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Cruz

Mal

El mal, desde una perspectiva católica, no es una sustancia o una entidad en sí misma, sino una privación o ausencia de bien que debería estar presente en una criatura1,2. Esta comprensión fundamental se deriva de la teología de San Agustín y fue sistematizada por Santo Tomás de Aquino1. La Iglesia Católica enseña que Dios, siendo sumamente bueno, no es el causante del mal moral, sino que lo permite debido a su respeto por la libertad de sus criaturas, y misteriosamente sabe cómo sacar un bien de ello3. El mal moral, el pecado, es el resultado de la libertad humana y es inmensurablemente más dañino que el mal físico3,4. A pesar de la existencia del mal, la providencia divina es capaz de transformar sus consecuencias en un bien mayor, como se manifestó en la redención lograda a través de la crucifixión de Cristo5,6.

Tabla de contenido

La Naturaleza del Mal en la Teología Católica

En la doctrina católica, el mal no se considera una naturaleza o esencia propia2. Santo Tomás de Aquino, siguiendo a San Agustín, explica que el mal es una privación, es decir, la carencia de un bien que, por naturaleza, debería poseer una criatura1,2. Por ejemplo, la ceguera es un mal porque es la ausencia de la vista en un ser que naturalmente debería ver. Esta perspectiva implica que no existe un «sumo mal» que se oponga al «sumo bien» que es Dios, ya que el mal no es una realidad objetiva en sí misma, sino una concepción subjetiva que surge de la relación de las cosas con otras cosas o personas1.

Todo lo que existe, en la medida en que es un ser, es bueno, porque todo ser proviene de Dios, quien es la bondad perfecta2. Por lo tanto, el mal no puede ser un efecto de la bondad divina2. La creación entera, tal como fue hecha por Dios, es inherentemente buena2. Incluso los defectos ontológicos inherentes a la finitud de las criaturas no son males morales, sino limitaciones propias de la existencia creada, que imita de manera deficiente el bien divino7.

El Origen del Mal Moral: La Libertad Humana

El mal moral, o pecado, entra en el mundo a través del libre albedrío de las criaturas inteligentes, como los ángeles y los seres humanos3. Dios no es la causa directa ni indirecta del mal moral3,8. Él permite el mal porque respeta la libertad de sus criaturas3,9. Esta libertad, que distingue a los seres humanos de otras criaturas, es el centro del drama del mal4. El mal siempre tiene un nombre y un rostro: el de aquellos hombres y mujeres que lo eligen libremente4.

La raíz radical del mal moral reside en la «nada» y la «defectibilidad» de la criatura10. Una criatura finita, si no es sostenida en su ser y operación por la causalidad extrínseca de Dios, puede fallar10. El pecado, en su nivel más profundo, es un trágico rechazo de las exigencias del amor4. Aunque el pecador no desea la privación en sí misma, sino un bien particular, no puede elegirlo sin apartarse de su fin último y exponerse al desastre8.

La Providencia Divina y el Mal

A pesar de la existencia del mal, la providencia omnipotente de Dios es capaz de sacar un bien de sus consecuencias, incluso de un mal moral causado por sus criaturas5. Esta es una verdad central en la teología católica. Un ejemplo bíblico es la historia de José, quien dijo a sus hermanos: «No fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios… Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer que se salvara mucha gente» (Génesis 45:8; 50:20)5.

El mayor ejemplo de cómo Dios saca el bien del mal es la Pasión y Muerte de Jesucristo5. El rechazo y asesinato del Hijo unigénito de Dios, el mayor mal moral cometido por los pecados de todos los hombres, fue transformado por la gracia divina en el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra redención5,6. Sin embargo, es crucial entender que el mal nunca se convierte en un bien en sí mismo5.

La tradición tomista sostiene que Dios permite el mal únicamente en aras de un bien superior7. La bondad infinita de Dios extrae de los defectos efectos adecuados que manifiestan el Ser, la Verdad y el Bien subsistentes en sí mismos, que son el bien común de toda la creación y el fin de todas las criaturas intelectuales en la naturaleza y la gracia7. La manifestación de Dios en cada mundo posible sería buena, y de cada uno, la perfección infinita de Dios produciría bienes superiores7.

Tipos de Mal: Moral y Físico

La teología católica distingue entre mal moral y mal físico.

El Mal y la Redención en Cristo

La consideración del bien y el mal se ilumina plenamente a la luz de la obra redentora de Cristo13. La creación misma, que fue sometida a la degradación y devastación causadas por el pecado, participa en la alegría de la liberación lograda por Cristo en el Espíritu Santo13. El plan original del Creador, que fue trastornado por el pecado, es restaurado maravillosamente por Cristo, quien lo lleva a cabo misteriosa pero eficazmente en la realidad presente, esperando su cumplimiento final13.

El sufrimiento de Cristo en la cruz dio un nuevo significado al sufrimiento humano, abriendo una nueva dimensión: el orden del amor14. Este sufrimiento consume el mal con la llama del amor y hace brotar del pecado una gran floración de bien14. Todo sufrimiento humano contiene en sí mismo una promesa de salvación14. Esto se aplica a todas las formas de sufrimiento provocadas por el mal, incluyendo los males sociales y políticos como la guerra, la opresión, la injusticia social, la discriminación y el terrorismo14. En el amor que brota del corazón de Cristo, los católicos encuentran esperanza para el futuro del mundo14.

La Perspectiva Escatológica

La comprensión plena de los caminos de la providencia divina, especialmente a través de los dramas del mal y el pecado, solo se alcanzará al final de los tiempos, cuando la humanidad vea a Dios «cara a cara»12. Mientras tanto, se requiere una fe sencilla en medio de las pruebas de la vida diaria para afirmar que Dios está produciendo algo bueno de ellas, sin necesidad de comprender cómo lo hace o cuál es ese bien12.

Conclusión

El mal, en la teología católica, es fundamentalmente una privación del bien, no una sustancia en sí misma. Aunque Dios no es su autor, permite el mal moral debido al respeto por la libertad humana, y su providencia omnipotente es capaz de transformar las consecuencias del mal en un bien mayor. La redención de Cristo es el ejemplo supremo de esta capacidad divina de sacar el bien del mal, ofreciendo esperanza y un nuevo significado al sufrimiento humano. La distinción entre el mal moral (pecado, causado por la libertad humana) y el mal físico (sufrimiento, enfermedad) es crucial, y ambos se entienden en el marco de la bondad de la creación y la obra salvífica de Cristo. La plena comprensión de este misterio solo se revelará en la visión beatífica.

Citas

  1. The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, Evil. 2 3 4

  2. Aquino, Tomás. Summa Contra Gentiles, Libro III, Capítulo 7. 2 3 4 5 6

  3. Cole, Basil, O.P. St. Thomas and the «Good News» of Punishment? 2 3 4 5 6

  4. Juan Pablo II. XXXVIII Jornada Mundial de la Paz 2005, No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien, 2. 2 3 4 5

  5. Catecismo de la Iglesia Católica, 312. 2 3 4 5 6

  6. Juan Pablo II. Audiencia General del 11 de junio de 1986. 2

  7. Long, Steven A. Providence, Freedom, and Natural Law. 2 3 4

  8. White, Thomas Joseph. Von Balthasar and Journet on the Universal Possibility of Salvation and the Twofold Will of God, página 21. 2 3 4

  9. Brotherton, Joshua R. Toward a Consensus in the De Auxiliis Debate, página 35.

  10. Long, Steven A. Providence, Freedom, and Natural Law, página 38. 2

  11. Merkelbach, Benoît Henri, O.P., Beaudouin, Reginald, O.P., et al. Book Reviews (Nova et Vetera, Vol. 23, No. 2), página 27. 2 3

  12. Cole, Basil, O.P. St. Thomas and the «Good News» of Punishment?, página 12. 2 3 4

  13. Juan Pablo II. Audiencia General del 14 de febrero de 2001, 4. 2 3

  14. Morrow, Jeffrey L. Once There Was No Church and State: Re-Envisioning the Social Order in Light of Thirteenth-Century History, página 25, citando a Juan Pablo II, Memoria e identidad, 167-168. 2 3 4 5