Papa Fabián

El Papa San Fabián, el vigésimo obispo de Roma, gobernó la Iglesia desde el 10 de febrero de 236 hasta el 20 de enero de 2501. Su pontificado es notable por las circunstancias extraordinarias de su elección, sus reformas administrativas, su papel en la organización de la Iglesia y su martirio durante la persecución de Decio2,1. Fabián fue una figura clave en un período de relativa paz para la Iglesia, que precedió a una de las persecuciones más intensas del Imperio Romano1.
Tabla de contenido
Elección y Ascenso al Pontificado
La elección de Fabián como Papa es un relato singular, conservado por Eusebio de Cesarea2. Tras la muerte del Papa Antero, se llevó a cabo una asamblea para elegir a un nuevo obispo de Roma. Fabián, quien había llegado a Roma desde su granja, era un laico y no estaba entre los candidatos considerados por su nobleza o ilustración2,3. Sin embargo, durante la reunión, una paloma descendió inesperadamente y se posó sobre su cabeza2,3. Este suceso fue interpretado por los presentes como una señal divina, evocando la escena evangélica del descenso del Espíritu Santo sobre Jesús2. Inspirados por esta manifestación, la asamblea eligió unánimemente a Fabián, colocándolo en la Cátedra de Pedro2,3.
Pontificado y Reformas Administrativas
El pontificado de San Fabián duró catorce años, un período que, en gran parte, gozó de una calma relativa en medio de la persecución2. Durante este tiempo, Fabián implementó importantes reformas organizativas que fortalecieron la estructura de la Iglesia en Roma1.
Organización Eclesiástica
Según el Liber Pontificalis y otros relatos, Fabián dividió la ciudad de Roma en siete distritos eclesiásticos, cada uno bajo la supervisión de un diácono2,1,4. Además, nombró a siete subdiáconos para trabajar junto con los notarios existentes, con la tarea específica de recolectar y registrar las actas de los mártires2,4. Estos registros documentaban los procedimientos judiciales y los testimonios de los cristianos durante sus juicios, preservando así la memoria de aquellos que dieron su vida por la fe2,4. Esta iniciativa fue crucial para la historia de la Iglesia, ya que sentó las bases para la veneración de los mártires y la documentación de su legado4.
Existe una tradición que atribuye a San Fabián la institución de las cuatro órdenes menores (ostiario, lector, exorcista y acólito), aunque esta afirmación es de fiabilidad variable2.
Expansión Misionera y Condenas Doctrínales
Durante su papado, la Iglesia también experimentó un crecimiento misionero. Se le atribuye la consagración de siete obispos en el año 245, quienes fueron enviados como misioneros a la Galia2. Entre ellos se encontraba San Dionisio de París, una figura fundamental en la evangelización de esa región2.
En el ámbito doctrinal, San Fabián condenó la herejía de un obispo africano llamado Privado de Lambaesa2,3. También se sabe que el famoso teólogo Orígenes defendió la ortodoxia de sus enseñanzas ante Fabián2.
Las Catacumbas y el Traslado de San Ponciano
El pontificado de Fabián también vio un considerable trabajo en las catacumbas de Roma2. Él ordenó la exhumación del cuerpo del Papa San Ponciano, quien había sido exiliado a Cerdeña, y lo trasladó a la catacumba de San Calixto en Roma2,3. Este acto subraya la importancia de la veneración de los mártires y la continuidad apostólica en la Iglesia primitiva.
La Persecución de Decio y el Martirio de Fabián
El período de paz que la Iglesia había disfrutado durante el pontificado de Fabián llegó a un abrupto final con el ascenso al trono del emperador Decio1,5. Decio, por su odio a su predecesor Filipo, inició una persecución generalizada contra los cristianos a principios del año 2501,5. Esta persecución fue particularmente severa y buscaba restaurar la antigua religión romana y la unidad del imperio, exigiendo a todos los ciudadanos que realizaran sacrificios a los dioses paganos6.
San Fabián fue una de las primeras y más prominentes víctimas de esta persecución1,5. Fue arrestado y murió mártir el 20 de enero de 2502,1,3. Su muerte dejó a la sede de Roma vacante por un tiempo, ya que fue imposible elegir a un sucesor de inmediato7. San Cipriano, obispo de Cartago y contemporáneo de Fabián, lo describió como un hombre incomparable, cuya gloriosa muerte estuvo a la altura de la pureza y santidad de su vida3.
Sepultura y Legado
El cuerpo de San Fabián fue sepultado en la Cripta de los Papas en la catacumba de San Calixto2,3. En 1850, el arqueólogo De Rossi descubrió su epitafio griego, que claramente dice: «Fabian, obispo y mártir»2,3. Sus restos fueron posteriormente trasladados a la iglesia de San Sebastián3.
El legado de San Fabián es el de un líder eclesiástico que, a pesar de ser un laico al momento de su elección, demostró una gran capacidad administrativa y una firmeza inquebrantable en la fe1. Sus reformas contribuyeron significativamente a la organización de la Iglesia romana, y su martirio lo consolidó como un testimonio vivo de la fe cristiana frente a la persecución imperial1. Las decretales que se le atribuyen en el Pseudo-Isidoro son apócrifas2.
Citas
Papa #20: San Fabián, Magisterium AI. Breve Historia de los Papas de la Iglesia Católica, §Papa 20: San Fabián (2024). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11
Papa San Fabián, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Papa San Fabián. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21
B20: San Fabián, papa y mártir (A.D. 250), Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen I, § 143. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10
La primera epístola del papa Fabián - A todos los ministros de la Iglesia católica. De aquellos que no deben ser admitidos a justificarse, y del deber de no tener comunión con los excomulgados, Anónimo. Las Falsas Decretales (850). ↩ ↩2 ↩3 ↩4
La persecución bajo Decio, y los sufrimientos de Orígenes, Eusebio de Cesarea. Historia Eclesiástica (Eusebio de Cesarea), §Libro VI. Capítulo 39. 1 (325). ↩ ↩2 ↩3
Papa Benedicto XVI. Audiencia General del 6 de junio de 2007: San Cipriano (2007). ↩
Novaciano y Novacianismo, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Novaciano y Novacianismo. ↩