Orden Jerónima (Eremitas de San Jerónimo)
La Orden Jerónima, también conocida como Eremitas de San Jerónimo, fue una congregación religiosa católica surgida en el siglo XIV en España e Italia, inspirada en la figura del doctor de la Iglesia San Jerónimo, aunque sin una conexión histórica directa con él. Formada por la unión de diversos grupos de eremitas, adoptó la regla de San Agustín adaptada a un estilo de vida ascético y contemplativo, con énfasis en la penitencia, la oración y el estudio de las Escrituras. Durante su apogeo en los siglos XV y XVI, se expandió por la Península Ibérica y partes de Italia, fundando monasterios emblemáticos como el de Guadalupe o El Escorial, y contribuyendo significativamente a la reforma de otras órdenes y a la evangelización. Aunque fue suprimida en el siglo XIX debido a las desamortizaciones, su legado perdura en la tradición monástica católica y en figuras beatificadas de la orden.
Tabla de contenido
Historia
Orígenes y formación
La Orden Jerónima no tiene un vínculo histórico directo con San Jerónimo de Estridón, el padre de la exégesis latina del siglo IV, quien dirigió comunidades monásticas en Belén pero no instituyó una regla formal ni fundó una orden religiosa.1 En cambio, los jerónimos surgieron en el siglo XIV como resultado de la amalgamación de varios grupos de eremitas dispersos en España e Italia, motivados por un deseo de retornar a una vida más austera y eremítica, inspirados en el modelo de San Jerónimo como patrono de la vida contemplativa y el estudio bíblico.1 Estos eremitas, inicialmente independientes, buscaban una mayor estabilidad y organización eclesiástica, lo que llevó a su unión bajo un marco común.
En el contexto de la Baja Edad Media, marcado por las plagas y las reformas eclesiásticas, estos grupos eremíticos proliferaron en regiones como Castilla y Toscana. La devoción a San Jerónimo, cuyo culto había crecido gracias a sus escritos sobre la vida monástica, sirvió como eje espiritual para estos ermitaños, que veían en él un ideal de humildad y dedicación a la Palabra de Dios.2 No obstante, la orden no pretendía imitar una regla jerónima auténtica, sino adaptar tradiciones existentes a su carisma.
Fundación en España
El núcleo de la orden se estableció en España, donde se considera que su cuna fue el monasterio de San Bartolomé de Lupiana, en la actual provincia de Guadalajara.1 El primer prior, Fernando Pecha, un noble castellano que había abrazado la vida eremítica tras una profunda conversión, jugó un papel clave en su organización. Junto con Pedro de Roma, otro eremita influyente, Pecha obtuvo la aprobación papal inicial de Gregorio XI mediante bulas emitidas el 8 de octubre de 1373.1 Estas bulas confirmaron la unión de los eremitas bajo una estructura congregacional y les otorgaron el hábito religioso: una túnica blanca, escapulario y manto marrón, simbolizando pureza y penitencia.1
La fundación se consolidó en 1374, cuando Pecha recibió la profesión de otros eremitas, estableciendo así las bases de la congregación española.1 Esta rama se caracterizó por su rápida expansión, impulsada por el apoyo de la monarquía castellana y el fervor popular. En 1389, los jerónimos recibieron el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe en Extremadura, que se convirtió en uno de sus centros espirituales más venerados, albergando una imagen mariana de gran devoción en España.1
Aprobación papal y desarrollo en Italia
La Santa Sede, reconociendo el valor ascético de estos eremitas, impuso la regla de San Agustín como norma común, aunque conservaron el nombre de San Jerónimo como patrono.1 Una figura pivotal en esta etapa fue Lupo de Olmedo (o Lupus de Olmeto), general prepósito de los Eremitas de San Jerónimo, quien en el siglo XV compiló una regla específica extraída de las epístolas y tratados de San Jerónimo.2 Esta compilación, que enfatizaba la vida monástica en comunidad según el ejemplo del santo, fue aprobada por el papa Martín V mediante bulas en las que se absolvía a los monjes de la observancia estricta de la regla agustiniana y se les permitía adoptar esta nueva norma.2 El pontífice elogió esta iniciativa como un medio para fortalecer la observancia religiosa y la imitación de la vida de San Jerónimo, destacando aspectos como la continentia (castidad), la humildad y la vida en común.2
En Italia, la orden se desarrolló de manera paralela pero con ramas independientes. Surgieron congregaciones como los Eremitas de San Jerónimo de Fiesole, fundados por el beato Carlos de Montegranelli en el siglo XV, aprobados por Inocencio VII en 1404 y con constituciones definitivas otorgadas por Eugenio IV en 1441.1 Estas casas italianas, que llegaron a sumar hasta cuarenta monasterios, se centraron en la Toscana y Roma, sirviendo iglesias como la de Santos Vicente y Anastasio.1 Otra rama notable fue la de los Eremitas de San Jerónimo de Lombardía, incorporados más tarde a la congregación española en 1595.1
Regla y espiritualidad
La regla de los jerónimos, aunque basada en la de San Agustín, incorporaba elementos únicos derivados de los escritos de San Jerónimo, como se detalla en la compilación de Lupo de Olmedo.2 Esta norma enfatizaba la vida eremítica en comunidad, con un fuerte acento en la oración litúrgica, el silencio, la penitencia y el estudio de la Biblia, reflejando el ideal jerónimita de la lectio divina.1 Los monjes vivían en monasterios aislados, dedicados a la contemplación, pero también a obras de caridad, como la atención a los pobres y la reforma de otras órdenes religiosas.1
La espiritualidad jerónima se caracterizaba por la humildad extrema y la imitación de la vida ascética de San Jerónimo en el desierto. Sus constituciones, similares a las de los agustinos de Santa María del Sepulcro en Florencia, promovían la obediencia absoluta, la pobreza evangélica y la castidad, con prácticas como el ayuno frecuente y la mortificación.1 En las bulas de Martín V, se resalta cómo esta regla buscaba una observancia más estricta que la agustiniana tradicional, alineándose con los «principales aspectos del estado y vida monacal» descritos por San Jerónimo en sus epístolas.2
Expansión y casas principales
Durante los siglos XV y XVI, la orden experimentó un auge extraordinario, especialmente bajo el mecenazgo de los reyes católicos y sus sucesores. En 1415, ya contaban con veinticinco casas en España, exentas de la jurisdicción de los obispos ordinarios.1 Felipe II de España impulsó su prosperidad, construyendo el majestuoso monasterio de San Lorenzo de El Escorial en 1563, donde se enterraron los reyes españoles y que albergaba una de las bibliotecas más ricas de Europa, con valiosos códices bíblicos.1 Carlos V, tras su abdicación en 1555, se retiró al monasterio de San Jerónimo de Yuste, donde falleció en 1558, elevando el prestigio de la orden.1
En Portugal, los jerónimos se establecieron tempranamente y formaron una congregación unida a la española en 1595. El monasterio de Belém, fundado por Manuel I en 1499, se convirtió en el más grandioso del reino y sepulcro de los monarcas portugueses.1 Otras casas destacadas incluyen las de Madrid, Sevilla y Guadalupe, que sirvieron como centros de formación y evangelización. Los jerónimos también cooperaron en la colonización de América, asumiendo inicialmente la gobernación de la isla de Santo Domingo y participando en misiones en el Nuevo Mundo.1
Respecto a las ramas femeninas, las monjas jerónimas, fundadas por María García en el siglo XV, ocuparon conventos como el de Santa Paula en Toledo (1426), La Concepción Jerónima en Madrid (1504) y Santa Paula en Sevilla (1473). Estas comunidades seguían una regla similar, dedicada a la oración y la educación.1
Contribuciones y figuras notables
Los jerónimos se distinguieron por su generosidad en la limosna y su rol en la reforma eclesiástica. Ayudaron a reformar órdenes como los premostratenses, trinitarios y canónigos regulares de Coimbra, e incluso colaboraron con San Juan de Dios en la fundación de su primer hospital.1 Muchos de sus miembros ascendieron a la dignidad episcopal, contribuyendo a la pastoral en España y Portugal.1
Entre las figuras destacadas se encuentran beatos como Pedro Qualcerano, Nicolás de Furca-Palena, Bartolomé de Cesna y Felipe de Sant’Agata.1 Literariamente, la orden produjo obras notables en España y Portugal: Diego de Carceler como moralista, Diego de Yepes con su biografía de Santa Teresa y una historia de la persecución en Inglaterra, o Francisco de Todos los Santos con la historia del Escorial.1 Hernengildo de San Pablo escribió la historia de la congregación en 1670.1
Una reforma interna notable fue la introducida por Lupo de Olmedo, que dio lugar a la Congregación de los Monjes-Eremitas de San Jerónimo, con hábito marrón y énfasis en la vida carthusiana.1
Declive y supresión
El declive de la orden comenzó en el siglo XVII, agravado por las guerras y la secularización. En Italia, las casas de Fiesole fueron suprimidas por Clemente IX en 1668, y otras desaparecieron tras la Revolución Francesa.1 En España, las desamortizaciones de 1835 bajo el gobierno liberal disolvieron la mayoría de sus monasterios, afectando a 105 de 153 casas.1 En Portugal, la supresión ocurrió poco después, y en México en 1860.1 Las convulsiones en Filipinas en 1896 causaron pérdidas adicionales.1
A pesar de esto, algunas comunidades perduraron hasta el siglo XX en forma reducida, aunque la orden como tal dejó de existir institucionalmente.
Legado
El legado de los Eremitas de San Jerónimo radica en su contribución a la tradición monástica ibérica, promoviendo la devoción a San Jerónimo y el estudio bíblico en una era de humanismo renacentista.1 Sus monasterios, como El Escorial y Guadalupe, son hoy patrimonios culturales de la humanidad, testigos de una espiritualidad austera y caritativa. Aunque suprimida, inspira movimientos eremíticos contemporáneos y resalta la importancia de la reforma interior en la vida religiosa católica.
