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Padre nuestro, santificado sea tu Nombre

La petición «Padre nuestro, santificado sea tu nombre» forma parte de la primera invocación del Padre Nuestro, la oración enseñada por Jesucristo a sus discípulos según el Evangelio de Mateo (6,9-13). En la tradición católica, esta expresión representa un acto de adoración y súplica por la glorificación de Dios en el mundo, destacando la santidad inherente a su nombre divino. Este artículo explora su origen bíblico, su interpretación teológica en el Catecismo de la Iglesia Católica y en las enseñanzas de santos y papas, su rol en la liturgia y su aplicación práctica en la vida del creyente, subrayando cómo esta plegaria invita a reconocer la paternidad de Dios y a buscar su reino de justicia y paz.

Tabla de contenido

Origen bíblico del Padre Nuestro

El Padre Nuestro se encuentra en el Sermón de la Montaña, donde Jesús enseña a sus seguidores cómo orar con humildad y confianza. En el Evangelio según san Mateo, la oración comienza con «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre»1, mientras que en san Lucas (11,2) se presenta una versión similar, adaptada al contexto de la enseñanza directa a los apóstoles. Esta plegaria no es un mero conjunto de palabras, sino un modelo de oración que integra alabanza, petición y sumisión a la voluntad divina.

En el contexto judío del siglo I, el concepto de «nombre» divino evocaba la revelación de Dios en el Antiguo Testamento, como en Éxodo 3,14, donde Dios se da a conocer como «Yo soy el que soy». La santificación del nombre de Dios implica reconocer su esencia santa y separada de lo profano, un tema recurrente en los Salmos, donde se alaba: «Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios» (Sal 103,2)2. Jesús, al usar «Padre nuestro», universaliza esta invocación, invitando a los creyentes a participar en la intimidad filial que él mantiene con el Padre.

La tradición patrística, desde los primeros siglos, interpretó esta petición como un llamado a la doxología, es decir, a la alabanza que precede a cualquier ruego personal. San Cipriano de Cartago, en el siglo III, ya destacaba cómo esta frase inicial purifica el corazón del orante, orientándolo hacia la gloria de Dios antes que hacia sus necesidades.

Significado teológico de «santificado sea tu nombre»

La santidad del nombre divino

En la teología católica, «santificado sea tu nombre» no es una mera repetición ritual, sino una súplica profunda por la manifestación de la santidad de Dios en la creación. El término «santificar» deriva del griego hagiázō, que significa «hacer santo» o «separar para Dios». Así, esta petición pide que el nombre de Dios —símbolo de su ser y poder— sea honrado, reconocido y adorado por toda la humanidad3.

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que las tres primeras peticiones del Padre Nuestro se centran en la gloria del Padre: la santificación de su nombre, la venida de su reino y el cumplimiento de su voluntad. Estas forman un todo unitario, donde la santificación del nombre implica que Dios sea conocido y amado tal como es, en su misterio trinitario4. No se trata de hacer santo a Dios, quien ya lo es por naturaleza, sino de que su santidad se revele plenamente en un mundo marcado por el pecado y la idolatría.

Relación con la paternidad de Dios

La invocación «Padre nuestro» precede inmediatamente a esta petición, estableciendo un vínculo filial que transforma la oración en un diálogo íntimo. Jesús, como Hijo unigénito, revela a Dios como Padre amoroso y misericordioso, y autoriza a los cristianos a llamarlo así. Santificado sea su nombre, por tanto, es un acto de fe en esta paternidad: reconocer que Dios no es un ser distante, sino un Padre que invita a sus hijos a glorificarlo mediante una vida santa5.

En las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, como san Agustín, esta frase se vincula a la beatitud evangélica: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). La santificación del nombre divino comienza en el corazón del creyente, que se purifica para reflejar la gloria de Dios.

Enseñanzas del Catecismo y la tradición magisterial

El Catecismo de la Iglesia Católica

El Catecismo dedica una sección extensa al Padre Nuestro (nn. 2759-2865), donde detalla que la primera petición «hallowed be thy name» (en latín, sanctificetur nomen tuum) es un clamor por la revelación de Dios. Se interpreta como una oración escatológica: anticipa el día en que todos los pueblos alabarán al Señor, como profetiza Isaías (66,23). En un mundo secularizado, esta súplica urge a los fieles a ser testigos de la santidad divina, combatiendo el ateísmo y el relativismo moral6.

El Compendio del Catecismo refuerza esta idea, presentando el Padre Nuestro como la oración perfecta que resume el Evangelio. La santificación del nombre se realiza en la Eucaristía, donde Cristo hace presente el sacrificio que glorifica al Padre.

Contribuciones papales

San Juan Pablo II, en sus homilías, profundizó en esta petición durante sus viajes apostólicos. En 1994, ante la tragedia de los Balcanes, invocó: «Padre nuestro, 'sia santificado il tuo nome'; venga il tuo regno… Tua volontà è la pace!»7, uniendo la santificación del nombre a la súplica por la paz y la justicia. En otra audiencia, explicó que esta frase pide que todos reconozcan a Dios como es: Padre de amor y verdad, revelado en Cristo8.

Papa Juan XXIII, en 1959, la describió como un acto de culto que exalta el reino de Dios y promueve la santificación colectiva, alineada con la voluntad divina en la tierra como en el cielo9. Estos magisterios destacan cómo esta plegaria es un antídoto contra el egoísmo humano, fomentando la fraternidad universal.

Interpretaciones en la tradición de los santos

San Alfonso de Ligorio y la oración contemplativa

San Alfonso de Ligorio, doctor de la Iglesia, en su obra La Santa Messa ed il Divino Offizio, alabó las primeras tres peticiones del Padre Nuestro como «tres actos perfettísimos de amor». Para él, «santificetur nomen tuum» implora que Dios sea conocido y amado por todos los hombres, uniendo la alabanza a la misión evangelizadora. Ligorio animaba a repetir esta oración en el Oficio Divino, viendo en ella un medio para unir el corazón al de Cristo10.

Santa María Magdalena de Pazzi y la devoción eucarística

Santa María Magdalena de Pazzi, mística carmelita, incorporaba esta petición en su oración ante el Santísimo. Al recitar el Gloria Patri, inclinaba la cabeza en honor a la fe, relacionándolo con la santificación del nombre divino. Su ejemplo ilustra cómo esta frase inspira una devoción personal que transforma la vida cotidiana en alabanza continua.

Otros santos, como san Juan de la Cruz, la vinculaban a la «noche oscura» del alma, donde la purificación interior permite una santificación auténtica del nombre de Dios en el silencio contemplativo.

Aplicación en la vida cristiana cotidiana

En la práctica devocional católica, «santificado sea tu nombre» invita a una vida coherente con la fe. No es solo una fórmula litúrgica, sino un compromiso ético: los creyentes deben santificar el nombre de Dios mediante obras de misericordia, honestidad y testimonio público. En un contexto de pluralismo religioso, esta petición recuerda el mandato misionero de Mateo 28,19: «Id y haced discípulos a todos los pueblos».

Para los laicos, implica integrar la oración en el trabajo y la familia, reconociendo la providencia divina en lo ordinario. En tiempos de crisis, como pandemias o conflictos, se convierte en un grito de esperanza, pidiendo que la santidad de Dios ilumine la oscuridad humana.

Rol en la liturgia y la oración comunitaria

En la Misa y el Rosario

El Padre Nuestro se reza en la Liturgia de la Eucaristía, justo antes de la comunión, uniendo a la asamblea en la alabanza inicial. La Iglesia lo incluye también en el Rosario, donde cada dezena culmina con esta oración, reforzando su dimensión mariana: María, la «llena de gracia», santificó el nombre de Dios con su fiat (Lc 1,38).

En las horas canónicas, se repite múltiples veces, como enfatizaba san Alfonso, fomentando una oración rítmica que santifica el tiempo diario.

En contextos pastorales

Durante las procesiones o vigilias de oración por la paz, papas como Juan Pablo II la han invocado para unir a los pueblos en la santificación del nombre divino. En América Latina, por ejemplo, en encuentros con indígenas, se ha adaptado culturalmente para enfatizar la paternidad de «Ñandeyara» (Dios Padre)11, mostrando su universalidad.

La dimensión escatológica y su esperanza

Esta petición apunta al fin de los tiempos, cuando el nombre de Dios será santificado plenamente en el Reino eterno. Como enseña el Catecismo, es una oración por la parusía, la segunda venida de Cristo, donde la creación será renovada (Ap 21,1-5). En la tradición, se relaciona con la resurrección de la carne, afirmando que el cuerpo humano, creado por Dios, participará en esta glorificación12.

Así, «santificado sea tu nombre» no solo mira al presente, sino que infunde esperanza: en medio de las pruebas, los fieles confían en que la voluntad del Padre traerá justicia y paz.

En resumen, esta invocación del Padre Nuestro encapsula la esencia de la oración cristiana: adorar a Dios como Padre santo y colaborar en la difusión de su reino. Invita a cada creyente a ser un eco vivo de su santidad, transformando el mundo mediante la fe y el amor.

Citas

  1. Papa Juan Pablo II. 8 de septiembre de 1994: Misa celebrada en Castel Gandolfo por Bosnia-Herzegovina tras cancelar su visita prevista a Sarajevo - Homilía, § 3 (1994).

  2. Papa Juan Pablo II. 27 de julio de 1986: Misa para la Guardia Suiza y los Oficiales de Seguridad del Vaticano en Castel Gandolfo - Homilía (1986).

  3. Papa Juan Pablo II. Visita al Corcovado en Brasil (2 de julio de 1980) - Discurso (1980).

  4. Alfonso de Ligorio. La Santa Messa Ed Il Divino Offizio, § 160.

  5. Papa Juan Pablo II. 8 de septiembre de 1994: Misa celebrada en Castel Gandolfo por Bosnia-Herzegovina tras cancelar su visita prevista a Sarajevo - Homilía, § 1 (1994).

  6. Sección 2 la oración del Señor, Catecismo de la Iglesia Católica, § 2857.

  7. Papa Juan Pablo II. 19 de mayo de 1985: Solemne celebración en Bruselas - Homilía, § 10 (1985).

  8. Orando con el Santísimo Sacramento - Padre Nuestro, Diócesis de Rochester. Oraciones ante el Santísimo Sacramento (2024).

  9. Papa Juan XXIII. Audiencia General del 28 de octubre de 1959 (1959).

  10. Papa Juan Pablo II. Encuentro con los Indios en la Misión de Santa Teresita en Mariscal Estigarribia en Paraguay (17 de mayo de 1988) - Discurso (1988).

  11. La santa biblia, La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia (1993).

  12. La Nueva Versión Estándar Revisada, Edición Católica (NRSV-CE). La Santa Biblia, §Salmo 119.