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Marxismo

Marxismo
Un montaje de imágenes de Karl Marx y Friedrich Engels. La foto de Friedrich Engels está invertida. Dominio Público.

El marxismo es una filosofía socioeconómica y política desarrollada por Karl Marx y Friedrich Engels, que propone una interpretación materialista de la historia y aboga por una sociedad sin clases mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La Iglesia Católica ha mantenido una postura crítica hacia el marxismo y sus diversas manifestaciones, como el comunismo y el socialismo, debido a sus fundamentos ateos, materialistas y su rechazo de la dignidad de la persona humana, la propiedad privada y la autoridad divinamente constituida. A lo largo de varias encíclicas y documentos, los Papas han condenado el marxismo, al tiempo que han reconocido las legítimas aspiraciones de justicia social que a veces motivan a sus adherentes, ofreciendo la Doctrina Social de la Iglesia como una alternativa cristiana para abordar las desigualdades.

Tabla de contenido

Orígenes y Principios del Marxismo

El marxismo se basa en el materialismo dialéctico e histórico, una doctrina que sostiene que la única realidad existente es la materia, cuyas fuerzas ciegas evolucionan para dar origen a las plantas, los animales y el ser humano1. Según esta visión, incluso la sociedad humana es una forma de materia que evoluciona de manera similar, moviéndose hacia una sociedad sin clases a través de un conflicto perpetuo de fuerzas1. En esta doctrina, no hay lugar para la idea de Dios, ni distinción entre materia y espíritu, alma y cuerpo, ni esperanza en una vida futura1.

Los comunistas, herederos de esta filosofía, afirman que el conflicto que impulsa al mundo hacia su síntesis final puede ser acelerado por el ser humano, buscando agudizar los antagonismos entre las distintas clases sociales. Así, la lucha de clases se convierte en una cruzada por el progreso de la humanidad, y cualquier fuerza que se resista a esta violencia sistemática debe ser aniquilada1.

El marxismo despoja al ser humano de su libertad y dignidad, concibiéndolo como un mero engranaje en el sistema comunista2. No reconoce derechos individuales frente a la colectividad, ni derechos naturales a la personalidad humana2. Además, los comunistas defienden la igualdad absoluta de todos los hombres en derechos y deberes, rechazando cualquier jerarquía y autoridad de origen divino, incluida la autoridad de los padres2. La propiedad privada sobre los bienes materiales y los medios de producción es denegada, ya que su posesión otorgaría poder de un hombre sobre otro, y por tanto, todas las formas de propiedad privada deben ser erradicadas2.

El matrimonio y la familia son reducidos a instituciones puramente artificiales y civiles, resultado de un sistema económico específico, negando la noción de un vínculo matrimonial indisoluble3. El marxismo también proclama la emancipación de la mujer, retirándola del ámbito familiar y del cuidado de los hijos para incorporarla a la vida pública y la producción colectiva en las mismas condiciones que el hombre. La educación, por su parte, es concebida como prerrogativa exclusiva de la comunidad, negando el derecho de los padres a educar a sus hijos3.

Condena del Marxismo por la Iglesia Católica

La Iglesia Católica ha condenado consistentemente el marxismo y sus derivados debido a su incompatibilidad fundamental con la fe y la dignidad humana.

Primeras Condenas (Pío IX y León XIII)

Ya en 1846, el Papa Pío IX condenó solemnemente el comunismo, calificándolo como una doctrina infame contraria a la ley natural que destruiría los derechos, la propiedad y la sociedad misma4.

Su sucesor, León XIII, continuó esta línea de condena. En su encíclica Quod Apostolici Muneris (1878), se refirió al comunismo, socialismo y nihilismo como una «plaga mortal que se insinúa en las entrañas mismas de la sociedad humana para llevarla a la ruina»5,4. Destacó que estas ideologías atentan contra todo lo que las leyes divinas y humanas han sabiamente establecido para la salud y belleza de la vida5. Específicamente, condenó su rechazo a la obediencia a las autoridades, su proclamación de la igualdad absoluta de todos los hombres, la devaluación del matrimonio y la familia, y el ataque al derecho de propiedad5.

León XIII también advirtió que el socialismo, al eliminar la propiedad privada, perjudicaría a los mismos trabajadores a quienes pretendía ayudar, además de ser intrínsecamente injusto al despojar al legítimo poseedor, distorsionar las funciones del Estado y crear una confusión total en la comunidad6. En Graves de Communi Re (1901), el Papa reafirmó su preocupación por los «proyectos terribles de las más desastrosas convulsiones nacionales» que amenazaban por el creciente poder del movimiento socialista, que trabajaba insidiosamente en el corazón de la comunidad, incitando a las masas a la sedición, despreciando la disciplina religiosa y clamando solo por derechos7,8.

Pío X y la Acción Social Católica

El Papa Pío X, aunque su pontificado estuvo más centrado en la lucha contra el Modernismo, también abordó la cuestión social y la amenaza del socialismo. En su primera encíclica, E Supremi (1903), mencionó las «discusiones graves sobre cuestiones económicas» que perturbaban la paz y que tenían su origen en una mala enseñanza filosófica y ética8. Pío X promovió la acción social católica como un medio para combatir las ideologías anticristianas y restaurar a Jesucristo en la familia, la escuela y la sociedad9.

Subrayó la importancia de que los católicos se adhirieran firmemente a los principios de la verdad cristiana, especialmente aquellos expuestos por León XIII en Rerum Novarum10. En su Motu Proprio Il Fermo Proposito (1905), Pío X disolvió la «Opera dei Congressi,» la gran asociación de católicos italianos, debido a divergencias crecientes y a ciertas tendencias que se inclinaban hacia el socialismo y promovían la insubordinación a la autoridad eclesiástica11. En su lugar, impulsó una nueva organización basada en tres grandes uniones: la Popolare, la Economica y la Elettorale, buscando que la obra económica fuera «declaradamente católica»11.

Pío X veía el socialismo como una de las «herejías» que, al igual que las revueltas pasadas, sembraban cizaña para la caída de la humanidad. Afirmó que esta «apostasía moderna» agitaba el odio entre pobres y ricos, llevando a la destrucción de la familia y las naciones al derrocar los fundamentos de la religión y, consecuentemente, los frenos de la sociedad civil12.

Pío XI y la Condena Explícita del Comunismo Ateísta

El Papa Pío XI, en su encíclica Divini Redemptoris (1937), ofreció una condena exhaustiva y explícita del comunismo ateísta, al que calificó como un «flagelo funesto»4. Describió la doctrina comunista como basada en el materialismo dialéctico e histórico de Marx, que niega la existencia de Dios, la diferencia entre materia y espíritu, y la supervivencia del alma después de la muerte1.

Pío XI destacó que el comunismo promueve la lucha de clases con odio y destrucción, buscando aniquilar cualquier fuerza que se resista a su violencia sistemática1. Critica cómo el comunismo despoja al hombre de su libertad y dignidad, considerándolo un mero engranaje de la colectividad, sin derechos individuales ni propiedad privada2. También denunció la negación del matrimonio indisoluble, la emancipación de la mujer de la familia para el trabajo colectivo, y la usurpación del derecho de los padres a educar a sus hijos3.

Para Pío XI, una sociedad basada en estos principios materialistas sería una colectividad sin otra jerarquía que la del sistema económico, con la única misión de producir bienes materiales a través del trabajo colectivo13. La moral y la ley serían meras derivaciones de un orden económico terrestre y de carácter inestable13. En resumen, el comunismo busca inaugurar una nueva era y civilización sin Dios, resultado de fuerzas evolutivas ciegas13.

Pío XII y la Postguerra

El Papa Pío XII, en Evangelii Praecones (1951), reiteró la condena de la Iglesia al marxismo y las diversas formas de socialismo. Recordó sus propias palabras de 1942, donde afirmaba que la Iglesia condena el socialismo marxista porque es su «derecho y deber permanente salvaguardar a los hombres de argumentos falaces e influencias subversivas que ponen en peligro su salvación eterna»14.

Sin embargo, Pío XII también reconoció que la Iglesia no podía ignorar las legítimas aspiraciones de los trabajadores por mejorar su situación, a menudo enfrentados a un sistema «que no solo no está de acuerdo con la naturaleza, sino que está en desacuerdo con el plan de Dios»14. Afirmó que ningún cristiano, especialmente ningún sacerdote, podía permanecer sordo a los «clamores de justicia y de un espíritu de colaboración fraterna»14. Esta postura refleja una distinción entre la condena de la ideología marxista y la comprensión de las preocupaciones sociales que pueden llevar a algunas personas a adherirse a ella.

El Marxismo y la Teología de la Liberación

En las décadas posteriores al Concilio Vaticano II, algunas corrientes de la Teología de la Liberación intentaron integrar elementos del análisis marxista en la reflexión teológica sobre la opresión y la liberación15. La Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la dirección del entonces Cardenal Joseph Ratzinger (más tarde Papa Benedicto XVI), emitió la Instrucción sobre algunos aspectos de la «Teología de la Liberación» (Libertatis Nuntius, 1984), advirtiendo sobre los peligros de esta integración16.

El documento de 1984 señaló que el ateísmo y la negación de la persona humana, su libertad y sus derechos, están en el núcleo de la teoría marxista16. Intentar integrar un análisis cuyo criterio de interpretación depende de esta concepción atea es caer en «terribles contradicciones»16. Además, la incomprensión de la naturaleza espiritual de la persona lleva a una subordinación total del individuo a la colectividad, negando los principios de una vida social y política acorde con la dignidad humana16.

La Instrucción enfatizó que, aunque el pensamiento marxista se haya dividido en diversas corrientes, aquellas que permanecen plenamente marxistas siguen basándose en principios fundamentales incompatibles con la concepción cristiana de la humanidad y la sociedad17. Se advirtió que sería «ilusorio y peligroso ignorar el vínculo íntimo que los une radicalmente, y aceptar elementos del análisis marxista sin reconocer sus conexiones con la ideología, o entrar en la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista sin ver el tipo de sociedad totalitaria a la que este proceso conduce lentamente»18.

Joseph Ratzinger argumentó que las raíces del pensamiento marxista se encuentran en la heterodoxia cristiana del siglo XII de Joaquín de Fiore, que esperaba un cumplimiento terrenal de la historia redentora, una síntesis de utopía y escatología19. Para Ratzinger, la Iglesia rechazó históricamente este chiliasmo precisamente porque repudiaba la idea de un cumplimiento inmanente de la historia, afirmando la imposibilidad de una realización interna del mundo19. Su preocupación principal era que la incorporación acrítica del pensamiento de Marx en la teología llevaba a la incorporación de presuposiciones metafísicas que socavaban el aspecto trascendente de la doctrina social católica, reduciendo la libertad humana a una mera liberación política y económica20,21.

Juan Pablo II y el Contexto de la Guerra Fría

El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Laborem Exercens (1981), abordó el conflicto entre capital y trabajo que dio origen a la ideología marxista. Reconoció que este conflicto, interpretado por algunos como una lucha de clases socioeconómica, encontró expresión en el conflicto ideológico entre el liberalismo (capitalismo) y el marxismo (socialismo científico y comunismo)22. El programa marxista, basado en la filosofía de Marx y Engels, ve en la lucha de clases el único camino para eliminar las injusticias y las clases mismas22.

En Centesimus Annus (1991), publicada después de la caída de los regímenes comunistas en Europa del Este, Juan Pablo II reflexionó sobre las predicciones de León XIII respecto a las consecuencias negativas del socialismo. Afirmó que los acontecimientos de finales de 1989 y principios de 1990 confirmaron la sorprendente precisión del análisis de León XIII, quien había juzgado correctamente el peligro que representaba la atractiva presentación de esta solución «simple y radical» a la cuestión obrera, a pesar de las terribles injusticias que vivían las clases trabajadoras6.

Juan Pablo II reiteró que el socialismo, al suprimir la propiedad privada, era perjudicial para los mismos trabajadores y «enfáticamente injusto»6. La experiencia del «socialismo real» como sistema estatal demostró que el remedio propuesto era peor que la enfermedad6.

Benedicto XVI y el Diálogo Crítico

El Papa Benedicto XVI, tanto como Cardenal Ratzinger como Pontífice, mantuvo una postura de firmeza doctrinal frente al marxismo, pero también de apertura al diálogo con aquellos preocupados por la humanidad23. Reconoció que, si bien las afirmaciones marxistas sobre la solución a los problemas sociales resultaron ilusorias, es necesario un diálogo con quienes buscan seriamente el bien de la humanidad23.

Benedicto XVI, en Deus Caritas Est (2005), abordó la crítica marxista a la caridad de la Iglesia, que, según los marxistas, participaría en la preservación de un orden social injusto. Reconoció que hay «algo de verdad en este argumento, pero también mucho de equivocado»23. Subrayó que la búsqueda de la justicia es una función propia de la razón práctica y la filosofía política, y que la fe no la suplanta, sino que la purifica y abre nuevos horizontes23.

Su crítica al marxismo no fue un rechazo de las legítimas aspiraciones de justicia, sino una preocupación por la integridad de los principios cristianos. Para Ratzinger, el análisis marxista puede ser una herramienta útil para comprender una situación social, pero solo ofrece una comprensión incompleta debido a su visión materialista y atea21. La atribución de exhaustividad a la visión de Marx distorsiona los conceptos bíblicos y reduce la libertad humana a lo político y económico21.

Incompatibilidad Fundamental con la Doctrina Católica

La enseñanza social católica ha identificado varias razones clave por las que el marxismo es incompatible con la fe:

Conclusión

La Iglesia Católica ha mantenido una postura clara y constante de condena hacia el marxismo y sus ideologías afines, como el comunismo y el socialismo radical, desde finales del siglo XIX. Esta condena se fundamenta en la incompatibilidad intrínseca de los principios marxistas (ateísmo, materialismo, negación de la dignidad humana, abolición de la propiedad privada, lucha de clases y totalitarismo) con las verdades de la fe cristiana y la ley natural.

Aunque la Iglesia ha reconocido las legítimas aspiraciones de justicia social que a menudo motivan a quienes se adhieren a estas ideologías, siempre ha ofrecido su propia Doctrina Social como un camino alternativo y verdaderamente liberador. Esta doctrina busca la justicia y el bien común a través de principios como la dignidad de la persona humana, la solidaridad, la subsidiariedad y el destino universal de los bienes, sin caer en los errores y peligros inherentes al marxismo.

Citas

  1. Papa Pío XI. Divini Redemptoris, § 9 (1937). 2 3 4 5 6 7 8

  2. Papa Pío XI. Divini Redemptoris, § 10 (1937). 2 3 4 5 6 7 8

  3. Papa Pío XI. Divini Redemptoris, § 11 (1937). 2 3 4

  4. Papa Pío XI. Divini Redemptoris, § 4 (1937). 2 3

  5. Papa León XIII. Quod Apostolici Muneris, § 1 (1878). 2 3

  6. II. Hacia las «cosas nuevas» de hoy, Papa Juan Pablo II. Centesimus Annus, § 12 (1991). 2 3 4 5

  7. Papa León XIII. Graves de Communi Re, § 21 (1901).

  8. Papa León XIII. Graves de Communi Re (1901). 2

  9. Papa Pío X. Il Fermo Proposito, § 7 (1905).

  10. Papa Pío X. Singulari quadam, § 2 (1912).

  11. Papa Pío X, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Papa Pío X. 2

  12. Papa Pío X. Editae Saepe, § 19 (1910).

  13. Papa Pío XI. Divini Redemptoris, § 12 (1937). 2 3

  14. Sobre la promoción de las misiones católicas, Papa Pío XII. Evangelii Praecones, § 52 (1951). 2 3 4 5

  15. Marxismo, liberación política y la apariencia de fraternidad, Miguel J. Romero. Liberación, Desarrollo y Promoción Humana: Doctrina Social Católica en Caritas in Veritate, § 22.

  16. Análisis marxista VII, Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción sobre algunos aspectos de la «Teología de la Liberación», § VII. 9 (1984). 2 3 4 5 6 7

  17. Análisis marxista VII, Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción sobre algunos aspectos de la «Teología de la Liberación», § VII. 8 (1984).

  18. Análisis marxista VII, Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción sobre algunos aspectos de la «Teología de la Liberación», § VII. 7 (1984). 2 3

  19. Miguel J. Romero. Liberación, Desarrollo y Promoción Humana: Doctrina Social Católica en Caritas in Veritate, § 23. 2

  20. Miguel J. Romero. Liberación, Desarrollo y Promoción Humana: Doctrina Social Católica en Caritas in Veritate, § 25.

  21. Miguel J. Romero. Liberación, Desarrollo y Promoción Humana: Doctrina Social Católica en Caritas in Veritate, § 24. 2 3

  22. III. Conflicto entre el trabajo y el capital en la fase actual de la historia, Papa Juan Pablo II. Laborem Exercens, § 11 (1981). 2 3

  23. Daniel P. Maher. Papa Benedicto XVI sobre la Fe y la Razón, § 20. 2 3 4