Libro de los Salmos

El Libro de los Salmos, conocido también como Salterio, es uno de los libros más centrales de la Biblia católica, integrado en el Antiguo Testamento como parte de los Escritos. Compuesto por 150 salmos, este texto sagrado representa una colección de himnos, oraciones y poemas que expresan la relación íntima del pueblo de Dios con el Señor, abarcando emociones humanas universales como la alabanza, el lamento, la súplica y la confianza. En la tradición católica, los Salmos no solo son un legado poético del judaísmo, sino que adquieren una dimensión profética y cristológica, interpretados como la voz de Cristo y de la Iglesia. Su uso litúrgico en la Misa y la Liturgia de las Horas los convierte en el corazón de la oración cristiana, fomentando una espiritualidad profunda y comunitaria que une el pasado salvífico con la esperanza escatológica.
Tabla de contenido
Introducción
El Libro de los Salmos ocupa un lugar privilegiado en la Sagrada Escritura católica, sirviendo como puente entre la experiencia de fe del Antiguo Testamento y la plenitud revelada en Jesucristo. Según la tradición eclesial, estos textos inspirados por el Espíritu Santo capturan la diversidad de la vida humana ante Dios: desde la alegría de la creación hasta el dolor del exilio, pasando por la esperanza en la redención. El Catecismo de la Iglesia Católica subraya que los Salmos nutren y expresan la oración del Pueblo de Dios, tanto en su dimensión personal como comunitaria, recordando los eventos salvíficos pasados y anticipando la venida del Mesías.1
En el canon católico, el Salterio forma parte de los Escritos (Kethuvim en hebreo), situado después de los Profetas. Su recopilación se remonta al período postexílico, aunque muchos salmos datan de épocas anteriores, como el reinado de David. La Iglesia, guiada por los Padres de la Iglesia, ha interpretado estos poemas no solo en su sentido literal, sino también en su significado mesiánico, donde Cristo se revela como el cumplimiento de las promesas divinas. Como afirma el Concilio Vaticano II, la Sagrada Escritura, incluyendo los Salmos, es esencial para la celebración litúrgica, ya que de ella derivan las lecciones, los himnos y las acciones sacramentales.2
Composición y estructura
Autores tradicionales y datación
La tradición atribuye gran parte de los Salmos al rey David, considerado el «dulce cantor de Israel» (2 Sam 23,1), quien se menciona en 73 salmos como autor o dedicatario. Sin embargo, la crítica bíblica católica reconoce una autoría múltiple y colectiva, influida por figuras como Asaf, los hijos de Coré, Salomón y otros levitas. El Papa Juan Pablo II, en sus catequesis sobre los Salmos, destacaba cómo David, con sus experiencias variadas —de pastor a rey, de guerrero a penitente—, encarna la búsqueda apasionada de Dios, prefigurando al Mesías.3
La composición del Salterio abarca siglos, desde el siglo X a.C. hasta el período persa (siglo V a.C.). Los salmos reflejan contextos históricos como las guerras contra los filisteos, el exilio babilónico y la restauración del Templo. Aunque el texto hebreo masorético es la base principal, la versión griega de la Septuaginta incluye el Salmo 151, no canónico en la tradición hebrea pero valorado en la liturgia oriental. La Iglesia católica, fiel a la Vulgata, mantiene los 150 salmos como canónicos, enfatizando su unidad como oración inspirada.4
División en libros y numeración
El Libro de los Salmos se divide en cinco libros, una estructura que evoca los cinco libros de la Torá, simbolizando la totalidad de la Ley cumplida en la alabanza:
Primer Libro (Salmos 1-41): Enfocado en la monarquía davídica y la confianza en Dios.
Segundo Libro (Salmos 42-72): Incluye salmos de los hijos de Coré y Asaf, con énfasis en el Templo.
Tercer Libro (Salmos 73-89): Temas de crisis y exilio, culminando en el lamento por la ruina de Sión.
Cuarto Libro (Salmos 90-106): Salmos de Moisés y himnos reales, centrados en la soberanía de Yahvé.
Quinto Libro (Salmos 107-150): Cánticos de alabanza y peregrinación, con el gran Hallel (113-118) y los salmos de ascenso (120-134).
Cada libro concluye con una doxología, y el conjunto termina con el Salmo 150, un llamado universal a la alabanza. La numeración difiere ligeramente entre tradiciones: la hebrea une Salmos 9-10 y 114-115, mientras que la Septuaginta y la Vulgata los separa, resultando en 151 salmos en algunas versiones griegas. En la liturgia católica, se sigue la división de la Vulgata para preservar la continuidad patrística.4
Géneros literarios
Los Salmos exhiben una rica variedad de formas poéticas, adaptadas a la oración hebrea. El principio dominante es el paralelismo, donde ideas se equilibran en versos simétricos: sinónimo (repetición), antitético (contraste) o sintético (desarrollo). Esta estructura rítmica, sin métrica estricta como en la poesía griega, facilita su recitación y canto.4
Entre los géneros principales destacan:
Salmos de alabanza (e.g., Sal 8, 29, 104): Celebran la creación y la majestad de Dios, invitando a toda la creación a unirse en himno.
Salmos de lamentación individual y colectiva (e.g., Sal 22, 51): Expresan el sufrimiento, la confesión de pecados y la súplica por liberación, como en el Miserere (Sal 51).
Salmos reales (e.g., Sal 2, 72, 110): Profetizan sobre el Mesías, describiendo su reinado eterno y sacerdocio.
Salmos de acción de gracias (e.g., Sal 30, 116): Narran la intervención divina en la historia personal o comunitaria.
Salmos sapienciales (e.g., Sal 1, 119): Ofrecen consejos morales, contrastando el camino de los justos con el de los impíos.
Salmos imprecatorios (e.g., Sal 69, 137): Piden justicia divina contra los enemigos, interpretados en la tradición católica como clamores contra el pecado, no venganza personal.
El Papa Benedicto XVI describía el Salterio como un «libro de alabanza» (tehillim en hebreo), donde incluso el dolor se transforma en esperanza, enseñando a orar en toda circunstancia.3 Algunos salmos, como el 137, han generado controversia por su dureza, pero la Iglesia los contextualiza en la experiencia de fe, omitiendo versos problemáticos en la liturgia moderna cuando es necesario.5
Importancia en la tradición católica
En la Liturgia de las Horas
Los Salmos forman el núcleo de la Liturgia de las Horas, la oración oficial de la Iglesia, que santifica el curso del día y la noche.6 Según la Instrucción General sobre la Liturgia de las Horas, el Salterio se distribuye en un ciclo de cuatro semanas, permitiendo una recitación completa más pausada que el antiguo ciclo semanal.7 En Laudes y Vísperas, se cantan dos salmos principales más un cántico bíblico, integrando el Salterio con la historia de la salvación.8
El Concilio Vaticano II exhorta a que los salmos se reciten con el corazón, fomentando su comprensión a través del estudio bíblico.9 En épocas litúrgicas como Adviento o Cuaresma, se seleccionan salmos específicos (e.g., Sal 77, 104) que prefiguran la Pascua.10 Esta práctica, heredada de los monjes y reformada por Pío X y Pablo VI, hace de los Salmos la «voz de la novia» dirigida al Esposo.6
En la celebración eucarística
Durante la Misa, el Salmo responsorial sigue a la primera lectura, respondiendo a la Palabra con oración poética. Este momento une la asamblea en un canto comunitario, como indica Sacrosanctum Concilium, promoviendo un amor vivo por la Escritura.2 Salmos como el 23 («El Señor es mi pastor») o el 95 («Venid, adoremos») se emplean frecuentemente, ilustrando la conexión entre liturgia y vida cotidiana.
En los sacramentos, como la Penitencia o la Unción de los Enfermos, se incorporan salmos para expresar misericordia y consuelo (e.g., Sal 50 en la reconciliación).11 Esta integración subraya cómo los Salmos, cantados desde los primeros siglos, elevan la mente a Dios en todo acto litúrgico.12
Interpretación cristológica
La tradición católica lee los Salmos a la luz de Cristo, como profecía cumplida. Jesús mismo los cita en la Cruz (Sal 22, 31) y enseña que todo en los Salmos se refiere a Él (Lc 24,44).13 Los Padres de la Iglesia, como San Atanasio, veían en ellos la voz de Cristo, la Iglesia y los mártires, extendiendo su sentido mesiánico a todos los salmos mediante «apropiaciones» tradicionales.13
El Papa Pío XII, en Mediator Dei, explicaba cómo los Salmos anuncian la gloria de Cristo: su poder eterno, su humillación y su redención.14 Juan Pablo II, en sus audiencias, enfatizaba el Christus totus —Cristo Cabeza y Cuerpo— en la oración psalmódica, especialmente cuando se canta coralmente.15 El Papa Francisco, recientemente, recordaba que los Salmos fueron la oración de Jesús, María y los Apóstoles, orquestados por la comunidad de santos.16
Esta hermenéutica evita interpretaciones artificiales, manteniendo el sentido literal mientras ilumina el espiritual, como en el Salmo 110, diálogo mesiánico entre David y su Señor.13
Traducciones y versiones en la Iglesia
La Iglesia ha preservado diversas versiones de los Salmos, priorizando la fidelidad al texto inspirado. La Septuaginta (siglo III-II a.C.) fue la primera traducción griega, usada por los primeros cristianos y base de la Vulgata latina de San Jerónimo (siglo IV). Jerónimo produjo tres revisiones: el Psalterium Romanum (para Roma), el Gallicanum (de la Septuaginta, aún en el Oficio) y una versión hebrea directa.4,17
En la Edad Media, el Salterio se integró en el Breviario Romano, con reformas de Pío V y Urbano VIII. El Concilio Vaticano II impulsó una nueva distribución y traducción, incorporando la Neo-Vulgata para la liturgia latina.5 En español, la versión de la Biblia de Jerusalén o la de la Conferencia Episcopal Española siguen el texto hebreo con influencias de la tradición latina, asegurando accesibilidad en lenguas vernáculas.7
La Pontificia Comisión Bíblica advierte contra emendaciones conjecturales excesivas, valorando el texto masorético pero reconociendo aportes de la Septuaginta para la exégesis católica.4
Uso en la oración y espiritualidad
Más allá de la liturgia, los Salmos guían la oración personal y comunitaria. San Agustín, en sus Confesiones, describía cómo los salmos le movían a lágrimas de piedad, rectificando las pasiones del alma.18 En la espiritualidad monástica, recitar el Salterio completo era norma, como en San Romualdo, quien lo veía como la «única vía» a la oración profunda.15
Hoy, la lectio divina integra los Salmos como meditación que transforma la Palabra en oración, preparando el silencio contemplativo.19 El Papa Benedicto XVI animaba a usarlos en momentos de desolación, recordando que Dios es fuente de luz incluso en el llanto.3 En contextos contemporáneos, como el diálogo interreligioso, los Salmos ofrecen un lenguaje universal de fe, aunque adaptados a sensibilidades modernas.16
En resumen, el Libro de los Salmos no es solo un texto antiguo, sino un tesoro vivo que la Iglesia católica custodia para nutrir la oración en todo tiempo. Su estudio y recitación fomentan una relación personal con Dios, prefigurando la alabanza eterna en el Reino.
Citas
Sección I. La oración en la vida cristiana, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2586. ↩
Capítulo I - Principios generales para la restauración y fomento de la sagrada liturgia - III. La reforma de la sagrada liturgia - A) Normas generales, Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium, § 24 (1963). ↩ ↩2
El hombre en la oración (7), Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 22 de junio de 2011: El hombre en la oración (7) (2011). ↩ ↩2 ↩3
Salmos, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Salmos. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Capítulo IV - El Oficio divino, Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium, § 84 (1963). ↩ ↩2
Capítulo IV - El Oficio divino, Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium, § 91 (1963). ↩ ↩2
Capítulo tercero. Las diversas partes de la liturgia de las horas - V. Los cánticos del Antiguo y Nuevo Testamento, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. La Instrucción General sobre la Liturgia de las Horas, § 136 (1971). ↩
Capítulo IV - El Oficio divino, Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium, § 90 (1963). ↩
Capítulo tercero. Las diversas partes de la liturgia de las horas - IV. Modo de distribuir los salmos en el Oficio, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. La Instrucción General sobre la Liturgia de las Horas, § 130 (1971). ↩
Sagrada Congregación para el Culto Divino. Ordo Penitentiae (Ritual de la Penitencia), § 54. ↩
Capítulo tercero. Las diversas partes de la liturgia de las horas - I. Los salmos y su estrecha relación con la oración cristiana, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. La Instrucción General sobre la Liturgia de las Horas, § 100 (1971). ↩
Capítulo tercero. Las diversas partes de la liturgia de las horas - I. Los salmos y su estrecha relación con la oración cristiana, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. La Instrucción General sobre la Liturgia de las Horas, § 109 (1971). ↩ ↩2 ↩3
Papa Pío XII. Mediator Dei, § 148 (1947). ↩
Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 28 de marzo de 2001, § 3 (2001). ↩ ↩2
Papa Francisco. Audiencia General del 19 de junio de 2024 - Ciclo de Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al pueblo de Dios hacia Jesús nuestra esperanza. 4. El Espíritu enseña a la Esposa a orar. Los Salmos, sinfonía de oración en la Biblia (2024). ↩ ↩2
Salterio, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Salterio. ↩
Introducción, Papa Pío X. Divino Afflatu, § Introducción (1911). ↩
Sección I. La economía sacramental, Catecismo de la Iglesia Católica, § 1177. ↩
