Los pastores de Belén
Los pastores de Belén son figuras centrales en el relato evangélico de la Natividad de Jesús, descritos en el Evangelio según San Lucas como los primeros testigos humanos del nacimiento del Mesías. Anunciados por ángeles en los campos cercanos a Belén, estos hombres humildes y marginados de la sociedad representan la preferencia divina por los pobres y sencillos, invitando a la Iglesia a contemplar en ellos un modelo de fe vigilante, adoración gozosa y anuncio del Evangelio. Su visita al pesebre subraya el misterio de la Encarnación, donde Dios se revela en la debilidad, y su ejemplo ha inspirado la tradición litúrgica, artística y magisterial católica durante siglos.1,2,3
Tabla de contenido
Contexto bíblico
El relato de los pastores de Belén se encuentra exclusivamente en el Evangelio según San Lucas (Lc 2,8-20), que sitúa la escena en la noche del nacimiento de Jesús. San Lucas presenta este episodio como el cumplimiento de las profecías mesiánicas, destacando cómo Dios elige a los más humildes para revelar su plan de salvación.4
El anuncio angélico
Los pastores se hallaban en el campo, velando por sus rebaños durante la noche, cuando un ángel del Señor se les apareció, rodeado de la gloria de Dios. El mensajero celestial les proclamó: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor. Y os doy una señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Inmediatamente, una multitud de ángeles entonó el himno de gloria: «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad».1,2,5,4
Esta irrupción divina contrasta con la humildad del escenario: los pastores, personas de baja condición social, dedicados a un oficio impuro según la ley judía, reciben en primicia la Buena Nueva. Su vida nómada y marginal los hace símbolos de los olvidados, a quienes Dios privilegia.3,6
La visita al pesebre y el retorno
Tras la partida de los ángeles, los pastores se dijeron entre sí: «Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y lo que el Señor nos ha dado a conocer». Acudieron con prisa y hallaron a María, José y al Niño acostado en el pesebre, tal como les había sido anunciado. Contaron lo que les habían dicho los ángeles, causando asombro en quienes lo oyeron. María, por su parte, guardaba y meditaba todas estas cosas en su corazón. Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído.7,5,4
Este itinerario —del anuncio a la adoración, del encuentro a la proclamación— configura a los pastores como los primeros evangelizadores, prefigurando la misión de la Iglesia.8,9
Significado teológico
En la teología católica, los pastores de Belén encarnan la opción preferencial por los pobres, un tema recurrente en el Magisterio. Dios no se manifiesta primero a reyes o sacerdotes, sino a estos hombres sencillos, malolientes por su contacto con los animales y excluidos socialmente, para subrayar que el Reino de Dios pertenece a los humildes.1,2,6
Símbolos de vigilancia y pobreza
Los pastores son descritos como vigilantes, un rasgo que evoca la exhortación evangélica a estar despiertos ante la venida del Señor. Su estado de alerta espiritual les permite reconocer la luz divina en la oscuridad nocturna, recordándonos que solo un corazón atento acoge el misterio de la Encarnación.3,10
Además, representan la pobreza evangélica: nacen cerca de ellos, en un pesebre, porque «no había sitio para ellos en la posada». Jesús, el Buen Pastor, se identifica con estos pastores marginales, ennobleciendo el trabajo austero y dignificando al excluido.6,10
Modelo de respuesta a la fe
Su reacción —ir con prisa, adorar, proclamar y alabar— es paradigma de la fe auténtica: no duda, sino acción inmediata; no egoísmo, sino testimonio público. Como primeros adoradores después de María y José, invitan a la Iglesia a imitar su maravilla y alabanza ante el Niño Dios.7,4,11
En la tradición y el Magisterio de la Iglesia
La figura de los pastores ha sido iluminada por Padres de la Iglesia, santos y pontífices, integrándose en la piedad navideña católica.
Enseñanzas papales
San Juan Pablo II los presenta como modelos de búsqueda jubilar, transformados por el encuentro con el Niño: regresan «glorificando y alabando a Dios», enriquecidos interiormente.7,9
Benedicto XVI enfatiza su vigilancia: «eran verdaderamente vigilantes, con un vivo sentido de Dios y de su cercanía», preparados para acoger la paz divina.3,8
Papa Francisco, en sus catequesis jubilares, destaca su humildad: Dios elige a estos marginales para anunciar que el Mesías nace para todos, invitándonos a discernir la fuerza extraordinaria en la debilidad del Niño.1,2,6,10,12
Estos pontífices coinciden en que los pastores prefiguran a los pobres como sacramento de Cristo, camino seguro al Reino mediante la humildad.10
En la liturgia navideña
La Misa de la Aurora del 25 de diciembre incluye el relato lucano, invitando a «ver con ojos de fe» más allá de la escena sentimental. En muchas tradiciones, la «Misa de los Pastores» a medianoche evoca su testimonio primordial.5,13
El Directorio Homilético de la Congregación para el Culto Divino urge a los predicadores a resaltar su sentido común de pobres, que los lleva a verificar el anuncio angélico.5
Representación en el arte sacro y la cultura
Desde la Antigüedad, los pastores aparecen en belenes y pinturas navideñas, a menudo con bastones y ofrendas como leche o corderos, simbolizando su homenaje al Cordero de Dios.14
En himnos como los de San Efrén el Sirio, se les ve ofreciendo dones proféticos: carne a José, leche a María y alabanza al Hijo, prefigurando la Pascua.14
En la poesía patrística y la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino, se les interpreta alegóricamente: buscan la Palabra hecha carne, guiados por la luz, y su retorno es alabanza eclesial.4
Culturalmente, inspiran villancicos y costumbres como las pastoradas en España y Latinoamérica, donde se dramatiza su marcha a Belén.
Importancia contemporánea
Hoy, los pastores de Belén llaman a la Iglesia a salir hacia las periferias, como exhorta Francisco: acoger a los excluidos, dignificar el trabajo y construir un mundo sin marginados.6,12 En el Año Jubilar, invitan a la maravilla ante el Niño que renueva la esperanza humana.1,11
Su legado perdura en la Navidad católica, recordándonos que el pesebre es el lugar para encontrar al Mesías: en la humildad, nace la salvación.
Citas
Francisco. Audiencia General del 19 de febrero de 2025: Ciclo de Catequesis, Jubileo 2025 (2025). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Francisco. Audiencia General del 12 de febrero de 2025 - Ciclo de Catequesis – Jubileo 2025. Jesucristo nuestra Esperanza. I. La Infancia de Jesús. 5. «A ti nace hoy un Salvador, que es Cristo el Señor» (Lc 2,11). El nacimiento de Jesús y la visita de los pastores (2025). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Navidad - Misa de medianoche, Benedicto XVI. 24 de diciembre de 2008: Navidad - Misa de medianoche (2008). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Capítulo 2, Tomás de Aquino. Catena Aurea sobre Lucas, § 5 (1272). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Parte dos ars praedicandi - IV. La temporada navideña - A. Las liturgias de la Navidad, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Directorio Homilético (29 de junio de 2014), § 114 (2014). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Misa solemne de la solemnidad de la Natividad del Señor, Francisco. Misa solemne de la Solemnidad de la Natividad del Señor (24 de diciembre de 2021) (2021). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Juan Pablo II. 1 de enero de 2001: Solemnidad de la Santísima Madre de Dios - Homilía (2001). ↩ ↩2 ↩3
Benedicto XVI. 24 de diciembre de 2009: Navidad - Misa de medianoche (2009). ↩ ↩2
Juan Pablo II. Audiencia General del 27 de diciembre de 1978 (1978). ↩ ↩2
Francisco. Audiencia General del 22 de diciembre de 2021: Catequesis: El nacimiento de Jesús (2021). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
El gran «evento», Juan Pablo II. Audiencia General del 22 de diciembre de 1999, § 2 (1999). ↩ ↩2
Natividad del Señor Jesús, Francisco. Audiencia del 27 de diciembre de 2017 (2017). ↩ ↩2
Juan Pablo II. 24 de diciembre de 1979: Misa de medianoche - Homilía, § 4 (1979). ↩
Efraín el Sirio. Sobre la Natividad de Cristo en la carne, § himno 5 (NaN). ↩ ↩2
