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Las siete Palabras de Cristo en la Cruz

Las siete Palabras de Cristo en la Cruz
Siete últimas palabras de Cristo, ilustración, Países Bajos, siglo XVII. Dominio Público.

Las siete palabras de Cristo en la Cruz representan las últimas expresiones de Jesús durante su crucifixión, recogidas en los Evangelios y consideradas un pilar fundamental de la teología católica. Estas declaraciones, pronunciadas en los momentos finales de su Pasión, revelan aspectos profundos de su divinidad, humanidad y misión redentora, como el perdón, la misericordia, el abandono filial y la entrega total al Padre. En la tradición de la Iglesia, se meditan especialmente durante la Cuaresma y el Triduo Pascual, inspirando devociones, homilías y reflexiones espirituales que invitan a los fieles a contemplar el sacrificio de la Cruz como fuente de salvación. Este artículo explora su origen bíblico, el significado de cada una, su impacto en la liturgia y la piedad católica, así como las interpretaciones de santos y pontífices.

Tabla de contenido

Origen bíblico

Las siete palabras de Jesús en la Cruz no se encuentran todas en un solo Evangelio, sino que están dispersas en los cuatro relatos sinópticos y el de San Juan, lo que resalta la unidad de la Sagrada Escritura en narrar el misterio pascual. Los Evangelistas, inspirados por el Espíritu Santo, capturan estos momentos culminantes de la vida de Cristo, que se produjeron entre el mediodía y las tres de la tarde del Viernes Santo, según la cronología evangélica.1 Esta dispersión subraya cómo la Iglesia, desde sus orígenes, ha compilado estas expresiones para formar un conjunto coherente que ilustra la plenitud del amor redentor de Dios.

El Evangelio de Lucas proporciona tres de ellas, enfatizando la misericordia y la oración filial; Mateo y Marcos recogen el grito de abandono, tomado del Salmo 22; mientras que Juan destaca las palabras de entrega y cumplimiento profético. Esta distribución no es casual: refleja la teología joánica de la Cruz como hora de glorificación, en contraste con la agonía humana descrita en los sinópticos.2 Los Padres de la Iglesia, como San Agustín y San Juan Crisóstomo, ya meditaban estas palabras como un testamento espiritual, aunque la tradición de las «siete» se consolida en la Edad Media, posiblemente influida por la liturgia de la Pasión.

Las siete palabras

La tradición católica enumera siete declaraciones específicas de Jesús, ordenadas cronológicamente según la secuencia de los eventos narrados en los Evangelios. Cada una se analiza a continuación, con su texto original en arameo, latín o griego traducido al español, y su contexto inmediato. Estas palabras no solo narran el sufrimiento físico y moral de Cristo, sino que también ofrecen lecciones eternas para la vida cristiana.

Primera palabra: El perdón a los enemigos

La primera expresión de Jesús desde la Cruz es: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Pronunciada al inicio de la crucifixión, mientras los soldados lo clavan en la madera y la multitud se burla, esta palabra encarna el mandato evangélico del amor a los enemigos (Mt 5,44). Jesús intercede por sus verdugos, revelando su divinidad en medio del dolor: no maldice, sino que ora por la conversión de los pecadores.3

En el Catecismo de Baltimore, se interpreta como un acto de perdón supremo que enseña a los fieles a imitar a Cristo en la misericordia, incluso ante la injusticia.3 Santo Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, la presenta como modelo de oración por los crucificadores, invitando a la contemplación de la humildad de Jesús.1

Segunda palabra: La promesa al buen ladrón

Hacia el mediodía, Jesús responde al ladrón arrepentido crucificado a su lado: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,43). Esta declaración resalta la eficacia inmediata de la conversión y la misericordia divina, que no depende de méritos humanos sino de la fe en el Salvador.4

Tomás de Kempis, en sus Pensamientos sobre la Semana Santa, ve en esta palabra una invitación a no desesperar por los pecados pasados, sino a confiar en la promesa de la vida eterna.5 El Catecismo de la Iglesia Católica la incluye entre las oraciones que manifiestan la profundidad filial de Jesús, extendiendo la salvación a todos los que se vuelven a Él en el último instante.2

Tercera palabra: La entrega de María y Juan

Mirando a su Madre y al discípulo amado, Jesús dice: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»… «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27). Este momento, único en el Evangelio de Juan, instituye a María como Madre espiritual de la humanidad y a la Iglesia como familia de los redimidos.4

Papa Juan Pablo II, en su meditación sobre el Vía Crucis, describe esta herencia como el legado de Cristo a la Iglesia, donde el amor materno de María abraza a todos los que sufren.4 En la tradición, se medita como un llamado a la devoción mariana, especialmente en la piedad popular hispana, donde se invoca a la Virgen de los Dolores.6

Cuarta palabra: El grito de abandono

Alrededor de las tres de la tarde, Jesús clama: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46; Mc 15,34), citando el Salmo 22,1. No es un lamento de desesperación, sino una oración profética que expresa el peso del pecado humano asumido por el Hijo de Dios, en unión perfecta con el Padre.7

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que estas palabras revelan la intimidad trinitaria en el sufrimiento, mostrando cómo Cristo carga con el abandono del pecador para reconciliarlo con Dios.2 Juan Pablo II, en su audiencia general de 1979, las vincula con la agonía de Getsemaní, destacando la solidaridad de Cristo con todo ser humano en el dolor.7

Quinta palabra: La sed de Jesús

Juan relata: «Tengo sed» (Jn 19,28), una expresión que alude tanto al tormento físico de la deshidratación como a la sed espiritual por la salvación de las almas. Los soldados le ofrecen vinagre, cumpliendo la profecía del Salmo 69,22.3

En las reflexiones de Tomás de Kempis, esta palabra invita a los fieles a tener una «sed ardiente» por Dios, el manantial de agua viva, y a apartarse de los placeres terrenales.5 Papa Juan Pablo II la presenta como un eco del sufrimiento corporal de Cristo, que culmina en la ofrenda total.4

Sexta palabra: El cumplimiento de la misión

Jesús proclama: «Todo está cumplido» (Jn 19,30), indicando la consumación de las profecías mesiánicas y la redención del mundo. Es un grito de victoria, no de derrota, que sella el Nuevo Testamento.3

El Catecismo de Baltimore lo interpreta como la realización de todas las promesas divinas y el fin de la obra de salvación.3 En la homilía del Crismal de 1991, Juan Pablo II lo une a la Pascua, como la última palabra de la Buena Nueva que libera al hombre del pecado.8

Séptima palabra: La entrega al Padre

Finalmente, Jesús exclama: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46), citando el Salmo 31,6, y expira. Esta oración de confianza absoluta manifiesta su obediencia filial hasta el fin.2

Ignacio de Loyola la medita como ejemplo de resignación a la voluntad divina.1 Papa Pablo VI, en su mensaje durante el Vía Crucis de 1971, la extiende como eco para los fieles hispanohablantes, invitándolos a seguir a Cristo en el camino de la Cruz hacia la Resurrección.9

Significado teológico

Teológicamente, las siete palabras encapsulan la cristología católica: la unión hipostática de lo divino y lo humano en Cristo. Revelan su rol como Sumo Sacerdote que intercede (Heb 7,25), Víctima inocente y Rey victorioso. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2605) las describe como la cumbre de la oración filial, donde el don de sí mismo se funde con la súplica, mostrando la Trinidad en acción salvífica.2

En la soteriología, ilustran la expiación: el perdón inicial y la promesa al ladrón destacan la gracia gratuita; el abandono y la sed, el costo del pecado; mientras que el cumplimiento y la encomienda afirman la resurrección inminente. Santos como San Alfonso María de Ligorio y doctores de la Iglesia las han usado para explicar la infinitez del amor divino, superando cualquier noción de un Dios distante.

En la tradición y liturgia católica

Desde la Edad Media, las siete palabras han inspirado devociones como el Sermón de las Siete Palabras, predicado el Viernes Santo en muchas catedrales españolas, o el Vía Crucis con meditaciones específicas. En España, la Semana Santa andaluza y castellana las integra en procesiones, con cofradías recitando cada una ante pasos del Cristo crucificado.

La liturgia del Triduo Pascual, reformada por el Concilio Vaticano II, las incorpora en la Lectura de la Pasión (Jn 18-19), fomentando la contemplación. Documentos papales, como las meditaciones de Juan Pablo II en el Coliseo (2003), las usan para acclamaciones litúrgicas, como «Cristo, eleison», enfatizando la reconciliación.10 En la piedad popular, se rezan en rosarios o novenas, especialmente en Hispanoamérica y Filipinas, influenciadas por la evangelización jesuita.1

Meditaciones de santos y pontífices

Santos como Ignacio de Loyola las contemplan en los Ejercicios Espirituales como misterios de la Cruz, para imitar a Cristo en la oración y el perdón.1 Tomás de Kempis, en sus Pensamientos sobre la Semana Santa, las aplica a la vida cotidiana: perdonar injurias, confiar en la misericordia y encomendarse a Dios en la agonía.6

Pontífices han profundizado su mensaje: Pablo VI (1971) las dirige a los fieles de lengua española como eco del Calvario, atrayendo irresistiblemente a la imagen del Crucificado.9 Juan Pablo II (1979 y 2000) las une a la solidaridad con el sufrimiento humano, revelando la divinidad en la humanidad de Cristo y llamando a una Pascua personal.7,4 En 2003, sus meditaciones en el Vía Crucis las convierten en signos de paz y reconciliación global.10

Estas reflexiones papales, alineadas con el Magisterio, invitan a los católicos a vivir la Cruz en la eucaristía y la caridad, transformando el dolor en esperanza.

Influencia cultural y devocional

Más allá de la teología, las siete palabras han permeado la cultura católica: en la música sacra, como el oratorio de Haydn (1795), o en la literatura española, con obras de Lope de Vega y Calderón de la Barca que dramatizan el Calvario. En España, se representan en autos sacramentales y misterios medievales, preservados en festivales como los de Zamora o Sevilla.

En la era moderna, encíclicas como Salvifici Doloris de Juan Pablo II (1984) las citan para una teología del sufrimiento redentor. Para los fieles, sirven de guía en confesión y adoración eucarística, fomentando una espiritualidad de entrega total.

En resumen, las siete palabras de Cristo en la Cruz no son meras frases históricas, sino un catecismo vivo que ilumina la fe católica, invitando a cada generación a subir al Calvario con Jesús para encontrar la vida eterna en su resurrección.

Citas

  1. Los misterios de la vida de cristo nuestro señor - De los misterios en la cruz, Íñigo López de Oñaz y Loyola (Ignacio de Loyola). Los Ejercicios Espirituales, §Los Misterios De La Vida De Cristo Nuestro Señor: De Los Misterios En La Cruz (1548). 2 3 4 5

  2. Sección primera la oración en la vida cristiana, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2605. 2 3 4 5

  3. Lección octava. Sobre la pasión, muerte, resurrección y ascensión de nuestro señor, Tercer Concilio Plenario de Baltimore. Un Catecismo de Doctrina Cristiana (El Catecismo de Baltimore n.º 3), § 386 (1954). 2 3 4 5

  4. Papa Juan Pablo II. Vía Crucis: oración inicial (21 de abril de 2000) - Discurso (2000). 2 3 4 5

  5. Tomás de Kempis. Reflexiones sobre la Semana Santa, § 10. 2

  6. Recuerdo, Tomás de Kempis. Reflexiones sobre la Semana Santa, § 9. 2

  7. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 11 de abril de 1979 (1979). 2 3

  8. Papa Juan Pablo II. 28 de marzo de 1991: Misa Crismal - Homilía (1991).

  9. Papa Pablo VI. «Vía Crucis» del Coliseo al Palatino (9 de abril de 1971) - Discurso (1971). 2

  10. Papa Juan Pablo II. Meditaciones de Su Santidad Juan Pablo II - Vía Crucis en el Coliseo (18 de abril de 2003) - Discurso (2003). 2