Libeláticos
Los libeláticos (del latín libellatici) fueron cristianos del siglo III que, durante la persecución desencadenada por el emperador Decio en el año 250, obtuvieron certificados oficiales (libelli) que atestiguaban su conformidad con los ritos paganos exigidos por el edicto imperial, sin necesariamente haber participado en los sacrificios. Este término, de connotación peyorativa, se aplicaba a aquellos que recurrieron a esta estratagema para evitar el martirio o la confiscación de bienes, diferenciándolos de otros lapsos como los sacrificati o thurificati. En el contexto de la Iglesia primitiva, los libeláticos generaron debates teológicos y disciplinares sobre la reconciliación, resueltos mediante intervenciones de obispos como san Cipriano de Cartago y el uso de libelli pacis por parte de los confesores. Su historia ilustra las tensiones entre fidelidad doctrinal y supervivencia en tiempos de persecución, con evidencias documentales preservadas en papiros egipcios.1
Tabla de contenido
Etimología y definición
El término libeláticos proviene del latín libellus, que significa «librito» o «certificado pequeño», y se refiere específicamente a los poseedores de los libelli, documentos administrativos emitidos por autoridades romanas. Estos certificados eran de dos clases principales: los de conformidad, que declaraban que el titular había cumplido con las pruebas de lealtad al emperador y a los dioses paganos, y los de indulgencia (libelli pacis), emitidos por confesores o mártires para interceder por los lapsos.1
Los libeláticos, en sentido estricto, eran los titulares de los primeros, un grupo calificado de manera oprobiosa por la tradición eclesiástica posterior, ya que su apostasía era considerada menos grave que la de quienes sacrificaban directamente, pero aun así requería penitencia. Esta distinción subraya la complejidad moral de la época: algunos obtenían el libellus mediante declaraciones falsas, por procurador o incluso comprándolo, sin realizar el acto idolátrico.1
Contexto histórico
La persecución de Decio
La figura de los libeláticos surge en el marco de la persecución de Decio (249-251 d. C.), la primera de carácter sistemático contra los cristianos tras un período de relativa paz bajo los emperadores severos. Decio, al asumir el poder en 249, promulgó un edicto en enero o diciembre de 250 que obligaba a todos los ciudadanos a obtener un certificado de sacrificio a los dioses y al genio del emperador, bajo pena de exilio, confiscación de bienes o muerte.1
Este edicto no buscaba tanto el martirio masivo como la integración forzada de los cristianos en la sociedad romana, tras décadas de crecimiento numérico de la Iglesia. Muchos fieles, sorprendidos por la repentina medida, optaron por la apostasía en diversas formas: los apóstatas abandonaban por completo la fe; los sacrificati participaban en sacrificios; los thurificati ofrecían incienso; y los libeláticos, el grupo más numeroso en algunas regiones, se limitaban a conseguir el libellus sin acto explícito de idolatría.1
Impacto en la Iglesia primitiva
La persecución causó una crisis profunda en comunidades como las de Roma, Cartago y Egipto. En Cartago, san Cipriano, obispo en el exilio, documentó el pánico inicial y la oleada de lapsos. Los libeláticos representaban una forma «suave» de traición, pero su volumen masivo —facilitado por la corrupción administrativa romana— complicó la disciplina eclesiástica post-persecución.1
Tres libelli originales han sobrevivido, todos de origen egipcio (Papiros de Oxirrinco, IV, 658), donde el peticionario declara su constancia en los sacrificios y solicita la firma de los comisarios paganos. Estos documentos evidencian que, en ocasiones, la mera declaración bastaba, o se realizaba por proxy.1
Clasificación de los lapsos y los libelli
Tipos de libelli
Los libelli se dividían claramente:
Libelli de conformidad: Emitidos por funcionarios romanos, atestiguaban el cumplimiento del edicto. Eran el salvoconducto para evitar sanciones, pero su obtención implicaba, al menos formalmente, adhesión al paganismo.
Libelli pacis (certificados de paz): Documentos eclesiásticos redactados por confesores (cristianos torturados pero no muertos) o mártires, dirigidos a los obispos para solicitar la reconciliación de lapsos. No eran meras recomendaciones, sino peticiones de aplicación de méritos para remitir penas temporales, incluso en el más allá.1
Diferencias entre lapsos
| Tipo de lapsi | Descripción | Gravedad percibida |
|---|---|---|
| Apóstatas | Abandono total de la fe. | Muy alta |
| Sacrificati | Participación directa en sacrificios paganos. | Alta |
| Thurificati | Quema de incienso ante ídolos. | Media-alta |
| Libeláticos | Obtención de certificado sin sacrificio explícito (a veces fraudulento). | Media |
Esta tabla resume la jerarquía tradicional, basada en la proximidad al acto idolátrico.
Controversias eclesiásticas y reconciliación
Intervención de san Cipriano
San Cipriano de Cartago fue clave en la gestión de la crisis. En sus epístolas (e.g., Ep. XV), exhortó a los confesores a ser prudentes, evitando peticiones vagas como «recibidle en comunión» y rechazando abusos de sediciosos o traficantes de indulgencias. Inicialmente, reconciliaba lapsos con libelli pacis solo en casos de enfermedad; más tarde, ante abusos, los obispos impusieron penitencias uniformes sin privilegios especiales.1
En Roma, la práctica era menos extendida, pero en Cartago, Egipto y Asia Menor floreció el uso de libelli pacis. Tertuliano ya mencionaba apelaciones similares a confesores (Ad Martyras, I; De Pudicitia, 22). Los concilios africanos (I, 38) regularon la reconciliación general.1
Abusos y laxismo
Surgieron laxistas que ignoraban al obispo, promulgando indulgencias generales. Cipriano denunció en Ep. XXXIV, 23 estas irregularidades, insistiendo en la autoridad episcopal. Los confesores, a veces indiscretos, facilitaban fraudes, lo que llevó a una mayor centralización disciplinar.1
Evidencias documentales y fuentes
Las principales evidencias son los papiros egipcios citados y las obras patrísticas: epístolas de Cipriano (De Lapsis), Tertuliano y actas de mártires (Gebhardt, Acta Martyrum Selecta). Ningún libellus pacis original sobrevive, pero su descripción en fuentes primarias confirma su rol en la oikonomía eclesiástica —flexibilidad pastoral sin comprometer la doctrina.1
Legado teológico y disciplinar
Los libeláticos marcan un hito en la teología penitencial primitiva, prefigurando debates sobre indulgencias y autoridad eclesial. La Iglesia optó por penitencias públicas rigurosas para lapsos, reservando la reconciliación absoluta al Papa o concilios en persecuciones futuras (e.g., Diocleciano). Este episodio reforzó la primacía episcopal y la distinción entre pecado mortal y remisión temporal, influyendo en el desarrollo del sacramento de la penitencia.1
En la tradición católica, ilustra la misericordia divina ante debilidades humanas, siempre bajo obediencia a la Iglesia. Hoy, se estudia en contextos de historia de la Iglesia primitiva y mártires.
