Wikitólica

La enciclopedia y wiki católica en español

Cruz

Orden de los Carmelitas

Orden de los Carmelitas
Escudo simple de la Orden Carmelita Blasón: Plata, una pila invertida brunátre, tres estrellas de David 2 y 1 contrapuestas. Escudo simple de la Orden Dominicana +Estrella de DavidBasado en este archivo., Tom Lemmens, CC0

La Orden de los Carmelitas, formalmente conocida como la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, es una de las órdenes mendicantes de la Iglesia Católica. Su origen se remonta a los ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo en Tierra Santa durante el siglo XII, buscando emular la vida de los profetas Elías y Eliseo, y dedicándose a la contemplación y el servicio a Dios bajo la protección de la Santísima Virgen María. A lo largo de los siglos, la orden ha experimentado diversas reformas, destacando la de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, que dieron origen a los Carmelitas Descalzos, y ha contribuido significativamente a la espiritualidad católica a través de su énfasis en la oración, la vida contemplativa y el celo apostólico.

Tabla de contenido

Orígenes y Fundación

La historia de la Orden Carmelita se entrelaza con las tradiciones del Monte Carmelo en Palestina, un lugar venerado por su conexión con los profetas Elías y Eliseo1. Desde el siglo XIV, ha habido debates sobre la fecha exacta de su fundación, con la orden misma atribuyendo sus orígenes a los profetas Elías y Eliseo1. Los historiadores modernos, sin embargo, sitúan su establecimiento en la segunda mitad del siglo XII1.

Los «Hijos de los Profetas» en tiempos de Samuel, que llevaban una vida comunitaria y se dedicaban al servicio de Dios bajo superiores como Elías y Eliseo, son considerados por la tradición carmelita como precursores de la orden1. Aunque estos grupos desaparecieron con la caída del Reino de Israel, el Monte Carmelo siguió siendo un lugar de peregrinación en los siglos III y IV de la era cristiana1. Padres de la Iglesia como San Juan Crisóstomo, San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Jerónimo, presentaron a Elías y Eliseo como modelos de perfección religiosa y patronos de ermitaños1.

La tradición de la orden sostiene que hubo una sucesión, si no ininterrumpida, al menos moral, de ermitaños en el Carmelo desde los tiempos de los grandes profetas, primero bajo la Antigua Alianza y luego en la era cristiana, hasta que en la época de las Cruzadas estos ermitaños se organizaron siguiendo el modelo de las órdenes occidentales1. Esta tradición está oficialmente recogida en las constituciones de la orden, mencionada en varias bulas papales y en la liturgia de la Iglesia1.

Sin embargo, la ausencia de menciones de peregrinos a Palestina antes del año 1150, cronistas y documentos tempranos, ha llevado a los historiadores modernos a situar su fundación alrededor del año 1155, cuando aparece por primera vez en documentos de autenticidad indudable1.

Las Primeras Comunidades en Palestina

El monje griego Juan Focas, quien visitó Tierra Santa en 1185, relató haber encontrado en el Carmelo a un monje de Calabria que, inspirado por una aparición del Profeta Elías, había reunido a unos diez ermitaños. Con ellos, llevaba una vida religiosa en un pequeño monasterio cerca de la gruta del profeta1. Rabbi Benjamín de Tudela ya había informado en 1163 que los cristianos habían construido allí una capilla en honor a Elías1. Jacques de Vitry y otros escritores de finales del siglo XII y principios del XIII ofrecen relatos similares1.

La fecha exacta de la fundación del eremitorio se puede inferir de la vida de Aymeric, Patriarca de Antioquía, quien era pariente del monje «calabrés» Berthold. Se cree que Aymeric visitó a Berthold en 1154 o 1155 y le asistió en el establecimiento de la pequeña comunidad1. Posteriormente, al regresar a Antioquía alrededor de 1160, Aymeric llevó consigo a algunos de los ermitaños, quienes fundaron un convento en esa ciudad y otro en una montaña cercana, aunque ambos fueron destruidos en 12681.

Bajo el sucesor de Berthold, Brocard, surgieron dudas sobre la forma de vida adecuada para los ermitaños carmelitas1. El Patriarca de Jerusalén, Alberto de Vercelli, quien residía en Tiro, resolvió esta dificultad escribiendo una breve regla alrededor de 12101. Esta regla, en parte, se tomó literalmente de la de San Agustín1. En ella se estipulaba que los ermitaños elegirían un prior al que prometerían obediencia, vivirían en celdas separadas, recitarían el Oficio Divino según el rito de la Iglesia del Santo Sepulcro (o ciertas otras oraciones si no sabían leer), y dedicarían su tiempo a la meditación piadosa y el trabajo manual1. Se reunirían cada mañana en la capilla para la Misa y los domingos para el capítulo1. No tendrían propiedad personal, sus comidas serían servidas en sus celdas, se abstendrían de carne (excepto en casos de gran necesidad) y ayunarían desde mediados de septiembre hasta Pascua1. El silencio debía observarse entre Vísperas y Tercia del día siguiente, y de Tercia a Vísperas debían evitar conversaciones inútiles1.

Reconocimiento Papal y Adaptación a Europa

La fórmula vitae inspirada por San Alberto, Patriarca de Jerusalén (1205-1214), fue la primera vez que la Iglesia reconoció a este grupo de hombres que se habían establecido «cerca del manantial del Monte Carmelo» para adorar a Jesucristo, imitando a la Santísima Virgen María y al Profeta Elías2. El proceso canónico culminó con varias enmiendas y la aprobación de la Regla por el Papa Inocencio IV en 12472.

Con la migración de los Carmelitas a Europa, la orden entró en un nuevo período1. San Simón Stock, elegido general en 1247, se encontró en una situación difícil1. Aunque la regla había sido concedida alrededor de 1210 y aprobada papalmente en 1226, muchos prelados se negaban a reconocer la orden, creyendo que había sido fundada en contravención del Concilio de Letrán (1215), que prohibía la institución de nuevas órdenes1. De hecho, la Orden Carmelita como tal no fue aprobada hasta el Segundo Concilio de Lyon (1274)1.

Sin embargo, San Simón Stock obtuvo de Inocencio IV una aprobación interina y ciertas modificaciones de la regla en 12471. Estas modificaciones permitieron que las fundaciones no se limitaran a los desiertos, sino que también pudieran establecerse en ciudades y sus suburbios1. La vida solitaria fue abandonada en favor de la vida comunitaria, las comidas se tomarían en común, la abstinencia se hizo menos estricta, el silencio se restringió al período entre Completas y Prima del día siguiente, y se permitió el uso de asnos y mulas para viajes y transporte, y aves de corral para las necesidades de la cocina1. De esta manera, la orden dejó de ser eremítica y se convirtió en una de las órdenes mendicantes1. Santa Teresa de Jesús, en su obra, menciona que la regla que sus comunidades seguían era la establecida por el Cardenal Hugo de Santa Sabina en 1248, bajo el pontificado de Inocencio IV, no la regla mitigada3.

El primer título de la orden, Fratres eremitæ de Monte Carmeli, y después de la construcción de una capilla en el Carmelo en honor a Nuestra Señora alrededor de 1220, Eremitæ Sanctæ Mariæ de Monte Carmeli, fue cambiado a Fratres Ordinis Beatissimæ Virginis Mariæ de Monte Carmeli1. En 1477, una ordenanza de la Cancillería Apostólica lo amplificó a Fratres Ordinis Beatissimæ Dei Genitricus semperque Virginis Mariæ de Monte Carmeli, título que se hizo obligatorio por el Capítulo General de 16801.

Espiritualidad Carmelita

La espiritualidad carmelita se caracteriza por su profunda devoción a la Santísima Virgen María y al profeta Elías, así como por un fuerte énfasis en la vida interior, la contemplación y la oración2,4.

La Virgen María, Patrona y Madre Espiritual

Desde sus inicios, las generaciones carmelitas han buscado modelar sus vidas según el ejemplo de María en su camino hacia «la montaña de Dios, Cristo el Señor»4,5. En el Carmelo, y en toda alma con afecto por la Santísima Virgen, ha florecido la contemplación de María, quien desde el principio supo abrirse a escuchar la Palabra de Dios y obedecer su voluntad4,5. María, enseñada y formada por el Espíritu, comprendió su propia historia por la fe y perseveró fielmente en su unión con su Hijo hasta la cruz, asociándose a su sacrificio en su corazón de Madre4,5.

La contemplación de la Virgen la presenta como una Madre amorosa que ve a su Hijo crecer en Nazaret, lo sigue en Palestina, le ayuda en las bodas de Caná y, al pie de la Cruz, se convierte en la Madre asociada a su ofrenda y entregada a toda la humanidad6,7. Como Madre de la Iglesia, la Bienaventurada Virgen está unida a los discípulos en «constante oración»6,7. Anticipando en sí misma lo que un día sucederá a todos en el pleno goce de la vida trinitaria, es llevada al cielo, desde donde extiende el manto protector de su misericordia sobre sus hijos en su peregrinación hacia la santa montaña de la gloria6,7.

Por esta razón, los Carmelitas han elegido a María como su Patrona y Madre espiritual, manteniendo siempre ante los ojos de su corazón a la Virgen Purísima que guía a todos al perfecto conocimiento e imitación de Cristo6,7. Esta intimidad de relaciones espirituales ha llevado a una creciente comunión con Cristo y María6,7. Para los miembros de la Familia Carmelita, María no es solo un modelo a imitar, sino también la dulce presencia de una Madre y Hermana en quien confiar6,7. Santa Teresa de Jesús exhortaba a sus hermanas: «Imitad a Nuestra Señora y considerad cuán grande debe ser y qué bueno es que la tengamos por Patrona»6,7.

La festividad de Nuestra Señora del Monte Carmelo, celebrada el 16 de julio, se instituyó entre 1376 y 1386 en conmemoración de la aprobación de la regla por Honorio III. En 1609, se convirtió en la «fiesta del Escapulario», fue declarada la fiesta principal de la orden y se extendió a toda la Iglesia en 17261.

El Profeta Elías, Heraldo del Dios Vivo

El profeta Elías es otra figura central en la espiritualidad carmelita, inspirando el «peregrinaje interior» de la orden8,9. Elías arde de celo por el Señor y emprende su camino hacia el Monte Horeb, donde, a pesar del cansancio, continúa caminando hasta alcanzar su meta8,9. Es al final de su difícil viaje cuando se encuentra con el Señor en una «brisa suave»8,9.

Siguiendo su ejemplo, los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo entienden que solo aquellos que se entrenan para escuchar a Dios e interpretar los signos de los tiempos son capaces de encontrarse con el Señor y reconocerlo en los acontecimientos diarios8,9. El Señor habla de muchas maneras, incluso a través de realidades que a veces pueden parecer insignificantes8,9. El Papa Benedicto XVI, en 2007, pidió que el Profeta Elías hiciera de los Carmelitas «asiduos heraldos del Dios Vivo y los guiara a la santa montaña donde se les concedió percibir la brisa ligera de la Presencia Divina»2.

Contemplación y Vida Interior

La espiritualidad carmelita se centra en la vida contemplativa, un don del Espíritu a la Iglesia que contribuye a edificarla con su experiencia secular de interioridad, contemplación, fraternidad y servicio profético10. Los primeros Carmelitas fueron al Monte Carmelo movidos por la fe en el amor de Dios, que entregó a su Hijo Unigénito2. Al acoger el señorío de Cristo en sus vidas, se dispusieron a ser transformados por su amor, lo que constituye la elección fundamental de todo cristiano2.

Las comunidades carmelitas son «auténticas 'escuelas' de oración», donde el encuentro con Cristo se expresa no solo en la imploración de ayuda, sino también en la acción de gracias, la alabanza, la adoración, la contemplación, la escucha y la devoción ardiente, hasta que el corazón verdaderamente «se enamora»2. Las monjas carmelitas, inmersas en el silencio y la oración, recuerdan a todos los creyentes el primado absoluto de Dios11. Consagradas totalmente a la búsqueda de Dios, testifican que Él es la fuente de la plena realización de la persona humana y de toda actividad espiritual11. La elección de vivir en soledad, separados del mundo, responde a esta llamada especial del Señor11.

Reformas y Ramas de la Orden

La Orden Carmelita ha experimentado varias reformas a lo largo de su historia, buscando un retorno a una observancia más estricta de su regla original.

La Reforma Teresiana y los Carmelitas Descalzos

El convento de la Encarnación en Ávila fue el lugar donde Santa Teresa de Jesús, nacida en 1515, se convirtió en el «ornamento más brillante de la Orden Carmelita»1. Entró al convento en 1535 y profesó al año siguiente1. Tras enfermar, se dedicó a la práctica de la oración mental1. Después de un período de pruebas interiores, en el que sus directores creyeron que sus trances eran ilusiones diabólicas, despertó en ella el deseo de una vida más perfecta1.

Al enterarse de que la regla primitiva buscaba la vida contemplativa y prescribía varias austeridades que habían sido dispensadas, resolvió fundar un convento para trece monjas en su ciudad natal1. A pesar de muchas dificultades, este convento fue establecido el 24 de agosto de 15621. El superior general de la orden, Rubeo (1564-1578), aprobó las acciones de Santa Teresa y la animó a realizar más fundaciones1. También concedió permiso para el establecimiento de dos conventos para frailes reformados dentro de la provincia de Castilla, estableciendo regulaciones estrictas para evitar tendencias separatistas1.

Santa Teresa propuso una nueva forma de ser carmelita en un mundo que también era nuevo12. En tiempos «peligrosos», la santa maestra decía que «los amigos de Dios deben ser fuertes, para que puedan sostener a los débiles»12. Insistía elocuentemente: «El mundo está en llamas. Los hombres intentan condenar a Cristo una vez más, por así decirlo, porque presentan mil falsos testigos contra él. Quieren arrasar su Iglesia… No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios por cosas de poca importancia»12.

El objetivo último de la Reforma Teresiana y de la creación de nuevos monasterios en un mundo desprovisto de valores espirituales era fortalecer el trabajo apostólico con la oración y proponer un estilo de vida evangélico que sirviera de modelo a quienes buscaban un camino de perfección12. Esto se basaba en la convicción de que toda auténtica reforma personal y eclesial pasa por reproducir, cada vez con mayor fidelidad, la «forma» de Cristo dentro de nosotros12. La santa y sus hijas se esforzaron por hacer exactamente esto, y este fue el compromiso de sus hijos carmelitas, quienes se esforzaron únicamente por «avanzar en la virtud»12. En este sentido, Teresa escribe: «Él [Nuestro Señor] valora más un alma que por su misericordia hemos ganado para Él con nuestra oración y trabajo que todo el servicio que le podamos rendir»12. Frente al olvido de Dios, la Santa Doctora anima a las comunidades de oración a proteger con su fervor a quienes proclaman el nombre de Cristo en todas partes, para que oren por las necesidades de la Iglesia y lleven el clamor de todos los pueblos al corazón del Salvador12.

San Juan de la Cruz, junto con Santa Teresa, fue una figura clave en esta reforma, que dio origen a la rama de los Carmelitas Descalzos.

Otras Reformas y Ramas

Hacia mediados del siglo XV, varias comunidades de beguinas en Gueldre, Dinant, etc., solicitaron a Juan Soreth ser afiliadas a la orden en 14521. Él les dio la regla y las constituciones de los frailes, añadiendo algunas regulaciones especiales1. El prestigio de las Hermanas Carmelitas creció rápidamente cuando la Duquesa de Bretaña, la Beata Francisca de Amboise (1427-1485), se unió a uno de los conventos que ella misma había fundado1. La Beata Giovanna Scopelli (1491) en Italia y la Beata Girlani, quien eligió el nombre de «Arcángel» para dedicarse completamente a la alabanza de Dios, son otros ejemplos de la santidad femenina en el Carmelo11.

Otra reforma de naturaleza algo diferente fue la del convento del Monte Olivet cerca de Génova en 1514, que consistió en un retorno a la vida puramente contemplativa y a la antigua austeridad de la orden1. El general, Giovanni Battista Rubeo, dejó constancia de que durante su visita allí en 1568, que duró solo tres días, se abstuvo de carne1. Esta reforma continuó hasta bien entrado el siglo XVII1.

Una reforma posterior, modelada a partir de la de Santa Teresa, fue inaugurada en Rennes en 1604 por Philip Thibault (1572-1638) y nueve compañeros1. Con la ayuda de los Carmelitas Descalzos, pudo darle una base sólida, de modo que en poco tiempo abarcó toda la provincia de Touraine1. A diferencia de otras reformas, esta permaneció en unión orgánica con el grueso de la orden y gozó del favor de la Corte francesa1. Entre sus mayores ornamentos se encontraban León de San Juan, uno de los primeros superiores, y el hermano lego ciego, Juan de San Sansón, autor de varias obras sobre la vida contemplativa1.

La Tercera Orden Carmelita

La Tercera Orden Carmelita es una rama de la familia carmelita que permite a laicos vivir la espiritualidad carmelita en el mundo. El Papa Nicolás IV, en su bula Supra Montem de 1289, estableció normas para los terciarios, incluyendo la recitación de las horas canónicas, la abstinencia de carne ciertos días y la moderación en la vestimenta13. La Beata Juana de Toulouse, aunque su historia ha sido objeto de cierta confusión, es venerada como la primera terciaria carmelita y fundadora de la orden terciaria carmelita, destacando por su estricta observancia de la regla de San Alberto de Jerusalén14.

El Beato Hipólito Galantini (1619), un laico florentino, es otro ejemplo de santidad en la vida secular. A pesar de su mala salud, adoptó en su casa una regla de vida similar a la del claustro y fundó un instituto secular dedicado a enseñar los principios de la religión y el deber cristiano a niños y adultos15.

Santos y Figuras Destacadas

A lo largo de su historia, la Orden Carmelita ha producido numerosos santos y beatos que han enriquecido la Iglesia con su testimonio de vida.

Conclusión

La Orden de los Carmelitas, con sus profundas raíces en el Monte Carmelo y su rica historia de contemplación y servicio, continúa siendo una fuerza vital en la Iglesia Católica. Su devoción a la Santísima Virgen María y al Profeta Elías, junto con su énfasis en la vida interior y la oración, ofrece un camino de perfección espiritual que ha inspirado a innumerables almas a lo largo de los siglos. Desde sus humildes comienzos como ermitaños hasta su expansión global y sus diversas ramas, los Carmelitas siguen siendo «escuelas de oración» que invitan a todos a un encuentro más íntimo con Cristo2.

Citas

  1. La Orden Carmelita, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §La Orden Carmelita. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55

  2. Papa Benedicto XVI. Carta al Prior General de la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo con motivo del octavo centenario de la Formula Vitæ (14 de agosto de 2007) (2007). 2 3 4 5 6 7 8 9 10

  3. Capítulo XXXVI - La fundación del monasterio de San José. Persecución y tentaciones. Gran prueba interior de la santa, y su liberación, Teresa de Ávila. La Vida de Santa Teresa de Jesús, §Capítulo XXXVI - 27 (1565).

  4. Papa Juan Pablo II. Mensaje a la Orden Carmelita (26 de marzo de 2001), § 2 (2001). 2 3 4

  5. Papa Juan Pablo II. Mensaje a la Orden Carmelita (26 de marzo de 2001) - Discurso, § 2 (2001). 2 3

  6. Papa Juan Pablo II. Mensaje a la Orden Carmelita (26 de marzo de 2001), § 3 (2001). 2 3 4 5 6 7

  7. Papa Juan Pablo II. Mensaje a la Orden Carmelita (26 de marzo de 2001) - Discurso, § 3 (2001). 2 3 4 5 6 7

  8. Papa Juan Pablo II. Mensaje al Prior General de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo (12 de septiembre de 2001) - Discurso, § 2 (2001). 2 3 4 5

  9. Papa Juan Pablo II. Mensaje al Prior General de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo (12 de septiembre de 2001), § 2 (2001). 2 3 4 5

  10. Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de los Carmelitas de la Antigua Observancia (29 de septiembre de 1989) - Discurso, § 2 (1989).

  11. Papa Juan Pablo II. Mensaje al Rev. Joseph Chalmers, Prior General de la Orden de los Carmelitas con motivo del 550.º aniversario de la adición de las monjas de clausura y la Tercera Orden de los laicos a la Orden Carmelita (7 de octubre de 2002) - Discurso, § 2 (2002). 2 3 4 5 6 7

  12. Papa Benedicto XVI. Mensaje al Obispo de Ávila (España) con motivo del 450.º aniversario de la fundación del Monasterio de San José en Ávila y del inicio de la reforma de la Orden del Carmelo (16 de julio de 2012), § 3 (2012). 2 3 4 5 6 7 8

  13. Papa Nicolás IV. Supra Montem (1289).

  14. Bto. Buenaventura de Forlí (a.D. 1491), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 726.

  15. Bto. Hipólito Galantini (a.D. 1619), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 665. 2