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Libro de la Sabiduría

Libro de la Sabiduría
Imagen de Codex Gigas. Dominio público.

El Libro de la Sabiduría, también conocido como Sabiduría de Salomón, es uno de los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento en la tradición católica. Escrito en griego por un judío helenizado de Alejandría en el siglo I antes de Cristo, este texto poético y teológico explora la naturaleza de la sabiduría divina como principio creador y salvador, personificándola en una figura que anticipa aspectos de la revelación cristiana. Atribuido tradicionalmente al rey Salomón, aunque su autoría real es anónima, el libro se divide en dos partes principales: una especulativa sobre la sabiduría y la inmortalidad de los justos, y otra histórica que relata la salvación de Israel como ejemplo de la justicia divina. Reconocido como inspirado por la Iglesia Católica en el Concilio de Trento, influye en el Nuevo Testamento y ofrece una profunda reflexión sobre la fe, la idolatría y la providencia de Dios, destacando su relevancia en la teología católica contemporánea.

Tabla de contenido

Título y canonicidad

El título tradicional del libro, Sabiduría de Salomón, refleja la atribución pseudepigráfica al rey Salomón, símbolo de la sabiduría hebrea en la tradición bíblica. En la Vulgata latina, se denomina simplemente Liber Sapientiae o Libro de la Sabiduría, y en las versiones católicas modernas en español, como la Biblia de Jerusalén o la Nueva Biblia Española, se mantiene como Libro de la Sabiduría. Este nombre distingue al texto de otros libros sapienciales como los Proverbios o el Eclesiastés, también asociados a Salomón.

En el canon católico, el Libro de la Sabiduría forma parte de los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento, es decir, aquellos aceptados por la Iglesia pero no incluidos en el canon hebreo judío. Su canonicidad fue confirmada solemnemente por el Concilio de Trento en 1546, que lo enumeró explícitamente entre los textos sagrados, junto con otros como Tobías, Judit y los Macabeos.1 Los Padres de la Iglesia de los primeros siglos, como San Clemente de Alejandría y San Agustín, lo citaban con frecuencia como Escritura inspirada, reconociendo su valor doctrinal. En contraste, las tradiciones protestantes lo excluyen del canon, considerándolo apócrifo, lo que resalta una diferencia clave en la comprensión católica de la Biblia.

La inclusión en el canon alexandrino, reflejado en la Septuaginta (la versión griega del Antiguo Testamento), subraya su origen en la diáspora judía. Para la teología católica, este libro enriquece la comprensión de la sabiduría como atributo divino, preparando el terreno para la cristología neotestamentaria.

Autoría y fecha de composición

Aunque el texto se presenta como obra de Salomón, quien habla en primera persona en varios pasajes (por ejemplo, en la oración por la sabiduría en el capítulo 7), la crítica bíblica moderna descarta esta atribución como una convención literaria común en la literatura sapiencial judía helenística.2 El autor real es un judío anónimo de Alejandría, Egipto, influido por el pensamiento griego y la tradición bíblica hebrea. Esta pseudonimia salomónica permite al escritor adoptar la perspectiva del rey sabio para universalizar sus enseñanzas, dirigidas a una audiencia judía expuesta a la cultura helenística y tentada por el paganismo.

La composición se sitúa en el siglo I antes de Cristo, probablemente entre el 50 y el 30 a. C., poco antes del nacimiento de Jesús, como indica el Papa Juan Pablo II en su audiencia general de 1987.3 El lugar de redacción es Alejandría, centro de la diáspora judía donde convergían el judaísmo y la filosofía griega. El autor muestra familiaridad con ideas platónicas (como la materia informe en 11,17) y aristotélicas (las cuatro virtudes cardinales en 8,7), pero las integra en un marco monoteísta estricto, criticando la idolatría egipcia y el epicureísmo.2 No se trata de un palestino, ya que el texto carece de referencias a la geografía o costumbres locales de Judea, y su griego es fluido y elegante, no una traducción del hebreo.

Esta datación y autoría helenizadas explican por qué el libro no entró en el canon palestino judío, pero sí en el alexandrino, valorado por la Iglesia primitiva por su profundidad teológica.

Contenido y estructura

El Libro de la Sabiduría se compone de 19 capítulos y se divide en dos partes principales: la primera (capítulos 1-9) de carácter especulativo y poético, centrada en la sabiduría como don divino; y la segunda (capítulos 10-19), de naturaleza histórica y didáctica, que aplica estos temas a la historia de Israel.2 Esta estructura dual permite al autor pasar de la reflexión abstracta a la narración concreta, ilustrando cómo la sabiduría opera en la vida humana y en la providencia divina.

Primera parte: La sabiduría especulativa (capítulos 1-9)

Los capítulos iniciales (1-5) contrastan la suerte de los justos y los impíos. Los malvados, descritos como escépticos y perseguidoras de la inmortalidad (2,1-20), representan a los helenizados que niegan la retribución divina. En oposición, los justos alcanzan la inmortalidad como recompensa (3,1-9), un tema innovador en la literatura sapiencial que anticipa la resurrección cristiana.4

Los capítulos 6-9 personifican la Sabiduría como una figura femenina divina, emanación de Dios (7,25-26), presente en la creación (9,9) y guía de la humanidad. El autor, en forma de oración salomónica, describe cómo la sabiduría ilumina el alma, otorga virtudes y une al hombre con Dios (8,1-21). Esta sección culmina en una alabanza a la sabiduría como «espejo de la actividad de Dios» (7,26), enfatizando su rol en la salvación personal y colectiva.

Segunda parte: La sabiduría en la historia (capítulos 10-19)

Esta sección relata la historia de la salvación desde Adán hasta el Éxodo, mostrando cómo la sabiduría protege a los justos (capítulo 10). Los capítulos 11-19 comparan las plagas de Egipto con los beneficios recibidos por Israel, destacando la justicia retributiva de Dios: «Tú odias a los impíos y aborreces sus obras» (12,13), pero con misericordia para los penitentes.2

El contraste entre la idolatría egipcia (13-15) y la fe monoteísta ilustra el origen del pecado como envidia del diablo (2,24). Esta parte no es una mera recapitulación bíblica, sino una midrash helenística que universaliza la historia de Israel para exhortar a los judíos de la diáspora a resistir la asimilación cultural.

Temas principales

El tema central es la sabiduría divina, presentada no como conocimiento abstracto, sino como una persona eterna, luz creadora y fuerza amorosa que une a Dios con su creación.3 Personificada, la sabiduría es «volátil como un espíritu» (7,22), inmutable pero renovadora, y su posesión asegura la vida eterna (8,13-17).

Otros temas incluyen la inmortalidad de los justos (3,4), opuesta a la muerte como intrusa por envidia diabólica (2,24); la crítica a la idolatría (13-15), que degrada al hombre al adorar lo creado; y la justicia divina (12,15-22), que castiga con medida y misericordia, prefigurando la teología paulina.5 El libro también aborda la providencia (pronoia, 14,3) y las virtudes cardinales, integrando ética griega en la fe judía.

En el contexto católico, estos temas resaltan la continuidad entre Antiguo y Nuevo Testamento, con la sabiduría como prefiguración del Logos encarnado.

Doctrina y teología

Desde la perspectiva católica, el Libro de la Sabiduría enriquece la doctrina sobre Dios como creador de la materia informe (11,17), no eterna, alineándose con Génesis 1,2.2 Afirma un solo Dios, santo y providente, que se revela en sus obras (13,1-5) y extiende su misericordia a todos (11,23).

Teológicamente, la personificación de la sabiduría anticipa la Trinidad: ella es «emanación de la gloria de Dios» (7,25), imagen de su bondad, y se identifica con el Verbo (9,1). Pasajes como 2,12-20 profetizan el sufrimiento del Mesías, mientras que 18,14-16 evoca la encarnación.2 El Papa Juan Pablo II, en 2003, lo describe como preparación para la revelación neotestamentaria, enfatizando la inmortalidad como fin de los justos.4

En ética, promueve la justicia social (5,18-23) y la oración humilde, temas resonantes en la enseñanza papal moderna sobre la dignidad humana.

Influencia en el Nuevo Testamento y la tradición católica

El libro influye directamente en el Nuevo Testamento: el sufrimiento del justo (2,12-20) se refleja en la Pasión de Jesús (Mt 27,42-43); la sabiduría como reflejo de Dios (7,26) en Hebreos 1,3; y la armadura de Dios (5,17-20) en Efesios 6,13-17.2 San Pablo cita implícitamente 9,13 en Romanos 11,34.

En la tradición católica, ha inspirado a teólogos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, quienes lo usaron para meditar sobre la gracia y la creación. Litúrgicamente, se lee en misas como la del Corpus Christi, y en la catequesis, ilustra la fe en la vida eterna. Documentos papales, como las audiencias de Juan Pablo II, lo destacan como puente entre judaísmo y cristianismo.3,4

Texto y versiones

El original es en griego koiné, preservado en códices unciales como el Vaticano (siglo IV) y Sinaítico.2 La Vulgata de San Jerónimo lo traduce fielmente, con leves revisiones del texto latino antiguo. Versiones españolas católicas, como la de la Conferencia Episcopal Española (1975), lo rinden con precisión, manteniendo su poesía.

Ediciones críticas modernas, como la de la Biblioteca de Autores Cristianos, facilitan su estudio. No existe versión hebrea original, confirmando su composición helenística.

Citas

  1. Concilio de Trento 1545-1563 - Ecuménico XIX (contra novatores siglo XVI) - Sesión IV (abril 8, 1546) se aceptan los libros sagrados y las tradiciones de los apóstoles, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 1502.

  2. Libro de la sabiduría, La Prensa Enciclopédica. Enciclopedia Católica, §Libro de la Sabiduría. 2 3 4 5 6 7 8

  3. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 22 de abril de 1987 (1987). 2 3

  4. Libro de la sabiduría (1-6.9-11) la verdadera sabiduría es una participación en la mente de Dios, Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 29 de enero de 2003, § 1 (2003). 2 3

  5. David Lincicum. Leyendo la sabiduría, buscando la justicia: En diálogo con John Rawls y Nicholas Wolterstorff, § 6.