Wikitólica

La enciclopedia y wiki católica en español

Cruz

Orden de Bernardinos (Cistercienses)

La Orden de Bernardinos (Cistercienses), también conocida como las Bernardinas, representa una rama femenina de la Orden del Císter que surgió en los siglos XVI y XVII como un movimiento de reforma para revitalizar la observancia estricta de la Regla de San Benito. Inspiradas en el espíritu primitivo de la Orden de Cîteaux, estas comunidades monásticas se caracterizan por su énfasis en la austeridad, la oración contemplativa y el trabajo manual, extendiéndose desde España hasta Francia, Saboya y más allá. Fundadas por abadesas y religiosas visionarias, las Bernardinas combinan la tradición cisterciense con adaptaciones locales, promoviendo una vida de pobreza, castidad y obediencia en un contexto de renovación espiritual. Hoy en día, aunque algunas ramas han enfrentado desafíos históricos como cierres gubernamentales, persisten en su misión de adoración eucarística y servicio a la Iglesia, manteniendo un legado de santidad y devoción mariana.

Tabla de contenido

Historia

Orígenes en la tradición cisterciense

La Orden de Bernardinos se enraíza en la rica herencia de la Orden del Císter, fundada en 1098 por San Roberto de Molesmes en Cîteaux, Francia, con el objetivo de retornar a la pureza de la Regla benedictina. Esta orden, marcada por la austeridad y la vida en comunidad, experimentó un auge en el siglo XII gracias a figuras como San Bernardo de Claraval, quien impulsó su expansión. Sin embargo, hacia el final del siglo XVI, muchas comunidades cistercienses femeninas habían relajado su disciplina, lo que motivó esfuerzos de reforma para restaurar la observancia primitiva.1

Las Bernardinas emergieron como respuesta a esta necesidad de renovación. El nombre «Bernardinas» evoca la influencia de San Bernardo, doctor de la Iglesia y patrón de la espiritualidad cisterciense, aunque no se limita a una única fundación. Estas religiosas, pertenecientes a la rama femenina de Cîteaux, se distinguieron por su compromiso con la pobreza evangélica, la oración litúrgica y el silencio contemplativo, adaptando la Carta de Caridad de los primeros cistercienses a su realidad conventual.

La reforma en España: Las Bernardas Recoletas

El primer impulso reformador significativo tuvo lugar en España, impulsado por las abadesas del monasterio de Las Huelgas en Burgos. A finales del siglo XVI, reformaron comunidades como las de Gradefes, Perales y Santa Ana de Valladolid. Juana de Ayala, una figura clave en esta iniciativa, introdujo el verdadero espíritu de Cîteaux en Santa Ana, que en 1601 se convirtió en casa madre de la nueva rama. En 1606, el papa Pablo V aprobó sus constituciones, permitiendo la expansión a las Indias y las Islas Canarias.1

Conocidas como Bernardas Recoletas, estas monjas seguían un horario riguroso: se levantaban a las tres de la mañana (o a las dos en solemnidades mayores), recitaban el Oficio Divino según el Breviario Cisterciense y ayunaban dos días a la semana de Pentecostés a septiembre, cuatro durante el resto del año y diariamente en Adviento, Cuaresma y Septuagesima. Su hábito era una túnica de lana, y vivían en comunidad incluso en la enfermedad, enfatizando la humildad y la obediencia.

Expansión en Francia y Saboya: Las Bernardinas de la Divina Providencia

En paralelo, en Saboya y Francia, la reforma tomó forma con Luisa Teresa Blanca de Ballon, sobrina de San Francisco de Sales. En 1622, bajo la dirección de su pariente santo, reformó el monasterio de Santa Catalina en Saboya. Posteriormente, fundó la Congregación de Bernardinas de la Divina Providencia en Rumilly con cinco hermanas, extendiéndose rápidamente. Sus constituciones, impresas en 1631, fueron reeditadas con modificaciones en 1634 por la madre de Ponçonnas en París.1

Esta rama adoptaba una regla algo mitigada: levantarse a las cinco de la mañana, guardar silencio excepto en recreaciones, ayunar dos días semanales de Pascua a Pentecostés y abstenerse de carne los miércoles, viernes y sábados. En 1654, la madre Baudet de Beauregard renombró la congregación como Bernardinas de la Preciosa Sangre, obteniendo aprobación del abad de Prières y el prior de Saint-Germain-des-Prés. Sin embargo, disputas sobre las constituciones llevaron a una separación entre las casas de Francia y Saboya, formando la congregación de San Bernardo en Francia.

Otras ramas incluyeron las Bernardinas de Flines y Lille en Francia y Saboya, así como fundaciones aisladas en Bélgica y Perú, reflejando la vitalidad misionera de la orden.

Ramas y estructura organizativa

Diversas congregaciones bernardinas

La Orden de Bernardinos no es una entidad monolítica, sino un conjunto de congregaciones interconectadas por su herencia cisterciense. Principales ramas incluyen:

Estas ramas se unían mediante la Carta de Caridad, que regulaba la filiación y el apoyo mutuo, similar a la estructura masculina cisterciense.

Evolución y desafíos modernos

En el siglo XIX, muchas casas francesas fueron cerradas por leyes anticlericales, pero las Bernardinas sobrevivieron en España y América Latina. Hoy, se dedican principalmente a la enseñanza y siguen una regla adaptada, preservando el núcleo contemplativo. La Orden del Císter, en sus ramas femeninas, ha recibido elogios papales por su rol en la renovación espiritual, como en los mensajes de Juan Pablo II a las abadesas cistercienses en 1998, destacando su colaboración en la Iglesia.2

Espiritualidad y vida cotidiana

Carisma cisterciense en las Bernardinas

La espiritualidad bernardina se inspira en San Bernardo de Claraval, quien enfatizaba la búsqueda de Dios en la soledad y el silencio. Las monjas practican la lectio divina, la oración coral y la adoración perpetua, viendo en la Virgen María un modelo de humildad y entrega. Documentos papales, como el mensaje de Juan Pablo II en 1995 al Capítulo General Cisterciense, resaltan la devoción mariana de San Bernardo: «No olvidar de hacer pasar por María todo lo que decides ofrecer».3

Su vida se centra en tres pilares: oración, trabajo y comunidad. El trabajo manual, como la agricultura o la enseñanza, refleja el lema cisterciense «ora et labora». En tiempos de prueba, como la peste o las persecuciones, las Bernardinas han sido testigos de caridad heroica.

Regla y prácticas litúrgicas

Basadas en la Regla de San Benito, adaptada por la Carta de Caridad de Esteban Harding (1119), las Bernardinas recitan el Oficio Divino completo. Su dieta es austera: pan de cebada, legumbres y ayunos estacionales. El hábito blanco simboliza pureza, y el silencio fomenta la contemplación interior. En la actualidad, participan en la Nueva Evangelización, ofreciendo retiros y formación espiritual.

Presencia actual y legado

Monasterios y misiones contemporáneas

Aunque el número de comunidades ha disminuido, las Bernardinas mantienen presencia en Europa y América. En España, las Recoletas continúan en Valladolid y Burgos; en Francia, remanentes de Flines y Lille se integran en la federación cisterciense. En Perú y Bélgica, fundaciones aisladas sirven en parroquias y escuelas.1

El legado de las Bernardinas radica en su contribución a la reforma monástica femenina, influyendo en órdenes como las Trappistas. Papas como Pablo VI en 1969 y Juan Pablo II en 1987 y 1997 han alabado su fidelidad al Evangelio, vinculándolas al espíritu de San Bernardo y la devoción a María.4,5,6

Influencia en la Iglesia católica

Las Bernardinas han enriquecido la teología mariana y la liturgia, con énfasis en la kenosis de Cristo, como subrayó Juan Pablo II en 1997 al referirse a la Congregación de San Bernardo en Italia.6 Su ejemplo de obediencia y humildad sigue inspirando a la Iglesia, especialmente en un mundo secularizado, promoviendo la «conversión de vida» benedictina.

Figuras destacadas

Estas mujeres, beatificadas o veneradas localmente, encarnan el heroísmo bernardino.

En resumen, la Orden de Bernardinos (Cistercienses) testimonia la vitalidad de la tradición monástica, invitando a la Iglesia a redescubrir la belleza de la vida consagrada en simplicidad y oración.

Citas

  1. Los Bernardinos, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Los Bernardinos. 2 3 4 5

  2. Papa Juan Pablo II. A las Abadesas Cistercienses (25 de septiembre de 1998) - Discurso (1998).

  3. Papa Juan Pablo II. Mensaje con ocasión del Capítulo General de la Orden Cisterciense (8 de septiembre de 1995) - Discurso, § 4 (1995).

  4. Papa Pablo VI. A la Orden de Cistercienses Reformados (Trapenses) (29 de marzo de 1969) - Discurso, § 4 (1969).

  5. Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Orden de Cistercienses Reformados (17 de diciembre de 1987) - Discurso, § 4 (1987).

  6. Papa Juan Pablo II. Al Abad Presidente de la Congregación Italiana de la Orden Cisterciense (18 de agosto de 1997) - Discurso (1997). 2