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Martirio de Esteban

Martirio de Esteban
Los objetos alrededor de la cabeza y el cuerpo de San Esteban son representaciones de las piedras con las que fue asesinado. Dominio Público.

El martirio de Esteban representa un momento pivotal en la historia primitiva de la Iglesia cristiana, narrado en los Hechos de los Apóstoles como el primer caso de persecución sangrienta contra un seguidor de Jesús. Esteban, uno de los siete diáconos elegidos para asistir a la comunidad, se convirtió en un predicador audaz lleno del Espíritu Santo, lo que provocó su acusación por blasfemia ante el Sanedrín judío. Su discurso profético, su visión celestial y su muerte por lapidación, perdonando a sus verdugos, simbolizan la resistencia al mal y la fidelidad a Cristo, inspirando generaciones de cristianos en su testimonio de fe y caridad.

Tabla de contenido

Contexto histórico

El martirio de Esteban se sitúa en los primeros años de la Iglesia naciente, poco después de la resurrección y ascensión de Jesús, en el contexto de una comunidad cristiana en expansión en Jerusalén. Los apóstoles, centrados en la oración y la predicación, enfrentaban el crecimiento numérico de los discípulos, lo que generaba tensiones prácticas en la distribución de bienes a las viudas y necesitados.1 Esta situación llevó a la elección de siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para encargarse de estas tareas caritativas, permitiendo a los apóstoles dedicarse plenamente al ministerio espiritual.2

Esteban, descrito como un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, fue el primero en ser mencionado entre estos diáconos.3 Su origen helenista —probablemente judío de la diáspora, con nombre griego que significa «corona"— lo distinguía en una comunidad mixta de hebreos y griegos.2 Antes de su martirio, poco se sabe de su vida previa, aunque tradiciones posteriores sugieren que no era prosélito, sino judío de nacimiento, y posiblemente educado en las sinagogas de Jerusalén.4 El ambiente era de efervescencia religiosa: la predicación cristiana atraía conversiones, pero también suscitaba oposición de las autoridades judías, celosas del mensaje de Jesús como Mesías.

Ministerio y predicación de Esteban

Como diácono, Esteban no se limitó a las obras de caridad; su ministerio se extendió rápidamente a la evangelización. Los Hechos relatan que, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y señales entre el pueblo, atrayendo multitudes y confirmando la verdad del Evangelio con milagros.1 Su predicación era apasionada y convincente, centrada en Jesús como el cumplimiento de las promesas divinas, lo que lo convertía en una figura destacada en la comunidad primitiva.5

Sin embargo, su audacia provocó resistencia. Miembros de varias sinagogas —de libertos, cireneos, alejandrinos y otros de Cilicia y Asia— intentaron disputar con él, pero no podían resistir la sabiduría y el Espíritu con que hablaba.1 Incapaces de vencerlo en argumentos, recurrieron a la calumnia: subornaron testigos falsos para acusarlo de blasfemar contra Moisés, Dios, el Templo y la Ley.4 Estas acusaciones resonaban con las que se habían hecho contra Jesús, reflejando el patrón de persecución contra los profetas y el Mesías.6 Esteban fue arrestado y llevado ante el Sanedrín, donde su rostro apareció como el de un ángel, irradiando una serenidad divina que impresionó a los presentes.2

El juicio ante el Sanedrín

Discurso de defensa

El juicio de Esteban, descrito en el capítulo 7 de los Hechos, culminó en un discurso extenso que no era una mera defensa personal, sino una reinterpretación audaz de la historia de Israel desde la perspectiva cristiana.3 Esteban comenzó recordando la vocación de Abraham, el padre de la nación, justificado por Dios en tierra extranjera, y la promesa de una herencia no limitada a un lugar físico.4 Siguió con la historia de José, vendido por sus hermanos pero elevado por Dios para salvar a su pueblo durante la hambruna, ilustrando cómo Dios obra a través del sufrimiento.7

Luego, se centró en Moisés: nacido en tiempos de persecución, salvado milagrosamente y llamado en el desierto para liberar a Israel de Egipto. Esteban enfatizó cómo Moisés predijo un profeta como él —Jesús—, y cómo el pueblo rechazó tanto a Moisés como a los profetas subsiguientes.3 Criticó la idolatría del becerro de oro en el Sinaí y la construcción del Tabernáculo y el Templo por David y Salomón, recordando que el Altísimo no habita en casas hechas por manos humanas, citando al profeta Isaías.3 Este punto subrayaba que el verdadero culto no se confinaba al Templo, sino que se realizaba en el espíritu, cumplido en Cristo.

El clímax del discurso fue una denuncia profética: «¡Gente de dura cerviz y sin circuncidar el corazón ni los oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así vosotros también».3 Acusó a sus oyentes de haber perseguido a los profetas y asesinado al Justo anunciado, recibiendo la Ley por ministerio de ángeles pero sin guardarla.4 Este reproche, inspirado en el Espíritu Santo, no buscaba solo defenderse, sino convertir, mostrando la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento centrada en Jesús.6 San Juan Crisóstomo, en sus homilías, destaca cómo Esteban usó esta exposición para revelar la hipocresía de sus acusadores y exaltar la resurrección de Cristo.8

Reacción y condena

El discurso enfureció al Sanedrín: rechinaron los dientes y, al oír a Esteban proclamar su visión, se taparon los oídos y se lanzaron contra él como una turba enfurecida.3 No fue un juicio formal imparcial, sino un estallido de ira colectiva, aunque cumplió formalidades legales judías, como llevarlo fuera de la ciudad para la lapidación.4 Saulo (posteriormente San Pablo), joven fariseo, custodiaba las vestiduras de los testigos, consintiendo en su muerte y marcando el inicio de una gran persecución contra la Iglesia.9

El martirio

Visión celestial

En el momento culminante, Esteban, lleno del Espíritu Santo, alzó la mirada al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha del Padre.3 Exclamó: «Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».3 Esta visión, similar a las de los profetas, confirmaba la divinidad de Jesús y su exaltación, transformando su muerte inminente en un acto de victoria.5 Papa Juan Pablo II, en sus audiencias, resaltó cómo esta experiencia de Esteban reflejaba la acción del Espíritu Santo en la Iglesia primitiva, uniendo comunión y martirio.5 San Pablo VI lo presentó como ejemplo de fe en la resurrección, estimulando a los creyentes a ser testigos del misterio pascual.10

Lapidación y últimas palabras

Arrastrado fuera de las murallas de Jerusalén, Esteban fue apedreado según la ley mosaica por blasfemia (Levítico 24:14). Mientras las piedras lo herían, invocó: «Señor Jesús, recibe mi espíritu», imitando las palabras de Jesús en la cruz.3 Arrodillado, gritó con voz fuerte: «Señor, no les imputes este pecado», perdonando a sus perseguidores con un amor que trascendía el odio.11 Así murió, «durmiéndose en el Señor», como un siervo fiel.4 Devotos hombres sepultaron su cuerpo y hicieron gran duelo, mientras su sangre regaba la semilla de la Iglesia, fructificando en conversiones como la de Saulo.9

Papa Francisco, en una audiencia reciente, subrayó la parresía —audacia evangélica— de Esteban y cómo la calumnia, como «cáncer diabólico», destruye reputaciones, pero el martirio construye puentes de fraternidad.6 En contextos de persecución, como los mártires españoles del siglo XX, sus palabras inspiran perdón y esperanza.12

Significado teológico y legado

El martirio de Esteban no fue un fracaso, sino una semilla de vida eterna, ilustrando cómo la oposición al Evangelio revela la resistencia al Espíritu Santo.13 Teológicamente, su discurso muestra la superación del Templo por el culto espiritual en Cristo, y su visión afirma la cristología de la derecha divina.8 En la tradición católica, Esteban es el protomártir, patrono de los conversos, albañiles y de los que sufren calumnias, con fiesta el 26 de diciembre, dentro del octavario navideño, simbolizando el primer fruto de la encarnación.2

Su ejemplo resuena en la liturgia y la espiritualidad: homilías papales lo invocan para fomentar la valentía en la fe y el rechazo a interpretaciones erróneas del misterio pascual.10 En beatificaciones modernas, como la de Esteban Sándor, se evoca su nombre para honrar a mártires que construyen puentes de caridad en tiempos de odio.14 El martirio de Esteban impulsó la expansión de la Iglesia más allá de Jerusalén, hacia Judea, Samaria y los gentiles, cumpliendo el mandato misionero de Jesús.9

Citas

  1. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Hechos 6. 2 3

  2. San Esteban, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §San Esteban. 2 3 4

  3. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Hechos 7. 2 3 4 5 6 7 8 9

  4. Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen IV, § 621. 2 3 4 5 6

  5. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 29 de noviembre de 1989, § 6 (1989). 2 3

  6. Hechos de los Apóstoles, Papa Francisco. Audiencia General del 25 de septiembre de 2019 (2019). 2 3

  7. Pánfilo. Una Exposición de los Capítulos de los Hechos de los Apóstoles, §H (300).

  8. Hechos VII, 54, Juan Crisóstomo. Homilía 18 sobre los Hechos de los Apóstoles (404). 2

  9. Hechos de los Apóstoles, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Hechos de los Apóstoles. 2 3

  10. L’esempio del martire Stefano, Papa Pablo VI. Audiencia General del 12 de abril de 1972, §L’esempio Del Martire Stefano (1972). 2

  11. Papa Juan Pablo II. 5 de octubre de 1980: Visita pastoral a Otranto - Homilía, § 3 (1980).

  12. Dicasterio para las Causas de los Santos. Martiri Spagnoli Missionari del Sacro Cuore di Gesù: Decreto (2017).

  13. Papa Juan Pablo II. Audiencia General del 22 de noviembre de 1989, § 5 (1989).

  14. Dicasterio para las Causas de los Santos. István Sándor: Sulla beatificazione (ottobre 2013), §Sobre la beatificación (2013).