Orden Cisterciense (Observancia Común)
La Orden Cisterciense de la Observancia Común, también conocida como la rama no reformada de los cistercienses, representa una tradición monástica benedictina que busca la observancia de la Regla de San Benito en su forma original, adaptada a las necesidades históricas sin las rigideces adicionales de la Observancia Estricta. Fundada en el siglo XI en el contexto de una reforma espiritual, esta rama se distingue por su énfasis en la vida comunitaria, el trabajo manual y la contemplación, manteniendo una presencia activa en Europa y otras regiones. A lo largo de su historia, ha enfrentado desafíos como las guerras y las revoluciones, pero ha contribuido significativamente a la liturgia, la cultura y la pastoral de la Iglesia católica, con congregaciones organizadas en países como Italia, Bélgica, Austria y Suiza.
Tabla de contenido
Historia
Orígenes de la Orden Cisterciense
La Orden Cisterciense surgió en el año 1098 como un movimiento de reforma dentro del monacato benedictino, impulsado por el deseo de retornar a una observancia más pura de la Regla de San Benito. San Roberto de Molesme, abad del monasterio de Molesme en la diócesis de Langres (Francia), se sintió impulsado a abandonar la relajación espiritual que percibía en su comunidad. Junto con un grupo de veintiún monjes, entre los que destacaban Alberico y Esteban Harding, se retiró a la soledad de Cîteaux, un valle boscoso cedido por el vizconde de Beaune. Este lugar remoto simbolizaba el ideal de pobreza y simplicidad evangélica que buscaban.1
El obispo de Châlons, Valterio, erigió el nuevo monasterio como abadía el 21 de marzo de 1098, investiendo a Roberto como abad. Sin embargo, la presión de los monjes de Molesme llevó a que el papa Urbano II ordenara el retorno de Roberto a su antigua casa, dejando a Alberico como prior y, más tarde, a Esteban Harding como tercer abad. Bajo Esteban, se redactó la Carta Caritatis en 1119, un documento fundamental que organizaba la vida cisterciense y regulaba las relaciones entre las abadías filiales, enfatizando la caridad fraterna y la unidad.1 Esta carta sería el pilar de la orden, que se expandió rápidamente con la llegada de San Bernardo de Claraval y sus treinta compañeros en 1112, marcando el inicio de una era de auge.
Desarrollo y divisiones en la Edad Media
Durante el siglo XII, conocido como la Edad de Oro cisterciense, la orden experimentó un crecimiento extraordinario. San Bernardo fundó la abadía de Claraval en 1115, que se convirtió en un centro irradiador de la reforma. Las abadías se multiplicaron por Europa, promoviendo una vida de oración, trabajo y austeridad. La Regla de San Benito se interpretaba de manera literal: silencio perpetuo (salvo en casos de necesidad), dieta vegetariana estricta, hábitos de lana sin adornos y rechazo de propiedades feudales.1
Sin embargo, hacia el siglo XIV, surgieron tensiones internas que llevaron a divisiones. La Observancia Común emergió como la rama principal que mantenía la observancia original de Cîteaux, permitiendo ciertas mitigaciones prácticas, como el consumo de carne tres veces por semana, justificado por las dificultades de las guerras religiosas y las plagas. Esta rama se distinguió de la Observancia Estricta (o Trappistas), iniciada en el siglo XVII por reformas más rigurosas en abadías como La Trappe bajo el abad de Rancé.1 En 1666, el papa Alejandro VII oficializó esta distinción en una bula, nombrando «Común» a la observancia menos austera para diferenciarla de la estricta, que prohibía la carne por completo.1
Otras reformas menores, como la de Orval en Luxemburgo (1605) o Septfons (1663), influyeron en la Observancia Común, pero no alcanzaron la escala de la rama principal. La orden se organizó en congregaciones autónomas, preservando la esencia benedictina mientras se adaptaba a contextos locales.
Declive, supresión y restauración
El declive de la Orden Cisterciense comenzó en el siglo XIV con la Peste Negra y las guerras, que diezmaron comunidades y propiedades. En el siglo XVI, la Reforma Protestante y las disoluciones monásticas en Inglaterra (bajo Enrique VIII) afectaron gravemente su expansión. La Revolución Francesa (1789) y las invasiones napoleónicas llevaron a la supresión de numerosas abadías, incluyendo Cîteaux en 1791.1
La restauración llegó en el siglo XIX, impulsada por la vuelta de exiliados y nuevas fundaciones. En la Observancia Común, se formaron congregaciones específicas: la de San Bernardo en Italia (1820), que adoptó constituciones de las antiguas provincias romanas y lombardas; la de Bélgica (1836), basada en el breve de Alejandro VII y el Ritual Cisterciense, aprobada por la Santa Sede en 1846; la de Austria y Hungría (1859), que agrupó monasterios sobrevivientes; y la de Suiza y Sénanque.1 Estas congregaciones mantuvieron una vida cenobítica estricta, pero con adaptaciones que permitían mayor flexibilidad en la dieta y el trabajo, alineándose con la Regla de San Benito sin las penitencias extremas de los trappistas.
En el siglo XX, el Concilio Vaticano II (1962-1965) impulsó renovaciones en la vida religiosa, enfatizando la comunidad y la participación laical, lo que revitalizó la Observancia Común.2 Hoy, conserva su identidad como puente entre la tradición medieval y las necesidades pastorales modernas.
Espiritualidad y carisma
La espiritualidad cisterciense de la Observancia Común se centra en la búsqueda de Dios a través de la ora et labora (reza y trabaja), inspirada en San Benito. Los monjes y monjas priorizan la contemplación litúrgica, con el Oficio Divino como eje diario, ofreciendo un «sacrificio de alabanza» por el mundo.3 La lectio divina —meditación de la Escritura— es fuente de oración y unión con Cristo, fomentando un silencio que protege la interioridad.3
A diferencia de la Observancia Estricta, que acentúa la soledad absoluta, la Común equilibra la vida comunitaria con el trabajo manual, como la agricultura o la artesanía, viendo en el labor el medio para la autosuficiencia y la humildad. La Carta Caritatis subraya la caridad fraterna: «nadie sea turbado o contristado en la casa de Dios», promoviendo comunidades donde se experimenta la unidad evangélica.3 Influenciados por San Bernardo, enfatizan la imitación de Cristo en pobreza, obediencia y castidad, contribuyendo a la Iglesia como «fuente de gracias celestiales» mediante una fecunda apostólica oculta.4
En la era contemporánea, esta espiritualidad atrae a quienes buscan estabilidad en un mundo fragmentado, ofreciendo monasterios como «escuelas de fe y diálogo cultural».5
Estructura y organización
La Orden Cisterciense de la Observancia Común se organiza en congregaciones autónomas, unidas por la tradición cisterciense pero independientes en gobierno. No hay un abad general único como en la Observancia Estricta; cada congregación elige sus autoridades, presididas por un presidente o abad mayor.1
Congregación de Italia (San Bernardo): Formada en 1820 con monasterios de las antiguas provincias romanas y lombardas, sigue constituciones del siglo XV aprobadas por Alejandro VI.1
Congregación de Bélgica: Establecida en 1836 en Bornheim, observa el Ritual Cisterciense y fue confirmada por Pío IX en 1846.1
Congregación de Austria y Hungría: Agrupó en 1859 abadías austríacas sobrevivientes, bajo el presidente general de Cîteaux.1
Congregación de Suiza: Incluye doce monasterios con énfasis en la vida contemplativa.6
Observancia de Sénanque: Dos monasterios con unos treinta miembros, enfocados en la tradición provenzal.6
La autoridad suprema reside en capítulos generales anuales o trienales, donde se discuten disciplina y espiritualidad. Las monjas cistercienses de la Común, presentes en España y otros países, siguen reglas similares, afiliadas espiritualmente a la orden masculina pero bajo jurisdicción episcopal.6 En 1908, la Común contaba con congregaciones en Austria (tres monasterios, 124 miembros), Suiza (doce, 574 miembros) y Sénanque (dos, treinta miembros).6
Vida monástica
La vida diaria en los monasterios de la Observancia Común sigue el ritmo benedictino: oración, trabajo y estudio. Desde octubre hasta Cuaresma, los monjes leen hasta la hora prima, trabajan hasta nona y dedican tardes a la lectura espiritual.7 En Cuaresma, la lectura matutina se extiende, con trabajo hasta vísperas.7 El ayuno es cuotidiano excepto domingos, desde la Exaltación de la Cruz hasta Pascua, con dispensas por salud.8
Se practica el cenobitismo absoluto: vida en común, silencio (salvo recreaciones), y obediencia al superior. La dieta incluye carne moderadamente, adaptándose a la Regla sin extremos. Las monjas, como las de la Congregación de Austria, mantienen clausura, centrándose en la oración por la Iglesia.6 La formación incluye noviciado y votos perpetuos, fomentando la humildad y la caridad.2
Presencia actual y contribuciones
Hoy, la Observancia Común mantiene una presencia modesta pero vibrante, principalmente en Europa. En España, conserva lazos históricos con abadías medievales, aunque muchas se unieron a la Estricta. Contribuye a la Iglesia mediante la formación litúrgica, la edición de textos patrísticos y el acogimiento de retiros espirituales.5
Culturalmente, los cistercienses han influido en la arquitectura gótica (como en Fontenay) y la mística, con figuras como San Bernardo. En el mundo moderno, promueven el ecumenismo y la ecología, alineados con encíclicas papales.5 Su rol apostólico es «secreto»: intercesión y ejemplo de santidad.4
Figuras destacadas
San Roberto de Molesme (c. 1028-1098): Fundador, impulsor de la reforma.9
San Esteban Harding (c. 1059-1134): Tercer abad de Cîteaux, autor de la Carta Caritatis.10
San Bernardo de Claraval (1090-1153): Doctor de la Iglesia, expandió la orden.1
Policarpo Zakar (siglo XX): Abad general que promovió la inclusión de monjas.11
Estas figuras encarnan el carisma cisterciense de búsqueda de Dios en comunidad.
En resumen, la Orden Cisterciense de la Observancia Común perpetúa un legado de simplicidad evangélica y fraternidad, adaptándose fielmente a la tradición católica mientras responde a los retos contemporáneos. Su testimonio contemplativo enriquece la vida de la Iglesia universal.
Citas
Cistercienses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Cistercienses. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12
Concilio Vaticano II. Perfectae Caritatis, § 15 (1965). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Orden de Cistercienses Reformados (17 de diciembre de 1987) - Discurso, § 2 (1987). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Orden de Cistercienses Reformados (17 de diciembre de 1987) - Discurso, § 1 (1987). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Familia Cisterciense con ocasión del IX Centenario de la Fundación de la Abadía de Cîteaux (6 de marzo de 1998) - Discurso, § 5 (1998). ↩ ↩2 ↩3
Hermanas Cistercienses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Hermanas Cistercienses. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Inocencio IV. Quae Honorem Conditoris Omnium (1247). ↩
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 194. ↩
San Esteban Harding, abad de Cîteaux, cofundador de la Orden Cisterciense (a.D. 1134), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen II, § 118. ↩
Papa Juan Pablo II. Mensaje con ocasión del Capítulo General de la Orden Cisterciense (8 de septiembre de 1995) - Discurso, § 1 (1995). ↩
