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Orden de Eremitas de San Jerónimo (Jerónimos)

Orden de Eremitas de San Jerónimo (Jerónimos)
Escudo de la Orden de San Jerónimo. Esta imagen vectorial incluye elementos que han sido tomados o adaptados de este archivo: Ansunando, CC BY-SA 4.0 📄

La Orden de Eremitas de San Jerónimo, conocida comúnmente como los Jerónimos, es una congregación religiosa católica fundada en el siglo XIV en España e Italia, inspirada en la figura del doctor de la Iglesia San Jerónimo, aunque sin una conexión histórica directa con él. Surgida de la unión de diversos grupos de eremitas que buscaban una vida de contemplación y penitencia, la orden adoptó la Regla de San Agustín como norma de vida, enfatizando la humildad, la oración y el servicio a la Iglesia. Floreció especialmente en la Península Ibérica durante los siglos XV y XVI, con monasterios emblemáticos como el de Guadalupe o el Escorial, contribuyendo al mecenazgo cultural, la evangelización y la reforma eclesiástica. Aunque suprimida en el siglo XIX por las desamortizaciones, su legado perdura en la tradición monástica eremítica y en figuras beatificadas.

Tabla de contenido

Orígenes

Formación en España

Los orígenes de la Orden de Eremitas de San Jerónimo se remontan al siglo XIV, en un contexto de renovación espiritual en Europa marcado por el deseo de volver a las raíces eremíticas del cristianismo primitivo. En España, el núcleo inicial se formó alrededor del monasterio de San Bartolomé de Lupiana, en la actual provincia de Guadalajara. Este cenobio se erigió como cuna de la congregación gracias a la iniciativa de Fernando de Pecha, un noble castellano que, tras una profunda conversión, se retiró al desierto para abrazar la vida solitaria. Pecha, junto con Pedro de Roma, un eremita italiano, unió a varios grupos dispersos de ermitaños que vivían en cuevas y soledades de la región, inspirados en la tradición ascética de San Jerónimo, el padre del monacato occidental.

Aunque algunos jerónimos posteriores intentaron vincular su orden directamente con San Jerónimo —quien en el siglo IV guió a un grupo de mujeres romanas en Belén hacia una vida monástica—, no existe base histórica para esta afirmación. En realidad, la orden surgió de la amalgamación espontánea de eremitas independientes, motivados por el anhelo de una existencia más rigurosa que la de otras comunidades existentes. En 1374, Pecha recibió la profesión de varios de estos ermitaños, estableciendo las primeras normas comunitarias basadas en la pobreza, la castidad y la obediencia.

Aprobación papal y primeras bulas

La consolidación de la orden llegó con la intervención de la Santa Sede. El 8 de octubre de 1373, el papa Gregorio XI, exiliado en Aviñón, emitió bulas confirmatorias que reconocían la unión de estos eremitas bajo la advocación de San Jerónimo. En ellas, el pontífice aceptó sus votos solemnes y les otorgó un hábito distintivo: una túnica blanca, escapulario y manto marrón, simbolizando la pureza y la penitencia. Estas bulas también los eximieron de la jurisdicción del arzobispo de Cosenza, aunque inicialmente operaban en España.

Posteriormente, en 1415, la orden obtuvo estatus de exención total de la autoridad episcopal ordinaria, lo que le permitió una mayor autonomía. Un hito clave fue la bula de Martín V en el siglo XV, que aprobó una regla compilada por Lupo de Olmedo, prior general de los eremitas. Esta norma, extraída de las epístolas y tratados de San Jerónimo, reemplazó parcialmente la Regla de San Agustín y enfatizaba la vida eremítica en comunidad, con énfasis en la continencia, la oración continua y la imitación de la vida monacal del santo doctor.1,2

Regla y vida monástica

La vida de los jerónimos se regía por la Regla de San Agustín, impuesta por los papas al aprobar la orden, pero adaptada con elementos inspirados en San Jerónimo para acentuar el carácter eremítico. Esta regla promovía la vida en común, aunque con espacios de soledad para la contemplación, recordando las prácticas de los primeros monjes del desierto. Los monjes profesaban los tres votos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia, y se distinguían por su humildad extrema, considerando su orden como la «menor» entre las religiosas.

El hábito evolucionó ligeramente: en España, se adoptó un sayal marrón con capucha y mozeta, ceñido con un cinturón de cuero, simbolizando la renuncia a los bienes mundanos. La jornada diaria incluía la Liturgia de las Horas, el trabajo manual —como la agricultura o la copia de manuscritos— y la oración personal. Los jerónimos eran conocidos por su generosidad en la limosna y su rol en la reforma de otras órdenes, como los premostratenses o los trinitarios. Su espiritualidad se centraba en la imitación de Cristo en el desierto, fomentando la mortificación y la caridad activa, lo que les valió el apodo de «apóstoles de la penitencia».

Expansión y monasterios principales

La orden experimentó un rápido crecimiento durante los siglos XV y XVI, impulsada por el apoyo de la monarquía española. En 1389, recibieron el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe en Extremadura, que se convirtió en un centro de peregrinación gracias a la venerada imagen de la Virgen. Para 1415, contaban con veinticinco casas en España, extendiéndose por Castilla, Andalucía y Aragón.

El apogeo llegó bajo los Reyes Católicos y Carlos V, quien los estimaba profundamente. Felipe II erigió el grandioso monasterio de San Lorenzo de El Escorial (1563-1584), donde los jerónimos sirvieron como guardianes espirituales de la realeza. Este complejo, con su vasta biblioteca y obras de arte, simbolizaba el mecenazgo cultural de la orden. Otros monasterios notables incluyen los de Yuste (donde Carlos V se retiró en 1555 para morir), Madrid, Sevilla y Belén en Portugal, fundado por el rey Manuel I en 1497 y sepulcro de los monarcas lusos.

En América, los jerónimos participaron en la evangelización: el gobierno inicial de la isla de Santo Domingo se confió a ellos, y colaboraron con San Juan de Dios en la fundación de hospitales. Su influencia se extendió a la Nueva España y Perú, promoviendo la catequesis y la defensa de los indígenas.

Congregaciones italianas y reformas

Paralelamente a la rama española, surgieron congregaciones independientes en Italia. Los Eremitas de San Jerónimo de Fiesole, fundados por el beato Carlos de Montegranelli en el siglo XV, contaron con el mecenazgo de Cosme de Médici. Aprobados por Inocencio VII en 1406 y con constituciones definitivas de Eugenio IV en 1441, llegaron a tener cuarenta casas, incluyendo la iglesia de Santos Vicente y Anastasio en Roma. Sin embargo, su número decayó, y Clemente IX los suprimió en 1668.

Otra rama fue la de los Eremitas de San Jerónimo de Lombardía, reformados por Lupo de Olmedo en Italia. En 1595, sus monasterios se incorporaron a la congregación española, salvo algunos independientes como el de San Pedro del Ospitaletto en Lodi. Hubo también los Eremitas de la Congregación de San Pedro de Pisa, unidos en 1444 y reformados por San Pío V en 1568, con provincias en Ancona y Treviso. Estas agrupaciones italianas compartían el énfasis eremítico, pero desaparecieron durante las turbulencias revolucionarias del siglo XIX.

Una reforma notable fue la de Jerónimo de la Observancia (1424), con constituciones extraídas de los escritos de San Jerónimo, similar a los cartujos en rigor. En Portugal, los jerónimos formaron una congregación unida a la española en 1595, destacando por su rol en la exploración y la evangelización africana.

Declive y supresión

El declive de la orden comenzó en el siglo XVII con la disminución de vocaciones y las guerras europeas. En Italia, las congregaciones se extinguieron gradualmente: las de Fiesole en 1668, y las restantes durante la Revolución Francesa. En España, las desamortizaciones de Mendizábal en 1835 llevaron a la supresión de la mayoría de sus monasterios, aunque algunos, como Guadalupe y El Escorial, se preservaron como monumentos nacionales bajo custodia estatal.

En Portugal, la supresión ocurrió poco después, en la década de 1830. Hoy, no existen comunidades activas de jerónimos, pero su patrimonio arquitectónico y bibliográfico —como las bibliotecas de El Escorial y Belén— testifica su legado. La Santa Sede ha reconocido a varios beatos, como Pedro Qualcerano, Nicolás de Furca-Palena y Bartolomé de Cesna, destacados por su santidad eremítica.2

Contribuciones culturales y figuras notables

Los jerónimos destacaron en el ámbito intelectual y literario, especialmente en España y Portugal. Su actividad se centró en la teología moral, la exégesis bíblica y la historia eclesiástica. Figuras eminentes incluyen a Diego de Yepes, autor de una vida de Santa Teresa y una historia de la persecución en Inglaterra (1599); Diego de Zúñiga, filósofo y exegeta (ca. 1600); y Fernando de Talavera, obispo de Granada y escritor ascético (1507). Otros como Francisco de los Santos, cronista del Escorial (1657), y Hernengildo de San Pablo, historiador de la orden (1670), enriquecieron el patrimonio cultural católico.

La orden colaboró en la Contrarreforma, reformando comunidades religiosas y apoyando la Inquisición en su labor doctrinal. Su generosidad en almsgiving y su rol en la hospitalidad —ayudando a San Juan de Dios— subrayan su compromiso social. Muchos jerónimos ascendieron a la dignidad episcopal, influyendo en sínodos y misiones.

Monjas Jerónimas

Paralelamente a los frailes, existió una rama femenina fundada por María García (m. 1426). Las monjas jerónimas, conocidas como jerónimas, adoptaron una regla similar, centrada en la clausura y la oración. Ocuparon conventos como el de Santa Paula en Toledo, La Concepción Jerónima en Madrid (1504), y Santa Paula en Sevilla (1473). Vivían en comunidades pequeñas, dedicadas a la educación y la contemplación, y compartían el hábito blanco con elementos marrones. Aunque también afectadas por las supresiones del siglo XIX, su tradición de humildad y devoción mariana perdura en la memoria de la Iglesia española.2

Legado

La Orden de Eremitas de San Jerónimo representa un capítulo luminoso en la historia del monacato católico, fusionando el eremitismo solitario con la vida comunitaria agustiniana. Su énfasis en la imitación de San Jerónimo —patrono de los estudios bíblicos y la penitencia— inspiró generaciones de religiosos en la búsqueda de la santidad interior. Aunque extinguida como instituto vivo, su influencia se ve en la arquitectura renacentista ibérica, la literatura ascética y el modelo de reforma eclesiástica. En la era contemporánea, el Concilio Vaticano II ha revivido el interés por la vida eremítica, recordando el valor profético de los jerónimos en un mundo secularizado.3,4

Citas

  1. Papa Martín V. Apéndice (Papa Martín V), § 1.

  2. Jerónimos, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Jerónimos. 2 3

  3. Eremitas, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Eremitas.

  4. A los eremitas italianos que participan en el jubileo de la vida consagrada (11 octubre 2025), Papa León XIV. Discurso del Papa León XIV a los Eremitas Italianos que Participan en el Jubileo de la Vida Consagrada, § 1.