celebra la ascensión como solemnidad, cuarenta días después de Pascua (o el jueves siguiente a la Ascensión en algunas diócesis, transferida al domingo en España). Esta fiesta, arraigada en la tradición apostólica, invita a meditar la esperanza de la ascensión humana con Cristo.
Solemnidad de la Ascensión
La liturgia actualiza el misterio mediante lecturas como Hechos 1,1-11; Efesios 1,17-23 y Mateo 28,19-20 (o Marcos 16,15-20). El prefacio proclama: «Cristo, vencedor del pecado y de la muerte, ha sido elevado al cielo para interceder por nosotros».14 En ritos como el hispano-mozárabe, se enfatiza la dimensión eclesial y la maduración en la fe.3,15
San León Magno, en sus sermones, describe la ascensión como elevación de la naturaleza humana al trono del Padre, causa de gozo universal.15
En la tradición católica
Desde los primeros siglos, la ascensión se conmemora en Jerusalén, en el monte de los Olivos. En España, influye la tradición visigoda, con himnos y oraciones que resaltan la realeza de Cristo.15,16 Hoy, la fiesta prepara a Pentecostés y se vive con procesiones y bendiciones, recordando la bendición final de Jesús.1
Enseñanza de la Iglesia
El Magisterio católico interpreta la ascensión como dogma de fe, contenido en el Credo: «Subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre». Es esencial para la cristología y la eclesiología.
Catecismo de la Iglesia Católica
El Catecismo (n. 659) afirma que la ascensión es la entrada de la humanidad de Jesús en la gloria divina, simbolizada por la nube y el sentarse a la derecha de Dios.5 No es un viaje espacial, sino la culminación de la encarnación: Cristo, con su cuerpo glorioso, une la tierra al cielo.5 Esto da esperanza: donde ha entrado el Cabeza, seguirán las miembros.17
Magisterio papal
Papas como Pío XII y Juan XXIII la han proclamado en encíclicas, pero homilías destacan su vitalidad. Juan Pablo II, en audiencias de 1989, explica que la ascensión es causa de salvación: eleva nuestra mente hacia Dios y prepara nuestra ascensión futura.6,11,17 Benedicto XVI, en 2009, la ve como entronizamiento que integra la historia de la salvación.8 Pablo VI la describe como fulgor que ilumina el cosmos.13
En 1992, Juan Pablo II, en rito mozárabe, invita a perseverar en la fe para emular a los santos.16
Iconografía y representación en el arte
La ascensión ha inspirado innumerables obras artísticas en la tradición católica, simbolizando la elevación espiritual. En mosaicos romanos como los de Santa Pudenciana (siglo IV), Jesús aparece entronizado entre apóstoles, con la mano bendiciendo. En el arte medieval, como el Pantocrátor bizantino, se enfatiza la realeza; en el Renacimiento, artistas como Rafael (en la «Transfiguración») integran la ascensión con la resurrección, mostrando a Cristo sobre una nube rodeado de ángeles.
En España, retablos góticos como el de la Catedral de Toledo representan a los apóstoles mirando al cielo, con la Virgen María como puente entre tierra y cielo. Estas imágenes, fieles a los relatos bíblicos, invitan a la contemplación: la nube como velo del misterio divino y los olivos como recordatorio de la oración en Getsemaní.2 En la era barroca, pintores como Murillo capturan la emoción de los discípulos, transformando el asombro en misión.
La iconografía subraya que la ascensión no separa a Jesús, sino que lo universaliza, presente en la Eucaristía y los sacramentos.
En resumen, la ascensión de Jesús al cielo es el puente entre la historia humana y la eternidad divina, exhortando a los católicos a vivir como testigos del Reino. Este misterio, arraigado en la Escritura y la tradición, fortalece la fe en la presencia continua de Cristo y la esperanza de la vida eterna.
Citas
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Lucas 24. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Hechos 1. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Papa Juan Pablo II. 28 de mayo de 1992: Misa de Rito Hispano-Mozárabe - Homilía, § 2 (1992). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Marcos 16. ↩ ↩2 ↩3
Sección dos I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 659. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 12 de abril de 1989, § 2 (1989). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 12 de abril de 1989, § 5 (1989). ↩
Papa Benedicto XVI. 24 de mayo de 2009: Concelebración Eucarística en la Plaza Miranda, Cassino, § 24 de mayo de 2009: Concelebración Eucarística en la Plaza Miranda, Cassino (2009). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Dicasterio para las Causas de los Santos. Maria Maddalena dell’Incarnazione: Omelia di beatificazione (3 maggio 2008), §Homilía (2008). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. 28 de mayo de 1992: Misa de Rito Hispano-Mozárabe - Homilía, § 3 (1992). ↩
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 12 de abril de 1989, § 4 (1989). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 12 de mayo de 1991: Misa en la Isla de Madeira - Homilía (1991). ↩
Papa Pablo VI. 27 de mayo de 1976: Solemnidad de la Ascensión de Nuestro Señor (1976). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 20 de mayo de 1982: Solemnidad de la Ascensión - Homilía, § 1 (1982). ↩
Papa Juan Pablo II. 28 de mayo de 1992: Misa de Rito Hispano-Mozárabe - Homilía, § 1 (1992). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. 28 de mayo de 1992: Misa de Rito Hispano-Mozárabe - Homilía, § 7 (1992). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 12 de mayo de 1983: Solemnidad de la Ascensión del Señor - Homilía (1983). ↩ ↩2
