Monarquianismo
El monarquianismo es una corriente teológica de los siglos II y III que, a partir del énfasis en la unidad absoluta de Dios, negó la distinción real de personas en la Trinidad, reduciendo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo a modos o manifestaciones de una única hipóstasis. Esta doctrina, conocida también como sabellianismo o patripassianismo, fue considerada herética por la Iglesia primitiva y condenada en varios concilios ecuménicos, aunque su legado influyó en posteriores debates trinitarios y en la formulación dogmática de la fe católica1,2,3.
Tabla de contenido
Definición y concepto
Etimología y alcance del término
El término monarquianismo proviene del griego monarchía («gobierno de uno»), y se utilizó para describir a aquellos que sostenían que sólo había un Dios real, sin reconocer la coexistencia de tres personas distintas dentro de esa unidad3. Los monarquianos afirmaban que la unidad de Dios era tan esencial que cualquier distinción personal resultaba en una pluralidad que contradecía la revelación bíblica2.
Modalismo vs. subordinationismo
Existen dos variantes principales:
Modalismo (sabellianismo): sostiene que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son modos o manifestaciones de la misma persona divina, de modo que el Cristo sufriente es, en realidad, el Padre que se «pasa» a la condición humana3.
Subordinationismo: mantiene que el Hijo y el Espíritu son subordinados al Padre en autoridad y esencia, aunque comparten la misma naturaleza divina, reduciendo la distinción personal a una jerarquía de grados de divinidad3.
Ambas corrientes fueron rechazadas por la Iglesia porque confunden la unidad con la identidad de la persona divina, lo que lleva a negar la verdadera divinidad del Cristo y la personalidad del Espíritu Santo4,5.
Orígenes y desarrollo histórico
Contexto del siglo II
Los monarquianos surgieron como respuesta a la creciente influencia de la filosofía grecorromana, que tendía a platonizar la doctrina cristiana y a presentar a Cristo como un ser intermedio o meramente humano6. Entre los primeros representantes se encuentran Noeto, Praxeas y Sabellio, quienes buscaban preservar la unidad de Dios frente a lo que percibían como divisiones teológicas introducidas por los apologistas y los primeros cristianos que hablaban de la distinción entre el Padre y el Hijo3.
Expansión y controversia
A medida que la doctrina se difundió, surgieron críticas de los Padres de la Iglesia. Tertuliano, en su obra Adversus Praxean, denunció que los monarquianos «tenemos la monarquía» pero «confunden la unidad con la identidad de personas»7. Hipólito y Orígenes también combatieron la visión modalista, advirtiendo que la confusión de personas llevaba a negar la encarnación verdadera de Cristo3.
Reacción de los concilios
El Concilio de Nicea (325) y el Concilio de Constantinopla (381) afirmaron la doctrina de la consubstancialidad del Padre y del Hijo, condenando explícitamente el sabellianismo como herejía que «niega la distinción de personas”8,9. Más tarde, el Concilio de Braga (1215) reiteró la anátema contra quienes afirmaban que “el Padre es el Hijo y el Espíritu”10.
Características teológicas
La unidad como principio doctrinal
Los monarquianos enfatizaban que «Dios es uno» y que cualquier intento de dividir esa unidad era una forma de politeísmo2. Sin embargo, su interpretación de la unidad llevaba a negar la distinción real de las tres personas, lo que contradecía la revelación bíblica y la tradición apostólica5.
Negación de la distinción de personas
En la visión monarquiana, el Logos (Hijo) y el Espíritu Santo son simplemente modos de acción del Padre, no personas independientes. Esta posición fue refutada por Basilio el Grande, quien explicó que la distinción de personas no implica una pluralidad de dioses, sino una unidad de naturaleza compartida5.
Subordinación y hipóstasis
Los monarquianos subordinationistas sostenían que el Hijo y el Espíritu son hipóstasis de menor gravedad que el Padre, lo que implicaba una jerarquía dentro de la divinidad. La Iglesia, a través del Credo Niceno-Constantinopolitano, declaró que las tres hipóstasis son coiguales y coeternas1,11.
Reacción de la Iglesia
Condenas conciliares
Concilio de Nicea (325): definió la consubstancialidad del Hijo con el Padre y condenó el sabellianismo como herejía que «confunde la unidad con la identidad de personas»8.
Concilio de Constantinopla (381): reafirmó la igualdad de las tres hipóstasis y rechazó cualquier forma de modalismo8.
Concilio de Braga (1215): anatemizó a los que afirmaban que «el Padre, el Hijo y el Espíritu son una sola persona”10.
Escritos de los Padres
Basilio el Grande: explicó que la distinción de personas se mantiene dentro de la unidad de la naturaleza divina, evitando tanto la pluralidad como la confusión5.
Athanásio: sostuvo que la unidad de Dios no excluye la distinción de personas y que la herejía monarquiana «niega la verdadera divinidad del Hijo”9.
Catecismo de la Iglesia Católica
El CCC afirma que la fe católica «adoramos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en unidad», rechazando cualquier doctrina que reduzca a las tres personas a una sola hipóstasis1. Asimismo, el CCC 465 recuerda que la hermenéutica trinitaria se consolidó contra errores como el monarquianismo11.
Legado y estudios modernos
Influencia en la teología trinitaria
Aunque el monarquianismo fue condenado, su énfasis en la unidad de Dios impulsó a los teólogos a precisar la distinción de personas sin romper la unidad de la naturaleza divina. Este debate culminó en la formulación del Credo Niceno-Constantinopolitano, que sigue siendo la base doctrinal católica sobre la Trinidad1,8.
Relevancia en la enseñanza contemporánea
Los documentos del Concilio de Lateran y los documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe siguen citando el monarquianismo como ejemplo histórico de error trinitario, utilizándolo para ilustrar la necesidad de una teología equilibrada que mantenga la unidad y la distinción de personas10,4.
Estudios académicos
Investigaciones modernas, como las del International Theological Commission, analizan cómo el monarquianismo reflejó tensiones entre la filosofía grecorromana y la revelación cristiana, y cómo la respuesta de la Iglesia ayudó a purificar la metafísica cristiana de influencias paganas6.
Conclusión
El monarquianismo representa una etapa crucial en la historia de la doctrina cristiana, al poner de relieve la tensión entre la unidad absoluta de Dios y la distinción real de sus tres personas. La condena de esta corriente por parte de los concilios ecuménicos y de los Padres de la Iglesia consolidó la enseñanza católica de la Trinidad: un solo Dios en tres personas consustanciales, coiguales y coeternas. Este legado sigue siendo fundamental para la fe católica, que continúa defendiendo la unidad de Dios sin sacrificar la personalidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo1,4.
Citas
Sección II. I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 266. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Monarquianos, The Encyclopedia Press. Catholic Encyclopedia, §Monarquianos. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Concilio de Braga * II 561 - Anatemas contra los herejes, especialmente los priscilianistas, Heinrich Joseph Dominicus Denzinger. Las Fuentes del Dogma Católico (Enchiridion Symbolorum), § 451 (1854). ↩ ↩2 ↩3
De qué manera en la confesión de las tres hipóstasis preservamos el piadoso dogma de la monarquía. Donde también se refuta a quienes alegan que el espíritu está subnumerado, Basilio el Grande (Basilio de Cesarea). De Spiritu Sancto, §Capítulo 18. 45 (375). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
II. La fe cristológica de los primeros concilios - A. Del Nuevo Testamento al Concilio de Nicea, Comisión Teológica Internacional. Cuestiones Selectas de Cristología, § 2 (1979). ↩ ↩2
La doctrina católica de la Trinidad y la unidad, a veces llamada la economía divina, o dispensación de las relaciones personales de la divinidad, Quinto Septimio Florente Tertuliano (Tertuliano de Cartago). Contra Praxeas, §Capítulo 2 (213). ↩
Sínodo de Constantinopla (d.C. 382) - La carta sinodal, Documento del Concilio. Sínodo de Constantinopla (d.C. 382) (382). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
La cuestión de una subsistencia (hipóstasis) o tres, que no debe ser forzada, Atanasio de Alejandría. Tomus ad Antiochenos, § 6 (362). ↩ ↩2
Constituciones - Sobre el error del abad Joaquín, Documento del Concilio. Cuarto Concilio de Letrán (1215 d.C.), § 2 (1215). ↩ ↩2 ↩3
Sección II. I. Los credos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 465. ↩ ↩2