La persecución de Maximino

La persecución de Maximino, también conocida como la persecución bajo el emperador Maximino César, constituye uno de los episodios más cruentos de la historia de la Iglesia primitiva. Se desarrolló entre los años 311 y 313 d.C., cuando el gobernante romano promulgó una serie de edictos que obligaban a los cristianos a ofrecer sacrificios a los dioses paganos bajo pena de muerte, tortura o esclavitud. Este periodo estuvo marcado por la valentía de numerosos mártires, la intensificación de la represión estatal y, finalmente, la intervención del emperador Constantino, que puso fin a la persecución y abrió la senda hacia la libertad religiosa del cristianismo.
Tabla de contenido
Contexto histórico
El Imperio romano a finales del siglo III y principios del IV
Tras la muerte de Diocleciano, el Imperio quedó dividido entre varios tetrarcas. Maximino César, hijo de Galerio, gobernó la región oriental y heredó la política de intolerancia religiosa que caracterizó a sus predecesores. La presión sobre los cristianos aumentó cuando el emperador buscó reforzar la unidad del Imperio mediante la restauración del culto tradicional a los dioses paganos1.
El auge del cristianismo y la reacción imperial
A comienzos del siglo IV, el cristianismo había crecido de forma significativa, lo que despertó la sospecha de los dirigentes romanos, que lo percibían como una amenaza a la cohesión social y a la autoridad imperial. La persecución de Maximino se inscribe en este contexto de conflicto entre la fe cristiana y la política estatal.
Maximino César y sus políticas
Perfil del emperador
Maximino, a diferencia de su padre Galerio, mostró una hostilidad más directa hacia los cristianos, llegando a idear nuevas formas de tortura. Según Eusebio de Cesarea, el tirano «pridió superar a su predecesor en la carrera del crimen, inventando nuevos tormentos para los cristianos»2.
Motivaciones detrás de la persecución
El objetivo de Maximino era doble: reafirmar su autoridad frente a los opositores internos y restablecer el culto a los dioses tradicionales, que consideraba esencial para la prosperidad del Imperio. En sus discursos, el emperador justificaba la persecución como una defensa de la piedad cívica y del orden público3.
Edictos y medidas de persecución
Los edictos de Maximino
En el tercer año de su mandato, Maximino emitió el primer edicto que obligaba a los gobernadores locales a «velar diligentemente y rápidamente» que todos los habitantes ofrecieran sacrificios a los ídolos4. Posteriormente, se añadieron decretos que imponían la mutilación de los ojos y de los miembros a los que se negaran a cumplir la orden, enviándolos a trabajos forzados en las minas2.
Aplicación de la violencia
Los magistrados locales, bajo la presión imperial, organizaron redadas masivas en las que hombres, mujeres y niños eran obligados a presentarse ante los templos para sacrificar. Aquellos que se resistían eran encarcelados, torturados o ejecutados públicamente, como se relata en los testimonios de los mártires de Palestina4.
Testimonios de los mártires
Relatos de los testigos
Los relatos de Eusebio de Cesarea describen episodios en los que jóvenes cristianos, como el joven que «se lanzó valientemente a detener el sacrificio de Urbanus», fueron perseguidos y martirizados por su fe4. Asimismo, Gregorio de Nazianzo menciona la «persecución más terrible y severa» de Maximino, resaltando la valentía de los cristianos que «lucharon hasta la muerte»5.
Actos de los mártires
Los mártires no solo sufrieron torturas físicas, sino que también mantuvieron una firme proclamación de su fe, diciendo: «Yo soy cristiano y nada vil se hace entre nosotros»6. Sus testimonios fueron recogidos y difundidos como ejemplos de santidad y resistencia.
Reacción de la Iglesia y de los cristianos
Organización y resistencia
A pesar de la represión, la Iglesia mantuvo su estructura clandestina, celebrando la Eucaristía en catacumbas y casas particulares. Los obispos, como San Basilio, fueron perseguidos, pero su testimonio fortaleció la fe de los fieles y sirvió de inspiración para futuras generaciones5.
Intervención de Constantino
El emperador Constantino, tras su victoria en la batalla del Puente Milvio (312), comenzó a favorecer al cristianismo y a limitar la persecución. En 313, el Edicto de Milán puso fin oficialmente a la persecución de Maximino, garantizando la libertad de culto y restituyendo los bienes a los cristianos perseguidos3.
Fin de la persecución y legado
Consecuencias inmediatas
La cesación de la persecución marcó el inicio de una nueva era para la Iglesia, que pasó de ser una comunidad perseguida a una religión reconocida oficialmente por el Estado romano. Los mártires de la persecución de Maximino fueron canonizados y sus historias se convirtieron en parte del Acta Sanctorum.
Influencia en la tradición católica
El recuerdo de la persecución bajo Maximino sirve como recordatorio del valor de la fe frente a la opresión. La Iglesia celebra su memoria en liturgias y enseñanzas que resaltan la fortaleza y la confianza en Dios, siguiendo el ejemplo de los mártires que prefirieron la muerte antes que renunciar a Cristo.
Citas
La persecución bajo Maximino, Eusebio de Cesarea. Historia Eclesiástica (Eusebio de Cesarea), §Libro VI. Capítulo 28. 1 (325). ↩
Que Maximino, quien había perseguido a los cristianos, fue obligado a huir y a ocultarse disfrazado de esclavo, Eusebio de Cesarea. Vida de Constantino, §Libro I. Capítulo 58 (339). ↩ ↩2
Capítulo 22. El emperador agradecidamente atribuye sus victorias y todas las demás bendiciones a Cristo; y condena la conducta del tirano Maximino, cuya violencia de persecución había realzado la gloria de la religión, Eusebio de Cesarea. Oración de Constantino, § 22 (335). ↩ ↩2
Apéndice: «Los mártires de Palestina», Eusebio de Cesarea. Historia Eclesiástica (Eusebio de Cesarea), §Libro VIII. Apéndice. Capítulo 4. 8 (325). ↩ ↩2 ↩3
Oración fúnebre sobre el gran S. Basilio, obispo de Cesarea en Capadocia, Gregorio de Nacianzo. Oración 43, § 5 (381). ↩ ↩2
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 459. ↩
