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Lapsi

Los lapsi fueron los cristianos que, durante las persecuciones romanas en los primeros siglos de la Iglesia, renunciaron temporalmente a su fe por miedo a las torturas o la muerte, realizando actos de idolatría o apostasía. Este fenómeno, especialmente intenso en las persecuciones de Decio y Diocleciano, generó profundas controversias sobre su readmisión a la comunidad eclesial, impulsando el desarrollo de la disciplina penitencial. La Iglesia primitiva, guiada por obispos como Cipriano de Cartago, equilibró la misericordia con la necesidad de preservar la pureza de la fe, estableciendo penitencias rigurosas para su reconciliación. Este artículo explora la definición, el contexto histórico, las categorías de lapsi y el impacto en la doctrina católica.

Tabla de contenido

Definición y origen del término

El término lapsi, derivado del latín lapsus (caída), se utilizaba en la Iglesia primitiva para designar a aquellos fieles que, bajo la presión de las persecuciones imperiales, flaquearon en su profesión de fe cristiana. No se trataba de una apostasía voluntaria por convicción pagana, sino de una debilidad humana ante amenazas de exilio, trabajos forzados o ejecución capital. Estos cristianos realizaban actos externos de sumisión al paganismo, como ofrecer sacrificios a los dioses romanos, para preservar su vida y bienes, aunque muchos lo hicieran sin una verdadera intención de abandonar la fe.1

Desde los tiempos apostólicos, la Iglesia enfatizaba la obligación de confesar la fe en cualquier circunstancia, como se refleja en la Primera Epístola de San Pedro, que exhorta a los creyentes a permanecer firmes ante las aflicciones (1 Pe 1,6-7; 4,16-17). Sin embargo, los casos de lapsi se documentan desde el siglo II, en relatos como el Pastor de Hermas o el martirio de Policarpo, donde algunos cristianos cedían ante la tentación de la apostasía para evitar el martirio.1 El término se popularizó en el siglo III, convirtiéndose en un problema eclesial central que cuestionaba la unidad y la santidad de la comunidad cristiana.

Contexto histórico en la Iglesia primitiva

Las persecuciones romanas contra los cristianos, motivadas por el rechazo al culto imperial y la idolatría, crearon un ambiente de prueba constante para la fe. Los lapsi emergieron como un desafío particular en periodos de edictos generalizados que obligaban a todos los ciudadanos a demostrar lealtad al emperador mediante actos de adoración pagana. La Iglesia, aún en formación, debía discernir entre la compasión por los débiles y la exigencia de fidelidad, lo que llevó a debates teológicos y disciplinares profundos.

La persecución de Decio (250-251)

La persecución decretada por el emperador Decio en el año 250 marcó el primer intento sistemático de erradicar el cristianismo mediante un edicto universal. Este obligaba a todos los habitantes del Imperio a realizar sacrificios a los dioses romanos y obtener un certificado (libellus) de cumplimiento, bajo pena de severos castigos. El objetivo no era tanto el martirio masivo como la apostasía colectiva, para debilitar la cohesión de la Iglesia.1

En Roma y África, miles de cristianos cedieron: obispos, clérigos y laicos acudieron en masa a los templos paganos. San Cipriano de Cartago, en su tratado De lapsis, describe cómo muchos, infectados por un espíritu mundano tras años de paz relativa, se apresuraron a apostatar sin siquiera ser arrestados. «Muchos fueron vencidos antes de la batalla, prostrados antes del ataque», escribe Cipriano, lamentando que no esperaran a ser interrogados para negar la fe.2 En Cartago, el obispo documenta casos de sacrificati (quienes ofrecieron sacrificios), thurificati (quienes quemaron incienso ante ídolos) y libellatici (quienes obtuvieron certificados falsos mediante sobornos).3,1

Esta crisis provocó un cisma en Roma, liderado por Novaciano, quien se oponía a la readmisión de los lapsi, argumentando que la apostasía equivalía a un pecado irremisible. Cipriano, desde el exilio, abogó por una penitencia pública y prolongada antes de la reconciliación, equilibrando justicia y misericordia.4

La persecución de Diocleciano (303-311)

La Gran Persecución de Diocleciano intensificó el problema de los lapsi, con edictos que exigían no solo sacrificios, sino también la entrega de libros sagrados. Surgió entonces la categoría de traditores, cristianos (a menudo clérigos) que entregaban las Escrituras a las autoridades para evitar el castigo. Algunos lo hacían realmente, mientras otros sustituían textos profanos, pero todos eran considerados lapsi.1

En África, esto originó el cisma donatista, centrado en la validez de los sacramentos administrados por traditores. En Roma, los lapsi, liderados por figuras como Heraclio, intentaron forzar su readmisión sin penitencia, lo que llevó al exilio de los papas Marcelo y Eusebio por orden de Majencio.1 Obispos como Pedro de Alejandría regulaban la disciplina, permitiendo la reconciliación en casos de verdadera contrición, especialmente ante la inminente muerte.

Categorías de lapsi

La Iglesia clasificó a los lapsi según la gravedad de su acto de apostasía, lo que determinaba el tipo y duración de la penitencia requerida. Esta distinción reflejaba un esfuerzo por graduar la culpa entre debilidad involuntaria y negligencia deliberada.

En todos los casos, la Iglesia primitiva excluía a los lapsi de la comunidad y la Eucaristía hasta que completaran un proceso penitencial público, que incluía confesión, ayuno y obras de expiación.

Tratamiento eclesial y disciplina penitencial

La respuesta de la Iglesia a los lapsi evolucionó de una exclusión absoluta en los siglos II-III a una misericordia regulada en el IV. Inicialmente, la idolatría se equiparaba a uno de los tres pecados capitales (junto al homicidio y el adulterio), implicando la no readmisión.1 Sin embargo, la caridad pastoral prevaleció, influida por el ejemplo de Cristo, que perdonaba a los arrepentidos.

San Cipriano, en su tratado De lapsis (escrito alrededor del 251), aboga por una penitencia rigurosa: «Aprended lo que ocurrió cuando yo mismo estuve presente y fui testigo», relata un caso de una niña forzada a comer pan con vino de sacrificios, quien luego rechazó la Eucaristía en un signo milagroso de pureza.3 Cipriano insta a los lapsi a no apresurarse en la reconciliación, sino a demostrar contrición genuina, especialmente en tiempos de persecución continua.2

Sínodos posteriores codificaron estas normas:

Papa Benedicto XVI, en una audiencia de 2007 sobre Cipriano, destaca cómo el obispo de Cartago trabajó para restaurar la unidad, reconociendo a los lapsi como «caídos» que deseaban volver, pero exigiendo orden en la comunidad.4

Controversias y cismas derivados

Los lapsi no solo dividieron comunidades locales, sino que generaron cismas mayores. El novacianismo, fundado por Novaciano en Roma (251), rechazaba toda readmisión, considerando la apostasía irremediable y solo perdonable por Dios en el Juicio Final. Esta rigidez atrajo a puristas, pero fue condenada por la Iglesia universal.1

En África, el donatismo (siglo IV) surgió de acusaciones contra traditores como Cecilio, obispo de Cartago, cuestionando la validez de sacramentos administrados por «traidores». San Agustín combatió este cisma, defendiendo la misericordia eclesial.1

Estas disputas impulsaron la doctrina de la penitencia pública, reservando la absolución de pecados graves a los obispos, un pilar de la disciplina católica hasta el siglo XI.

Legado en la doctrina católica

El manejo de los lapsi forjó la penitencia sacramental como se conoce hoy: un proceso de conversión que combina justicia divina y misericordia humana. Influenció el Catecismo de la Iglesia Católica, que enseña que la Iglesia ofrece perdón a todo penitente sincero (CIC 1422-1440), recordando que «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20).

En la tradición, los lapsi simbolizan la fragilidad humana ante la prueba, pero también la resiliencia de la fe. Figuras como Cipriano, mártir en 258, ejemplifican el equilibrio entre corrección fraterna y esperanza en la redención. Hoy, este episodio invita a reflexionar sobre la perseverancia en contextos de secularismo, donde la fe puede flaquear sin persecución física.

Citas

  1. Lapsi, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Lapsi. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

  2. Sobre los lapsos, Cipriano de Cartago. Los Tratados de Cipriano - Tratado III, § 8 (251). 2

  3. Sobre los lapsos, Cipriano de Cartago. Los Tratados de Cipriano - Tratado III, § 25 (251). 2 3

  4. Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 6 de junio de 2007: San Cipriano (2007). 2