Obediencia
La obediencia en la enseñanza católica es una virtud moral y teológica fundamental que implica la sumisión libre y amorosa a la voluntad de Dios, manifestada a través de Su Palabra, la autoridad legítima de la Iglesia, y las obligaciones de la propia vocación. Lejos de ser una humillación, la obediencia cristiana es vista como un camino hacia la madurez y la libertad de los hijos de Dios, modelada perfectamente por Jesucristo, quien fue obediente hasta la muerte de Cruz. Esta virtud se extiende a todos los estados de vida, siendo un requisito esencial para la vida cristiana y adquiriendo un carácter especial como consejo evangélico para los religiosos, quienes buscan imitar la obediencia redentora de Cristo de una manera particular.
Tabla de contenido
Fundamentos Teológicos de la Obediencia
La obediencia, derivada del latín ob-audire («escuchar» o «prestar oído»), es esencialmente un acto de fe. En la fe, uno se somete libremente a la palabra que ha escuchado, porque su verdad está garantizada por Dios, que es la Verdad misma1.
La Obediencia como Acto de Fe y Amor
En la doctrina católica, la obediencia no es simplemente el cumplimiento de un precepto, sino un homenaje rendido a la autoridad que la distingue como una virtud específica2. La excelencia de la obediencia radica en el valor del objeto que se está dispuesto a sacrificar para entregarse a Dios, y por ello, se le otorga una primacía de honor entre las virtudes morales, aunque no está por encima de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad2.
La obediencia cristiana auténtica está intrínsecamente ligada al amor. En el Antiguo Testamento, el mandato de Dios a Israel era escuchar (Shemá) y guardar Sus decretos y mandamientos, lo cual se presentaba como un acto de amor a Dios con todo el corazón, alma y fuerza3,4. El Señor requería de Israel el temor, el amor, y el servicio a Él con todo el corazón y alma, manteniendo Sus mandamientos para el propio bienestar del pueblo5.
En el Nuevo Testamento, Jesucristo establece que la obediencia a Sus mandamientos es la prueba de permanecer en Su amor, tal como Él mismo guardó los mandamientos del Padre y permanece en Su amor6. La obediencia del Nuevo Pacto, la lex caritatis (ley de la caridad), no procede del miedo, sino del amor y la gracia, siendo un efecto del amor divino7.
Cristo, Modelo de la Obediencia Perfecta
Jesucristo es el modelo supremo de la obediencia8. Su vida es el ejemplo perfecto de la sumisión a la voluntad del Padre9.
Obediencia Redentora: La obediencia de Cristo es el núcleo esencial de la obra de la Redención9. San Pablo destaca que Cristo se hizo «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8)8,9,10,11.
Obediencia por Amor: La obediencia de Cristo al aceptar la muerte fue movida por el amor del Padre7. Su auto-ofrenda fue una expresión de amor a Dios, manifestada en Su obediencia hasta la muerte, y una expresión de Su amor por el prójimo12,13.
El Sacrificio de la Voluntad: La obediencia de Jesús alcanzó su punto culminante en Getsemaní, donde oró: «Padre, si es tu voluntad, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya»9,14. Este acto de obediencia es el «sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» que constituye el culto espiritual que la humanidad debe a Dios15,16.
María y Abraham: Ejemplos de Obediencia en la Fe
La Sagrada Escritura ofrece dos modelos de obediencia en la fe:
Abraham: Es el modelo de la obediencia en la fe, al someterse libremente a la palabra escuchada1.
La Virgen María: Es el «más perfecto cumplimiento» de esta obediencia1. Ella expresó y cumplió la obediencia con prontitud al responder al Ángel: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»14.
La Obediencia en los Diferentes Estados de Vida
Aunque la sumisión a la voluntad de Dios y la obediencia a Su ley son condiciones para la vida cristiana en todo estado9, la Iglesia distingue entre la obediencia necesaria y la obediencia voluntaria, especialmente en el contexto de la vida consagrada.
Obediencia Necesaria (Obligatoria)
La obediencia necesaria es aquella que se debe a los superiores legítimos establecidos por Dios, de la cual nadie puede liberarse17.
Autoridad Eclesiástica: Incluye la obediencia humilde al Papa, al obispo, al párroco y a aquellos comisionados por ellos17. Los sacerdotes, en particular, están obligados a obedecer al Sumo Pontífice y al colegio episcopal, especialmente a su propio obispo diocesano, a quien prometen «respeto filial y obediencia» en la ordenación18.
Autoridad Civil y Doméstica: También se debe obediencia a los superiores civiles (rey, magistrados) y domésticos (padre, madre, amo, esposo) en las materias que les competen17.
Obediencia y Jerarquía: La Iglesia, estructurada en una jerarquía sagrada establecida por Cristo, requiere que el derecho a mandar y el deber de obedecer estén presentes. Esta obediencia se fundamenta en la fe y es una participación en la sabiduría, unidad y caridad que rigen la vida eclesial10.
Obediencia Voluntaria y el Consejo Evangélico
La obediencia voluntaria es aquella que se emprende por elección propia, como la obediencia al confesor o director espiritual17. Adquiere su forma más radical y meritoria en el consejo evangélico de obediencia, practicado en la vida consagrada.
La Obediencia en la Vida Consagrada
Para los religiosos, la obediencia es uno de los tres principales medios para alcanzar la perfección, junto con la castidad y la pobreza, y constituye una consagración del corazón al amor y servicio de Dios17.
Imitación de Cristo: Mediante el voto de obediencia, los consagrados deciden imitar la obediencia del Redentor de una manera especial9. Este voto establece el deber de una referencia particular a Cristo «obediente hasta la muerte»9.
Sumisión a Superiores: El voto requiere la sumisión de la voluntad a los superiores legítimos, quienes representan a Dios cuando mandan según las constituciones propias8. Los religiosos también están sujetos de manera especial a la autoridad suprema de la Iglesia y al Sumo Pontífice como su superior más alto8.
Misión y Diálogo: La obediencia religiosa está ligada a la misión de Cristo y a llevarla a cabo en el tiempo8. Un superior promueve el diálogo para educar a una obediencia responsable y activa, aunque le corresponde al superior decidir y prescribir lo que se debe hacer8.
Disponibilidad Total: La obediencia religiosa implica una disponibilidad total y apertura al Espíritu Santo en el servicio del pueblo de Dios19,9.
Los Tres Grados de la Obediencia (Según San Ignacio de Loyola)
San Ignacio de Loyola, basándose en la sabiduría colectiva de la Iglesia Latina, distingue tres grados de obediencia, que representan la búsqueda de la obediencia perfecta20:
Obediencia de Ejecución: Consiste en cumplir el mandato y realizar la obra exterior. Por sí misma, es de poco valor20.
Obediencia de Voluntad: Consiste en unir la propia voluntad con la del superior y, a través de ella, con la voluntad de Dios. El mérito aumenta en proporción al sacrificio de la voluntad20.
Obediencia del Entendimiento: Consiste en conformar la propia mente con la mente de quien manda, discerniendo a Cristo en el superior por la fe, y no obedeciendo al superior como hombre20. Este grado implica la victoria sobre la parte «más elevada y difícil de uno mismo, la voluntad y el intelecto»20.
La Obediencia en la Vida Sacerdotal
Para los sacerdotes, la obediencia adquiere características especiales, siendo una de las virtudes más necesarias para el ministerio18,21.
Búsqueda de la Voluntad de Dios: La obediencia exige una disposición del alma por la cual los sacerdotes están siempre listos para buscar no su propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que los envió21,18.
Obediencia Apostólica: La obediencia sacerdotal es «apostólica» en el sentido de que reconoce, ama y sirve a la Iglesia en su estructura jerárquica, asegurando la comunión con el Papa y el obispo diocesano18.
Servicio Humilde: El verdadero ministro de Cristo, consciente de su debilidad, trabaja con humildad, tratando de hacer lo que agrada a Dios y dejándose guiar por el Espíritu Santo21. La caridad pastoral impulsa a los sacerdotes a dedicar su propia voluntad mediante la obediencia al servicio de Dios y de sus semejantes, ejecutando las órdenes del Santo Padre, su obispo u otros superiores con gran espíritu de fe21.
El Valor y los Frutos de la Obediencia
La obediencia, cuando se vive con fe y amor, lejos de rebajar la dignidad humana, la lleva a la madurez al extender la libertad de los hijos de Dios8.
Madurez y Libertad: La obediencia religiosa conduce a la madurez al permitir que la persona pase de «lo que le agrada» a «lo que agrada al Padre,» encontrando la verdadera libertad en este proceso8.
Sanctificación Personal: La obediencia es un fundamento de la propia santificación11. Santo Tomás de Aquino señala que la obediencia es una consecuencia obvia de la subordinación establecida por la ley natural y positiva2.
Frutos Espirituales: La obediencia es una virtud que se prefiere a las víctimas y ofrendas, cancela faltas pasadas, es una guardia contra futuras, libera el castigo debido y salva el alma de la condenación eterna14. Los obedientes son llamados bienaventurados, pues Dios nunca permitirá que se extravíen17.
La Dulzura de la Obediencia: Como señala Santa Catalina de Siena, la obediencia es una virtud «dulce y gloriosa» en la que todas las demás virtudes están contenidas; permite navegar sin esfuerzo ni peligro y alcanzar puerto con seguridad11.
La exhortación a la obediencia se extiende a todos los fieles, quienes, al obedecer a quienes tienen autoridad sobre ellos, facilitan la tarea de aquellos que velan por sus almas y deben rendir cuentas22.
Citas
Sección primera «Creo» - «Creemos», Catecismo de la Iglesia Católica, § 144. ↩ ↩2 ↩3
Obediencia, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Obediencia. ↩ ↩2 ↩3
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Deuteronomio 6. ↩
Sección segunda los diez mandamientos, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2133. ↩
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Deuteronomio 10. ↩
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Juan 15. ↩
Mark Armitage. Obediente hasta la muerte, y muerte de cruz: La obediencia de Cristo en la soteriología de Santo Tomás de Aquino, § 16. ↩ ↩2
Directrices sobre la formación en los institutos religiosos - I. Consagración religiosa y formación - Obediencia, Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Directrices sobre la Formación en los Institutos Religiosos, § 15 (1990). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
V - Castidad pobreza obediencia - Obediencia, Papa Juan Pablo II. Redemptionis Donum, § 13 (1984). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
III. El diálogo - Último círculo: Los Católicos - La obediencia que aún se ha de practicar, Papa Pablo VI. Ecclesiam Suam, § 114 (1964). ↩ ↩2
Endulzar la obediencia, Papa Juan XXIII. La Iglesia más grande de la Cristiandad Il Tempio Massimo (2 de julio de 1962) (1962). ↩ ↩2 ↩3
Anónimo. Tratado 16: ¿Lo que no robé, debo ahora restituirlo? , § 13. ↩
Anónimo. Tratado 16: ¿Lo que no robé, debo ahora restituirlo? , § 14. ↩
Tomás de Kempis. Instrucciones para los religiosos, § 158. ↩ ↩2 ↩3
Anónimo. Tratado 16: ¿Lo que no robé, debo ahora restituirlo? , § 18. ↩
La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Romanos 12. ↩
Parte III. Que contiene consejos sobre la práctica de la virtud. - Capítulo XI. Sobre la obediencia, Francisco de Sales. Introducción a la vida devota, §Parte III, Capítulo XI (1609). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6
Capítulo III - La vida espiritual del presbítero - Vida sacerdotal y radicalismo evangélico, Papa Juan Pablo II. Pastores Dabo Vobis, § 28 (1992). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Papa Juan Pablo II. Encuentro con los sacerdotes, religiosos y laicos en la Catedral de Gaborone (13 de septiembre de 1988) - Discurso (1988). ↩
Guy Mansini, O.S.B. La Obediencia: Religiosa, Cristológica y Trinitaria, § 8. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Capítulo III - La vida de los presbíteros - Sección 2 - Exigencias espirituales especiales en la vida del presbítero, Concilio Vaticano II. Presbyterorum Ordinis, § 15 (1965). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Tomás de Kempis. Instrucciones para los religiosos, § 160. ↩