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Libro del profeta Joel

Libro del profeta Joel
Los manuscritos bíblicos eran posesiones muy preciadas e importantes de iglesias, monasterios, escuelas catedralicias y universidades en toda la Europa medieval. Los textos bíblicos eran conocidos como la Vulgata, las traducciones realizadas por San Jerónimo en el siglo IV del hebreo y el griego al latín, que se convirtieron en la versión latina definitiva y oficial de la Iglesia Romana. En el siglo XIII, la Biblia fue, por primera vez, producida como un solo volumen con una secuencia oficialmente sancionada para sus libros y capítulos, como ilustra este ejemplo. La extensísima decoración de esta Biblia está organizada jerárquicamente para indicar la importancia relativa de los distintos textos, de modo que las iniciales a página completa o casi completa marcan el inicio del primer prólogo, el Génesis y el primer Evangelio; las iniciales historiadas marcan el comienzo de cada libro y las iniciales iluminadas marcan los Prólogos. https://clevelandart.org/art/2008.2.353.a, Autor desconocido, CC0

El Libro del profeta Joel es uno de los doce profetas menores del Antiguo Testamento en la Biblia católica, atribuido al profeta Joel, hijo de Pethuel. Este texto profético, situado en el canon hebreo y cristiano, describe una devastadora plaga de langostas como símbolo de la ira divina, pero también anuncia la misericordia de Dios, el derramamiento del Espíritu Santo y la restauración de Israel. Con solo tres capítulos en la versión católica (cuatro en la hebrea), el libro combina advertencias apocalípticas con promesas de salvación, influyendo profundamente en la liturgia cristiana, el Nuevo Testamento y la teología católica sobre el Día del Señor. Su mensaje de conversión y esperanza resuena en la tradición eclesial, destacando la justicia y la gracia divinas en medio de las calamidades humanas.

Tabla de contenido

Contexto histórico y autoría

El Libro de Joel se enmarca en el período de los profetas menores, aunque su datación exacta permanece debatida entre los estudiosos católicos. Tradicionalmente, se sitúa en el siglo VIII a. C., contemporáneo de profetas como Oseas y Amós, durante el reinado de reyes de Judá como Joás o Josías. Sin embargo, la ausencia de referencias específicas a eventos históricos, como invasiones asirias o babilónicas, ha llevado a hipótesis que lo ubican en el siglo IX a. C. o incluso en la era postexílica, alrededor del siglo V a. C. La Enciclopedia Católica señala que Joel probablemente ejerció su ministerio en el Reino del Sur, en Judá, con énfasis en Jerusalén y el Templo, lo que sugiere un origen sacerdotal o levítico para el profeta.

Joel, cuyo nombre significa «Yahvé es Dios», es presentado como hijo de Pethuel en el versículo inicial (Jl 1,1). Nada se sabe con certeza de su vida personal, pero sus frecuentes alusiones a los sacerdotes y al culto (Jl 1,9; 1,13-14; 2,17) indican una profunda conexión con la vida religiosa de Israel. En la tradición católica, se le considera un profeta de la restauración, cuya visión trasciende lo temporal para apuntar al mesianismo y la era de la gracia. La Iglesia valora su obra no solo por su historicidad, sino por su dimensión profética, que prefigura la redención cristiana.

Estructura del libro

El Libro de Joel consta de tres capítulos en la Vulgata y la Septuaginta, aunque la versión masorética hebrea lo divide en cuatro. Su estructura es compacta y simétrica, con un ritmo retórico que alterna entre descripciones directas, apostrofes y promesas divinas. Se divide en dos secciones principales: la primera (Jl 1-2,17) centra en el juicio divino mediante una plaga de langostas como precursor del Día del Señor, y la segunda (Jl 2,18-3,21) ofrece consuelo con visiones de restauración y salvación universal. Esta dualidad refleja el estilo profético típico: amenaza y esperanza entrelazadas.

Capítulo 1: La plaga y el lamento

El primer capítulo describe una catástrofe agrícola devastadora causada por enjambres sucesivos de langostas (Jl 1,4), interpretada como un castigo divino por la infidelidad de Israel. Joel insta a los ancianos y habitantes a reflexionar: «¿Ha sucedido algo como esto en vuestros días o en los de vuestros padres?» (Jl 1,2). La plaga no solo arrasa cosechas y viñedos (Jl 1,7; 1,10-12), sino que interrumpe el culto: «La ofrenda y la libación han sido suprimidas de la casa de Yahvé» (Jl 1,9). Los sacerdotes son llamados a vestir sayal y proclamar un ayuno (Jl 1,13-14), mientras la creación entera gime (Jl 1,18-20).

Desde la perspectiva católica, este capítulo subraya la interconexión entre pecado humano, naturaleza y culto. La langosta no es mera metáfora de un ejército invasor, sino un evento real que simboliza la ira de Dios, similar a las plagas de Egipto. Teólogos como San Jerónimo en sus comentarios destacan cómo este lamento colectivo prefigura la penitencia eclesial.

Capítulo 2: El Día del Señor y la llamada a la conversión

El segundo capítulo intensifica la imagen apocalíptica: las langostas avanzan como un ejército invencible (Jl 2,4-9), anunciando el Día del Señor como «oscuridad y tinieblas» (Jl 2,2). Sin embargo, surge un llamado urgente a la conversión: «¡Ahora, pues, oráculo de Yahvé, volveos a mí con todo vuestro corazón, con ayunos, con llantos y lamentos; rasgad vuestros corazones y no vuestras vestiduras» (Jl 2,12-13). Dios se revela como «misericordioso y clemente, lento a la ira y rico en clemencia» (Jl 2,13), invitando a un ayuno solemne en el Templo (Jl 2,15-17).

Esta sección pivota hacia la esperanza: Dios, conmovido por el arrepentimiento, promete restaurar la tierra (Jl 2,18-27) y derramar su Espíritu sobre toda carne (Jl 2,28-32), una profecía cumplida en Pentecostés según Hechos 2,16-21. En la tradición católica, este pasaje es central para la teología del Espíritu Santo, como enfatiza el Concilio Vaticano II en su visión de la renovación carismática.

Capítulo 3: Juicio y salvación final

El tercer capítulo (o cuarto en la hebrea) anuncia el juicio sobre las naciones en el «valle de Josafat» (Jl 3,2; 3,12), donde Dios vindicará a su pueblo contra opresores como filisteos, fenicios, edomitas y egipcios (Jl 3,4-8). Paralelamente, promete una era de bendición para Sión: «El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes de que venga el Día de Yahvé, grande y terrible» (Jl 3,4, citando 2,31), pero «todo el que invoque el nombre de Yahvé será salvado» (Jl 3,5).

Este cierre escatológico integra temas de redención universal, con Jerusalén como centro de la salvación (Jl 3,17; 3,21). La Iglesia católica interpreta esto como prefiguración del Juicio Final y la Nueva Jerusalén, influyendo en el Apocalipsis (cf. Ap 14,15).

Temas teológicos principales

El Libro de Joel explora temas centrales de la fe católica, como el Día del Señor, un concepto que une juicio y salvación. La plaga simboliza las consecuencias del pecado, pero la conversión auténtica —del corazón, no de las apariencias— abre la puerta a la misericordia divina. Otro eje es el derramamiento del Espíritu, que democratiza la profecía: «Vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños, vuestros jóvenes verán visiones» (Jl 2,28), extendiéndose incluso a siervos y siervas (Jl 2,29).

En teología católica, Joel enfatiza la providencia de Dios en las calamidades naturales, invitando a la oración comunitaria y el ayuno como respuestas. Su visión escatológica resalta la universalidad de la salvación, accesible a quien invoque el nombre de Dios, un eco en el bautismo y la eucaristía.

Importancia en la tradición católica

En la Liturgia y el Año Litúrgico

El Libro de Joel tiene un rol prominente en la liturgia católica. Pasajes como Jl 2,12-18 se proclaman en la Cuaresma, especialmente en Miércoles de Ceniza, recordando la llamada a la penitencia: «Rasgad vuestros corazones y no vuestras vestiduras».1 En el Ordo Penitentiae, se incluye como responsorio (n. 129), subrayando la conversión total. Además, Jl 2,13-14 inspira oraciones de misericordia en la Misa y el Oficio Divino. Papas como Juan Pablo II, en homilías de Cuaresma, han destacado su dimensión comunitaria: el ayuno une a todo el pueblo, desde ancianos hasta niños (Jl 2,15-16).2

En el contexto del Año Santo, Pablo VI citó Jl 2,28 para describirlo como «hora de gracia», un tiempo de efusión del Espíritu.3

En el Nuevo Testamento y la exégesis patrística

La profecía de Joel encuentra cumplimiento en el Nuevo Testamento, particularmente en Pentecostés. San Pedro cita Jl 2,28-32 en Hechos 2,16-21 para explicar el don de lenguas como inicio de la era mesiánica.4 San Jerónimo, en su Carta 53, elogia a Joel por su visión del Espíritu derramado sobre todos, prefigurando la Iglesia universal.5 La tradición patrística ve en las langostas un tipo de los demonios o pecados que devoran la vida espiritual, mientras la restauración anuncia la gracia sacramental.

Enseñanzas papales y magisterio

El Magisterio católico ha invocado a Joel para temas de conversión y ecología. Juan Pablo II, en audiencias de 1990, interpretó Jl 3,5 como oferta de salvación a todos, superando barreras sociales.6 Pío XII en Mediator Dei alude indirectamente a su énfasis en el culto restaurado.7 En documentos como Ubi Arcano Dei Consilio de Pío XI, se evocan profetas como Joel para lamentar tiempos de oscuridad, pero con esperanza en la luz divina.8 Hoy, en encíclicas sobre el cuidado de la creación, como Laudato si', resuena el lamento de Joel por la tierra devastada (Jl 1,10).

Interpretación y legado

La exégesis católica moderna, guiada por Divino Afflante Spiritu de Pío XII, lee a Joel en su contexto histórico-literario, reconociendo la langosta como plaga real que tipifica juicios mayores.9 No se trata de simbolismo apocalíptico puro, sino de una progresión retórica hacia la escatología. Debates sobre la datación persisten, pero la Iglesia prioriza su mensaje perenne: Dios purifica mediante pruebas para otorgar salvación plena.

El legado de Joel influye en la literatura, arte y espiritualidad católica. Sus imágenes vívidas —langostas como guerreros, valles de juicio— inspiran mosaicos romanos y composiciones litúrgicas. En la teología moral, promueve el arrepentimiento ecológico y social, recordando que la creación gime por el pecado humano (cf. Rm 8,22).

En resumen, el Libro del profeta Joel encapsula la tensión profética entre juicio y misericordia, invitando a la Iglesia a vivir en esperanza escatológica. Su relevancia perdura en la liturgia y el magisterio, recordándonos que, incluso en la oscuridad, Dios restaura y salva.

Citas

  1. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Joel 1.

  2. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Joel 2.

  3. Joel, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Joel.

  4. Psalmi responsorii, Sagrada Congregación para el Culto Divino. Ordo Penitentiae (El Orden de la Penitencia), § 53.

  5. L’operazione-Fervore per un’ora di grazia, Papa Pablo VI. Audiencia General del 26 de septiembre de 1973, §L’operazione-fervore per un’ora di grazia (1973).

  6. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 14 de febrero de 1990 (1990).

  7. Papa Juan Pablo II. 4 de marzo de 1992: Miércoles de Ceniza en la Basílica de Santa Sabina en Roma - Homilía (1992).

  8. Papa Juan Pablo II. 5 de marzo de 2003: Miércoles de Ceniza - Basílica de Santa Sabina, § 1 (2003).

  9. Eusebio Sofronio Jerónimo (Jerónimo de Estridón o San Jerónimo). Carta 53 - A Paulino, § 8 (394).