La persecución de Diocleciano

La persecución de Diocleciano, conocida también como la Gran Persecución, constituye el episodio más sistemático y violento contra los cristianos en la historia del Imperio Romano. Desde la promulgación de los edictos de 303 d.C. hasta la muerte del propio emperador en 313 d.C., la campaña persiguió a clérigos y laicos, demolió iglesias, incineró las Sagradas Escrituras y ejecutó a miles de fieles. Este proceso no solo reforzó la identidad de la Iglesia primitiva, sino que también sentó las bases para la posterior legalización del cristianismo bajo Constantino y la transformación del Estado romano. El artículo examina el contexto político, las motivaciones del emperador, el desarrollo de los edictos, la experiencia de los mártires y el legado que dejó en la historia de la Iglesia.
Tabla de contenido
Contexto histórico
La Tetrarquía y la reforma del Imperio
Diocleciano instauró la tetrarquía, una división del poder entre dos augustos y dos césares, con el objetivo de estabilizar un imperio fragmentado por crisis militares y financieras1. Su capital oriental se estableció en Nicomedia, donde, junto a Maximiano, tomó decisiones que afectarían profundamente a la comunidad cristiana2.
La situación de los cristianos antes de 303
Durante la mayor parte del reinado de Diocleciano, los cristianos gozaron de relativa paz y prosperidad; sin embargo, la creciente expansión del cristianismo era percibida como una amenaza a la unidad imperial y a la veneración de los dioses tradicionales2.
Motivaciones del emperador
Perspectiva política y social
Diocleciano consideraba al cristianismo una secta subversiva que desafiaba la autoridad del Estado y la cohesión social. Según Eusebio, el emperador creía que la «destrucción de los cristianos» era necesaria para preservar la paz y la lealtad al Imperio2.
Influencia de Galerio
Aunque Diocleciano abdicó en 305, la persecución continuó bajo la influencia de su colega Galerio, quien impulsó la aplicación de los edictos durante siete años más2.
Los edictos de persecución
Primer edicto (303)
Promulgado en Nicomedia, ordenó la demolición de iglesias, la quema de los manuscritos sagrados y la degradación de los cristianos de alta posición que se negaran a sacrificar3.
Segundo edicto (303)
Exigió la confiscación de los libros sagrados y la destrucción de templos cristianos, obligando a los fieles a ofrecer sacrificios públicos2.
Tercer edicto (304)
Amplió la persecución a todo el pueblo, imponiendo la pena de muerte a quienes se negara a abjurar y concediendo la libertad a quienes ofrecieran sacrificio3.
Cuarto edicto (304)
Ordenó que todos los habitantes del Imperio, sin excepción, participaran en el sacrificio público, marcando la fase final y más determinada de la persecución3.
Desarrollo de la persecución
Aplicación de los edictos
Los gobernadores locales ejecutaron los decretos con crueldad extrema: se incendiaron iglesias, se quemaron manuscritos y se persiguió a clérigos y laicos por medio de torturas inéditas4. En algunas ciudades, la población entera fue masacrada por declararse cristiana5.
Impacto en la vida cotidiana
Los cristianos fueron degradados a esclavitud, privados de libertad y, en muchos casos, ejecutados en masa. Los tribunales colocaron altares paganos en sus salas para obligar a los litigantes a ofrecer ofrendas antes de ser escuchados5.
Resistencia y refugio
A pesar de la violencia, muchos fieles se refugiaron en comunidades rurales y pequeñas ciudades, manteniendo la fe en secreto y fortaleciendo la cohesión interna de la Iglesia2.
Consecuencias y legado
Consolidación de la identidad cristiana
El sufrimiento de los mártires reforzó la identidad colectiva de la Iglesia, generando una hagiografía que inspiró a generaciones posteriores2. La memoria de los mártires se integró en la liturgia y la devoción popular.
Cambios políticos y el Edicto de Milán
La persecución culminó con la muerte de Diocleciano y la posterior promulgación del Edicto de Milán (313), que garantizó la libertad religiosa y marcó el inicio de la relación estrecha entre la Iglesia y el Estado romano2.
Influencia en la doctrina y la moral cristiana
Los relatos de martirio alimentaron la teología del testimonio y la santidad, estableciendo el modelo del mártir como testimonio supremo de fe y valentía frente a la opresión.
Los mártires y la memoria cristiana
Ejemplos de mártires destacados
Entre los mártires de esta época se encuentran los obispos, presbíteros y diáconos que fueron encarcelados y ejecutados sin juicio, así como numerosos laicos que sufrieron torturas y muerte en el fuego3.
Transmisión de sus historias
Los actos de los mártires fueron recogidos en los Actos de los Mártires y en los escritos de Eusebio, convirtiéndose en fuentes fundamentales para la historia eclesiástica y la espiritualidad cristiana2.
Celebración litúrgica
La Iglesia reconoce a estos santos en el calendario litúrgico, y sus relatos continúan inspirando la vida sacramental y la misión evangelizadora de la Iglesia contemporánea.
Conclusión
La Gran Persecución de Diocleciano marcó un punto de inflexión crucial en la historia del cristianismo. La violencia estatal, lejos de destruir la fe, la fortaleció, creando una comunidad más unida y resiliente. El sacrificio de los mártires no solo dejó una huella indeleble en la identidad cristiana, sino que también preparó el terreno para la legalización y posterior expansión del cristianismo bajo Constantino, transformando para siempre la relación entre la Iglesia y el poder civil.
Citas
Diocleciano, Edward G. Farrugia. Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, §Diocleciano (2015). ↩
Diocleciano, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Diocleciano. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Mártir, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Mártir. ↩ ↩2 ↩3 ↩4
La destrucción de las iglesias, Eusebio de Cesarea. Historia Eclesiástica (Eusebio de Cesarea), §Libro VIII. Capítulo 2. 4 (325). ↩
Capítulo 15, Lucio Cecilio Firmiano (Lactancio). De la manera en que murieron los perseguidores, §Capítulo 15. (313). ↩ ↩2
