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Orden Misionera de San Antonio María Claret

Orden Misionera de San Antonio María Claret
Dominio Público.

La Orden Misionera de San Antonio María Claret, conocida oficialmente como Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (siglas CMF), es una congregación religiosa católica masculina fundada en el siglo XIX por el santo español Antonio María Claret. Inspirada en el celo apostólico y la devoción mariana, esta orden se dedica principalmente a la predicación del Evangelio, las misiones populares y la evangelización en diversos contextos, desde parroquias hasta fronteras culturales. Con una presencia global que abarca más de setenta países, los claretianos —como se les denomina comúnmente— destacan por su compromiso con los pobres, la formación de nuevos evangelizadores y el fomento de la vida consagrada, manteniendo fielmente el legado de su fundador en la Iglesia universal.

Tabla de contenido

Fundación e historia

Orígenes en la España del siglo XIX

La orden nace en un contexto de agitación social y religiosa en la España del siglo XIX, marcado por tensiones políticas y un renovado impulso misionero en la Iglesia. Antonio María Claret, nacido en Sallent (Barcelona) en 1807, fue un sacerdote con un ardiente deseo de evangelizar. Tras su ordenación en 1835, recorrió Cataluña y las Islas Canarias predicando retiros espirituales y misiones populares, ganándose fama por su elocuencia y vida ascética.1 Claret, hijo de una familia humilde de tejedores, sintió desde joven la llamada a una vida de entrega total, influida por su devoción a la Virgen María y la Eucaristía.2

En 1849, Claret fundó la congregación en Vic (Barcelona), inicialmente como una sociedad de misioneros dedicada a la predicación itinerante. El nombre «Hijos del Inmaculado Corazón de María» refleja la profunda mariología de su fundador, quien veía en el Corazón Inmaculado un modelo de amor puro y apostólico. La aprobación diocesana llegó ese mismo año, y en 1865, el papa Pío IX la elevó a congregación de derecho pontificio.3 Claret, nombrado arzobispo de Santiago de Cuba en 1850, extendió su visión misionera al Nuevo Mundo, donde combatió el cólera, promovió la educación y defendió la fe en tiempos de persecución.1

Desarrollo y expansión en el siglo XX

Tras la muerte de Claret en 1870, exiliado en Francia por las revueltas anticlericales, la orden creció rápidamente pese a las dificultades. En España, los claretianos enfrentaron persecuciones durante la Guerra Civil (1936-1939), donde numerosos miembros fueron martirizados, como los de Barbastro, cuya sangre se ofreció por amor a Cristo y María.4 Esta etapa fortaleció su identidad martirial, inspirada en la exclamación de Claret: «Por ti, mi Reina, la sangre dar».5

El siglo XX vio una expansión global. En 1934, Pío XI beatificó a Claret, y en 1950, Pío XII lo canonizó, reconociendo su legado como «pastor según el corazón de Dios».1 Los papas posteriores, como Pablo VI en 1973 y Juan Pablo II en 1985 y 1997, exhortaron a los claretianos a mantener el «zelo apostólico» y la «fuerza de la fe», adaptándose a nuevos desafíos como la inculturación en África y Asia.6,7,8 El Concilio Vaticano II impulsó su renovación, enfatizando la dimensión contemplativa y comunitaria.9

Hoy, la orden cuenta con miles de miembros y ha superado crisis vocacionales en Europa mediante un crecimiento en América Latina, África y Asia, equilibrando tradición y misión contemporánea.9

Espiritualidad y carisma

El carisma claretiano se centra en el fuego del amor divino, como expresaba Claret: un ardor que impulsa a «abrasar el mundo con el fuego del Evangelio».8 Esta espiritualidad mariana, arraigada en el Inmaculado Corazón de María, combina contemplación y acción apostólica. Los miembros se forman en una vida de oración intensa, estudio teológico y predicación, siguiendo el modelo de Claret, quien equilibraba el retiro espiritual con la salida misionera.6

Un pilar fundamental es el compromiso con la salvación de las almas, priorizando a los marginados, los pobres y los alejados de la fe. La orden promueve la solidaridad práctica con enfermos, ancianos y excluidos, viendo en ellos la imagen de Cristo sufriente.8 Además, fomenta la formación permanente, una práctica claretiana desde sus orígenes, para que la doctrina sea «abundante, segura y constructiva».6

La devoción a Claret como intercesor se manifiesta en oraciones que piden su «caridad ardiente» para continuar su obra.10 Esta espiritualidad no es estática: se adapta a contextos modernos, integrando diálogo interreligioso y ecología, siempre al servicio del Reino de Dios.

Organización y gobierno

La orden se rige por sus Constituciones, aprobadas por la Santa Sede, que enfatizan la obediencia al Evangelio y a la Iglesia.8 El gobierno general, con sede en Roma, está encabezado por un superior general elegido en capítulos generales cada seis años. Estos capítulos, como el XX en 1985 o el de 1997, renuevan el impulso misionero y abordan temas como la formación y la inculturación.6,8

A nivel local, las provincias y delegaciones organizan comunidades dedicadas a la misión. La vida comunitaria no es mera convivencia, sino «misión compartida», donde la oración común y el apostolado se entrelazan.9 Los claretianos profesan votos de pobreza, castidad y obediencia, con un énfasis en la movilidad misionera.

La orden colabora con ramas femeninas inspiradas en Claret, como las Claretianas Misioneras, y con laicos en movimientos asociados, ampliando su impacto evangelizador.

Presencia mundial

Con más de 3.000 miembros en 70 países, la Orden Misionera de San Antonio María Claret tiene una huella global diversa. En Europa, mantiene su raíz en España (Vic como casa madre) y se expande a Italia, Polonia y la antigua Europa del Este.9 En América, destaca en Cuba —donde Claret fue arzobispo— y en México, Brasil y Estados Unidos, con énfasis en parroquias y educación.1

África y Asia representan el crecimiento más dinámico: misiones en Kenia, Filipinas y India abordan pobreza y diálogo cultural.9 En total, operan en continentes donde promueven la justicia social y la nueva evangelización, respondiendo a la llamada de la Iglesia a las periferias existenciales.

Actividades apostólicas

Los claretianos se dedican a una variedad de ministerios, fieles al mandato de Claret de usar «todos los medios» para proclamar el Evangelio.8 Las misiones populares siguen siendo centrales: retiros, predicaciones y ejercicios espirituales que renuevan comunidades cristianas.2

En la educación, dirigen seminarios, escuelas y universidades, formando clérigos y laicos.1 La publicación es otro frente clave: imprentas y medios digitales difunden catequesis y espiritualidad claretiana, recordando la labor editorial de Claret en Cuba.

Además, impulsan la pastoral vocacional y el trabajo con migrantes, siempre con un enfoque en los pobres. Su solidaridad se extiende a desastres naturales y conflictos, encarnando el amor de Cristo que «impulsa» a la acción.8

Santos, beatos y figuras notables

San Antonio María Claret es el fundador y patrono, canonizado en 1950 por su vida de celo y martirio espiritual.1 Entre los beatos claretianos destacan los Mártires de Barbastro (51 seminaristas y religiosos beatificados en 1992), quienes murieron cantando himnos a María durante la persecución.5

Otros beatos incluyen a Francisco de Jesús (mártir en 1936) y figuras como el padre José Sala Savat, conocido por su labor misionera en África. Estos testigos inspiran a la orden a perseverar en la fe, incluso en adversidad.4

Citas

  1. Papa Pío XII. A los peregrinos reunidos en Roma con ocasión de la canonización del beato Antonio María Claret (5 de mayo de 1950) (1950). 2 3 4 5 6

  2. El Dicasterio para las Causas de los Santos. Antonio María Claret (1807-1870) - Biografía (1950). 2

  3. Ven. Antonio María Claret y Clará, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, § Ven. Antonio María Claret y Clará.

  4. Papa Juan Pablo II. Narcisa de Jesús Martillo Morán (1832-1869) - Homilía de beatificación, § 3 (2008). 2

  5. Papa Juan Pablo II. 25 de octubre de 1992: Beatificación de 122 mártires españoles y una laica ecuatoriana - Homilía (1992). 2

  6. Papa Juan Pablo II. A los Misioneros Claretianos con ocasión del XX Capítulo General (21 de septiembre de 1985) - Discurso (1985). 2 3 4

  7. Papa Pablo VI. A los Padres Claretianos (25 de octubre de 1973) - Discurso (1973).

  8. Papa Juan Pablo II. A los participantes en el Capítulo General de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Claretianos) (22 de septiembre de 1997) - Discurso, § 2 (1997). 2 3 4 5 6 7

  9. Papa Juan Pablo II. A los miembros del Capítulo General del Instituto Claretiano (Castel Gandolfo, 19 de septiembre de 1991) - Discurso (1991). 2 3 4 5

  10. El Dicasterio para las Causas de los Santos. Antonio María Claret (1807-1870) - Oración (1950).