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Libro de Baruc

Libro de Baruc
Profeta Baruc. Iconógrafo Terentiy Fomin (?). Vólogda (activo 1646-1670). Iglesia de Epifanio de Chipre del Monasterio de Kirilo-Belozersky. Dominio Público.

El Libro de Baruc es un texto deuterocanónico del Antiguo Testamento, atribuido tradicionalmente al profeta Baruc, discípulo y secretario de Jeremías. Forma parte de la Biblia católica y se presenta como una reflexión sobre el exilio babilónico de Israel, con confesiones de pecados, oraciones de súplica y alabanzas a la sabiduría divina. Escrito probablemente en el siglo II o I a. C., aunque con raíces más antiguas, el libro se divide en seis capítulos, donde los primeros cinco abordan temas de penitencia y esperanza, y el sexto incorpora la Carta de Jeremías como apéndice. Su canonicidad ha sido confirmada por la Iglesia Católica, destacando su valor espiritual para entender la fidelidad a Dios en tiempos de adversidad, y se lee en la liturgia durante el Adviento y otros periodos.

Tabla de contenido

Introducción

El Libro de Baruc ocupa un lugar singular en la tradición bíblica católica como uno de los libros deuterocanónicos, es decir, aquellos aceptados en el canon de la Septuaginta y la Vulgata, pero no en el canon hebreo judío posterior. Su nombre deriva de Baruc, hijo de Nerías, figura histórica mencionada en el Libro de Jeremías como el fiel colaborador del profeta durante el exilio babilónico. El texto, escrito en un contexto de crisis y dispersión del pueblo judío, invita a la reflexión sobre el pecado colectivo, la misericordia divina y la búsqueda de la sabiduría eterna. En la Iglesia Católica, se considera inspirado y parte integral de la Escritura Sagrada, contribuyendo a la comprensión teológica del Antiguo Testamento como preparación para la Revelación cristiana.1

Desde una perspectiva histórica, el libro refleja las experiencias del pueblo de Israel tras la destrucción de Jerusalén en el 587 a. C., aunque su redacción final parece datar de épocas helenísticas. Su estilo literario combina elementos poéticos, proféticos y sapienciales, similar a otros textos como el Libro de los Salmos o la Sabiduría. En la liturgia católica, pasajes de Baruc se utilizan para meditar sobre la esperanza mesiánica, especialmente durante el tiempo de Adviento.2 Este artículo explora su autoría, estructura, contenido, canonicidad y relevancia teológica, basándose en la tradición eclesial y estudios bíblicos católicos.

Autoría y datación

Baruc como figura histórica y tradicional autor

Baruc es presentado en la Biblia como el hijo de Nerías y hermano probable de Seraías, un alto funcionario en la corte del rey Sedecías.1 En el Libro de Jeremías (cap. 32 y 36), se le describe como el escriba que transcribió las profecías de Jeremías, incluso arriesgando su vida al leerlas públicamente en el Templo. Tras la caída de Jerusalén, Baruc acompañó a Jeremías en su exilio y se le atribuye una lealtad inquebrantable a la fe yahvista, a pesar de momentos de desánimo personal (Jer 45). La tradición cristiana, desde los primeros siglos, lo considera el autor del libro que lleva su nombre, escrito en Babilonia en el quinto año después de la quema de la ciudad santa (Bar 1,1-2).3

Esta atribución tradicional se basa en el título del libro y en la coherencia temática con las profecías de Jeremías. Padres de la Iglesia como San Cipriano y San Ambrosio citan pasajes de Baruc bajo el nombre de Jeremías, dado que Baruc era su discípulo cercano, lo que explica por qué algunos concilios antiguos no lo listan por separado en el canon.4 Sin embargo, la Iglesia Católica mantiene la paternidad literaria de Baruc, reconociendo que muchos autores bíblicos actuaban como compiladores de tradiciones orales y escritas.

Composición y datación: un proceso compilatorio

Aunque la tradición atribuye el libro a Baruc del siglo VI a. C., estudios católicos modernos sugieren una composición más tardía, probablemente entre los siglos II y I a. C., durante el periodo helenístico. El texto actual, conservado en griego, muestra huellas de un original hebreo, como indican marginales en la versión siro-hexaplar y hebraísmos lingüísticos.1 Teodoción, traductor del siglo II d. C., parece haberlo vertido del hebreo al griego, lo que apoya la hipótesis de un origen semítico.

El libro no es una obra monolítica, sino el resultado de un proceso compilatorio. Hay diferencias estilísticas notables: los capítulos 1-3,8 son prosa confesional; 3,9-4,4, un himno a la Sabiduría poético; y 4,5-5,9, odas de consuelo. Estas secciones, unidas abruptamente, sugieren que un editor final las reunió para abordar el exilio judío, posiblemente inspirado en textos como Job 28 o Daniel 9.1 Católicos eruditos argumentan que esta compilación no contradice la inspiración, ya que muchos libros bíblicos, como los Salmos, son antologías. La datación postexílica se infiere de alusiones a la diáspora y la idolatría helenística, pero nada en el contenido apunta a fechas posteriores al siglo I a. C., descartando críticas protestantes que lo sitúan después del 70 d. C.4

Estructura y contenido

Capítulos 1-3,8: Confesión y oración en el exilio

La primera parte del Libro de Baruc comienza con una introducción histórica (1,1-14), ambientada en Babilonia en el año 582 a. C. Baruc escribe el libro, lo lee ante el rey Joaquín y los exiliados, quienes responden con llanto, ayuno y oración. Recogen fondos para enviar a Jerusalén vasos sagrados y ofrendas, simbolizando la continuidad del culto yahvista pese al destierro.3

Sigue una doble confesión de pecados (1,15-2,5 y 2,6-3,8), que recuerda las culpas de Israel: idolatría, desobediencia a la Ley y confianza en alianzas humanas. Esta sección evoca la oración de Daniel (Dn 9,4-19) y culmina en una súplica por misericordia: «Señor, nuestro Dios, a ti conviene la gloria… acuérdate de tu pacto» (2,14-18). La oración enfatiza la justicia divina en el castigo, pero también su fidelidad a las promesas abrahámicas, invitando a la esperanza en la restauración.5

Capítulos 3,9-4,4: Himno a la Sabiduría divina

Esta sección poética es un elogio a la Sabiduría, personificada como don de Dios accesible solo a través de la Ley mosaica. «¿Dónde se halla la sabiduría, dónde está el lugar del entendimiento?» (3,15), pregunta el texto, respondiendo que reside en Israel y en el temor al Señor. La Sabiduría es eterna, creadora del mundo y guía para el pueblo: «Después miró la tierra y la llenó de bienes» (3,34).1

Influida por Proverbios 8 y Job 28, esta parte subraya que la infidelidad al mandamiento divino causa el exilio, pero la obediencia trae paz. En teología católica, prefigura a Cristo como Sabiduría encarnada (1 Cor 1,24), conectando Antiguo y Nuevo Testamento.

Capítulos 4,5-5,9: Odas de consuelo y esperanza

Compuesta por cuatro odas que inician con «¡Ánimo!» (4,5; 4,21; 4,27; 4,30) y un salmo final, esta parte personifica a Jerusalén como madre afligida que consuela a sus hijos dispersos. «No temas… el Señor será tu rey para siempre» (4,36-5,4), promete restauración y gloria eterna.1 El tono apocalíptico evoca Isaías 60-66, con imágenes de luz divina y naciones rindiendo homenaje a Sión.

Estas odas fomentan la perseverancia en la fe, recordando que el exilio es temporal y Dios vindicará a su pueblo.

Capítulo 6: La Carta de Jeremías

El sexto capítulo, titulado Carta de Jeremías, es un apéndice independiente, dirigido a los exiliados para advertir contra la idolatría babilónica. Jeremías, según la tradición, envía esta misiva antes de la deportación, prediciendo siete generaciones de cautiverio (6,3). Describe los ídolos como obras inertes de manos humanas: «Son oro y plata, pero no pueden salvarse a sí mismos» (6,7-73).1

Estilísticamente distinta, esta carta muestra rasgos helenísticos y se considera pseudepigráfica por algunos, pero la Iglesia la incluye como inspirada, reconociendo su valor didáctico contra el paganismo.4 En manuscritos griegos, a veces aparece separada, antes de las Lamentaciones.

Canonicidad en la Iglesia Católica

Debates históricos y tradición patrística

La canonicidad del Libro de Baruc ha sido objeto de controversia, principalmente porque no figura en el canon hebreo y su mención explícita en listas antiguas es escasa. Algunos Padres, como Melitón de Sardes o Atanasio, omiten los deuterocanónicos, pero la mayoría, como San Cirilo de Jerusalén o San Jerónimo en su Vulgata, lo aceptan implícitamente al incluirlo.4 San Clemente de Alejandría y San Juan Crisóstomo citan pasajes bajo el nombre de Jeremías, viéndolo como extensión de sus profecías.4

En la Edad Media, el libro se lee en la liturgia, y concilios como el de Roma (382) y Hipona (393) lo incorporan al canon. La Reforma protestante lo rechazó como «apócrifo», argumentando su ausencia del hebreo y datación tardía, pero católicos como Roberto Belarmino defendieron su inspiración con base en la tradición eclesial.4,6

Definición dogmática en el Concilio de Trento

El Concilio de Trento (1546), en su sesión IV, definió dogmáticamente el canon bíblico, incluyendo el Libro de Baruc entre los profetas menores.4 Esta decisión, basada en el uso litúrgico y la Septuaginta, resuelve dudas previas incluso entre algunos católicos como Juan Driedo. Hoy, el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 120) reafirma los deuterocanónicos como parte de la Escritura inspirada, valorando Baruc por su contribución ética y espiritual.7

Uso litúrgico en la Iglesia Católica

El Libro de Baruc tiene un rol prominente en la liturgia católica, especialmente en el Adviento, donde sus textos escatológicos inspiran la espera del Mesías. En la Liturgia de las Horas, se lee durante el periodo de Epifanía (de 7 de enero al sábado siguiente), combinado con Isaías 60-66.2 En la Misa, pasajes como Baruc 5,1-4 se usan en el Segundo Domingo de Adviento (Ciclo C), enfatizando la salvación divina: «Quítate el vestido de tristeza y aflicción, Jerusalén».2

En España y otros países de tradición hispana, se incluye en lecturas feriales de Pentecostés y en ritos de reconciliación, promoviendo la penitencia. Su integración litúrgica subraya su valor pastoral para comunidades en tiempos de prueba, como exilios modernos o crisis espirituales.

Temas teológicos principales

El Libro de Baruc es rico en temas que resuenan con la doctrina católica. Central es la confesión del pecado colectivo, reconociendo que el exilio resulta de la infidelidad a la Alianza, pero siempre con esperanza en la misericordia de Dios (Bar 2,11-18). Esto prefigura el sacramento de la Reconciliación.

Otro eje es la Sabiduría como don divino, inseparable de la Torá y, en perspectiva cristiana, de Cristo. «Él es el Dios eterno… grande es el Señor nuestro Dios» (3,35), proclama, afirmando la trascendencia yahvista contra ídolos.5 Las odas finales destacan la esperanza escatológica, con promesas de redención que iluminan la teología de la Iglesia como nuevo Israel.

En ética, critica la idolatría material (cap. 6), recordando que solo Dios salva, tema relevante en contextos seculares. Católicos ven en Baruc un llamado a la fidelidad en la diáspora, aplicable a la vida contemporánea.

Influencia y recepción en la tradición católica

A lo largo de la historia, el Libro de Baruc ha influido en la espiritualidad cristiana. San Agustín lo usa para meditar sobre la penitencia, y en el arte sacro, como en iluminaciones medievales, se representa a Baruc escribiendo junto a Jeremías. En la exégesis moderna, documentos como The Gift of Scripture (2005) de las Conferencias Episcopales de Inglaterra, Gales y Escocia lo destacan como puente entre judaísmo y cristianismo, valorando su inclusión en Biblias católicas.7

En España, ediciones como la Biblia de Jerusalén o la de la Conferencia Episcopal lo comentan extensamente, enfatizando su rol en la formación doctrinal. Su recepción positiva contrasta con visiones protestantes, pero la Iglesia Católica lo defiende como Palabra de Dios, esencial para una fe integral.

En resumen, el Libro de Baruc permanece como testimonio vivo de la providencia divina en la adversidad, invitando a los fieles a buscar la sabiduría eterna y a confiar en las promesas de salvación.

Citas

  1. Baruc, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Baruc. 2 3 4 5 6 7

  2. Capítulo III. Las diversas partes de la liturgia de las horas - VI. La lectura de la sagrada escritura - B. La disposición de la lectura de la sagrada escritura en el oficio de lecturas, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Instrucción General sobre la Liturgia de las Horas, § 149 (1971). 2 3

  3. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Baruc 1. 2

  4. Capítulo VIII, Roberto Belarmino. Controversias de la fe cristiana (Disputationes de Controversiis), § 54. 2 3 4 5 6 7

  5. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Baruc 3. 2

  6. Capítulo VII, Roberto Belarmino. Controversias de la fe cristiana (Disputationes de Controversiis), § 46.

  7. Parte tres - Leyendo el Antiguo Testamento tus palabras se convirtieron para mí en gozo y alegría de mi corazón. (Jeremías 15:16), Conferencias Episcopales Católicas de Inglaterra y Gales, y de Escocia. El Don de la Escritura, § 26 (2005). 2