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Orden de Claretianos

Orden de Claretianos
Retrato del eclesiástico español Antonio María Claret (1807-1870), que llegó a ser confesor de la reina Isabel II de España, arzobispo de Santiago de Cuba, arzobispo titular de Trajanópolis en Rhodope, y fundador de la congregación religiosa católica de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos). Dominio Público.

La Orden de Claretianos, oficialmente conocida como Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (siglas CMF), es una congregación religiosa católica de derecho pontificio fundada en el siglo XIX por San Antonio María Claret. Inspirada en el celo apostólico y la devoción mariana, esta orden se dedica principalmente a la predicación del Evangelio, las misiones populares y el ministerio de la Palabra de Dios. Surgida en el contexto de la España del siglo XIX, ha expandido su labor evangelizadora a nivel mundial, destacando por su compromiso con los pobres, los marginados y la nueva evangelización. A lo largo de su historia, los claretianos han enfrentado persecuciones, como la de los mártires de Barbastro durante la Guerra Civil Española, y han recibido el reconocimiento de varios pontífices por su fidelidad a la Iglesia y su ardor misionero.

Tabla de contenido

Historia

Fundación

La orden tiene sus orígenes en la vida y el apostolado de San Antonio María Claret, nacido en Sallent (Barcelona) en 1807 en una familia humilde dedicada al tejido. Educado en un ambiente profundamente cristiano, Claret mostró desde joven una devoción especial a la Virgen María y a la Eucaristía. Tras trabajar en el taller familiar, ingresó en el seminario de Vic en 1829 y fue ordenado sacerdote en 1835. Su vocación misionera lo llevó a Roma, donde intentó unirse a los jesuitas, pero una enfermedad lo obligó a regresar a España. Allí, durante siete años, perfeccionó su predicación itinerante por Cataluña y las Islas Canarias, ganándose fama como orador y taumaturgo por su vida ascética y su entrega total al anuncio del Evangelio.1

En 1849, Claret fundó la congregación en Vic, con el objetivo de formar un grupo de sacerdotes y hermanos que compartieran su ardor por la salvación de las almas. Inspirado en el modelo de los apóstoles, el fundador trazó un programa de vida basado en la imitación de Cristo y la devoción al Corazón Inmaculado de María. Los primeros miembros profesaron votos en 1850, y la orden recibió la aprobación diocesana ese mismo año. Claret describió a sus hijos espirituales como hombres que «arden en caridad y abrasan por donde pasan», dispuestos a trabajar, sufrir y buscar la gloria de Dios y la salvación de las almas.2

Desarrollo y expansión

Tras la fundación, la congregación creció rápidamente bajo el liderazgo de Claret, quien fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba en 1850 por el papa Pío IX. En Cuba, Claret impulsó reformas pastorales, fundó instituciones religiosas y enfrentó desafíos como terremotos y epidemias, derramando su propia sangre en un atentado. Regresó a España en 1857 como confesor de la reina Isabel II, pero su compromiso misionero no decayó. La orden se expandió por España y América, con énfasis en la educación, las misiones populares y la publicación de libros religiosos.3

La aprobación pontificia llegó en 1865, consolidando su estructura. Tras la muerte de Claret en 1870 en el exilio en Fontfroide (Francia), la congregación enfrentó pruebas, pero su dinamismo interno permitió su crecimiento. En el siglo XX, los capítulos generales postconciliares revitalizaron su carisma, adaptándolo a las necesidades de la Iglesia universal. Pontífices como Pablo VI y Juan Pablo II elogiaron su lealtad a la Sede Apostólica y su rol en la evangelización.4,5 Hoy, los claretianos están presentes en más de 60 países, con miles de miembros dedicados a la misión ad gentes y al diálogo con el mundo contemporáneo.

Mártires y persecuciones

Uno de los capítulos más heroicos de la historia claretiana es el de los mártires, especialmente durante la persecución religiosa en España en 1936. En Barbastro, 51 seminaristas y sacerdotes claretianos fueron arrestados y ejecutados por su fe, negándose a renegar de sus votos y su discipulado de Cristo. Su grito, «No ploreu per mi. Soc màrtir de Jesucrist» («No lloréis por mí. Soy mártir de Jesucristo»), resume su entrega total.6 Juan Pablo II los beatificó en 1992, destacando cómo murieron por la Palabra de Dios que anunciaban, inspirados en Claret y en Santa Teresita.7

Estos mártires, junto con otros 109 claretianos beatificados, encarnan el espíritu de la orden: un celo que no retrocede ante el sufrimiento. Su testimonio anima a la Iglesia a vivir y morir por el Evangelio, recordando el deseo de Claret de derramar sangre por Jesús y María.6

Carisma y espiritualidad

El carisma claretiano se centra en el ministerio de la Palabra, entendido como el anuncio ardiente del Evangelio en todas sus formas: misiones populares, predicación, retiros espirituales y publicaciones. Claret, impulsado por el amor de Cristo («El amor de Cristo nos apremia», 2 Cor 5,14), veía en la Virgen María el modelo de respuesta al Evangelio.8 Un hijo del Inmaculado Corazón de María es, según el fundador, un hombre de caridad operante, que nada le arredra, se alegra en las privaciones y busca imitar a Cristo en el trabajo y el sufrimiento.2

La espiritualidad claretiana integra la unión íntima con Dios a través de la escucha diaria de la Palabra y la Eucaristía, el kenosis (vaciamiento de sí) hasta la cruz, y la solidaridad con los pobres. Juan Pablo II enfatizó su rol en la nueva evangelización, proclamando a Cristo como el «hombre nuevo» y renovando comunidades cristianas.5,9 Esta espiritualidad se nutre de la fidelidad al papa y a los obispos, como «tonti uditori» (oidores atentos) de la voz de la Iglesia.5

Organización y gobierno

La orden se gobierna mediante capítulos generales, que eligen al superior general y renuevan su misión cada seis años. Estos encuentros, como el XX en 1985 o el de 2003, han adaptado el carisma a los signos de los tiempos, promoviendo la formación de evangelizadores y el servicio en contextos multiculturales.4,9 La estructura incluye provincias, delegaciones y comunidades locales, con un énfasis en la vida comunitaria y laicos asociados.

El superior general actual reside en Roma, y la curia general coordina las actividades globales. La congregación cuenta con sacerdotes, hermanos y laicos, todos unidos por los votos de pobreza, castidad y obediencia, más un cuarto voto de confianza especial en María.

Actividades y misiones

Los claretianos se dedican a una amplia gama de apostolados. En el ministerio parroquial y misionero, organizan misiones populares y retiros, como hacía Claret en Cataluña. Promueven la educación y formación, fundando seminarios, escuelas y centros de espiritualidad. Su labor editorial incluye publicaciones que difunden el Evangelio, fieles al legado de Claret como autor prolífico.8

En la misión ad gentes, trabajan en América Latina, África y Asia, atendiendo a marginados, enfermos y ancianos con solidaridad práctica. Fomentan el diálogo interreligioso y la renovación de comunidades, respondiendo a exhortaciones postsinodales.9 En Europa, contribuyen a la pastoral urbana y la atención a los alejados de la fe.

Figuras destacadas

Además del fundador, destacan los mártires de Barbastro, como los beatos seminaristas que soñaban con pasar el cielo haciendo bien en la tierra.6 Otros santos y beatos claretianos incluyen a compañeros de Claret y misioneros modernos. Juan Pablo II elogió su herencia como «signo viviente» de las aspiraciones de la Iglesia.2

Presencia actual

En la actualidad, la orden supera los 3.000 miembros en todo el mundo, con un fuerte presencia en España, México, Filipinas y Brasil. Su compromiso con la justicia social y la ecología integral refleja la visión claretiana de un mundo abrasado por el fuego del amor divino. Los claretianos continúan siendo un pilar en la misión de la Iglesia, adaptando su celo a los desafíos del siglo XXI.

Citas

  1. El Dicasterio para las Causas de los Santos. Antonio María Claret (1807-1870) - Biografía (1950).

  2. Papa Pablo VI. A los Padres Claretianos (25 de octubre de 1973) - Discurso (1973). 2 3

  3. Papa Pío XII. A los peregrinos reunidos en Roma con motivo de la canonización del beato Antonio María Claret (5 de mayo de 1950) (1950).

  4. Papa Juan Pablo II. A los Misioneros Claretianos con motivo del XX Capítulo General (21 de septiembre de 1985) - Discurso (1985). 2

  5. Papa Juan Pablo II. A los miembros del Capítulo General del Instituto Claretiano (Castel Gandolfo, 19 de septiembre de 1991) - Discurso (1991). 2 3

  6. Papa Juan Pablo II. 25 de octubre de 1992: Beatificación de 122 mártires españoles y una laica ecuatoriana - Homilía (1992). 2 3

  7. Papa Juan Pablo II. Narcisa de Jesús Martillo Morán (1832-1869) - Homilía de beatificación, § 3 (2008).

  8. Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Claretianos) (22 de septiembre de 1997) - Discurso, § 2 (1997). 2

  9. Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Claretianos) (8 de septiembre de 2003) - Discurso, § 2 (2003). 2 3