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Latria (adoración)

La latria es el tipo de adoración suprema y exclusiva que, según la doctrina católica, se debe únicamente a Dios, distinguiéndose de otras formas de veneración como la dulia o la hyperdulia. Este concepto teológico, arraigado en la tradición bíblica y patrística, subraya la unicidad de Dios como Creador y Señor soberano, prohibiendo cualquier forma de idolatría. En el marco de la fe católica, la latria se manifiesta en la liturgia, los sacramentos —especialmente en la Eucaristía— y la vida devocional, fomentando una relación de total sumisión y amor hacia la Trinidad. Este artículo explora su etimología, fundamentos doctrinales, distinciones clave y su relevancia en la práctica eclesial, basándose en las enseñanzas de la Iglesia.

Tabla de contenido

Etimología y definición

La palabra latria proviene del griego antiguo latreia (λατρεία), que originalmente se refería al servicio o trabajo de un siervo contratado, pero evolucionó para designar el culto o servicio religioso prestado a una deidad. En el contexto cristiano, especialmente en la tradición católica, este término adquirió un significado técnico para describir la adoración absoluta y suprema reservada solo para Dios. San Agustín de Hipona, en su obra La ciudad de Dios, la define como la servidumbre o servicio que pertenece al culto de Dios, diferenciándola de otros tipos de honor.1

En la teología católica, la latria no es meramente un acto exterior, sino una disposición interior del alma que reconoce a Dios como el principio y fin de toda creación. Implica actos como la ofrenda de sacrificios, la oración de alabanza y la sumisión total de la voluntad humana. Esta adoración se contrapone a cualquier forma de politeísmo o idolatría, que diviniza criaturas en lugar del Creador.2 La distinción es esencial para evitar confusiones, ya que la Iglesia enseña que solo Dios merece este nivel de reverencia, mientras que las criaturas reciben formas subordinadas de honor.

Latria en la tradición católica

Distinción con dulia e hyperdulia

Un aspecto central de la doctrina católica sobre la latria es su clara diferenciación de otras expresiones de veneración. La dulia se refiere al honor debido a los santos y ángeles por su santidad y proximidad a Dios, pero nunca equivale a la adoración divina.3 Por su parte, la hyperdulia es una forma especial de dulia reservada a la Virgen María, en reconocimiento a su maternidad divina, aunque sin llegar a la latria.4 Santo Tomás de Aquino, en la Suma Teológica, explica que la latria es debida solo a Dios por su soberanía absoluta, mientras que el honor a la Madre de Dios refleja el de su Hijo, pero no lo iguala.4

Esta distinción, establecida por los Padres de la Iglesia y ratificada por el Magisterio, previene malentendidos protestantes que a veces acusan al catolicismo de idolatría. La Iglesia insiste en que la latria es de naturaleza infinita, propia del Creador, mientras que la dulia es finita y relativa a las criaturas.5 En la práctica, esto se ve en gestos litúrgicos: la genuflexión ante el Santísimo Sacramento expresa latria, en contraste con la inclinación ante imágenes de santos, que indica dulia.

Fundamentos bíblicos

La base bíblica de la latria se encuentra en pasajes que enfatizan la exclusividad del culto a Yahvé. En el Antiguo Testamento, el mandato del Decálogo es claro: «No tendrás otros dioses delante de mí» (Éxodo 20,3), prohibiendo cualquier adoración compartida.2 Jesús reitera esta enseñanza en el Evangelio: «Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo darás culto» (Mateo 4,10), rechazando la tentación de adorar a Satanás.6

En el Nuevo Testamento, la latria se extiende a la Trinidad: el Padre es adorado como Creador, el Hijo como Redentor encarnado y el Espíritu Santo como santificador. La Carta a los Hebreos describe cómo los ángeles adoran al Hijo (Hebreos 1,6), modelando la latria eclesial.7 Estos textos subrayan que la adoración verdadera implica sacrificio y obediencia, no mera reverencia externa.

Enseñanzas de los Padres de la Iglesia

San Agustín de Hipona

San Agustín fue pivotal en la conceptualización de la latria como culto exclusivo a Dios. En Contra Fausto, argumenta que los mártires y santos no reciben sacrificios, ya que tales actos pertenecen solo a Dios; los ángeles y santos rechazan cualquier adoración que les sea dirigida, como se ve en el Apocalipsis (19,10).8 Agustín enfatiza que la latria fortalece la fe en la unicidad divina, usando signos sensibles para cultivar reverencia espiritual.

En La ciudad de Dios, profundiza en que la latria es un servicio único (latreia), no comparable al honor humano (dulia), y critica el paganismo por confundirlos.1 Su teología influyó en concilios posteriores, asegurando que la Iglesia evite excesos en la devoción a criaturas.

Santo Tomás de Aquino

El Doctor Angélico sistematiza la latria en sus obras, afirmando en la Suma contra los gentiles que solo Dios, como principio supremo, merece este culto, incluyendo el sacrificio, que representa la ofrenda total del ser humano.6 Rechaza pagar latria a ángeles o hombres, ya que implicaría una jerarquía absurda entre criaturas.

En la Suma Teológica, Aquino aclara que ni la Virgen María ni la cruz reciben latria, aunque se les honra por su relación con Cristo.4 Su razonamiento lógico —basado en la analogía del servicio al amo soberano— refuerza que la latria es racional y necesaria para la salvación, alineándose con la costumbre humana de honrar al rey supremo de manera única.

Latria en la liturgia y los sacramentos

La latria se realiza de forma preeminente en la liturgia católica, donde la Iglesia adora a Dios en espíritu y verdad. El sacrificio de la Misa es el acto supremo de latria, ofreciendo a Cristo al Padre en unión con la humanidad.9 El Concilio de Trento declara que el Santísimo Sacramento recibe la adoración de latria, ya que en él está presente el mismo Dios.7

Fuera de la Misa, prácticas como la exposición del Santísimo, las procesiones eucarísticas y la oración ante el tabernáculo expresan esta adoración.10 La Iglesia invoca también la ayuda de los ángeles en la liturgia —como en el Cánon Romano—, pero siempre subordinada a la latria trinitaria.11 En la vida cotidiana, la latria se extiende a la oración personal, el cumplimiento de los mandamientos y el rechazo de ídolos modernos como el poder o el dinero.2

Documentos magisteriales

El Magisterio ha reafirmado la latria en documentos clave. El Concilio Vaticano II, en Lumen gentium, presenta a la Iglesia como signo de unión con Dios, invitando a la adoración en su seno.12 El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) condena la idolatría como rechazo de la señoría única de Dios (CIC 2113) y afirma que el sacrificio es signo de latria (CIC 2099).2,9

En Mysterium fidei, Pablo VI destaca la latria eucarística como cuidado reverente del Sacramento, manifestada en procesiones y veneración.10 Estos textos subrayan que la latria no es opcional, sino esencial para la comunión con Dios y la unidad humana.13

En resumen, la latria representa el núcleo de la espiritualidad católica, guiando a los fieles hacia una adoración auténtica que glorifica a Dios y santifica al hombre. Su comprensión profunda fomenta una fe madura, libre de confusiones idolátricas, y enriquece la vida litúrgica y devocional de la Iglesia.

Citas

  1. Capítulo 1.— que los mismos platónicos han determinado que solo Dios puede conferir la felicidad ya sea a ángeles u hombres, pero que aún queda por saber si aquellos espíritus a quienes nos dirigen a adorar, para que podamos obtener la felicidad, desean que se les ofrezca sacrificio a sí mismos, o solo al único Dios, Agustín de Hipona. La Ciudad de Dios - Libro 10, §Capítulo 1 (426). 2

  2. Sección segunda - los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2113. 2 3 4

  3. Dulia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Dulia.

  4. Tercera parte - De la adoración de Cristo - ¿Debe la Madre de Dios ser adorada con la adoración de «latría»? , Tomás de Aquino. Suma Teológica, § III, Q. 25, A. 5. 2 3

  5. Latría, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Latria.

  6. Libro III: Dios fin de las criaturas - Capítulo 120 - Que el culto de latría debe ser rendido solo a Dios, Tomás de Aquino. Suma contra Gentiles, §Libro III. Cap. 120 (1265). 2

  7. Cap. 5. El culto y la veneración que se debe tributar a este santísimo sacramento, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 1643. 2

  8. Fausto refuta la acusación de adoración al sol, y sostiene que mientras los maniqueos creen que el poder de Dios reside en el sol y su sabiduría en la luna, ellos adoran sin embargo una sola deidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No son un cisma de los gentiles, ni una secta. Agustín enfatiza la acusación de politeísmo, y entra en una elaborada comparación de la mitología maniquea y pagana, Agustín de Hipona. Contra Faustum, §Libro 20. 21 (400).

  9. Sección segunda - los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2099. 2

  10. Sobre el culto de latría, Papa Pablo VI. Mysterium Fidei, § 56. 2

  11. Sección segunda I. Los Credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 335.

  12. Capítulo I - El misterio de la Iglesia, Concilio Vaticano II. Lumen Gentium, § 1 (1964).

  13. Capítulo II - Sobre el Pueblo de Dios, Concilio Vaticano II. Lumen Gentium, § 14 (1964).