Orden de Cistercienses (Trappistas)

La Orden de Cistercienses de la Estricta Observancia, comúnmente conocida como Trappistas, representa una rama reformada de la antigua Orden del Císter, fundada en el siglo XI con el objetivo de retornar a una observancia literal de la Regla de San Benito. Surgida en el siglo XVII a partir de la abadía de La Trappe en Francia, esta orden monástica masculina y femenina se caracteriza por su vida de oración contemplativa, silencio, trabajo manual y austeridad extrema, contribuyendo de manera significativa a la espiritualidad católica mediante la alabanza divina y la búsqueda de la unión con Dios. A lo largo de su historia, ha enfrentado persecuciones, exilios y renovaciones, expandiéndose globalmente y produciendo figuras santas y beatos que ilustran su compromiso con la fe. Este artículo explora sus orígenes, desarrollo histórico, carisma espiritual, estructura organizativa y presencia contemporánea en la Iglesia universal.
Tabla de contenido
Historia
Orígenes de la Orden del Císter
La Orden del Císter se remonta al año 1098, cuando San Roberto de Molesme, abad de la abadía de Molesme en la diócesis de Langres (Francia), impulsó una reforma benedictina para restaurar la observancia estricta de la Regla de San Benito. Acompañado por veintiún monjes, entre ellos Alberico y Esteban Harding, se establecieron en la soledad de Cîteaux, un terreno cedido por el vizconde de Beaune. Este nuevo monasterio, bajo la guía de San Alberico y luego de San Esteban Harding, enfatizaba la pobreza, el trabajo manual y la simplicidad, rechazando las laxitudes que habían infiltrado otras comunidades benedictinas, como la de Cluny.1
La orden creció rápidamente gracias a la influencia de San Bernardo de Claraval, quien en 1112 ingresó en Cîteaux con treinta compañeros, fundando la abadía de Claraval y multiplicando las fundaciones filiales. Durante su «Edad de Oro» (1134-1342), los cistercienses expandieron su presencia por Europa, estableciendo cientos de monasterios que promovían la agricultura, la arquitectura gótica y una espiritualidad centrada en la liturgia y la contemplación. Sin embargo, a partir del siglo XIV, factores como las guerras, la Peste Negra y la introducción de abades comendatarios provocaron un declive gradual en la observancia primitiva.1
La Reforma de La Trappe
En el siglo XVII, la orden enfrentaba una crisis de relajación disciplinaria en muchos de sus monasterios. Fue Armand Jean de Rancé (1626-1700), abad de la abadía de La Trappe en Normandía (Francia), quien inició una reforma radical en 1664. De Rancé, convertido de una vida mundana, impuso una austeridad extrema: silencio perpetuo, ayuno constante, trabajo manual intenso y oración incesante, inspirándose en los orígenes cistercienses pero superándolos en rigor. Esta «Reforma de La Trappe» buscaba eliminar cualquier concesión al confort, considerando que solo así se podía lograr la verdadera unión con Dios.2
Aunque inicialmente local, la reforma se extendió gracias a la perseverancia de los monjes. En 1705, se fundó el primer monasterio fuera de Francia en Buon-Solazzo, cerca de Florencia (Italia). A pesar de las resistencias internas y externas, De Rancé defendió su visión en escritos como su Traité de la sainteté et des devoirs de la vie monastique, influyendo en la restauración de la vida monástica en Europa.2 Los monjes reformados, apodados «Trappistas» por el nombre de su abadía matriz, se distinguieron por su resistencia a las tentaciones del mundo moderno, marcado por el materialismo y el sensualismo de los siglos XVII y XVIII.
Declive durante la Revolución Francesa y Restauración
La Revolución Francesa (1789-1799) supuso una dura prueba para los Trappistas. En 1792, el monasterio de La Trappe fue confiscado, y sus ochenta y nueve monjes dispersados. Dom Augustin de Lestrange, maestro de novicios, lideró el exilio de veinticuatro religiosos a Suiza, estableciéndose en Val-Sainte (Friburgo) en 1791. Allí, en 1794, adoptaron una observancia aún más estricta, incorporando los usos primitivos de Cîteaux y fastos adicionales, lo que atrajo vocaciones pese a las penurias.2
El terror revolucionario se extendió: en 1803, un veto imperial disolvió los monasterios en Alemania; en 1810, un decreto prusiano hizo lo propio; Portugal los abolió en 1834, y España en 1835. Polonia vio desaparecer sus abadías bajo los decretos rusos y prusianos. Sin embargo, de Lestrange fundó nuevas casas en España (1793), Inglaterra (Lulworth, 1793), Bélgica (Westmalle, 1794) y Piamonte (Mont-Brac, 1794). El papa Pío VI, en un breve de 1794, elevó Val-Sainte a abadía y casa madre.2
La restauración plena llegó en el siglo XIX. En 1834, los Trappistas abandonaron algunas constituciones de Lestrange para retornar a la Regla de San Benito y las antiguas de Cîteaux. En 1847, un decreto apostólico dividió las comunidades francesas en dos congregaciones: la «Antigua Reforma de Nuestra Señora de La Trappe» y la «Nueva Reforma». Ambas prosperaron, fundando en China, Natal, Estados Unidos, Canadá y Siria.2 La congregación belga de Westmalle creó cinco filiales adicionales.
Reunificación y Expansión Moderna
El siglo XIX vio un renacimiento impulsado por la devoción mariana y el énfasis en la vida contemplativa. En 1892, las tres congregaciones principales (francesa, belga y suiza) se reunificaron bajo el nombre de Orden de los Cistercienses Reformados, con Dom Sebastian Wyart como primer abad general. Wyart adquirió Cîteaux en 1899, restaurándola como casa madre.2 Su sucesor, Monseñor Augustin Marre, obispo titular de Constanza, gobernó con celo hasta principios del siglo XX.
El Concilio Vaticano II (1962-1965) impulsó renovaciones, como se refleja en el decreto Perfectae caritatis, que subraya el rol de la vida contemplativa en la Iglesia.3 En 1969, el Capítulo General en Roma, dirigido por el papa Pablo VI, reafirmó la importancia de la vida oculta como apostolado verdadero.4 Juan Pablo II, en múltiples intervenciones, elogió su contribución: en 1987, al Capítulo General, destacó su sacrificio de alabanza; en 1995, al Capítulo de los Cistercienses, valoró la integración de las monjas; y en 1998, por el noveno centenario de Cîteaux, celebró su vitalidad renovada.5,3,6,7
En el siglo XX, los Trappistas enfrentaron persecuciones, como el martirio de siete monjes en Tibhirine (Argelia) en 1996, beatificados en 2018 como mártires.8 Hoy, la orden cuenta con alrededor de 170 monasterios en el mundo, con más de 5.000 miembros.
Espiritualidad y Carisma
La espiritualidad trappista se centra en la contemplación pura, entendida como un sacrificio eminente de alabanza a Dios, que ilustra al Pueblo de Dios y genera frutos de santidad.3 Inspirados en la Regla de San Benito, enfatizan el ora et labora (reza y trabaja), combinando la liturgia coral con el trabajo manual humilde, como la agricultura o la elaboración de productos (cerveza, queso, chocolate) que sostienen su autosuficiencia.
El silencio es un pilar: no solo exterior, sino interior, para escuchar la voz de Dios. La austeridad incluye ayunos, penitencias y renuncia a posesiones, recordando las palabras de Cristo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo» (Mt 16,24). Juan Pablo II describió a los Trappistas como «especialistas de Dios», cuya oración atrae gracias celestiales para la Iglesia.9
Para las monjas, el carisma es idéntico, integradas plenamente en la orden desde el Concilio Vaticano II, participando en capítulos y decisiones.7 Su vida es un testimonio de la dignidad femenina en la contemplación, como se vio en los primeros monasterios femeninos como Tart (1125) o Tulebras (1134).10
Regla y Observancia
La orden sigue la Regla de San Benito (siglo VI), adaptada por las Constituciones de Cîteaux y las de De Rancé, aprobadas por la Santa Sede en 1894.2 Estas dividen la vida en tres partes: oración litúrgica (Oficio Divino completo), trabajo (preferentemente manual, sin maquinaria moderna en muchos casos) y estudio (lectio divina).
La observancia estricta incluye:
Silencio: Desde la oración de Completas hasta laudes, extendido a comidas y recreos.
Ayuno: Cuatro ayunos mayores al año, con una sola comida al día.
Pobreza: Sin propiedad personal, dependencia de la comunidad.
Enclaustramiento: Vida separada del mundo, con visitas limitadas.
Divergencias menores con los Cistercienses de Observancia Común radican en el mayor rigor trappista, aunque ambas ramas comparten la Carta Caritatis de 1119.1
Organización y Gobierno
La orden es una confederación autónoma bajo la Santa Sede, con un Abad General elegido por seis años, residiendo en Roma o Cîteaux. El Capítulo General, celebrado cada seis años, reúne a abades y abadesas para decisiones doctrinales y normativas.3,4
Cada monasterio es autónomo, gobernado por un abad o priora vitalicio, con visitas regulares para asegurar la unidad. Las monjas, desde 1969, participan como observadoras o delegadas en capítulos, promoviendo su rol integral.5,7 En 1998, Juan Pablo II alabó esta «cautelosa pero constante» integración.7
Presencia Actual
Hoy, los Trappistas están presentes en más de 40 países, con unos 150 monasterios masculinos y 70 femeninos, totalizando cerca de 5.000 miembros.3 En Europa predominan Francia, España e Italia; en América, Estados Unidos y Brasil; en África y Asia, misiones en Argelia, China y Japón.10,2
En España, destacan abadías como Viaceli (Oña, Burgos), donde mártires como Pío Heredia Zubía (beatificado) vivieron su vocación.11 La orden produce bienes como la cerveza trapense (Orval, Chimay) o dulces, siempre con fines caritativos.
Figuras Notables
Entre sus santos y beatos:
San Bernardo de Claraval (1090-1153), doctor de la Iglesia, impulsor inicial.
Beato José María Cassant (1878-1903), sacerdote trappista conocido por su piedad eucarística, beatificado en 2004.12
Mártires de Tibhirine (1996): Siete monjes, como Christian de Chergé y Lucas Auchier, beatificados en 2018 por su testimonio en Argelia.8
Mártires españoles (1936): Como Pío Heredia y Amadeo García, del monasterio de Viaceli.11
Otros reformadores incluyen a De Rancé y Wyart, cuya labor preservó la orden.
Contribuciones a la Iglesia
Los Trappistas enriquecen la Iglesia con su apostolado oculto: oración por el mundo, hospitalidad espiritual y formación monástica. Pablo VI los llamó «honor de la Iglesia y fuente de gracias celestiales».4 En tiempos de secularismo, su vida de silencio contrasta con el ruido moderno, invitando a la conversión interior. Juan Pablo II, en 1998, los exhortó a discernir en sus orígenes la promesa de vitalidad para el tercer milenio.6
Citas
Cistercienses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Cistercienses. ↩ ↩2 ↩3
Trapenses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Trapenses. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Orden de Cistercienses Reformados (17 de diciembre de 1987) - Discurso, § 1 (1987). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5
Papa Pablo VI. A la Orden de Cistercienses Reformados (Trapenses) (29 de marzo de 1969) - Discurso, §Prefacio (1969). ↩ ↩2 ↩3
Papa Juan Pablo II. Mensaje con motivo del Capítulo General de la Orden Cisterciense (8 de septiembre de 1995) - Discurso, § 1 (1995). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A los miembros de la Familia Cisterciense con motivo del Noveno Centenario de la Fundación de la Abadía de Cîteaux (6 de marzo de 1998) - Discurso, § 1 (1998). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. A las Abadesas Cistercienses (25 de septiembre de 1998) - Discurso (1998). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
Decretum super martyrio, Dicasterio para las Causas de los Santos. 19 Martiri d’Algeria: Decreto (8 de diciembre de 2018) (2018). ↩ ↩2
Papa Juan Pablo II. 22 de diciembre de 1985: Visita a la parroquia romana de «San Gregorio Barbarigo alle Tre Fontane» - Homilía (1985). ↩
Monjas Cistercienses, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Monjas Cistercienses. ↩ ↩2
Dicasterio para las Causas de los Santos. Martiri Spagnoli Cistercensi della Stretta Osservanza (Trappisti) y de San Bernardo: El Milagro, §C (2015). ↩ ↩2
Dicasterio para las Causas de los Santos. Joseph Marie Cassant: Biografia (3 ottobre 2004), §Resumen (2004). ↩
