Orden Bernardina (Cisterciense)
La Orden Bernardina, también conocida como Bernardinas Cistercienses, representa una rama reformada de la Orden del Císter, enfocada en la restauración de la observancia primitiva de la Regla de San Benito. Surgida en los siglos XVI y XVII, esta orden de monjas cistercienses se caracterizó por su énfasis en la austeridad, la oración contemplativa y la vida comunitaria estricta, inspirada en el legado de San Bernardo de Claraval. Sus fundaciones se extendieron por España, Francia, Saboya y otros territorios, influyendo en la espiritualidad monástica femenina y contribuyendo a la renovación de la vida religiosa en la Iglesia católica. A lo largo de su historia, las Bernardinas han mantenido un compromiso profundo con la pobreza evangélica y la devoción mariana, adaptándose a los desafíos de la modernidad mientras preservan su carisma original.1
Tabla de contenido
Historia
Orígenes en la tradición cisterciense
La Orden Bernardina tiene sus raíces en la antigua Orden del Císter, fundada en 1098 en la abadía de Cîteaux, en Borgoña (Francia), por un grupo de monjes benedictinos liderados por San Roberto de Molesme. Esta reforma buscaba retornar a la pureza de la Regla de San Benito, rechazando las relajaciones acumuladas en monasterios como los de Cluny. Bajo la dirección de abades como San Alberico y San Esteban Harding, el Císter se expandió rápidamente, alcanzando su apogeo en el siglo XII gracias a la influencia de San Bernardo de Claraval, quien fundó la abadía de Claraval en 1115 y atrajo a numerosos seguidores nobles a la vida monástica.2,3
Aunque las Bernardinas propiamente dichas emergen en la Edad Moderna, su nombre evoca directamente a San Bernardo, el «Doctor Mellifluo», cuya doctrina espiritual sobre la humildad, la caridad y la contemplación de Cristo influyó en todas las ramas cistercienses. La orden femenina cisterciense, paralela a la masculina, se desarrolló desde el siglo XII, pero fue en el siglo XVI cuando surgió la necesidad de una reforma específica para las monjas, motivada por la decadencia espiritual en algunos conventos y el espíritu renovador del Concilio de Trento (1545-1563). Las Bernardinas representaron un movimiento de recollectas, es decir, de retorno a la observancia estricta, similar a otras reformas monásticas de la época.1
La reforma en España: Las Bernardas Recoletas
El impulso inicial de la reforma bernardina se dio en España, bajo la influencia de las abadesas del monasterio de Las Huelgas en Burgos. Hacia finales del siglo XVI, estas abadesas, preocupadas por la laxitud en la observancia cisterciense, iniciaron la restauración de varios conventos. Entre ellos destacaron los de Gradefes, Perales y, especialmente, Santa Ana de Valladolid, donde Juana de Ayala introdujo el «verdadero espíritu de Cîteaux», caracterizado por la pobreza absoluta, el silencio continuo y la dedicación exclusiva a la oración y el trabajo manual.1
En 1601, el convento de Santa Ana de Valladolid se convirtió en la casa madre de esta nueva rama reformada, conocida como Bernardas Recoletas. Sus constituciones, aprobadas por el papa Pablo V en 1606, enfatizaban la vida claustral, la renuncia a bienes externos y la formación rigurosa de las novicias. Esta reforma se extendió rápidamente por la península ibérica, llegando incluso a las Indias (América) y las Islas Canarias, donde se fundaron comunidades que adaptaron el carisma cisterciense al contexto colonial. Las Bernardas Recoletas en España se distinguieron por su rol en la educación de niñas nobles y en la atención a los pobres, siempre dentro del marco de la contemplación.1
Expansión en Francia, Saboya y otros territorios
Paralelamente a la rama española, surgió en Francia y Saboya una variante de las Bernardinas centrada en la Providencia Divina. En 1622, Luisa Teresa Blanca de Ballon, bajo la guía espiritual de San Francisco de Sales (su pariente lejano), reformó el monasterio de Santa Catalina en Saboya. Posteriormente, con cinco hermanas, fundó en Rumilly la Congregación de Bernardinas de la Providencia Divina, cuyas constituciones se imprimieron en 1631. Esta rama se propagó por Saboya y Francia, atrayendo a mujeres de diversas procedencias que buscaban una vida de oración intensa y dependencia total de la Providencia.1
Otras subramas incluyeron las Bernardinas de la Preciosa Sangre y las de Flines y Lille, también en Francia, así como fundaciones aisladas en Bélgica y Perú. En 1634, la madre de Ponçonnas, procedente de Grenoble, llevó la reforma a París, imprimiendo constituciones revisadas que incorporaban elementos tridentinos como la educación litúrgica y la devoción eucarística. Estas expansiones reflejaron el dinamismo de la Contrarreforma, donde las Bernardinas actuaron como baluartes de la ortodoxia católica frente al protestantismo.1 En el siglo XVIII, pese a las supresiones monásticas por las revoluciones, el espíritu bernardino perduró en comunidades dispersas.
Espiritualidad y regla de vida
La espiritualidad de las Bernardinas se basa en la tradición cisterciense, enriquecida por la teología de San Bernardo. Central es la búsqueda de Dios a través de la lectio divina, la oración litúrgica y el trabajo manual, según el lema cisterciense «Ora et labora». Las monjas profesan votos de pobreza, castidad y obediencia, con un énfasis en la humildad y la caridad fraterna, inspiradas en la Carta de Caridad de San Esteban Harding.3
La regla diaria incluye el Oficio Divino completo, periodos de silencio y ayunos estrictos, restaurando la austeridad primitiva del Císter: rechazo de carnes, uso de hábitos simples y vida en celdas individuales para la contemplación. La devoción a la Virgen María es prominente, siguiendo las enseñanzas de San Bernardo, quien la describió como el «acueducto de la gracia». En las Bernardinas, María es vista como modelo de obediencia y servicio, fomentando una mariología contemplativa que integra la teología joanina del amor.4,5
En el contexto ético, las Bernardinas promueven una antropología teológica centrada en la imagen de Dios en el hombre, desarrollada por autores cistercienses como Guillermo de Saint-Thierry y Aelredo de Rievaulx. Esta espiritualidad, adaptada al mundo contemporáneo, enfatiza la ecología monástica y la hospitalidad, como centros de paz en un mundo agitado.6
Ramas y congregaciones principales
Las Bernardinas se dividen en varias congregaciones autónomas, unidas por el carisma común:
Bernardas Recoletas de España: La más antigua, con casas en Valladolid como madre, extendida a Latinoamérica. Enfocada en la recollecta tridentina.
Bernardinas de la Providencia Divina: Originaria de Saboya, con presencia en Francia e Italia. Sus constituciones de 1631 destacan la confianza en la Providencia para el sustento.
Bernardinas de la Preciosa Sangre: Fundada en Francia, dedicada a la eucaristía y la reparación por los pecados.
Bernardinas de Flines y Lille: En el norte de Francia, conocidas por su labor educativa en el siglo XVII.
Aunque jurídicamente independientes, todas reconocen la autoridad del Abad General del Císter. En el siglo XX, algunas se integraron en la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (Trappistinas), manteniendo el espíritu bernardino.1,7
Figuras destacadas
Entre las figuras clave de las Bernardinas destacan Juana de Ayala, abadesa reformadora en Valladolid, cuya influencia fue pivotal en la aprobación papal de 1606. Luisa Teresa de Ballon, fundadora de las de la Providencia, encarnó la espiritualidad salesiana adaptada al Císter. Otras notables incluyen a la madre de Ponçonnas, impulsora de la rama parisina, y varias abadesas anónimas que preservaron la orden durante las persecuciones revolucionarias.1
San Bernardo, aunque no bernardino en sentido estricto, es el patrono espiritual, con su doctrina sobre la kenosis cristológica influyendo en la vida de las monjas. Papas como Juan Pablo II elogiaron su legado en documentos como la carta Schola Caritatis (1990), destacando la universalidad del mensaje bernardino.8,9
Presencia actual y legado
Hoy, las Bernardinas mantienen una presencia modesta pero vibrante, con comunidades en Europa (España, Francia, Bélgica) y América Latina (Perú, México). En España, el convento de Santa Ana de Valladolid sigue activo, formando monjas en la tradición cisterciense. La orden ha adaptado su carisma a retos modernos, como el diálogo interreligioso y la ecología, alineándose con encíclicas papales como Laudato si'.
El legado de las Bernardinas radica en su contribución a la renovación femenina monástica, inspirando movimientos como las Trappistinas. Su énfasis en la contemplación ha enriquecido la teología católica, promoviendo una espiritualidad accesible que une austeridad y misericordia. En el contexto de la Iglesia actual, bajo el pontificado de León XIV, las Bernardinas continúan siendo un testimonio vivo de la vitalidad del Císter.10,6
En resumen, la Orden Bernardina (Cisterciense) encarna la perenne búsqueda de Dios en la simplicidad evangélica, recordando a las fieles que, como enseñó San Bernardo, «la gracia desciende por María y retorna a su Autor por el mismo camino». Su historia invita a redescubrir la belleza de la vida consagrada en un mundo secularizado.
Citas
Los bernardinos, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Los Bernardinos. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Bd Eberhard de Marchthal, abad (a.D. 1178), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 120. ↩
Cistercienses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Cistercienses. ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Mensaje con ocasión del Capítulo General de la Orden Cisterciense (8 de septiembre de 1995) - Discurso, § 4 (1995). ↩
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Familia Cisterciense con ocasión del Noveno Centenario de la Fundación de la Abadía de Cîteaux (6 de marzo de 1998) - Discurso, § 9 (1998). ↩
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Familia Cisterciense con ocasión del Noveno Centenario de la Fundación de la Abadía de Cîteaux (6 de marzo de 1998) - Discurso, § 3 (1998). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Orden Cisterciense Reformada (17 de diciembre de 1987) - Discurso, § 2 (1987). ↩
Papa Juan Pablo II. A los participantes en la conferencia sobre San Bernardo de Claraval con motivo del 9º centenario de su nacimiento, Castel Gandolfo (14 de septiembre de 1990) - Discurso, § 1 (1990). ↩
Papa Juan Pablo II. A los participantes en la conferencia sobre San Bernardo de Claraval con motivo del 9º centenario de su nacimiento, Castel Gandolfo (14 de septiembre de 1990) - Discurso, § 2 (1990). ↩
Papa Juan Pablo II. Al Abad Presidente de la Congregación Italiana de la Orden Cisterciense (18 de agosto de 1997) - Discurso (1997). ↩
