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Orden de Minimos

Orden de Mínimos
Dominio Público.

La Orden de Mínimos es una familia religiosa católica fundada en el siglo XV por San Francisco de Paula, un santo italiano conocido por su vida de extrema penitencia y humildad. Inspirada en el espíritu franciscano pero con un carisma propio centrado en la vida cuaresmal perpetua, la orden se caracteriza por sus cuatro votos solemnes: pobreza, castidad, obediencia y una cuarta promesa de abstinencia perpetua de carne y lácteos. Surgida en Calabria como un movimiento eremítico, se expandió rápidamente por Europa, influyendo en la reforma eclesial de su época. Hoy, aunque reducida en número tras las turbulencias históricas como la Revolución Francesa, mantiene una presencia activa en Italia, España y otros países, dedicada a la oración, la penitencia y el servicio a los pobres, en fiel adhesión a la tradición católica.

Tabla de contenido

Fundación e inicios

La Orden de Mínimos tiene sus raíces en la vida ascética de San Francisco de Paula, nacido en 1416 en el pequeño pueblo de Paula, en la región de Calabria, Italia. Desde joven, Francisco mostró una profunda devoción espiritual, influida por la figura de San Francisco de Asís. A los trece años, pasó un año en un convento franciscano en San Marco, pero pronto optó por una vida eremítica más rigurosa, retirándose a una cueva cerca de su pueblo natal. Allí, dedicó su existencia a la oración, el ayuno y la penitencia, atrayendo pronto a un grupo de seguidores que compartían su anhelo de una conversión radical al Evangelio.1

En 1435, cuando Francisco contaba veintitrés años, varios discípulos se unieron a él, formando el núcleo inicial de lo que sería la orden. Inicialmente conocida como los Eremitas de San Francisco de Asís, la comunidad se estableció en una ermita dedicada a Santa María de los Ángeles. La expansión comenzó con la fundación de conventos en Paterno, en 1444, y en Milazzo, Sicilia, en 1469. Estos primeros pasos reflejaban un deseo de imitar la pobreza y la humildad franciscana, pero con un énfasis mayor en la soledad y la ascesis corporal.1

El nombre «Mínimos» surgió como una alusión a los Frailes Menores franciscanos y, sobre todo, al Evangelio de Mateo (25:40): «En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis». San Francisco de Paula quería que sus religiosos se consideraran los más pequeños entre todos, encarnando una humildad extrema que les permitiera servir a los más necesitados. Esta denominación fue oficializada tras la canonización del fundador por el papa León X en 1519, quien elogió esta virtud como el sello distintivo de la orden.1

Regla y carisma espiritual

Durante los primeros cincuenta y siete años de existencia (1435-1493), la orden careció de una regla escrita formal, guiándose por las prácticas ascéticas de su fundador. Sin embargo, en 1493, el papa Alejandro VI aprobó la primera versión de la regla, compuesta por trece capítulos e inspirada directamente en la regla franciscana. Esta norma enfatizaba la vida comunitaria, la mendicidad y la observancia estricta de los votos evangélicos.1

Una segunda versión, más independiente de la regla franciscana y con diez capítulos, fue confirmada en 1501 por el mismo Alejandro VI. Aquí se introdujo el elemento más característico de los Mínimos: el cuarto voto solemne de vita quadragesimalis, o vida cuaresmal perpetua. Este compromiso implica una abstinencia constante de carne, huevos, lácteos y cualquier alimento «blanco» o sustancioso, permitida solo en casos de grave enfermedad por orden médica. Representa una penitencia corporal continua, simbolizando la participación en el sacrificio de Cristo.1

En 1502 se aprobó una variante similar, y finalmente, en 1506, el papa Julio II ratificó la regla definitiva para la primera orden, con diez capítulos, que sigue vigente. Esta norma impregna un espíritu de gran penitencia y abnegación, promoviendo la conversión interior, la oración incesante y la caridad activa. Como señaló el papa Juan Pablo II en un discurso de 2000, los Mínimos están llamados a dar un «testimonio diario especial de la penitencia evangélica mediante una vida cuaresmal, es decir, una conversión total a Dios, una profunda participación en la expiación de Cristo y un llamado a los valores evangélicos de desapego del mundo, la primacía del espíritu sobre la materia y la urgente necesidad de penitencia».2

El carisma de los Mínimos se centra en la humildad evangélica y la penitencia reparadora, no como fin en sí misma, sino como medio para unirse a la Pasión de Cristo y servir a la Iglesia. En un mundo marcado por el hedonismo, este cuarto voto se presenta como un signo profético de los «cosas de arriba», fomentando la castidad, la pobreza y la obediencia en una comunidad fervorosa.2

Los cuatro votos solemnes

Los Mínimos profesan los tres votos clásicos de los religiosos: pobreza, castidad y obediencia. Sin embargo, su distinción radica en el cuarto voto de perpetua abstinencia cuaresmal, que Francisco de Paula instituyó para sus frailes, monjas y terciarios. Este voto no solo regula la dieta, sino que encarna una ascesis integral: ayuno frecuente, silencio, mortificación y dedicación a los pobres.

Para garantizar su observancia, el fundador redactó un Correctorium en diez capítulos, aprobado por Julio II en 1506 y por León X en 1517, que detalla las penitencias por transgresiones. Esta norma subraya que la penitencia no es mero rigorismo, sino un camino de santidad que integra la tradición ascética de la Iglesia.1

Expansión histórica

La orden creció rápidamente gracias al carisma de su fundador. En 1471, el arzobispo de Cosenza concedió exención de su jurisdicción, confirmada por Sixto IV en 1473, quien también les otorgó los privilegios de los mendicantes. En 1482, el rey Luis XI de Francia invitó a Francisco de Paula a su corte, lo que facilitó la implantación en territorio galo. Los primeros conventos franceses se erigieron en Plessis-lès-Tours, Amboise y Nigeon, cerca de París, donde los Mínimos eran conocidos como bons hommes por su simplicidad.1

Al morir San Francisco en 1507, la orden contaba con cinco provincias en Italia, Francia, España y Alemania. En España, se les llamó Padres de la Victoria por su llegada coincidiendo con la Reconquista. El emperador Maximiliano introdujo la orden en Bohemia en 1497. En su apogeo, en el siglo XVII, había 450 conventos, 6.430 miembros y 30 provincias en los principales países católicos de Europa.1

Los Mínimos destacaron en teología, historia y ciencias. Figuras como el teólogo Lalemandet (m. 1647), el matemático Mersenne (m. 1648) o el historiador Giry (m. 1688) enriquecieron el patrimonio intelectual de la Iglesia. En América, Bernardo Boil, un Mínimo, fue el primer vicario apostólico en 1493.1

Juan Pablo II, en 1990, elogió esta herencia, instando a los Mínimos a ser fieles a la tradición de San Francisco mientras responden a las necesidades modernas, como la atención a los «pequeños» en caridad y perdón.3

Declive y situación actual

La Revolución Francesa marcó un punto de inflexión, con la supresión de conventos y la dispersión de comunidades. Aunque sobrevivió, la orden se redujo drásticamente. Hoy, cuenta con unos 19 conventos y 330 frailes, principalmente en Italia (15 conventos, incluyendo los de Roma como Sant’Andrea delle Fratte y San Francesco di Paola), Sicilia (2), Cerdeña (1) y España (1). El corrector general reside en Roma.1

A pesar de su modestia numérica, los Mínimos mantienen una vitalidad espiritual. En su Capítulo General de 2000, Juan Pablo II los animó a una presencia amorosa en la pobreza espiritual y material, promoviendo la reconciliación y el diálogo ecuménico, sin diluir su identidad carismática.2 La orden se organiza como los mendicantes: el corrector general se elige cada seis años, los provinciales cada tres, y los superiores locales anualmente.1

Órdenes secundarias y terciaria

La familia mínima incluye una segunda orden para monjas, originaria de España y aprobada en 1506 por Julio II, que adopta casi literalmente la regla de los frailes. Hoy, se concentra en España (10 conventos) y tiene presencias en Marsella, Roma y Todi.1

La tercera orden, para laicos de ambos sexos, fue regulada en siete capítulos en 1501. Se extiende en países latinos y América del Sur, donde sacerdotes seculares admiten miembros. Juan Pablo II, en 2001, exhortó a los terciarios a una «nueva creatividad en la caridad», integrando contemplación y acción, priorizando el servicio activo a los necesitados.4

Hábitos y organización

El hábito de los Mínimos es de lana negra burda, con mangas anchas y ceñido por un cordón delgado. La mozzeta del capuchón cae como un escapulario hasta la cintura, simbolizando su humildad. La organización sigue el modelo mendicante, con énfasis en la corrección fraterna para mantener la regla.1

Figuras destacadas

Además de San Francisco de Paula, canonizado en 1519, destacan mártires como Thomas Felton (1588) y teólogos como Salier (m. 1707). En la historia, Bernardo Boil abrió las misiones americanas. Contemporáneamente, la orden sigue formando santos en la penitencia cotidiana.1

En resumen, la Orden de Mínimos representa un testimonio vivo de la humildad y penitencia evangélicas, adaptándose a los desafíos actuales sin perder su esencia cuaresmal. Su legado invita a la Iglesia a redescubrir la radicalidad del seguimiento de Cristo en un mundo distraído.

Citas

  1. Minimi, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Minimi. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14

  2. Papa Juan Pablo II. A la Orden de los Mínimos (3 de julio de 2000) - Discurso (2000). 2 3

  3. Papa Juan Pablo II. A los participantes en la Asamblea General de la Orden de los Mínimos (24 de noviembre de 1990) - Discurso, § 4 (1990).

  4. Papa Juan Pablo II. Mensaje a la Tercera Orden de los Mínimos (30 de abril de 2001) - Discurso, § 3 (2001).