Orden Capuchina

La Orden Capuchina, conocida formalmente como la Orden de Frailes Menores Capuchinos (en latín, Ordo Fratrum Minorum Capuccinorum, abreviado como O.F.M. Cap.), es una rama autónoma de la Primera Orden Franciscana, fundada en el siglo XVI como una reforma de los Observantes para retornar a la observancia estricta de la Regla de San Francisco de Asís. Surgida en las Marcas, Italia, en 1525, esta orden se caracteriza por su énfasis en la pobreza evangélica, la humildad y la predicación itinerante, con un hábito distintivo que incluye una capucha puntiaguda. A lo largo de su historia, los capuchinos han jugado un papel fundamental en la renovación espiritual de la Iglesia, en misiones evangelizadoras y en obras de caridad, manteniendo una fidelidad inquebrantable a la Santa Sede. Hoy en día, la orden cuenta con miles de frailes en todo el mundo, contribuyendo a la vida eclesial mediante la contemplación, el apostolado y el servicio a los más pobres.
Tabla de contenido
Historia
Orígenes y fundación
La Orden Capuchina tiene sus raíces en el deseo de revitalizar el espíritu franciscano primitivo en un contexto de relajación en algunas ramas de la familia franciscana. En el siglo XVI, la Iglesia enfrentaba desafíos internos y externos, como la Reforma protestante, que impulsaron diversas reformas religiosas. Fue en este ambiente donde surgió la iniciativa de Matteo da Bascio, un fraile observante de la provincia de Ancona, nacido en 1495 en Bascio, diócesis de Montefeltro, en el ducado de Urbino.
Matteo, ordenado sacerdote en 1525, el Año Jubilar, se sintió llamado a una vida más austera. Inspirado por una visión durante una peregrinación a Roma, donde oyó una voz que le exhortaba a observar la Regla «al pie de la letra», decidió adoptar un hábito más simple y primitivo, similar al de San Francisco: una túnica áspera con una capucha larga y puntiaguda, de ahí el nombre «capuchinos», acuñado por el pueblo italiano al ver su atuendo. Clemente VII concedió permiso a Matteo para llevar este hábito y predicar libremente, permitiéndole también tener un compañero. Inicialmente, no buscaba fundar una nueva orden, sino reformar la existente desde dentro de los Observantes.
Pronto se unieron a él otros frailes, como Ludovico de Fossombrone y Rafael de Fossombrone, pese a la oposición de los superiores observantes. El 3 de julio de 1528, el papa Clemente VII emitió la bula Religionis zelus, que aprobó canónicamente la reforma, colocándola bajo la jurisdicción nominal de los Conventuales, pero con autonomía para vivir en eremitorios y observar la Regla en su rigor original. Esta bula marcó el nacimiento oficial de la rama capuchina como una familia distinta dentro del Primer Orden Franciscano.1,2
Desarrollo inicial y consolidación
El primer capítulo general de la orden se celebró en abril de 1529 en Albacina, cerca de las Marcas. Matteo da Bascio fue elegido vicario general por aclamación, y se elaboraron las Constituciones de Albacina, un código que enfatizaba la pobreza absoluta, la vida en pequeños conventos o eremitorios fuera de las ciudades, y la prohibición de poseer propiedades. Estas constituciones reflejaban el espíritu de los primeros franciscanos, inspiradas en textos como el Speculum Perfectionis, y prescribían construcciones humildes de barro y ramillas, recordando que los frailes eran «peregrinos y forasteros en la tierra».
La reforma creció rápidamente pese a las resistencias. En 1529, solo había dieciocho frailes y cuatro conventos, pero para 1536 ya sumaban quinientos. La oposición de los Observantes llevó a intervenciones papales: Pablo III, en 1534-1535, limitó temporalmente la recepción de nuevos miembros para proteger la unidad franciscana, y en un breve de 1535 se usó por primera vez el término «Capuchinos» oficialmente.1 Bernardino de Asti, elegido vicario general en 1535, fue clave en la organización: un hombre de gran prudencia y humildad, salvó la reforma durante el Concilio de Trento al defender la pobreza franciscana, logrando una exención especial para capuchinos y observantes respecto a la propiedad común.1
En 1619, bajo Gregorio XV, la orden obtuvo un ministro general propio, independiente de los Conventuales, consolidando su autonomía. Las constituciones definitivas, aprobadas por Urbano VIII en 1643, mantuvieron el énfasis en la simplicidad, aunque adaptaron normas para estudios y vida comunitaria tras Trento.1
Expansión y desafíos modernos
La orden se expandió rápidamente por Italia y Europa. En 1574, Gregorio XIII permitió provincias ultramontanas, y para 1587 contaba con casi seis mil frailes en cuarenta y dos provincias. Los capuchinos fueron predicadores y misioneros clave en la Contrarreforma, junto a los jesuitas, destacando por su caridad y simplicidad en el apostolado.1 Figuras como San Félix de Cantalicio, un hermano lego amigo de San Felipe Neri, popularizaron la orden en Roma.
En el siglo XVIII, la orden alcanzó los treinta y dos mil frailes en sesenta y tres provincias. Sin embargo, la Revolución Francesa y las revoluciones europeas del XIX la diezmaron, suprimiendo provincias y dispersando comunidades. A pesar de ello, revivió en el siglo XX: de 7.852 frailes en 1889, pasó a 9.970 en 1906.1 Pío X, en la constitución Septimo iam de 1909, confirmó que los capuchinos, junto a observantes y conventuales, son «verdaderos hijos de San Francisco» en línea directa, sin interrupciones en la observancia de la Regla.3,4,5
En el siglo XX, papas como Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II elogiaron su fidelidad. Pablo VI, en 1976, alabó su renovación conforme a su carta de 1974, y Juan Pablo II, en discursos de 1982, 1988, 1991 y 2000, instó a retornar a las fuentes franciscanas y a la formación permanente, destacando su obediencia a la Iglesia.6,7,8,9 Hoy, la orden adapta su carisma a los desafíos contemporáneos, como la justicia social y el ecumenismo.
Espiritualidad y carisma
La espiritualidad capuchina se centra en el retorno a la vita evangelica de San Francisco: pobreza, humildad y fraternidad. Los frailes viven la Regla sin mitigaciones, dependiendo de limosnas y trabajo manual, rechazando propiedades fijas. Su carisma incluye la contemplación en eremitorios, la predicación popular y el ministerio de reconciliación, especialmente la confesión, tradición gloriosa desde San Leopoldo Mandić.10
Influenciados por el Fioretti y la Historia Septem Tribulationum de Angelo Clareno, enfatizan la oración silenciosa y la penitencia. El hábito capuchino simboliza su identidad: sencillo, con capucha para la oración. En la formación, se prioriza el noviciado y postnoviciado para inculcar el espíritu franciscano, como señaló Juan Pablo II en 1991.8 Su apostolado abarca misiones, parroquias y obras sociales, siempre con un enfoque en los pobres, eco del «Pax et bonum» franciscano.
Estructura y gobierno
La Orden Capuchina es una familia autónoma del Primer Orden Franciscano, dividida en provincias y custodias. El gobierno se ejerce mediante capítulos generales cada seis años, donde se elige el ministro general, actual cargo de servicio fraterno.11 Las constituciones, revisadas post-Vaticano II, equilibran renovación y tradición, conforme al decreto Perfectae caritatis.6
Incluye clérigos y hermanos legos, con énfasis en la igualdad: los legos votan en elecciones, preservando el carácter democrático franciscano. La obediencia a la Santa Sede es absoluta, como prometió San Francisco.7,9
Presencia actual
En la actualidad, la orden cuenta con alrededor de diez mil frailes en más de setenta provincias mundiales, presentes en Europa, América, África y Asia. En España, tiene una larga tradición desde el siglo XVI, con conventos en Madrid, Sevilla y Barcelona, dedicados a predicación y retiros. Contribuyen a la pastoral juvenil, misiones y cuidado de enfermos, adaptándose a la secularización mediante formación permanente.8
Figuras notables
Entre sus santos destacan San Félix de Cantalicio (siglo XVI), modelo de humildad laica; San Leopoldo Mandić (1866-1942), confesor incansable; y San Pío de Pietrelcina (1887-1968), estigmatizado y director espiritual. Fundadores como Matteo da Bascio y Bernardino de Asti encarnan el origen reformador. Beatos como Juan de Parma reflejan la tradición espiritual de las Marcas.1,2
Contribución a la Iglesia
Los capuchinos han enriquecido la Iglesia como «custodios de esperanza», predicando la paz y la reconciliación.10 En el Concilio de Trento, defendieron la pobreza franciscana; en la Contrarreforma, evangelizaron masas con simplicidad. Hoy, apoyan la nueva evangelización, fieles al mandato de Juan Pablo II de amar la Iglesia como San Francisco.12,13 Su legado es un testimonio vivo del Evangelio en la pobreza.
Citas
Frailes Menores Capuchinos, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Frailes Menores Capuchinos. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7
Mateo de Bassi, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Mateo de Bassi. ↩ ↩2
Papa Pío X. Septimo iam (9 de julio de 1909), §Prefacio (1909). ↩
Papa Pío X. Septimo iam (9 de julio de 1909), § I (1909). ↩
Papa Pío X. Septimo iam (9 de julio de 1909), § VII (1909). ↩
Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de la Orden Franciscana de los Frailes Menores Capuchinos (5 de julio de 1982) - Discurso (1982). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. Al Capítulo General de los Padres de la Orden Capuchina (12 de julio de 1988) - Discurso, § 1 (1988). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los participantes en la Conferencia Internacional para los directores de formación permanente de los Frailes Menores Capuchinos (Castel Gandolfo, 21 de septiembre de 1991) - Discurso (1991). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A los Frailes Capuchinos (7 de julio de 2000) - Discurso (2000). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los Superiores Provinciales de la Orden de Frailes Menores Capuchinos (1 de marzo de 1984) - Discurso, § 8 (1984). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de los Frailes Menores Capuchinos (1 de julio de 1994) - Discurso, § 1 (1994). ↩
Papa Juan Pablo II. A los Padres Capitulares de la Orden de Frailes Menores (22 de junio de 1985) - Discurso (1985). ↩
Papa Pablo VI. A los participantes en el Capítulo General de la Orden de Frailes Menores Capuchinos (12 de julio de 1976) - Discurso (1976). ↩
