Papa Pío VI

El Papa Pío VI, nacido Giovanni Angelico Braschi, fue el 250º Papa de la Iglesia Católica, cuyo pontificado abarcó desde el 15 de febrero de 1775 hasta el 29 de agosto de 17991,2. Su papado se desarrolló en un período de profundos cambios políticos y sociales en Europa, marcado por la Ilustración, la Revolución Francesa y el ascenso de Napoleón Bonaparte1. A lo largo de su pontificado, Pío VI se esforzó por defender la autoridad papal y la doctrina católica frente a las crecientes tendencias secularistas y las reformas anticlericales impulsadas por varios monarcas europeos1. Enfrentó desafíos significativos, incluyendo la supresión de monasterios, la confiscación de propiedades de la Iglesia y la persecución del clero, culminando en su propio arresto y exilio por las fuerzas francesas1. A pesar de las adversidades, Pío VI mantuvo una firmeza inquebrantable en su fe y principios, dejando un legado de resistencia a la intromisión del poder secular y un compromiso con la misión social y educativa de la Iglesia1.
Primeros años y ascenso al papado
Giovanni Angelico Braschi nació en Cesena el 27 de diciembre de 1717, en el seno de una familia noble pero empobrecida2. Recibió su educación en el Colegio Jesuita de Cesena y posteriormente estudió derecho en Ferrara2.
Su carrera eclesiástica comenzó con una misión diplomática en Nápoles, tras la cual fue nombrado secretario papal y canónigo de San Pedro en 17552. Clemente XIII lo designó tesorero de la Iglesia Romana en 1766, y en 1775, Clemente XIV lo elevó al cardenalato2. Después de su nombramiento como cardenal, se retiró a la Abadía de Subiaco, de la cual era abad comendatario, hasta su elección como Papa2.
Inicialmente, España, Portugal y Francia intentaron impedir su elección debido a la creencia de que era un partidario de los jesuitas2. Aunque Pío VI era favorable a la orden, no se atrevió a revocar la bula de su supresión2. Sin embargo, ordenó la liberación del general de los jesuitas, Ricci, quien estaba prisionero en el Castillo de Sant’Angelo en Roma, aunque Ricci falleció antes de que llegara el decreto de liberación2. A petición de Federico II de Prusia, permitió que los jesuitas mantuvieran sus escuelas en Prusia y, en Rusia, permitió la continuación ininterrumpida de la orden2.
Pontificado y desafíos
El pontificado de Pío VI estuvo marcado por una serie de desafíos significativos, principalmente derivados del regalismo de los monarcas europeos y la posterior Revolución Francesa1.
Regalismo y reformas josefinas
Poco después de su ascensión, Pío VI tomó medidas para erradicar la idea galicana de la supremacía papal, que se había extendido en Alemania por Hontheim (conocido como Febronianismo)2.
El emperador José II de Austria, influenciado por las ideas ilustradas, prohibió a los obispos austriacos solicitar facultades de cualquier tipo a Roma y suprimió numerosos monasterios2. Pío VI decidió viajar a Viena para interceder; partió de Roma el 27 de febrero de 1782 y llegó a Viena el 22 de marzo2. Aunque el emperador lo recibió con respeto, el ministro Kaunitz descuidó las reglas de etiqueta2. El Papa permaneció en Viena hasta el 22 de abril de 1782, logrando únicamente la promesa del emperador de que sus reformas eclesiásticas no violarían los dogmas católicos ni comprometerían la dignidad papal2. José II incluso suprimió el monasterio de Mariabrunn horas después de que el Papa lo abandonara2. De vuelta en Roma, Pío VI se vio obligado a protestar nuevamente contra la confiscación injustificada de propiedades eclesiásticas por parte del emperador2. Cuando José II ocupó la sede vacante de Milán por su propia autoridad, Pío VI protestó solemnemente, llegando a amenazar al emperador con la excomunión2. En un intento por evitar males mayores, el Papa le concedió el derecho de nombrar obispos en los ducados de Milán y Mantua, mediante un concordato fechado el 20 de enero de 17842.
El ejemplo de José II fue seguido en Toscana por su hermano, el Gran Duque Leopoldo II, y el Obispo Scipio Ricci de Pistoia2. Las reformas antipapales culminaron en el Sínodo de Pistoia en 1786, donde se aprobaron las doctrinas de Jansenio y Quesnel, y se eliminó la supremacía papal2. En su bula «Auctorem fidei» del 28 de agosto de 1794, Pío VI condenó los actos y, en particular, ochenta y cinco proposiciones de este sínodo2.
En el Reino de las Dos Sicilias, Fernando IV se negó a aceptar los breves papales sin permiso real y reclamó el derecho a nombrar a todos los beneficiarios eclesiásticos2. Pío VI se negó a aceptar a los obispos nombrados por el rey, lo que resultó en treinta sedes vacantes en el Reino de Nápoles en 1784, número que aumentó a sesenta en 17982. El rey también se negó a reconocer la soberanía papal, que había existido durante ochocientos años2. Aunque el Papa hizo repetidas gestiones, el rey persistió en sus nombramientos2. En abril de 1791, se llegó a un compromiso temporal que permitió cubrir sesenta y dos sedes vacantes2.
Revolución Francesa y cautiverio
Tras la Revolución Francesa, Pío VI rechazó la «Constitución Civil del Clero» el 13 de marzo de 1791, suspendió a los sacerdotes que la aceptaron, proveyó en la medida de lo posible al clero exiliado y protestó contra la ejecución de Luis XVI2. Francia respondió anexando los pequeños territorios papales de Aviñón y el Condado Venaissin2.
La cooperación del Papa con los Aliados contra la República Francesa y el asesinato del agregado francés, Basseville, en Roma (provocado por su propia culpa), llevaron al ataque de Napoleón contra los Estados Pontificios2. En la Tregua de Bolonia (25 de junio de 1796), Napoleón dictó las condiciones: veintiún millones de francos, la liberación de todos los criminales políticos, libre acceso de los barcos franceses a los puertos papales, la ocupación de la Romaña por tropas francesas, entre otras2. En la Paz de Tolentino (19 de febrero de 1797), Pío VI se vio obligado a ceder Aviñón, Venaissin, Ferrara, Bolonia y la Romaña; y a pagar quince millones de francos, además de entregar numerosas obras de arte y manuscritos2.
En un intento de revolucionar Roma, el general francés Duphot fue asesinado a tiros, tras lo cual los franceses tomaron Roma el 10 de febrero de 1798 y proclamaron la República Romana el 15 de febrero2. Debido a la negativa del Papa a someterse, fue sacado por la fuerza de Roma la noche del 20 de febrero y llevado primero a Siena y luego a Florencia2. A finales de marzo de 1799, a pesar de estar gravemente enfermo, fue trasladado apresuradamente a Parma, Piacenza, Turín, luego a través de los Alpes hasta Briançon y Grenoble, y finalmente a Valence, donde sucumbió a sus sufrimientos antes de poder ser llevado más lejos2. Fue enterrado inicialmente en Valence, pero sus restos fueron trasladados a la Basílica de San Pedro en Roma el 17 de febrero de 18022.
Legado y canonizaciones
Pío VI es recordado por su firmeza en la defensa de la Iglesia en tiempos de gran agitación1. A pesar de su cautiverio y las presiones políticas, se mantuvo «firme en su fe y principios, negándose a comprometer las enseñanzas de la Iglesia»1. Su pontificado reafirmó la autoridad papal y resistió las intrusiones del poder secular1.
En el ámbito de la administración de la Iglesia, Pío VI estableció la Sede de Baltimore en abril de 1788, en respuesta a la solicitud del clero de los Estados Unidos2. También se dedicó a mejorar las finanzas papales, drenar tierras pantanosas, profundizar puertos y añadir una nueva sacristía a la Basílica de San Pedro2. Completó el Museo Pío-Clementino, enriqueciéndolo con muchas obras de arte, y restauró la Vía Apia2.
Es importante señalar que Pío VI no ha sido canonizado ni beatificado por la Iglesia Católica. La mención de «Pío» en los procesos de beatificación y canonización a menudo se refiere a otros papas con ese nombre, como San Pío V, beatificado por Clemente X en 1672 y canonizado por Clemente XI en 17123, o San Pío X, el primer papa canonizado desde Pío V en 16724,5. Pío IX fue beatificado el 3 de septiembre de 20006.
Aunque Pío VI no fue canonizado, su sucesor, Pío VII, en su encíclica «Diu Satis», reflexionó sobre la providencia de Dios en permitir la muerte de Pío VI en un momento en que era posible elegir un sucesor, a pesar de las persecuciones y dispersión de los cardenales7. Pío VII destacó que Pío VI había establecido el modo de las elecciones de sus sucesores y que, por la «bondad especial de Dios», los cardenales pudieron reunirse en Venecia para votar bajo la protección de Francisco, Emperador electo de los Romanos7. Esto subraya la importancia de Pío VI en la continuidad de la Iglesia a pesar de las circunstancias extraordinarias.
Citas
Papa n.º 250: Pío VI, Magisterium AI. Breve historia de los Papas de la Iglesia Católica, §Papa 250: Pío VI (2024). ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9
Papa Pío VI, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Papa Pío VI. ↩ ↩2 ↩3 ↩4 ↩5 ↩6 ↩7 ↩8 ↩9 ↩10 ↩11 ↩12 ↩13 ↩14 ↩15 ↩16 ↩17 ↩18 ↩19 ↩20 ↩21 ↩22 ↩23 ↩24 ↩25 ↩26 ↩27 ↩28 ↩29 ↩30 ↩31 ↩32 ↩33 ↩34 ↩35 ↩36 ↩37 ↩38 ↩39
Papa San Pío V, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Papa San Pío V. ↩
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 481. ↩
Alban Butler. Vidas de los Santos de Butler: Volumen III, § 479. ↩
Papa Pío IX, The Encyclopedia Press. Enciclopedia Católica, §Papa Pío IX. ↩
Papa Pío VII. Diu Satis (1800). ↩ ↩2